Para quienes como la que escribe llegamos a la crónica de manera bastante intuitiva, quiero decir, sin una base teórica como la que este libro ofrece, Crónica y mirada pone en crisis ciertas ideas asentadas en la práctica. En particular, el hecho mismo de que sea necesaria una teoría para ejercer este oficio. Tengo que admitir que en principio es una idea a la que me resistía. Una de mis coartadas vitales, más por conciencia de mis propias limitaciones que por una feliz elección, ha sido siempre la de rehuir lo académico y profesional. Me atraen más los proyectos que se acercan a las cosas, a los temas y a las historias precisamente desde el reverso de la técnica o de la mirada del estudioso o del periodista de escuela. La lectura de Crónica y mirada, sin embargo, pulveriza casi de inmediato esos prejuicios. Primero, porque es una antología de crónicas y una de ensayos sobre la crónica que convergen en un solo libro, lo que ya es sui generis. Segundo, por la manera en que la autora ha desnaturalizado el ensayo académico o la crítica literaria en sí, haciendo confluir en un solo volumen las historias y los comentarios a las historias, lo teórico y lo práctico, cruzando estos planos, interfiriendo los géneros y discursos, amalgamando idea y narración, entrevista con análisis, en suma, hibridando. Se me ocurre pensar que detrás de esta organización, de esta hibridación, hay sin duda una inspiración cronística. Y no puede parecerme más apropiado.
Además, y esta es probablemente la gran lección que para mí encierra el trabajo de María Angulo en este libro –y el de los autores que ha logrado reunir–, Crónica y mirada no sólo me ha parecido un libro necesario como documento en un país en el que el espacio de la crónica está aún consolidándose, sino que me parece también un libro útil. Esto es quizás lo más importante. Es un libro poliédrico pero a la vez unitario en su sentido final que se resume, creo yo, en la aspiración de conocer los procesos creativos –tan diversos y personales, pero a la vez tan cercanos– por los que se construye el lenguaje de la crónica. Una especie de gramática básica para cronistas que ya saben hablar pero apenas empiezan a escribir.
“Mirar es pensar”
Es la propia María Angulo la que da una primera clave sobre la importancia de esa gramática y desmantela, de paso, muchas de esas ideas preconcebidas de las que les hablaba: “mirar es pensar”, dice. Y en este concepto sintetiza la poderosa simbiosis que se establece entre instinto y razón, entre sonido y lenguaje, entre percepción y pensamiento. Porque llegados al punto de la formulación, superado el momento solipsista y, por lo menos en mi caso, naturalmente egoísta de la mirada, hace falta confrontarnos con el mundo. Y ahí es dónde ponemos en juego nuestra propia capacidad para ordenar ideas, para discernir, para alejarnos del cliché, para recuperar la tradición o violentarla. Esos procesos van más allá del instinto o la experiencia y requieren, sí, de un sustento teórico y de un catálogo de lecturas que este libro también ofrece.
En su prólogo, la coordinadora del volumen abre fuego respecto al tema de la subjetividad, la mirada y una noción que me parece crucial: la de vulnerabilidad. A diferencia de cronistas de otros siglos, recuerda María Angulo, el cronista del siglo XXI es reflexivo, no teme mostrarse torpe o ridículo, enseña su confusión, sus miedos, su incertidumbre… a veces está desbordado por su propia empresa, intimidado por lo que de pronto lo rodea, en confrontación con la realidad, extremando la duda, cuestionando sus propias herramientas.
Una de las zonas más sorprendentes del libro es la de aquella lectura-entrevista-análisis literario titulada ‘Matar una mariposa: el realismo intransigente de Martín Caparrós’, en la que Angulo nos acerca de una manera inédita y deliciosa al autor de El interior: “lo contingente y lo conceptual (patria, guerra, globalización, cambio climático, pobreza, hambre, argentinidad…) se presentan atravesados por una mirada y una voz irreverentes, indisciplinadas, a la contra. Destructoras del sentido común y nada complacientes ni con lo que se les ofrece del exterior, ni con las ideas que surgen del interior (…) Una voz autoconsciente que puede ser útil como asidero, cuando la realidad se tambalea, pero que también nos zarandea cuando el terreno resulta sospechosamente estable… Es una voz reflexiva, íntima e irónica con la tradición”.
Dos textos de Crónica y mirada –los menciono porque son los más cercanos a mis intereses actuales, pero hay otros– que no sólo me han dado información valiosa e ignota (para mí), sino que me han hecho pensar la crónica de una manera distinta. En ese sentido se han agregado a mi frágil bagaje teórico y quiero pensar que llegado el momento formarán parte de mi propio proceso creativo. Los he internalizado.
Basta coger dos ensayos al vuelo. firmados por Jordi Carrión y Roberto Herrscher, dos de las personas que más y mejor están pensando en el lenguaje de la crónica en este momento.
El texto de Herrscher recupera –y en algún caso descubre– para mí a aquellos cronistas del llamado Nuevo Nuevo Periodismo que con tanta pasión y envidia leí durante mi propia etapa formativa. Me recuerda, nos recuerda, la importancia de controlar las herramientas que nos ofrecen las ciencias sociales, por ejemplo la antropología y la sociología. Con el y a través de los autores que analiza, recuperamos el concepto de inmersión tan denostado por algunos y tan defendido por otros (entre los que me incluyo). Herrscher nos lleva al límite de lo poético con Charles Bowden, define con Ted Conover al periodista-antropólogo, nos expone a lo extraño y lo doméstico con Susan Orlean.
Leyendo a Herrscher me quedo, además, con la sensación de que las historias que ofrece la crónica siempre son abiertas. Tal vez es lo que diferencia, en última instancia, a la ficción de la no ficción: esta última sigue, es un continuo que no termina ni en la escritura ni en la lectura. Siendo parte de una realidad común, el lector puede retomarla, reformularla, investigarla a su manera.
Finalmente, el texto de Roberto Herrscher encierra también la inevitable lección acerca del lugar desde el que escribimos en nuestro tiempo. Escribimos desde nuestras experiencias, pero también desde nuestras lecturas y, sobre todo, desde la constante exposición en la que vivimos. Estamos expuestos a la información, pero también, estamos expuestos ante el mundo. Es decir, que ya no es nuestra mirada la única que importa, sino que la mirada del otro sobre nosotros está, a su vez, reconfigurando nuestra manera de contar la realidad.
En muchos sentidos esto es lo que pone en práctica el texto de Jordi Carrión. Del autor de Teleshakespeare ya conocemos de sobra su devoción por esas aventuras televisivas en las que, asegura, se está librando la, de momento, última expansión del campo de batalla de la narrativa. Pero el texto que encontrarán en este libro hace una aproximación singularísima a la crónica al relacionarla con los lenguajes televisivos más allá del formato observador-objeto de estudio. Carrión establece un diálogo directo entre diversas etapas de la crónica y algunas series de televisión como American Horror Story, Sons of Anarchy o Boss, que están relatando la perversión, la marginalidad o la corrupción política desde la ficción, sí, pero con sorprendentes similitudes con la investigación asociada a la no ficción. Capítulo aparte forman las series en las que abiertamente se aborda –y se problematiza– el periodismo, The Newsroom como el ejemplo más evidente.
Pero lo realmente interesante del artículo de Carrión es que termina por identificar al periodista como un personaje del siglo XXI que puede, si se quiere, claro, ser decodificado a partir de una lectura atenta de las series de televisión. Y créanme que sus conclusiones son inquietantes.
A todo esto –y a muchas cosas más que me guardo para no aburrirlos– me refería cuando hablaba de la utilidad de Crónica y mirada. Porque es un libro que no solo satisface una demanda creciente por fijar ciertos postulados esenciales de la crónica, sino que ofrece ideas innovadoras y estimulantes sobre los nuevos derroteros que, es de esperarse, podríamos asumir a partir de ahora. Es un libro que señala nuestra responsabilidad como escritores de crónica, y nos desafía a asumirla.
Gabriela Wiener es escritora y periodista peruana. Ha publicado los libros Sexografías (Planeta), Nueve Lunas (Mondadori), Mozart, la iguana con priapismo y otras historias (Sigueleyendo) y Kit de supervivencia para el fin del mundo (Flash, PRH). Sus primeros textos se publicaron en la revista peruana Etiqueta Negra. Su último libro se titula Llamada perdida (Estruendomudo), que en octubre publicará en España la editorial Malpaso. Sus textos han sido recientemente antologados en las colecciones Mejor que ficción. Crónicas ejemplares (Anagrama, 2012) y Antología de la crónica latinoamericana actual (Alfaguara, 2012), entre otras. Publica sus columnas y crónicas actualmente en El País Semanal, La República y La Mula. En Twitter: @gabrielawiener