Los hechos, los deseos y las percepciones. Las tres dimensiones de la realidad. No, no se hagan ilusiones, no nos estamos poniendo más profundos que de costumbre. Vamos a continuar en nuestra línea: vamos a seguir hablando de economía y de sociología. Ya van conociendo nuestras debilidades y nuestras obsesiones. Eso demostró nuestro webmaster, Israel Suárez Medina, cuando nos pasó un vídeo que trata precisamente de eso, de cómo uno desea que sea la sociedad, como piensa que es y lo que nos dicen los datos de cómo está de verdad organizada.
Vamos a aterrizar: el vídeo en cuestión explica estupendamente un estudio elaborado por Michael I. Norton, profesor asociado de Administración de Empresas en la Universidad de Harvard, para comprobar cómo piensan los estadounidenses que está distribuida la riqueza en su país, como desearían que lo estuviera y cómo lo está en realidad. La muestra utilizada en el cuestionario está compuesta por los estudiantes de las distintas facultades de su Universidad.
La desigualdad, legitimada
Según la distribución de la riqueza ideal para los ciudadanos americanos, los más ricos tendrían entre diez y veinte veces la riqueza de los más pobres. Pero incluso los más pobres no serían realmente tales, dado que todos estarían por encima del umbral de la pobreza. Además, existiría una sanísima clase medía cuya riqueza se iría aproximando suavemente a la de los más ricos conforme se va ascendiendo desde la clase media-baja a la clase media-alta. En definitiva, no habría un gran salto entre ser clase media y ser rico.
Esta estructura social ideal muestra que entre los estadounidenses, la desigualdad no sólo está socialmente aceptada, sino que también está legitimada. Los estadounidenses no desean una sociedad igualitaria o, mejor, una sociedad en la que los recursos estarían repartidos igualitariamente, porque ello mataría su cultura basada en muchos mitos: el logro, la persona hecha a sí misma, el sueño americano… Y también acabaría con las bases en las que creen que se asienta su liderazgo como país en el mundo: sólo la competitividad, sólo la promesa del premio tras un gran esfuerzo, dicen, ha hecho posible que Estados Unidos se haya convertido en primera potencia.
La idiosincrasia americana parece entender que libertad e igualdad no pueden convivir juntos: la igualdad, según su opinión, hace imposible la libertad. Y sin libertad individual es imposible el progreso.
Nosotros creemos que es al contrario: sin igualdad la libertad es una quimera. Y el progreso con desigualdad no es tal.
Tampoco entendemos la igualdad (o el socialismo) como la explica el vídeo: no creemos que tenga que materializarse en la distribución estrictamente igualitaria de la riqueza. Nos gusta más la frase esa de “a cada cual según sus necesidades y de cada quien según sus posibilidades”.
Los americanos piensan que la riqueza está mal distribuida, pero la realidad es peor de la que piensan
Los estadounidenses son partidarios de que haya una cierta desigualdad. O, al menos, la admiten. Pero creen que la que existe en su país es excesiva. Necesita corregirse puesto que perciben que entre el 20% y el 30% más pobre sufre privaciones severas, cuando en su mundo ideal no lo tolerarían. También consideran que la clase media se lleva menos trozo de la tarta del que le correspondería: la ven demasiado lejos de la cúspide social.
Ponemos números: los americanos estiman que el 20% más rico tiene cien veces la riqueza de los más pobres y concentra diez veces la de la clase media-alta.
Desafortunadamente, estos números quedan muy lejos todavía de la realidad. Los americanos tienen una visión distorsionada de lo que sucede a su alrededor.
De acuerdo con los datos reales, el 20% más pobre ni siquiera cuenta: no dispone de bienes. Y la denominada clase media no se distingue apenas de las clases empobrecidas. Sólo el 10% más rico está mejor de lo que piensan y de lo que desearían los encuestados. Y, dentro de este grupo, sobre todo los superricos: el 1% de los americanos acumula el 40% de toda la riqueza del país, cuando el 80% más pobre, sólo dispone del 7%.
Aquí lo resumimos todo este lío de datos:
¿Es que un consejero delegado trabaja 380 veces más que su empleado medio?
En los últimos treinta años las diferencias se han multiplicado por la evolución de los ingresos. Ahora el 1% más rico se lleva el 24% de los ingresos del país. En 1976, esa cifra era de “sólo” el 9%.
El consejero delegado de una empresa americana cobra 380 veces más que su trabajador medio, lo que significa que un empleado medio tiene que trabajar más de un mes para igualar lo que cobra su consejero delegado en una hora.
El 1% tiene el 50% de las acciones, los bonos y los fondos de inversión. El 50% de la población sólo tiene una participación del 0,5% en esos títulos: no tiene ingresos suficientes para invertir, sólo para sobrevivir. Para que luego nos digan que los mercados somos todos.
La gran pregunta sin respuesta en estos momentos es qué sucedería si los americanos cayeran en la cuenta de cómo es el país real en el que viven. ¿Se movilizarían? ¿Promoverían una transformación social?
¿Qué pasa en España?
En España hemos encontrado un informe parecido al realizado por el profesor Norton, aunque no tan sistemático. Es de la Fundación Alternativas y toma como base el barómetro del CIS de septiembre de 2011. Ofrece información muy interesante. Por ejemplo, la opinión de los ciudadanos sobre la dimensión de la igualdad en la que debería darse prioridad en la sociedad. Sorprendentemente, no es a la igualdad de la renta o de los recursos económicos (únicamente un 15,7% de los encuestados la colocan en el número uno de sus preocupaciones), sino la igualdad de oportunidades (45,7%), aunque este concepto es demasiado etéreo por poco mensurable (la única manera que se me ocurre para medirlo es estudiar la movilidad social). A continuación, un 21,7% de los encuestados sitúan la igualdad de acceso a bienes como la educación o la sanidad en lugar preeminente.
Este informe también muestra cuál es el tipo de sociedad en la que a los españoles les gustaría vivir: casi la mitad de la población se inclina por una estructura social que respondiera a un modelo en el que la mayor parte de la gente estuviera situada en el medio de la pirámide social o, lo que es lo mismo, a una sociedad de clases medias.
Pero la realidad percibida dista mucho de ella: casi un 31% de los encuestados considera que el tipo de sociedad en la que vivimos se asemeja a una pirámide en la que una minoría está en la cúspide, el número de gente aumenta en el medio y la mayoría se ubica en la base. Según esta percepción vivimos en una sociedad gradual de clases bajas. Además, otro 26,8% observa una sociedad polarizada de clases bajas: sólo unos pocos ciudadanos están en la cima, mientras que la mayoría se encuentra en la base.
Por lo tanto, parece que en España no ha colado el machacón discurso de que todos, a partir de un día, no sé muy bien si en los ochenta o en los noventa, nos convertimos en clase media.
No legitimamos la desigualdad
Y algo que choca con el estudio realizado por Norton: si en Estados Unidos la desigualdad está legitimada por estar asentada la cultura del logro, en España la desigualdad se deslegitima por la percepción de que aquí lo que prima para ascender socialmente es el origen familiar y los contactos.
Hemos hablado de la realidad percibida y de la deseada. Pero, ¿cuál es la situación real de España? ¿Qué es lo que nos dicen los datos? Que nosotros tengamos noticia, la Fundación Primero de Mayo ha sido la que ha publicado uno de los informes más recientes sobre este particular (junio de 2013).
Pese a que los ciudadanos no creen que la diferencia de rentas sea la dimensión más relevante de la desigualdad, la Fundación Primero de Mayo considera que es el principal factor de desigualdad estructural en España. Argumenta cómo desde los años setenta la participación de los salarios en la riqueza nacional ha disminuido drásticamente desde 67,3% que representaba en 1977 hasta el 53,4% del año 2012.
Incluso teniendo en cuenta las transferencias sociales, la renta disponible de los hogares ha disminuido y se han acrecentado las diferencias entre los distintos grupos de renta, muy especialmente durante la crisis.
Ésta es la imagen:
Y la de la evolución de los ingresos del 10% más rico frente al resto:
¿Y qué pasa con la riqueza? Menos mal que alguien nos ha hecho visitar de nuevo el blog de Alberto Garzón, porque en este post da unos datos muy interesantes. Por ejemplo, que el 90% más pobre acumula el 58,1% de la riqueza y el 1% más rico, el 18,3%. Son números escalofriantes, pero, de momento, por fortuna, están muy lejos de los que sufren en Estados Unidos. De todas formas, si lo permitimos, todo apunta que seguiremos ese camino.
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