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Cosas mías XIX – Cacerola

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Cosas mías XIX – Cacerola

(Se pueden leer los capítulos anteriores aquí y aquí.)

Rosa en la cocina dando gritos…

ROSA.- ¡Julián! ¡Luis! ¡Venid ahora mismo! ¡Julián! ¡Luis!

Entran ambos en la cocina.

LUIS.- Pero, ¿qué pasa, mamá?

JULIÁN.- ¿Por qué esos gritos?

ROSA.- Porque tengo algo que leeros.

JULIÁN.- ¿Otra vez?

LUIS.- Estaba estudiando…

ROSA.- Ni caso me hacéis, ni caso…

JULIÁN.- Pero si entre que nos cuentas los sueños y nos lees las chorradas que escribes, nos pasamos el día haciéndote caso…

ROSA.- ¡Un poco de respeto! ¡Sarnoso! ¡Rebañaváteres! ¡No son chorradas!

JULIÁN.- Bueno, pues a ver qué tienes ahora para nosotros.

ROSA.- ¡Mirad! (Señala la mesa en que hay una cacerola en todo el medio.)

LUIS.- ¿Una cacerola?

ROSA.- Pero no es una cacerola cualquiera. Esta habla…

JULIÁN.- Madre mía…

ROSA.- ¡La he hecho una entrevista!

LUIS.- ¿Una entrevista?

JULIÁN.- Madre mía…

ROSA.- Mi primera entrevista.

JULIÁN.- No estoy yo para entrevistas…  Y menos a cacerolas…

ROSA.- Que te calles, limpiatocinos… Os la voy a leer…

JULIÁN.- A ver, venga… Cuanto antes empieces, antes acabamos…

ROSA.- Sentaos… ¡Pero sin acercaros a mí!

JULIÁN.- Qué plasta…

LUIS.- Mamá, en serio, necesitas ayuda psicológica…

ROSA.- ¿Yo? Ella, la pobre, es la que necesita ayuda psicológica… Que yo estoy perfectamente.

JULIÁN.- Sí, se nota…

ROSA.- Es que no es una cacerola cualquiera. Es la cacerola de los vecinos de aquí al lado, que la he robado… Se la han dejado en la terraza tras la última cacerolada, y con una percha, he hecho un gancho, y…

JULIÁN.- ¿Y en vez de hablar con las cacerolas, no puedes leer un libro?

ROSA.- ¡Cállate, que empiezo! (Lee en un ordenador portátil.)


YO.- Querida cacerola, te sacan todos los días al balcón, ¿verdad? ¿No te cansa?

CACEROLA.- ¿Que si me cansa? Estoy agotada, exhausta. Un día, bueno, pero varias veces al día… Si tuviera piernas me hubiera ido hace ya tiempo…

YO.- ¿Y cómo ves la situación?

CACEROLA.- Pues qué quieres que te diga… Yo mi futuro en concreto lo veo muy negro. ¡Es que me hierve el caldo! Yo, que me he desvivido por ellos… Yo, que me he dejado arrancar el antiadherente a golpe de cuchara metálica y estropajo… Yo, que a pesar de tratarme como un trasto más les he seguido alimentado con cosas ricas años y años… Yo, que solo una vez he quemado la comida, pero fue porque se pusieron a discutir y pasaron de mí, y me tuve que quejar… Ahora, tras años sin usarme, porque claro, tienen cacerolas más modernas, cacerolas más nuevas (¡zorras! ¡y van pintarrajeadas como puertas!)… Ahora van y me sacan a la terraza a darme de golpes…

YO.- ¿Y cómo te sientes?

CACEROLA.- Mal, me siento mal, muy mal, me siento desplazada, me siento utilizada… Es que ya me da igual si es para protestar por algo o para festejar algo, no quiero que me utilicen… ¿Por qué no se dan con el cucharón en la cabeza? O sin cucharón, que se den de cabezazos contra la pared… O que le den golpes a una televisión, que tienen dos, y otras dos en el trastero… ¿Qué se creen, que una televisión no hace ruido cuando la golpeas? Que me dejen a mí en paz… Yo todavía tengo mucha vida útil, pero no parecen pensar lo mismo. ¡Seis años que no les cocinaba nada, seis años, y ahora me sacan del armario para esto!

YO.- ¿Les guardas rencor?

CACEROLA.- ¡Soy toda rencor! ¡Soy toda odio! ¡Si tuviera autonomía, si me pudiera mover sola, les reventaría la cabeza! No te lo pierdas, ayer me sacaron a la calle a pasear, ¡la primera vez que piso la calle desde hace diecisiete años, desde el día que me llevaron de la tienda a casa! ¡Y en la calle, solo se les ocurre darme más golpes! ¡Se ponen una bandera al cuello, cogen un cucharón y me dan golpes, calle arriba y calle abajo! ¡Y cuando ella se cansa, va y le dice «sigue tú», y entonces él sigue…! ¡Una hora de golpes! ¡Sinvergüenzas! ¡Ufff, es que me pongo en ebullición al recordarlo!

YO.- ¿Quieres pronunciarte políticamente?

CACEROLA.- No quiero saber nada de política. A mí la política me da igual. Yo solo pido, a quien sea, que se acabe esto ya, es que yo ya no puedo más, me siento fatal, me siento ninguneada, me siento herida. No me parece justo este trato que me están dando. Me siento herida en mi amor propio de cacerola. Los golpes, a la larga, se olvidan, pero esto que siento no lo voy a olvidar.

YO.- ¿Quieres decir algo al resto de cacerolas que te estén leyendo?

CACEROLA.- ¡Pues claro! ¡Cacerolas del mundo, unámonos! ¡Solo así tendremos más fuerza! ¡No nos merecemos un trato como el que nos están dando!

YO.- ¿Saldremos de esta?

CACEROLA.- Pues a lo mejor vosotros salís, pero yo no lo tengo tan claro…


 

ROSA.- Y ya. Ya no me dijo nada más.

LUIS.- Sí, muy bonito…

JULIÁN.- Rosa, todo esto te lo has inventado.

ROSA.- Pues no, me lo ha dicho ella.

LUIS.- Pues qué cacerola tan elocuente…

ROSA.- La voy a publicar. En mi blog.

JULIÁN.- ¿Tienes un blog?

ROSA.- ¡Claro! ¡Soy una bloguera! ¡Escribo mis inquietudes, y mis cosas! ¡Tengo miles de seguidores ya! Cualquier día os saco de pobres.

JULIÁN.- La culpa es tuya, Luis, por dejarle el portátil ese viejo y encima enseñarle a usarlo…

ROSA.- Luis me ha abierto los ojos a toda mi juventud perdida, yo podría haber empezado con esto del blog hace muchos años pero, claro, os tenía que cuidar, y nunca me dejabais tiempo para mí…

JULIÁN.- Pues a ver si te llevan de gira a presentar el blog por ahí y nos libramos de ti una temporadita…

Continuará.

@nico_guau

Chupi Llorente y Santiago Antón han grabado este capítulo de Cosas mías; lo podéis escuchar aquí:

Nico Guau · 19.- COSAS MÍAS – Cacerola
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