“Representaba el honor y la conciencia de Rusia, y seguramente nadie conocerá nunca la fuente de su fanático coraje y amor por el trabajo que hacía”. Las palabras de la cantante chechena Liza Umárova figuran al inicio, como un emblema, del libro Solo la verdad, la antología fundamental de la periodista rusa Anna Politkóvskaya, para muchos la “conciencia perdida de Rusia”. Periodista y defensora por lo tanto de los derechos humanos, su trabajo en Novaya Gazeta y sus libros sobre Rusia, el gobierno de Putin y la guerra de Chechenia le valieron numerosos premios internacionales. También la enemiga del Kremlin. El 7 de octubre de 2006, hace diez años, fue asesinada en el ascensor de su casa en Moscú. Los sospechosos de su asesinato fueron absueltos por falta de pruebas.
“La supresión de la libertad de expresión alcanza su extremo brutal con el asesinato de un escritor. Anna Politkóvskaya se negó a mentir en su trabajo; su asesinato es un acto repugnante y un ataque a la literatura mundial”. Son palabras de la escritora Nadine Gordimer, que en su Suráfrica natal derrochó coraje moral y energía vital para combatir el infame régimen del apartheid. La también premio Nobel de Literatura Svetlana Alexiévich, primero concedido en toda su historia expresamente al periodismo, al trabajo admirable y turbador de Alexiévich, lleva años entrevistando a los olvidados: a las víctimas del accidente nuclear de Chernóbil, la guerra de Chechenia, las mujeres que combatieron en la Segunda Guerra Mundial y, en definitiva, a todos los que padecieron el régimen soviético, en un fresco que nos estremece.
El último libro de Julian Barnes, El ruido del tiempo, está dedicado al gran compositor Dmitri Shostakóvich, que cayó en desgracia el día en que al camarada Stalin se le ocurrió ir a la ópera (Lady Macbeth de Mtsensk) y escribir una crítica demoledora y sin firma en el diario Pravda (La Verdad, todo un sarcasmo). Bulla en vez de música, tituló Stalin su crítica, en la que se incluyen perlas tan amenazadoras como “Es obvio el peligro que esta tendencia supone para la música soviética” o “Es un juego de inteligente ingenuidad que puede acabar muy mal”. Y Stalin no era precisamente un amigo de las metáforas. Cuando cayó en desgracia, Shostakóvich se pasaba las noches a la puerta del ascensor de su casa, fumando, con una maletita junto a sus pies, esperando que la policía política le detuviera. Quería ahorrarles a los suyos el amargo espectáculo de la llamada a la puerta en plena noche y la humillación de ser llevado a comisaría en pijama.
Detenido en noviembre de 2011 bajo la acusación de “falso testimonio e insulto a representantes del Estado”, Sergei Reznik es un periodista y bloguero de la región de Rostov del Don. Conocido por investigar casos de corrupción de las autoridades locales, escribía artículos para el periódico Yuzhny Federalny y el suplemento local del Novaya Gazeta, ‘Yuzhnom Federalnom’. Condenado a tres años de prisión, su calvario en el sistema penitenciario ruso no ha terminado.
Los procesos judiciales a los que ha Sergei Reznik ha sido sido sometido, plagados de errores de procedimiento, y la flaqueza de las pruebas que se esgrimieron para incriminarle, dejan en evidencia que la persecución a la que está sometido este periodista está relacionada precisamente con el ejercicio de su profesión.
El 26 de noviembre de 2013 fue condenado a 18 meses de reclusión en un llamado campo de reeducación (las reminiscencias de la era soviética siguen asomando tanto en la práctica como en la terminología que se usa en el régimen de Putin) bajo los artículos 204-2-b, 306-3 y 319 del Código Penal federal ruso, tras ser hallado culpable de pagar irregularmente 2.000 rublos (unos 30 euros) a un garaje para que emitiera un certificado de circulación para su vehículo. Además, también se le condenó por haberse inventado las amenazas que denunció a la policía (pese a haber tenido que ser hospitalizado por agresiones) e insultar en su blog al juez que le juzgaba. Ecos kafkianos por doquier.
El 24 de julio de 2014 se abrió en su contra un nuevo caso por “insultos”, en virtud del artículo 319 del Código Penal. Romano Klimov, exfiscal regional; Dmitry Ishtshenko, titular de la Dirección General de la Lucha contra el extremismo, y Andrei Glinkin, un oficial de policía de Rostov, acusaron al periodista de haberles difamado en artículos publicados en su blog. Glinkin también le demandó por presunto perjurio en relación con un delito grave (en virtud del artículo 206-2 del Código Penal).
El 22 de enero de 2015, un tribunal de Rostov del Don le condenó a tres años más de cárcel a petición de la fiscalía, elevando al máximo la pena por cargos de “falso testimonio e insulto a representantes del Estado”.
Reznik debería ser puesto en libertad en este mes de mayo, tras cumplir la condena inicial a 18 meses de prisión impuesta en 2013. Pero la justicia rusa ha decidido forzar al máximo la sentencia por “insultar a representantes del Estado y falsos testimonios”. El periodista también fue sentenciado a dos años de prohibición de ejercer su profesión de periodista después de su puesta en libertad. Un supuesto que todavía no se ha dado.
Reporteros Sin Fronteras (soy uno de los vicepresidentes de la sección española) “condena esta persecución judicial a Reznik por sus escritos sobre corrupción. Su primer juicio ya estuvo marcado por numerosas irregularidades y violaciones de sus derechos».
En un comunicado difundido por RFS España se recalca que “el control directo del Estado sigue siendo el mayor obstáculo para la libertad de prensa en Rusia. Durante 2015, la política editorial de la mayoría de los medios de comunicación reprodujo fielmente las opiniones oficiales sobre sucesos clave del ámbito nacional e internacional al tiempo que las autoridades ampliaban su control sobre internet: miles de sitios y páginas web fueron bloqueadas por orden de la Agencia Federal de Supervisión de Medios de Comunicación y Tecnologías de la Información (Roskomnadzor). El año terminó con dos periodistas encarcelados, Aleksander Tolmachev, en prisión desde 2011, y Sergei Reznik, desde 2013. Este último está apadrinado por la sección española de RSF. Las violaciones del derecho a la libertad de expresión afectaron a la sátira política; a la información difundida por activistas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI); a la información sobre protestas públicas, y a los textos religiosos, entre otros ámbitos. Además, continuó el hostigamiento a medios de comunicación y periodistas independientes. Los incidentes de violencia cometidos contra estos últimos en el pasado rara vez se investigaron efectivamente. Dos hombres fueron detenidos en relación con la paliza propinada al periodista Oleg Kashin, en noviembre de 2010, y un tercero fue incluido en una lista de fugitivos. La periodista del diario independiente Novaya Gazeta, Elena Milashina, informó de que una joven chechena, de 17 años, iba a ser obligada a contraer matrimonio con un alto cargo de la policía que le triplicaba la edad y que, al parecer, ya estaba casado. Posteriormente, la agencia de noticias en Internet Grozny-Inform, propiedad del Gobierno checheno, publicó un artículo que contenía amenazas de muerte veladas contra Milashina».
Padrinos de Sergei Reznik:
Lara López (RNE)
Amaya Prieto (RNE)
Alfonso Armada (ABC)