Home Arpa Crónica sobre cómo descubrí el ‘freestyle’ practicado en el Sahara

Crónica sobre cómo descubrí el ‘freestyle’ practicado en el Sahara

No sé cómo terminé allí, pero estaba literalmente en algún lugar de la Mancha, agobiado por un calor aplastante en un campo de ajos y rodeado de un grupo de lo más variopinto que podría resumirse como una selección de los países no alineados. Bueno, miento, siempre miento un poco, sí sé cómo terminé ahí, digamos que se me presentó la oportunidad de trabajar en la cosecha del ajo y que teniendo en cuenta el estancamiento laboral que sufría y lo aventurera que suponía era la andanza, no lo dudé ni un segundo y me embarqué rumbo a un pueblo al sur de Castilla donde lo único que había era ajos y unas estatuas de hojalata del Quijote y Sancho.

 

Pero devolvámonos un poco, porque esto es sobre fútbol. Unos meses antes, un amigo me había invitado a hacer parte de un proyecto editorial. La idea era crear una revista en donde se hiciera crítica literaria seria, sea lo que sea que esto signifique, y donde pudiéramos hacer reseñas y entrevistas a autores que nos molaran. En principio seríamos tres fulanos. Imagínense a tres escritores de mediana edad pobres como ratas (esa no es una analogía gratuita) y atosigados de entusiasmo, que desean hacer una revista pero no tienen ni puta idea de cómo empezar, bueno, esos éramos nosotros. No voy a hablar aquí de estos dos perencejos, sólo digamos que son dos tipos de mi generación a los que respeto y admiro en la medida en que la admiración es un sentimiento engañoso que suele estar apuntalado en vanas ilusiones y el respeto, por otra parte, suele ser sólido y monolítico, perfecto para la construcción de murallas y templos y, puestos al caso, estadios de fútbol.

La cosa es que, para lo que sería el primer número de nuestra revista, se me ocurrió hacer una entrevista a algún editor y pensé inmediatamente en la gente de La Navaja Suiza. ¿Por qué? La Navaja Suiza es una editorial española pequeña que no tiene un catálogo muy homogéneo pero que me cautivó con su primer título En el corazón del corazón del país, de William Gass. Esta gente se hizo con los derechos de esa obra y la tradujo para deleite de nosotros, la legión de admiradores de Gass. Fueron los primeros en publicar a Gass en español después de llevar muchísimo tiempo descatalogado. ¿No les parece esa razón suficiente para entrevistarles? ¿No? Bueno, aquí va otra razón. Su segundo libro fue La casa grande, de Álvaro Cepeda Samudio. Que una pequeña editorial española edite a uno de los mejores autores colombianos del siglo pasado que por esas ironías del destino está prácticamente olvidado, decidió la cuestión. Así que me fui a Matadero donde había una feria de editoriales independientes y me acerqué al stand de La Navaja a hablar con Agustín, uno de los tres editores.

 

No iba preparado para una entrevista. La verdad es que nunca he hecho una, así que me dispuse a tener una charla distendida con él en donde me pudiera contar cómo se mueven, qué los motiva, cómo deciden qué editar y, sobre todo, que me contara cosas sobre su catálogo. Y así fue, tuvimos una charla amena que era cualquier cosa menos una entrevista en donde me habló de cada uno de los libros del catálogo, que tiene cosas como la novela Asesinato, de la autora francesa Danielle Collobert, y que, cuentan las malas lenguas, Queneau peleó a favor de su publicación cuando estaba en Gallimard, o el ensayo Sobre lo azul, en donde William Gass nos habla de la importancia no de las ideas sino del lenguaje, en donde nos expone ese gusto suyo no por la veracidad de lo que se dice sino de la forma cómo se dice, en resumidas cuentas la preponderancia de la forma.

 

Ahí en medio de esos libros había una novela titulada Autogol, del escritor colombiano Ricardo Silva Romero. No he leído la novela, pero sí la sinopsis, como buen crítico literario y ese tema, la muerte de Andrés Escobar después del mundial de Estados Unidos, me calaba porque precisamente yo estaba escribiendo una novela en donde atravesaba el asesinato del emblemático central con una banda de punk argentino llamada Usuriaga[1] y el asalto a la casa del director técnico Luis Fernando Montoya[2] en clave novela de género (policíaca mix realismo sucio), un poco de Dashiell Hammet y un poco de Bukowski. ¿Qué podría salir mal en semejante cóctel si no fuera porque ya alguien se me adelantó?

 

Ahora volvamos a los ajos. Ahí estaba yo en un caserón de algún lugar de la Mancha compartiendo el único baño con un grupo de rumanos, marroquíes, venezolanos, senegaleses, peruanos, brasileños y saharauis. Después de agotadoras jornadas bajo el inclemente sol del verano y ya tumbados en algún rincón de la casa esperando nuestro turno para ducharnos nos poníamos a hablar de cualquier cosa. ¿Qué idioma hablan en tu país? ¿Tienen reyes? ¿Cómo es la comida? ¿Es verdad que no comen nada durante un mes? ¿Cómo son las mujeres? ¿Hace cuánto estás acá? Etcétera, etcétera, etcétera. Y por supuesto, el tema rey que sirve para hacer migas entre hombres de cualquier nacionalidad, el fútbol. Que además era muy pertinente porque iba a empezar el Mundial y también quería evitar la política, aunque no haya nada más político que el fútbol.

 

Así fue como conocí a Brahim, un saharaui amable de mirada penetrante que hablaba muy bien el español porque lo había aprendido de niño cuando venía a pasar vacaciones de verano a España con una familia de acogida, y que sabía muchas cosas sobre fútbol colombiano, entre esas la muerte de Andrés Escobar. Me contó que el padre de la familia de acogida le regaló un álbum Panini ese verano del 94 pero que quien en verdad lo disfrutó fue su hermanita Aanisa que jugaba mejor que él, mejor que Sergio, el niño de la familia española con quienes veraneaban, mejor que cualquiera, me dijo. Aanisa se había enamorado del fútbol desde la primera vez que lo jugó y su talento era innato. Tenía velocidad, destreza, inteligencia y regateaba de forma magistral, los niños se sentían siempre un poco ofendidos al jugar con ella y solían hacer alarde de la fuerza para sacarla de combate, pero Aanisa entre todas sus cualidades también poseía la tenacidad y después de cada patadón se levantaba con más ganas y devolvía aquellos regalos con caños y goles.

 

Uno de esas tardes veraniegas cuando su cuerpo empezó a despuntar en redondeces, Aanisa tomó la audaz decisión de raparse la cabeza para hacerse pasar por un chico y así poder participar en un torneo de verano en donde fue la sensación con la esférica hasta que algunos padres se enteraron de la treta y la descalificaron.

 

Así como puedo imaginarme que lo de la rapada de la cabeza no les sentó muy bien a sus padres porque ese fue el último verano que Aanisa vino a España; no puedo imaginarme un lugar menos propicio para jugar al fútbol que aquel pequeño pueblo olvidado del Sahara Occidental de donde venía, árido, caluroso y seco como pocos. Aunque ese no fue un impedimento porque ella intentó seguir jugando durante algún tiempo, eventualmente lo dejó, al tomar consciencia de que para cumplir el sueño de ser una jugadora de fútbol profesional, de jugar algún día un mundial de fútbol y hacer los goles que hacían Hagi o Stoichkov, primero debía dar una batalla más urgente, y así empezó su militancia. Ingresó al Polisario[3] y comenzó a ser una activista muy comprometida con el propósito de visibilizar la causa saharaui frente al mundo. No pasó mucho tiempo hasta que descubriera el freestyle. ¿Han visto sus videos en youtube?[4] Fliparán. Mezcla el freestyle con contenido gráfico de la represión policial e historia del pueblo saharaui. Nunca he visto una destreza con el balón como aquella, es como un ballet ejecutado por una amazona llena de furia en donde la danza con su rigurosidad y solemnidad intrínsecas se amalgama con una ingenuidad lúdica que hace que parezca que sus piruetas han sido ejecutadas sin ningún esfuerzo. Cuando pienso en los videos de Aanisa, pienso en la manera en que quiero escribir mis textos, una mezcla de juego, belleza y reivindicación. Es por eso que esta crónica está dedicada a la memoria de Aanisa, que murió en el año 2011 después de una brutal represión policial a una manifestación en el Aaiún.

 

 

 

 

Sico Pérez (1985) es un colombiano que actualmente vive en España y de vez en cuando escribe. Autor del poemario El amor es esa cosa con pelos (Inédito).

 

 

 

 

Nota:

 

Intro Crack. El proyecto Crack que ahora les presentamos parte de una idea original del escritor uruguayo Miguel Avero quien, mediado el mundial de Brasil en 2014, contactó con el poeta colombiano Didier Andrés Castro y con el poeta mexicano Ricardo Limassol para proponerles escribir textos breves sobre fútbol. Los tres relatos se acompañaron con ilustraciones de Miguel Rual, Sandra Martínez y Vicente Monroy y este primer volumen de la serie vino precedido por un prólogo de la escritora española María Yuste. Como decía María en su texto introductorio, el fútbol no era más que una excusa para seguir escribiendo. Se trataba de textos que, en realidad, bordeaban el deporte y se demoraban en los aledaños, más o menos como ha seguido sucediendo en los siguientes volúmenes. Textos frescos, mayoritariamente expresiones de un yo angustiado, pero también juerguista y libidinoso; un yo que siempre andaba atravesado por la literatura (y su prima hermana: la vida).

 

La copa América de 2015 sirvió de excusa para una nueva edición de Crack, que apareció como un dossier especial en la revista mexicana Hermano Cerdo, con relatos y crónicas de Sico Pérez, Miguel Avero, J. S. de Montfort, Ignacio Concha y Didier Andrés Castro. La celebración especial de la Copa América Centenario, en 2016, organizada por la Conmebol y la Concacaf, dio pie a una nueva edición de Crack. En este tercer volumen escribieron J. S. de Montfort, Sico Pérez, Jorge Sosa, Matías Mateus, Darío Rodríguez, Miguel Avero, Franz Leonel López y Didier Andrés Castro.

 

Pero el Mundial siguiente no acababa de llegar (¡cuatro años es demasiado  tiempo!), así que la pandilla Crack se sacó de la manga un especial navideño en las navidades de 2017, una recopilación de textos rumbosos y fiesteros, para el que escribieron Javier G. Cozzolino, Miguel Avero, Gerardo Grande, Pablo Manzano, Darío Rodríguez, Didier Andrés Castro, Vicente Monroy, Sico Pérez y J. S. de Montfort. Textos sobre la Navidad en los que, como no podía ser de otra manera, se coló el fútbol.

 

Y, finalmente, y al calor reverberante del postMundial último, el de Rusia, surge Crack Vol. 5, con textos de Didier Andrés Castro, Ari Basciani, Martin Parra, Teresa Zerón, Darío Rodríguez, José de Montfort, Sico Pérez y Alexandra Espinosa.

 

El proyecto fanzine/mini-libro Crack es una celebración del fútbol, pero también de la vida, de la amistad y de la escritura. FronteraD quiere unirse a esta hermandad literario/futbolística ofreciéndoles en exclusiva uno de los textos del volumen: Crónica sobre cómo descubrí el freestyle practicado en el Sáhara, del escritor colombiano Sico Pérez. Un homenaje a Aanisa, una joven activista saharaui y amante del fútbol que jugaba mucho mejor que la mayoría de los chicos. Porque sí, porque Crack también es feminista.

 

Que Vd. Lo disfruten.

 


[1] Albeiro ‘El Palomo’ Usuriaga fue un jugador de fútbol colombiano. Estrella del Club Atlético Independiente de Avellaneda de Argentina. Asesinado en 2004.

Links de grupos musicales que homenajean a Usuriaga:

https://www.youtube.com/channel/UCMCqc0WkAaibCb2GiaAkbcw

 

[2] Luis Fernando Montoya fue el técnico campeón de la Copa Libertadores de América (equivalente a la Champions League en Sudamérica) con el equipo colombiano Once Caldas en el 2004. Meses después de ganar este título, su casa fue asaltada y en este suceso fue herido gravemente quedando parapléjico.

 

[3] El Polisario es un movimiento por la liberación y autodeterminación del pueblo del Sahara Occidental fundado durante la ocupación franquista. Actualmente ejerce el control de la parte del Sahara que no es ocupada por Marruecos y su base se encuentra en Argelia.

[4] Los vídeos de Aanisa pueden consultarlos en el canal de Youtube FreeSAanisa.

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