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Cuando las metástasis de mi Sarcoma llegaron al cerebro

Me dolía la cabeza.
Al principio pensé que era una consecuencia más —una más de tantas— de los tratamientos: inmunoterapia, fármacos, fatiga acumulada. Nada nuevo. Nada que no pudiera soportar. Pero decidí contárselo a mi oncóloga.
—¿Cómo te sientes, Iara? —preguntó la doctora Campelo, con esa mezcla de profesionalismo y ternura que tanto la caracteriza.
—La verdad… no muy bien —respondí—. Llevo días sin poder dormir por la tos constante, la falta de aire, y las metástasis en los pulmones. Y ahora también me duele mucho la cabeza.
Tres meses antes, una hemoptisis pulmonar había desencadenado una hemorragia causada por una aorta aberrante. Desde entonces, respirar ya no era algo automático: era un acto de resistencia. Vivir se volvió escalar una montaña invisible, con los pulmones llenos de agujas. Fatiga. Tos. Escaleras imposibles. Caminar, un privilegio.
Convivo con el cáncer desde hace casi diez años. Un condrosarcoma extraesquelético mixoide, una variante ultra rara de sarcoma de tejidos blandos. A pesar de eso —y tal vez por eso— logré tener una vida plena. O eso creí, hasta que llegaron estos tres meses.
—Voy a solicitarte un TAC de cabeza con contraste —dijo la doctora—. Quiero entender qué está causando esas cefaleas.
No le di mucha importancia. Un PET-TAC reciente no mostraba lesiones cerebrales. Aun así, al día siguiente me presenté en el hospital, en ayunas, acompañada por mi tía Marisa y mi hermano José Ramón.
—¿Estás segura de que vale la pena hacerlo ahora? —me preguntó mi hermano en el camino—. Puede ser por los fármacos, el cansancio. Nunca tuviste lesiones en el cerebro en diez años. Además, mañana te vas a recorrer Portugal en autocaravana con tu novio. Sabes que el contraste te deja mal… ¿No sería mejor esperar?
Pero no tenía miedo. Me había hecho tantos estudios que los había perdido de vista. Era rutina. Era protocolo. Era, simplemente, parte de mi vida.
La sorpresa llegó con los resultados.
Pasaron horas. La oncóloga entraba y salía de la consulta. Finalmente me llamó. Entré con mi tía. Vi sus ojos. Estaban vidriosos, como si contuvieran un mar.
—Tienes entre cinco y seis metástasis en el cerebro —dijo—. Esto lo cambia todo.
El tratamiento que estaba recibiendo no atravesaba la barrera hematoencefálica. No quería preguntar, pero lo hice. Necesitaba saberlo.
—¿Cuánto tiempo me queda?
La respuesta fue tan directa como devastadora:
—Como mucho, unos meses.
En diez años con cáncer, jamás me habían dicho algo así. De pronto, todo cambió. Era como si alguien hubiera activado una cuenta atrás. Una bomba silenciosa dentro de mí.
Pasé de ser una paciente cronificada a ser una paciente terminal.
Y ahí empezó mi verdadero dilema.
¿Quería que todo terminara?
¿O quería luchar, sabiendo que probablemente iba a perder?
Pero así somos los periodistas. Vivimos en zonas de conflicto. Y yo, que había cubierto guerras en distintos rincones del mundo, decidí cubrir también esta: mi guerra interior. Quería que mi vida —y también mi muerte— fueran dignas.
Aunque no existiera tratamiento, lo buscaría. Aunque no hubiera respuestas, escribiría para encontrarlas. Porque muchas veces no es que no existan respuestas; es que nadie las ha buscado lo suficiente.
Y así tomé una decisión:
Este blog será mi legado.
Quiero dejar algo que no se apague conmigo. Algo que permanezca cuando ya no esté para contarlo. Una trinchera de palabras, de datos, de voces y de memoria. Un lugar desde donde otras personas puedan partir, buscar, entender, o simplemente no sentirse tan solas.

No sé si esto alcanzará para cambiar algo. Pero es lo que sé hacer: escribir. Preguntar. Investigar. Contar. Ponerle nombre a lo que duele. Y si en el camino logro abrir una rendija, por mínima que sea, por donde se cuele un poco de esperanza, habrá valido la pena.

Porque al final, de eso se trata: de seguir.
De levantarse aún sabiendo que el horizonte es borroso.
De seguir respirando, aunque duela.
De creer, incluso cuando todo parece perdido.

De insistir.
De persistir.
Y nunca desistir.

Esta soy yo, y esta será mi esencia.

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