Hace una semana, en plena calima,
comencé a pintar un cuadro de invierno.
Sólo él tiene la culpa
del nuevo cambio atmosférico.
Silba el mirlo confundido, a mediodía.
El filtro de nubes -tras la lluvia-
deja la ciudad a media luz,
entre ocaso y amanecida.
A lo lejos, se escucha una sirena
de ambulancia o policía;
el viento agita la rama
fresca de la marihuana.
El cactus gigante está cuajado
de peludos capullos,
que abrirán sus trompetas en flor,
entre San Juan y Santiago.
Habrá que pintar su canto.
Por efecto de la lluvia insistente,
las losetas rojas de la terraza,
-como espejos- reflejan las plantas.
Agua de Junio, llanto de primavera.
Cuarenta de mayo; cosas a destiempo.