(Se pueden leer los capítulos anteriores aquí y aquí.)
Rosa está en el salón sentada en el sofá. La tele está encendida con las noticias 24 horas, en que dan las mismas noticias en bucle. Cerca de la ventana vemos s su marido, Julián, con una bolsa en la cabeza. Alrededor de Julián, como a un metro y medio de distancia, vemos pintada con tiza una línea en el suelo.
ROSA.- Nunca lo sabrás.
JULIÁN.- Pues muy bien.
ROSA.- Nunca sabrás si te tomaba el pelo o estaba de verdad chupando cedés.
JULIÁN.- Cuando esto acabe vamos a necesitar un buen psiquiatra.
ROSA.- Eso lo dirás por ti. Yo estoy perfectamente.
JULIÁN.- Sí, claro, lo digo por mí. El que va acabar con más secuelas soy yo. Eso si no me asfixio antes con esta bolsa en la cabeza.
ROSA.- Ya te he dicho que se trasmite por el aire. Lo han dicho en la tele. Y lo han dicho varias veces, además. El coronavirus se queda unas horas flotando en el aire. Y luego se pega en el primero que encuentra, y en esta casa la primera que encontraría sería yo, porque tu hijo está metido en su cuarto…
JULIÁN.- Pero que yo no tengo…
ROSA.- ¿Otra vez? ¡Fuiste a la compra! ¡Puedes estar infectado! ¡Vas a la hacer una cuarentena de los días que a mí me parezca ahí dentro de esa bolsa!
JULIÁN.- Muy bien, Rosa.
Suena un móvil que está sobre la mesita del salón, frente a ella.
ROSA.- Es tu móvil. Lo voy a coger. Lo he desinfectado con lejía y pasta de dientes, por si acaso.
JULIÁN.- Sí, claro, si no me vas a dejar a mí cogerlo, responde tú…
ROSA (lee la pantalla).- Uy, «sospechoso de spam»… Se va a cagar… (Responde.) ¿Dígame…? Sí, es su móvil, pero no se puede poner… Pues porque no… Porque tiene una bolsa en la cabeza… ¿Y a usted qué le importa? Me lo puede decir a mí. Sea lo que sea lo que le tiene que decir a mi marido, me lo puede decir a mí… Soy su esposa. ¿Qué…? ¿Qué…? Sí, claro, estaría bueno… Pues no… A ver, que me diga a mí lo que sea… Ya… ¿Seguros qué…? ¿Para qué…? Pero, vamos a ver una cosa, ¿usted se cree que en esta casa somos idiotas? Señora, en esta casa están pasando cosas muy serias. En esta casa estamos a punto de la pandemia universal, ¿y usted llama para vendernos enciclopedias? ¡La pandemia universal! ¡Qué más me da, seguros, enciclopedias, lo que sea…! ¡La moto! ¡Usted quiere vendernos la moto! ¡Y no queremos ninguna moto! ¡Vaya a venderle la moto a otros…! Que no, que ya no hablo más, que esto se contagia por el aire, ¿y si me está usted pegando el coronavirus por el teléfono? ¿Entre usted y yo? Pues aire. ¿Qué va a haber? Yo la escucho por el aire… ¿Ondas? ¿Qué ondas? ¿Cómo suena una onda? Yo no oigo ondas, ¡qué tonterías dice esta tía! La escucho por el aire… ¡Y el coronavirus ahora se transmite por el aire! ¡Váyase usted a hacer gárgaras con amoniaco, pedazo de idiota…! (Cuelga.) Ay, qué a gusto me he quedado…
JULIÁN.- Sabes que las teleoperadoras también tienen sentimientos.
ROSA.- Me da igual. Es que ya me he cansado de insultarte a ti, a alguien tendré que insultar.
JULIÁN.- Muy bien. (Pausa. Piensa si pedirle o no un café. Al final se decide.) Quiero un café.
ROSA.- Pues qué casualidad. En eso estaba pensando yo. No te voy a dar nada, no pienso entrar en tu perímetro de seguridad ni te voy a dejar salir de ahí. Pero yo sí voy a ir a hacerme un café. (Se levanta y sale.)
JULIÁN.- Eres una persona cruel y sin sentimientos. Bueno, y lo de persona aún está por ver. Esto no pasa ni en los cuentos de los Grimm ni en las novelas de Roald Dahl.
Julián se quita la bolsa de la cabeza. Al rato oye pasos y se la vuelve a poner, precipitadamente. Al darse cuenta de que es Luis el que entra en el salón, se la quita de nuevo. Luis, al ver a su padre así, se asusta.
LUIS.- Pero, ¿qué haces así?
JULIÁN (se quita la bolsa de nuevo).- Las nuevas medidas de de tu madre. Nuevas normas del estado de alarma en casa. Un perímetro de metro y medio, porque a veces ha oído lo de un metro y otras veces lo de dos metros. Y ha hecho la media.
LUIS.- Menos mal, porque hubiera sido capaz de sumarlo y dibujar un perímetro de tres metros.
JULIÁN.- Afortunadamente no tenemos un salón tan grande.
LUIS.- ¿Y la bolsa?
JULIÁN.- Que ahora dicen en la tele que se transmite por el aire.
LUIS.- Madre mía…
JULIÁN.- ¿Qué tal? ¿Qué has hecho?
LUIS.- He acabado una serie, he estudiado un rato, me he visto tres veces un concierto de la filarmónica de no sé dónde, me he oído el discurso de no sé qué presidente de no sé dónde, y he viajado por Google Maps un rato por Viena, que no lo conozco. Es genial, lo pones en modo muñequito y empiezas a avanzar por las calles de Viena…
JULIÁN.- Qué entretenido.
LUIS.- ¿Y tú?
JULIÁN.- No me deja hacer nada. Ayer no te diste cuenta, porque estabas durmiendo la siesta, pero la pillé cogiendo el router, dispuesta a cocinarlo.
LUIS.- ¿Qué vamos a hacer?
JULIÁN.- No lo sé. Tiene momentos que es desesperante. Habrá que pensar algo.
ROSA (apareciendo sigilosamente, con una taza en la mano).- ¡Te pillé! Lo sabía, ¡sin bolsa! ¡Ponte eso ahora mismo! ¿Que os habéis creído que soy boba? La pandemia ahí, acechando tras la puerta, ¿y tú vas y te quitas la bolsa de la cabeza? Lo que está pasando en esta casa es algo muy serio…
LUIS.- Eso sí es verdad…
ROSA.-… y os lo tomáis a guasa.
JULIÁN.- ¿Y por qué no te pones la bolsa tú?
ROSA.- Porque el que has salido a la calle eres tú. Y dicen que solo los que tienen síntomas se pongan mascarilla. Póntela.
JULIÁN (se la pone).- ¿De qué tengo síntomas?
ROSA.- Síntomas de haber salido a la calle.
JULIÁN.- Eso no son síntomas, eso es una realidad, salí a la calle a comprar comida para no morirnos de hambre.
ROSA.- Pues entonces, síntomas de que no te fías de que puedo cocinar cosas ricas para que no os muráis de hambre. Y síntomas de que te vas a poner a soltar coronavirus por toda la casa cada vez que respiras. Y además tienes síntomas de tomarme el pelo cada vez que salgo del salón.
JULIÁN.- Muy bien…
ROSA (se sienta y pone la taza en la mesa).- Pues eso…
LUIS.- Eh, mamá, esa taza es mía. Teatros del Canal. El único recuerdo que tengo de la última era teatral. No me la rompas.
ROSA.- Lo dices como si yo rompiera las cosas… Ah, y te he de advertir que a lo mejor se acabó lo de ir al teatro. A lo mejor lo del teatro se erradica de las costumbres de los humanos. O se hace teatro solamente para gente separada. O hay que ir al teatro solo y no saludar a nadie en la puerta y sentarse a metro y medio de los espectadores y los actores no se pueden acercar entre ellos… ¿Creéis que cuando esto acabe la gente se volverá a tocar por la calle? Yo creo que no. Yo seguro que no voy a volver a tocar a tu padre.
LUIS.- Mamá, estás fatal.
ROSA.- Pues tú no te quedas atrás. Y tu padre, ni te cuento… Y lávate las manos.
LUIS.- Vengo de lavármelas. Ya he contabilizado 17 veces y solo es la una menos cuarto.
ROSA.- Pero a mí lo que me gusta es que te las laves cuando yo te lo digo. Las veces que no te lo digo, no cuenta.
LUIS.- Madre mía… Ahora voy… Oye, papá, te he enviado una cosa para que te la leas. Han hecho una guía de 417 páginas para los autónomos para que os la leáis en 10 minutos y sepáis si os corresponde una ayuda con la crisis.
ROSA.- Tu padre ahora no puede leer.
LUIS.- ¿Cómo?
ROSA.- Cosas mías.
LUIS.- Pero si lo mejor es leer, para pasar el rato…
ROSA.- Bueno, no sé por qué no puedes leer, pero algún motivo se me ocurrirá. ¡Ah, ya sé! Es que está en cuarentena. ¡Dios mío, Luis, la pandemia acechando y tú quieres que se lea 417 páginas!
LUIS.- Me voy a lavar las manos.
ROSA.- Con agua caliente. Y cierra la puerta del baño cuando te laves, no sea que se salga el coronavirus del lavabo y empiece a revolcarse por el suelo del pasillo.
Continuará.
@nico_guau
Chupi Llorente y Santiago Antón han grabado este capítulo de Cosas mías; lo podéis escuchar aquí: