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Crowdfunding

 

Ayer esta revista lanzó su primer proyecto basado en crowdfunding. Se llama «Cara y cruz de las multinacionales españolas en América Latina» y pretende investigar sobre el terreno las implicaciones sociales, económicas, medioambientales y políticas que tienen las actuaciones de grandes empresas como Endesa, Telefónica, Unión Fenosa, Iberdrola o Banco Santander en países como Colombia, Ecuador, Brasil, Chile o Argentina. Un tema que merece ser tratado en profundidad y sin prejuicios sectarios. Complejo y lleno de aristas, difícil y costoso de investigar, ninguneado sistemáticamente por los grandes medios de comunicación.

 

Independientemente de que se consigan o no los fondos necesarios, el intento servirá para comprobar si, en medio del ensordecedor gratis-total de internet, los lectores están dispuestos a apoyar económicamente una publicación a la que dicen seguir y admirar, y en la que confiesan encontrar una forma de hacer periodismo tan distinta como necesaria, pero que lleva más de tres años subsistiendo gracias únicamente a la generosidad y el tesón de quienes la llenan de contenidos.

 

FronteraD abría su número de hace dos semanas con un manifiesto de Laurent Beccaria y Patrick de Saint-Exupéry, sobre la necesidad de un nuevo periodismo independiente, riguroso, preciso, pausado, desligado de la publicidad y los grupos empresariales, financiado únicamente por sus lectores. El texto, muy extenso, tuvo una enorme repercusión y llenó las redes sociales de piropos como «imprescindible», «necesario», «imperdible», «muy recomendable», «no dejéis de leerlo». Sin embargo, me pregunto cuántos de esos entusiastas elogiadores hubieran estado dispuestos a pagar por leerlo.

 

Wikipedia, el más impresionante proyecto de conocimiento colectivo jamás realizado, capaz de haber tumbado —y solo a base de generosidad— a prestigiosas y carísimas enciclopedias, está en apuros económicos y lleva un buen tiempo solicitando apoyo a sus lectores. Todos usamos constantemente Wikipedia, desde colegiales a doctorandos, desde blogueros incipientes a prestigiosos escritores. Todos nos hemos ahorrado mucho tiempo y dinero encontrando al instante información que de otra forma hubiéramos tenido que buscar en bibliotecas o comprar en librerías. ¿No es de bien nacidos ser agradecidos? ¿No es absolutamente justo que apoyemos con lo que podamos este impagable proyecto?

 

Quizás los ciudadanos de países anglosajones tengan más tradición de financiar proyectos culturales, pero al español medio le cuesta valorar el trabajo intelectual, artístico o científico. No le importa pagar en bares, restaurantes, tiendas de ropa o estadios de fútbol, pero considera que escribir, investigar, componer o interpretar son actividades banales. Así que toda satisfacción o aprendizaje que podamos obtener de ellas no merecen ser recompensados. La irresponsable invasión del todo-gratis en internet no ha hecho sino apuntalar esta creencia.

 

Yo no entro en los gustos de nadie —faltaría más— y cada cual es muy libre de usar su dinero en lo que quiera, pero sí reclamo, a quienes siguen, admiran, elogian y disfrutan de cualquier proyecto cultural independiente sin financiación, su apoyo económico. Con sinceridad, queridos lectores, ¿cuántos de ustedes estarían dispuestos a pagar cuatro o cinco euros al mes por leer FronteraD?

 

 

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