Amarás a tu prójimo como a tí mismo. Se repite en iglesias, capillas, conventos. Podría agregarse que ese diktum no aclara si ese amor incluye palizas, torturas, asesinatos, autoflagelaciones, cortes en el cuerpo o en el extremo, suicidio. Al final, se trata del prójimo y de uno mismo, si bien es cierto que a primera vista no parece que estos actos fueran una forma de amor, ¿quién dice, por ejemplo, que una tunda a la señora (o una serie de tundas, si es que la señora no denuncia al golpeador), o bien levantar la mano contra uno mismo, por la razón que fuera, no serían actos de amor, modos de rectificación subjetiva o una violenta salida de escena porque la misma se ha vuelto insoportable?
En la Argentina existen unos cincuenta mil graduados en psicología. Pero cuando esta novedad teórica, la de no confiar siquiera en uno, comenzó a circular, las voces consultadas insistieron con la serie canónica: autoestima, confianza, determinación, como si el sujeto fuera una mónada determinada por sí mismo en un mundo de mónadas o ¿por qué no?, en un mundo vacío, sin lazos discretos ni determinaciones sociales. Ciertas modas han dado por tierra con las determinaciones porque la confusión entre la economía y los mundos de la vida duró muchos años. El paso al mundo libre fue acompañado alegremente por un conductismo para bellas almas que sometió aún más al honesto contribuyente a la tiranía del consumo, la alegría artificial y a la economía, por supuesto.
El evangelio de Desteno -difundido por el New York Times- es uno más del catálogo del anabaptismo para dummies. Si la confianza en los otros es inestable, en uno mismo (¿qué será eso?), es disparatada. La diferencia pareciera no enfrentar al profesor norteamericano con Freud o Lacan sino simplemente saber, intuir que la confianza es una apuesta, que vivir es una apuesta, y que las decepciones, bueno, es medio idiota decirlo, suelen pagar esas apuestas. Apostar a uno mismo frente a la joven más linda de la discoteca sale bien o mal. Pero recurrir al intrincadísimo circuito de la pulsión de muerte para refutar semejante estupidez nacida en las probetas del país de la asociación naciobal del rifle, es como dispararse un tiro en el pie.