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Cola para entrar a los Teatros del Canal
Ya casi hemos llegado en nuestro recorrido a marzo de 2021, pero antes de terminar, estaría bien hablar de las distintas medidas adoptadas para la vuelta a los teatros, aunque alguna de ellas ya las hemos ido comentando. Si bien hay comunidades en que ha sido necesaria la separación de un metro y medio entre espectadores (o entre espectadores no convivientes), en Madrid eso no se cumple, pues por mucho que se deje un asiento vacío a cada lado, la distancia que separa a un espectador de otro que está al otro lado del asiento vacío no llega a un metro. Y menor aún es la distancia que separa a un espectador del de delante o detrás; fácilmente uno puede estar respirando en el cogote del de delante o dejarse respirar encima por el de detrás. Pero aquí entra la responsabilidad de cada uno: supuestamente, si uno tiene algún síntoma sospechoso, se queda en casa.
Plano de la Sala Negra de los Teatros del Canal, en que se puede ver la agrupación de las entradas
Y ya que estamos hablando de las butacas, hay cuestiones un tanto caprichosas en la compra de entradas… En algunos teatros las entradas disponibles están en grupos de una, dos, tres o cuatro, según sean los convivientes (lo de los convivientes es muy relativo), de modo que si uno va solo y todas las entradas individuales están vendidas, tiene que buscarse acompañante o acompañantes o ir a la puerta del teatro a cruzar los dedos para que la taquillera le venda a última hora una entrada suelta de un grupo de dos entradas contiguas (desperdiciando la otra entrada, ya que no la puede vender a nadie más). En julio fui a los Teatros del Canal a comprar una entrada para ver Please, Please, Please, y para una sola entrada tenía que comprarla en la segunda planta de la Sala Verde, mientras que en la grada, los mejores asientos, quedaban muchas butacas libres en grupos de dos o más; finalmente compré dos para sentarme con un no conviviente (ya que vivo solo). Afortunadamente cuando entras al teatro no te piden el certificado de convivencia con el que tienes al lado…
En otros teatros, ni siquiera en taquilla pueden vender una entrada si quedan dos juntas: por ejemplo, en el María Guerrero me ha pasado que quedaban a la venta entradas de palcos de la planta baja en grupos de dos, pero no podían venderme una sola entrada ni aunque estuviera a punto de empezar la función, así que tuve que comprar una que había sola en el tercer piso. Son cosas que pasan con esto de las entradas… Tengo a un amigo que incluso ha comprado dos entradas por Internet para ir solo al Teatro de la Abadía (la venta por Internet allí tampoco permite comprar una sola dejando la de al lado inservible), pues un par de horas antes no quedaban más que agrupadas de dos en dos, y si iba al teatro a tratar de comprar en taquilla una sola, se exponía a quedarse fuera si se había vendido todo. Los teatros del Ayuntamiento de Madrid (Teatro Español, Matadero, Teatro Circo Price…) han habilitado sus plataformas de venta de entradas de modo que cuando compras, ya sea una o más, se bloquea automáticamente una butaca a cada lado de las entradas o la entrada comprada; esto es más asequible a todos los espectadores y no obliga a nadie a ir al teatro acompañado. Y hay otros teatros, como la Cuarta Pared, que están usando el 50% de su aforo, y tiene disponible una butaca sí y una no, de modo que cada espectador está separado también de su acompañante.
La forma de bloquear butacas también varía, desde el vinilo gigante pegado con velcro en cada butaca (en Teatros del Canal, en rojo para la Sala Roja, verde para la Verde, negro para la Negra…), hasta la pegatina, pasando por el cartelito con grapas, el cartelito con celo, la camisa gris del Fernán Gómez, la cara dibujada de espectadores anónimos (Cuarta Pared), la cinta de colores que impide que se abra la butaca (Teatro de la Abadía)… Esto sucede en los espacios con las butacas bloqueadas preasignadas, porque en los demás espacios se confía en que los espectadores se van a sentar en las butacas que tienen escritas en sus entradas…
En este plano del patio de butacas del María Guerrero se puede ver la agrupación de las butacas. Las filas 1 y 2 probablemente estén bloqueadas por el montaje, y la fila 3, en negro, por la cercanía a los actores. A partir de la fila 4, el verde indica las butacas a la venta, el gris son las butacas ya vendidas o reservadas, y el negro las bloqueadas.
En Castilla y León el aforo ha sido (y sigue siendo) del 33%, con una salvedad: si no hay entradas preasignadas, se limita el aforo a 25 personas en interior y 50 al aire libre. Hubo teatros en verano y otoño que tuvieron que hacer los espectáculos para 25 personas. Ahora mismo sabemos que la segunda quincena de marzo de 2021 se va a programar en Valladolid en un espacio cerrado el espectáculo Tiestes de la compañía Grumelot (que se había cancelado el 15 de marzo de 2020), en que el público no está sentado, sino que camina siguiendo a los actores, con un aforo de 30 personas; aunque el 15 de marzo del año pasado no se hubiera hecho con muchos más espectadores, hubieran sido 40.
La mascarilla era obligatoria y lo sigue siendo, y en algunos teatros te proporcionan una si la necesitas. Incluso desde primeros de año en los Teatros del Canal no te dejan entrar con una mascarilla de tela, y te dan en la entrada una desechable para que te pongas ambas una encima de la otra o te pongas solo la desechable. En otros teatros ha habido casos de alguien dentro de la sala que se ha apartado la mascarilla un momento para beber agua y los espectadores de alrededor le han gritado improperios nada elegantes. En La transfiguración del mastodonte, el concierto de Asier Exeandía en el Teatro de la Abadía, el propio Etxeandía desde el escenario tuvo que calmar al público que estaba bastante agitado por una cuestión de este estilo, con “En el teatro no se pelea. Da igual quién tenga razón. En el teatro no se pelea.”
Antes del confinamiento, en febrero de 2020, en que íbamos sin mascarilla, los nervios estaban tan a flor de piel, que cuando alguien tosía, parte del público se soliviantaba y comenzaba a decir barbaridades al que había tosido, pues el espectador miedoso consideraba que si tosía era por el COVID. A veces los espectadores que se sentían agredidos por la tos del vecino gritaban más alto que los propios actores que estaban sobre el escenario. Ahora mismo las toses en el teatro son muy poco frecuentes, pues el que tose, sabe a lo que se expone. Y ya sabemos todos que no únicamente nos hace toser el COVID. Así que, si ahora alguien se atraganta o ha cogido un poco de frío en la puerta, más le vale no toser dentro si quiere salir vivo del teatro. Estoy siendo un poco exagerado, pero realmente lo siento así, se está llevando todo al extremo de una forma desquiciante. Cada sonido similar a una tos genera desconfianza y pone al público en guardia. Y luego está pasando una cosa muy graciosa con el público, pero eso supongo que pasará en todos los ámbitos: los amigos y conocidos no contagian. Nadie desconfía de un conocido sentado en la butaca de al lado, pero sí se desconfía y mucho de un desconocido sentado siete filas más allá, y ya si el desconocido se atraganta y tiene que toser, pues…
Al principio las colas que se formaban en las puertas de los teatros llegaban hasta muy lejos, porque se guardaba distancia de seguridad; ahora el guardar distancia se nos está olvidando y estamos algo más juntos. En las butacas, como hemos dicho, sí que se obliga a guardar cierta distancia con los asientos bloqueados. Y en los baños se ha colocado un cartel con el aforo máximo permitido, que suele ser de una persona o como mucho dos, con lo cual, cuando se respeta ese aforo, la cola que hay en la puerta del baño de los teatros grandes puede ser interminable. En los Teatros del Canal, por ejemplo, en los baños de caballeros (son los que más frecuento) si hay tres urinarios se ha suprimido el del medio, pero si hay tres cabinas con un váter completamente aisladas entre sí, también se ha suprimido la del medio, como si el virus pudiera traspasar las paredes. A menudo hay medidas que parecen caprichosas, como esta de los váteres, pero seguramente tendrán su razón de ser. No he preguntado, pero seguro que es una medida sanitaria muy estudiada.
En muchos teatros se le pide al espectador que se eche gel hidroalcohólico al entrar, pero los que te lo piden no suelen estar encima de ti observando si te lo has echado o no. Aunque hay ocasiones en que ya te lo has echado y si la persona que te revisa la entrada no te ha visto, te pide que te lo eches, y entonces si le dices que te lo acabas de echar, quedas como un maleducado integral. Así que te echas gel hidroalcohólico de nuevo. A veces entramos al teatro con más alcohol en las manos que el lleva en su cuerpo un adolescente de instituto el día de las vacaciones de fin de curso. Sí, estamos exagerando, pero si no nos lo tomamos con humor…
En los Teatros del Canal, en el Teatro Real y en Cuarta Pared, en el Infanta Isabel, entre otros, se toma la temperatura a la entrada, pero ni en el CDN ni en los teatros del Ayuntamiento se hace. En Cuarta Pared, en exlímite y en Espacio Guindalera se ha colocado la alfombrilla para la higiene de la suela del calzado. En El umbral de primavera, en vez de pisar una alfombrilla, se introduce el calzado en una vasija con líquido y se pasa directamente dentro pisando con la suela mojada el suelo de piedra del hall. En muchos teatros se ha incentivado el llevar la entrada en el móvil para no tener que pasar entradas de mano en mano; en Cuarta Pared, por ejemplo, tanto las entradas de pago como las invitaciones se enseñan en el móvil. En junio cuando comenzó Madrid en Danza se intentó que no hubiera ninguna entrada en papel, incluso las invitaciones se enviaban por mail y se enseñaban en el móvil, pero gestionar el aforo de la Sala Roja de ese modo es mucho más complicado que gestionar el de Cuarta Pared, así que para la segunda semana de Madrid en Danza ya se estaban usando de nuevo entradas en papel. Lo que sí se ha eliminado del panorama teatral (y quizá para siempre) es los programas de mano, excepto en el Teatro de la Comedia, que se está dando un librito con varias páginas (como si todo el papel que se ahorra en el resto de teatros se usara allí). Se suele poner un cartel con un código QR a la entrada de los espectáculos para que el público consulte el programa de mano, pero no creemos que se mire mucho. La escasez de entradas en papel y la desaparición del programa de mano conlleva un gran ahorro de papel, pero también conlleva que uno, quizá por pereza o por falta de costumbre, no haya mirado la ficha de la función que va a ver y no sepa ni quiénes son los actores ni el título de la obra.
Código QR de Cluster en la sala exlímite
Al terminar el espectáculo se realiza la salida escalonada, que al principio se respetaba más, pero poco a poco se va relajando, porque poco a poco ya no nos fijamos tanto en la distancia que guardamos con los de delante o detrás al ir saliendo. Hay salas que tienen muy bien organizada la salida escalonada, por ejemplo, en el Teatro de la Abadía, en que un acomodador se coloca frente al público, creo recordar que con un micrófono de solapa, y explica de forma impecable la forma de salir: por filas, hasta que la fila anterior no haya salido del todo, la siguiente no lo hace, etc. En la Cuarta Pared también está muy organizada, y es el jefe de sala quien habla frente al público, diciendo incluso que hasta que la fila anterior no vaya ya por el pasillo, que la siguiente no se levante, y ofrece además la posibilidad de que los espectadores se pongan el abrigo sentados, pero que no se levanten para que no se arme mucho revuelo. En los Teatros del Canal habla también un acomodador frente al público con un micrófono de solapa y va diciendo el orden de las filas para ir saliendo, pero hay veces que, quizá por el revuelo que se forma por ejemplo en la Sala Roja, que es bastante grande, o quizá porque el micrófono no funciona bien, no se le entiende de qué fila habla. Una vez pasó que en la Sala Roja el micrófono no funcionó, y habíamos visto una pieza muy bella, mágica, llamada Fordlandia, y estábamos casi en éxtasis, hasta que el acomodador o acomodadora que tenía que organizar la salida escalonada se dio cuenta de que no funcionaba el micrófono y comenzó a gritar para hacerse oír, como si estuviera vendiendo verduras en el mercadillo, y entonces sin pretenderlo rompió toda la magia del espectáculo que acabábamos de ver. Hay otros teatros, más pequeños, en que a la entrada se le pide al público que hagan una salida escalonada, y no se da ninguna orden cuando la función termina. Hay ocasiones en que los acomodadores o jefes de sala que organizan la salida escalonada van bloqueando filas colocándose en el pasillo para que los que no les toca no puedan salir, como por ejemplo en el Teatro Español o en el Teatro Circo Price.
Ha habido otras medidas, por ejemplo, la de evitar que alguien se siente en una butaca no higienizada; en el Festival de Olite, antes de la función, pasaban los trabajadores con una mochila a la espalda de la que salían unos aspersores con los que rociaban las butacas y todas las zonas comunes por las que iba a pasar el espectador. En otros teatros madrileños, como la Cuarta Pared, también se higienizan las butacas antes de la entrada de público. En algunos teatros se ha tenido que suspender la multiprogramación para no usar en la misma tarde la sala dos veces. En otros teatros se intenta ventilar si tienen ventanas al exterior, o se ponen a funcionar los aparatos de aire acondicionado en modo renovación de aire. En el Pavón Teatro Kamikaze se utilizó una tecnología a través de los sistemas de aire acondicionado, que partía de un ensayo sobre la ionización bipolar por plasma frío en recintos cerrados, y que pretendía reducir la concentración de patógenos presentes en el aire. Sí, así como os lo transcribo.
Otro tema importante en cuanto a medidas que deben tomar las compañías o los elencos en esta época son las pruebas de COVID. En teoría se deben hacer si ha habido contacto con algún positivo o si hay síntomas, pero algunas compañías que empezaron a ensayar en junio para mostrar en las salas madrileñas o en los festivales de verano decidieron hacérsela, costeando los gastos la propia productora. No es barato hacerse ninguna prueba, y el dinero tuvo que salir del presupuesto de las compañías. Si una compañía antes de la pandemia había vendido un bolo a un determinado caché y resulta que a la hora de hacer esa función el teatro o el elenco exige que se haga una prueba a todo el equipo, quizá lo que se cobra por el bolo no llega a cubrir todos los gastos más los gastos de las pruebas en clínicas privadas. Aun así, hay compañías que están haciendo pruebas a sus equipos. En los rodajes de cine y series se hacen pruebas semanales, y en el Teatro de la Comedia, por ejemplo, tras la polémica que se acabó desencadenando con El enfermo imaginario de Josep Maria Flotats, ahora mismo hace pruebas cada semana a sus elencos. Algnas compañías privadas siguen haciendo pruebas a todo el equipo. Pero, indudablemente, para una compañía privada, el hacerse una prueba dentro de las 48 horas anteriores a entrar a montar luces, supone un gasto importante, así que las compañías cruzan los dedos para que no se instaure como obligatorio… Un gestor de una compañía me decía un día que, si le obligaban a presentar una prueba con resultados negativos de todo el equipo 48 horas antes de entrar en la sala, que iba a exigir una prueba del mismo estilo a todo el equipo del teatro 48 horas antes de que la compañía entrara en la sala. En fin, es un asunto del que no se vislumbra una clara solución…
Continuará…
@nico_guau