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Mientras tantoCuando las barbas ajenas sirven

Cuando las barbas ajenas sirven


 

La cerrilidad malvada de los dictadores de la Unión Africana no sólo nos obliga a reincidir en su apelación, sino que nos obliga a hacer malabarismos estilísticos para responder a los desafíos lanzados por ellos.  El asunto que tenemos entre manos es el caso de la huída de Muamar El Gadafi hacia la incertidumbre. El caso es que el ilustre beduino no se lo esperaba hasta que las huestes llamaron a su puerta pidiéndole que aflojara las cadenas para que el pueblo pudiera respirar. No actuó como persona civilizada ni como un jefe de Estado, y mandó al ejército a masacrar a la población. Desató, pues, una guerra civil. La longevidad de su mandato y la irracionalidad de sus hechos hicieron que tuviera enemigos en todas las esquinas del mundo. Eran unos enemigos más civilizados que él, que supieron reírle las gracias hasta que vieron su punto débil. Y lo atacaron. Ahora sólo él sabe dónde está. Su sitio, aquel sitial que nunca quiso compartir con nadie más, está ocupado por otros, aunque ha habido mediación de dolor. Libia está sembrado ahora de muertos, y de ello se puede echar la culpa al ínclito coronel. (del árbol caído…)

 

Pues las cosas están como están y los dictadores de la Unión Africana, a los que ya no queríamos mencionar, ni por nombres individuales ni por institución inservible, quieren no solamente darle acogida en sus países para que se escape de la justicia, sino que se atreven a más y piden para él la integración en un gobierno de unidad. Unidad, el nombre que dieron al futuro gobierno en que estarían los hombres de Gadafi y los que se atrevieron a decirle que hacía 20 años que no tenía el respaldo del pueblo, y a los que consideró “ratas de alcantarilla”.

 

¿Qué puesto tendría el coronel en un hipotético gobierno llamado de unidad, él que ha sido uno durante 42 años? Lo que piden con otras voces estos señores de la cleptocracia africana, qué vergüenza que les  mencionemos, es que el beduino siga siendo el rey de reyes que siempre quiso ser, y que los demás sigan ejerciendo de súbditos y aguantando sus dolores. ¿ Y es que alguien se cree que el hombre en cuestión quiere ser un cualquiera en un país en que se consideró una deidad? Los hombres de la Unión Africana creen que el resto de africanos son tontos. Pero si el ofrecimiento puede valer para algo, que lo ofrezcan a quien desde ahora pasar a ser el dictador más longevo de toda África, el general-presidente Obiang Nguema. A este pueden ser útiles las recomendaciones de los dictadores africanos. Pueden ser útiles porque todavía no se ha visto obligado a recurrir a las armas para sofocar ninguna rebelión. Todavía mantiene las riendas del Gobierno, y todavía tiene a quien le baile y le ría las gracias. A esto nos referíamos cuando dijimos algo de barbas.

 

General Obiang, nunca nos escondimos y nunca dijimos que las cosas iban bien en Guinea Ecuatorial. Ahora reiteramos lo siempre dicho: las cosas van muy mal. Enumeramos algunas disfunciones de su longevo régimen:

 

-Hay un nepotismo feroz. En Guinea cualquier miembro de su familia, sepa leer o no, puede ostentar un cargo público.

-La impunidad es norma.

-La corrupción se promueve desde altas instancias del Estado.

-No hay separación de los poderes del Estado.

-No hay ningún plan de desarrollo de las comunidades periféricas del país. No hay fomento de la educación, de la ciencia y la cultura en ningún lugar de la Guinea Ecuatorial.

-No hay libertades individuales ni colectivas. Hay represión y abuso del poder. Se da trato vejatorio a los ciudadanos en los sitios públicos. Se margina a los grupos étnicos que no son afines al los de la gente del poder. La tortura es corriente.

-No se promueve el civismo y las buenas formas de relación en la sociedad.

-No hay planes de desarrollo de ningún tipo.

-No hay ninguna protección a los individuos, comunidades o grupos étnicos. El medio rural está abandonado. No hay conciencia ecológica de ningún tipo. No hay un mínimo para una vida digna ni en las comunidades urbanas ni en las rurales.

-Se promueve la ignorancia a nivel del Estado y no hay protección de la juventud. La sanidad pública apenas existe.

 

Podríamos seguir y serían demostrables las faltas que pesan sobre el régimen instalado en la no-república desde hace 31 años. Es esta longevidad la que nos hace creer en la incapacidad de este régimen para mejorar todos los aspectos aquí enumerados, y los que faltan por enumerar. Y es que ha estado asistido de recursos de todo tipo para llevar estos asuntos guineanos a un mejor estado. Ha tenido tiempo, dinero y atención suficientes para revertir esta caótica situación. Que al día de hoy podamos hacer esta enumeración es la prueba de que nunca tendrá tiempo suficiente para hacer lo que no  ha hecho en los últimos veinte años. General, ya no puede hacer nada. Sobrepasada la primera década, y en un régimen de partido único, como es el caso guineano, no hay dirigente capaz de gobernar para el pueblo.

 

Es esta convicción la que nos hizo creer que una salida digna sería lo mejor para usted y para su inmensa familia, que ha estado beneficiándose del Estado guineano como si fuera un patrimonio suyo. Ahora que no tiene a gente armada en su puerta, ahora que la única sangre derramada es la perpetrada por las fuerzas de seguridad de su régimen, tiene la oportunidad de aplicarse el consejo de sus compañeros y escuche a los guineanos por primera vez. La misma convicción anterior nos hace sostener que nadie del régimen puede reclamar para si ninguna confianza que permita su inclusión en ningún gobierno posterior. Si en el caso guineano existen razones fundadas para esta exclusión, imagínense lo que sería del caso libio. Las reclamaciones de la vieja cleptocracia africana para su rey de  reyes es un atentado a la razón. Y son unas reclamaciones que contrastan con la actitud de estos mismos dirigentes paranoicos cuando reclaman la muerte o el ostracismo para los ciudadanos que demandan mejoras en sus comunidades. Es inaguantable que los representantes de todo un continente hagan gala de esta irracionalidad. El asunto de África es una tragedia dramática. Claro, una desmesurada exageración.

 

Barcelona, 29 de agosto de 2011

 

 

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