Aparece en los registros de la historia por primera vez en el siglo XII, cuando una mujer donó a santo Domingo de la Calzada una viña en Corporales. El origen de su nombre continúa siendo un enigma. Probablemente no tenga nada que ver con ningún milagro eucarístico, pero quién sabe. Según hemos documentado en estadísticas rescatadas, hace un siglo y medio tuvo más de doscientos habitantes. Hoy, sin embargo, estos escasean. Pero la vitalidad se mantiene por encima de todo. Son apenas una docena de casas habitables y unas pocas menos están olvidadas (aunque también hay algunas de este nuevo siglo). Desde la distancia este pueblo puede parecer más grande de lo que en realidad es.
Puede resultar una descripción decepcionante, pero no lo es. Álvaro Cunqueiro decía que ninguna tierra que los hombres habiten es pequeña. Y yo añado que ninguna tierra en la que habite el recuerdo, aunque sólo sea el de una persona, puede ser pequeña. No sé si la infancia será la patria de uno mismo, solo puedo confirmar que en ese pequeño rincón de La Rioja se encuentran los recuerdos y los paisajes, suspendidos entre muecas y sonrisas, de mi memoria más ingenua y radical.