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Creyentes


El primer encuentro entre Sigmund Freud y Salvador Dalí sucedió en 1938 y concluyó con una agudeza que ha sido olvidada pronto: “Este joven parece un fanático. No me sorprende que tengan una guerra civil en España si todos son como él”. A Freud solo le faltaba el historial clínico del gran surrealista para confirmar sus sospechas, ya que había sido educado en un sitio tan poco abierto como Figueras. El gran psicoanalista vienés, quizá, podría haber previsto con esos datos la excelente relación que tendría el artista con Franco en los últimos años de la dictadura.

200.000 euros cuadro, Paco. La pela es la pela.

Esta anécdota me convenció de un ritual tonto que tengo desde hace tiempo. Este es buscar el lugar donde pasaron la adolescencia y primera juventud los mayores propagadores de odio en nuestras redes sociales. Casi siempre, no falla, encuentro un colegio religioso en su formación. Max Aub juzgó en una cita genial que el bachillerato crea unas condiciones de absorción del pensamiento que duran casi toda una vida. Debe existir una grieta personal muy fuerte, un cataclismo emocional, para variar el carácter de alguien luego de los 20 o 30 años. Pío Baroja decía aquello que “tenía la personalidad formada” en su primera veintena, cosa que es una afirmación honesta para cualquier persona que se conozca.

He leído decenas, cientos, de opinadores que trabajan en esas mecánicas de blancos y negros debido a crecer en entornos conservadores. Son todos parecidos en su pomposidad y es fácil sustituir las palabras Marx o España por Dios para tener una columna franquista tipo. De hecho, cuando Cristina Fallarás pasó del cristianismo al marxismo no se dio cuenta de que el problema no era la doctrina, de puro ridícula por exagerada en sus dos vertientes, sino la idea de creer en una cosmovisión de absolutos propia de robots. Hay decenas de tipos así en la extrema izquierda y es una tara habitual en una España donde la oferta de concertados es el 25% (segunda de Europa, nada menos). En la extrema derecha, también, los opinadores formados en el Opus son legión e igualan cualquier disidente en su larga lista de “enemigos de España” mientras se atusan sus flequillos preconciliares.

Columnista español preparándose para su ritual diario de pergeñar una columna apocalíptica

Cuando uno compara nuestra prensa con la francesa, arquetipo de intelectuales cínicos en Europa que han somatizado los totalitarismos (aquí superamos apenas uno, pero no admitimos otro), resulta impensable que allí se hicieran loas como aquí a dictadores. Simplemente la ambivalencia de Vox con el franquismo o las jeremiadas de Podemos con el comunismo los “cancelarían” como opción política para los grandes hierofantes de Sorbona. En ese sentido Michel Houellebecq es su novelista arquetipo: un cínico hedonista cuyo único sistema de valores es la cruz de su pene erecto.

En España ese novelista, ni siquiera Dragó, existe: somos el país de los grandes relatos cristianos tanto en las columnas como en novela. No existe la ambigüedad porque nadie se ha formado en ella. Se ha pasado de creer en un omnipotente barbudo en el cielo a un megalómano piloso en la tierra. País de novelistas: los curas nos educaron, nos educan y nos educarán como Quijotes.

Un país de novelistas, no de ensayistas: no conozco mayor condena.

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