Los que habéis seguido casi todo lo que he escrito sabéis que, aparte de tener el cielo ganado, que Dios os va recompensar con la lectura del céntuplo de artículos de lo que me hayáis leído (suena a condenación, ya lo sé), no me gustan las ONGs.
O, mejor dicho, no me gusta la cooperación internacional o la cooperación solidaria, o como se llame. O mejor dicho aún: no me gustan los efectos ¿secundarios? que produce.
Ya sé que suena a cínico porque, finalmente, yo estoy haciendo aquí algo parecido, pero estoy dispuesto a hacer una barbacoa gigante quemando la biblioteca si todas las demás “instituciones” deciden abandonar el país…
Ya sé que soy un radical irredento, pero no se me ocurre otra solución a los problemas de estos países: dejar que se “busquen la vida”.
Eso era lo que proponía Sankara: que les dejáramos tranquilos, que renunciaba a cualquier cooperación y ayuda internacional a cambio de que las metrópolis y las grandes corporaciones dejaran de expoliar el país…, y olvidarse de querer cobrar una deuda externa impagable.
Supongo que por eso lo mataron.
Porque el problema final es que se acaba corrompiendo a “los hombres íntegros”. Así es como él veía su país y por eso le cambió el nombre de Alto Volta a Burkina Faso (País de los Hombres Íntegros, en una mezcla de las 2 lenguas locales más habladas).
Lo que ha quedado es un país en el que la integridad brilla por su ausencia, lo cual no quiere decir que no haya hombres íntegros, que yo conozco a bastantes. Pero no es la norma…
La norma es que la clase dirigente y los funcionarios vivan de sus privilegiados puestos y de las ayudas internacionales de espaldas a las necesidades del 80% de la población aldeana y los desheredados de las ciudades. Pero lamentablemente este sistema de ONGs y ayudas internacionales están pervirtiendo también al resto de la población.
El día de la inauguración de la escuela de Ouagande, después de mi discurso me regalaron una camisa, pero no había manera de entrar de lo gordo que estoy. Eso sí toda la aldea se partió de risa…
Os cuento una anécdota vivida en carnes propias.
Soy, por así decirlo, hijo dilecto de una aldea: Ouagande.
Desde que vine a Burkina he visitado en varias ocasiones la aldea. Primero porque mi antigua empresa financió la construcción de la escuela, después porque me hice amigo de François, el director de la escuela e intentaba ayudarles a título particular con lo que podía: material escolar, material y libros para los profesores, mapas de geografía para las aulas, mobiliario para la escuela, equipamientos deportivos, camisetas, balones, caramelos, galletas, zumos, etc.
Creo que les hemos mal acostumbrado, la ONG que colabora con la escuela ha construido otro pozo a 100 metros del que ya tenían. Mujeres saliendo del pozo de la escuela y lo que se ve, al fondo, redondo, es el otro pozo que funciona estupendamente. Hay aldeas, montones, que no tienen ninguno
Después pagué la instalación solar de la vivienda de los maestros y compré varias veces, cada vez que iba de visita, sacos de arroz, azúcar, bidones de aceite, etc, para las mujeres de la aldea.
Algún regalo más para los Jefes Tradicional y Religioso, fotos impresas y enmarcadas para los ‘principales’ y los grupos de alumnos, etc.
Es verdad que ese espacio se utilizaba también para ‘relaciones sociales’, en las que está permitido decir y hablar de todo ‘sin consecuencias’, pero el trabajo es duro
Y, finalmente, les pagué la construcción de un molino motorizado de harina para que las mujeres no tuvieran que pasarse horas cada día para hacer la harina del mijo, trabajo fatigante por demás.
Todas estas visitas eran ‘festejadas’ y se reunía todo el pueblo para darme las gracias.
Discursos y más discursos y como yo no soy hombre de palabras siempre decía lo mismo: que si allí me sentía como en mi casa, que Ouagande era como mi segundo hogar, que me sentía en familia, etc.
Total que por la boca muere el besugo y al Jefe de la Aldea no se le ocurre más que decirme que como es mi “village” tengo que tener una casa allí y que ellos se comprometen a cederme el terreno y hacer la construcción con ladrillos de adobe.
¡Cómo negarme…!
Muy honrado, acepto.
Y empiezan a construirla…
Lo que no sabía es que me iba a salir un poco cara, porque he tenido que pagar el cemento, las ventanas, puertas, etc…, todo el material de construcción. Unas camas plegables, mesa y sillas, un poco de mobiliario y enseres. También pagar comida, cigarrillos y cervezas para los albañiles voluntarios… pero es lógico, no lo van a pagar ellos que no tienen ni un franco cefa.
Así que no sé cuánto me costó todo, porque también le puse instalación de paneles solares para la electricidad, pero lo di por bien empleado.
La casa no es para mí, eso ya lo sabía.
Soy blanco pero no soy tan tonto como parezco. Y aquí la gente no es muy inteligente, pero es muy lista y tienen desarrollado el gen de pillaalblanco.
La casa la he utilizado una noche, el día de la fiesta de la inauguración (otra furgoneta llena de sacos de comida), que fui con mi hija Olvido, el resto del tiempo es la casa de las profesoras de la escuela. Creo que es la noche de alojamiento más cara que he pagado en mi vida, el Waldorf Astoria en Nueva York me salió mucho más barato (es verdad que el dólar estaba muy bajo entonces).
A la izquierda mi casa (y de las profesoras), con mi furgoneta al lado. A la derecha la casa de los profesores
Así que es la casa de las maestras porque la ONG con la que construye escuelas mi antigua empresa no sé si tiene en cuenta que cuando hacen una casa de maestros, los hombres y las mujeres no pueden compartirla por una cuestión de decoro (por más embarazos extra matrimoniales y separaciones que haya en el medio profesoral).
Con lo cual son los hombres los que utilizan las viviendas de profesores y las mujeres duermen en el almacén o en el despacho del director o donde pueden (incluso aunque sean mayoría, en Ouagande había 2 hombres y 3 mujeres).
Así que mi casa es, realmente, la vivienda de las 3 profesoras de la escuela.
Hace poco vino a verme el actual director, Albert, para decirme que cuándo voy a ir por mi pueblo, que había que hacer un suelo de cemento en el patio trasero de la casa que lleva a la letrina, que las profesoras se quejan, etc. Y le dije que tendrían que esperar un poco, que ando muy liado de trabajo con la apertura de la biblioteca, etc.
Y va y me cuenta que convendría que fuera para intentar arreglar algunos conflictos que existen en la aldea con el molino que les compré, que a mí, hijo predilecto y predispuesto, me harían caso.
La puerta de entrada al molino que pagué, supongo que ahora cerrada a cal y canto. Así puede seguir…
Parece ser que lleva un tiempo cerrado porque no se ponen de acuerdo para pagar entre todos el mantenimiento y que han vuelto a moler el grano a mano. Supongo que en lo que están todos de acuerdo es en esperar a ver si voy por allí y lo pago yo. Total los hombres no van a moler el grano, serán las mujeres las que lo sufran…
Con el molino nuevo no hay manera de charlar. Les traje gafas y auriculares porque el polvo y el ruido son terribles…
Y son estas cosas las que me sacan de quicio, porque estamos hablando de cuatro putas perras y ya me jode haber tirado unos miles de euros a la basura, pero se tendrán que buscar la vida por sí solos, que ya son mayorcitos.
Aunque no pueda volver los fines de semana a mis fincas…
GALERÍA DE RETRATOS DE JAVIER NAVAS