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Crónicas del motel

Si ella supiera que él. Si él supiera que ella. Siempre pensar en las posibilidades infinitas del deseo.

Así que esto eres tú. Así eres bajo esa ropa y todas las palabras que nos dijimos.

En este motel (bajo esta luz, sobre estas sábanas tal vez no demasiado limpias) acomodé mi ropa destendida en el suelo. Me pareció que tomaba forma el día y entraba para quedarse, miserable.

¿Qué pensaban? Esos dos no tenían apariencia de saber a lo que iban. Desconcertados de haberse encontrado unos minutos antes en una mesa ¿De qué sufría él?¿De qué sufrías tú? El motel era barato y los colchones crujían.

En esa noche silenciosa. En esos pasillos negros. Penetrar como un perro al que le pusieron tiempo. Como un herido. Penetrar sabiendo que si no

se deshace el universo conocido.

Acaso pase otra vez frente al motel y te invoque. Si es que paso: suelo huir del cartel empolvado y las letras desteñidas. De aquellos tiempos cuando el porvenir no importaba.

*

Memorias como aquellas vuelven hoy. Allí tú cabalgabas como quien vive para siempre y su reino no tendrá fin.

¿Qué pensarás tú cuando me veas?

 

–Eeese huevooon.

 

Tal vez dirías eso. Tal vez no.

Quizás regrese (por un instante) tu risa. Como un faro que da la vuelta cada 10 años y alumbra el pasado: Sé que en febrero de 1997 estaba en Silaca. En mayo de 1996 camino a Quito. En la Semana Santa del año 2000 en Bogotá. En julio de ese mismo año en A Coruña. En el invierno de 2001 congelándome en Nueva York. Sé que en el verano de 2014 estaba en Lima.

Hoy estoy acá, bajo el sol de Maine.

 

Bangor, 19 de septiembre de 2024

 

 

 

 

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