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Mientras tantoCuatro canciones y un color

Cuatro canciones y un color


 

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Todos sabemos lo que nos gusta hasta que nos lo preguntan.

 

Hace unos días recibí un email invitándome a un programa de radio en el que me pedían que, en caso de aceptar, les mandara cuatro de las canciones que más me hubieran acompañado a lo largo de estos últimos años.

 

Ay, las decisiones.

 

Tu plato preferido, el libro que más te ha influido, tu autor de cabecera, esa peli de la que te sabes los diálogos.

 

Quizás solo me ocurre a mí, pero tengo la sensación de que sé lo que me gusta hasta que me lo preguntan. En ese momento llegan las dudas, que no son nuevas porque, si la memoria no me falla, este tipo de preguntas absolutas se remonta a los tiempos del parvulario, al mítico interrogatorio al que los niños éramos sometidos apenas sabíamos hablar; el de cuál era tu color favorito. Pregunta que, por otro lado, yo sigo haciendo a los hijos de mis amigos.

 

En aquella época remota del parvulario debí haber aprendido una lección que no aprendí, otra más. Porque mi color favorito siempre fue –cómo no–, el rosa. Sin embargo, intuía ya que era cursi y que quedaba mejor decir que era el azul, el verde. Así que el resultado de aquella duda trascendental fue que me pasé al lila porque se parecía un poco al rosa. Pero era un color un poco ambiguo, como lo es todo lo que escogemos de segundas y para disimular.

 

En definitiva: no es tan fácil esto de escoger, y lo cierto es que me costó mucho elegir las cuatro canciones que me pedían en la radio; el fantasma del rosa seguía ahí.

 

No Laura, no las pongas todas tristes que se van a pensar que eres una depresiva.

 

No Laura, que todas son de amor.

 

Ay no, venga, una más animada.

 

Pues esta es mi lista y quería compartirla por justicia poética, por todas las veces que me declaré, en mis años de tierna infancia, fan del lila.

 

*Everything trying, de Damien Jurado. Pertenece a la banda sonora de ese peliculón que es La gran belleza, y suena justo en la escena en la que un hombre enamorado sin remedio y sin posibilidad de ser correspondido, pasea por las calles oscuras y desiertas de Roma. Así que esta canción va por todas las veces que, en Roma, en Shangai o en Cuenca, hemos paseado a oscuras, siendo, como decía Calamaro aquel “estúpido que llama a partir de las tres de la mañana”.

 

*Cycling trivialities, de José Gonzalez. Cuenta que los días se nos van mientras nos atascamos en insignificancias, como si fuéramos como los gatos, y tuviéramos otras seis vidas para malgastar. Tenemos lo ordinario y a partir de ahí, la oportunidad de hacer lo extraordinario.

 

*Tierra, de Xoel López. En el videoclip, el cantante no para de correr, aunque no sabemos a qué lugar se dirige. Y dice cosas como “y lo intento cada día, ser todo lo que había imaginado y me encuentro que la vida siempre tiene algo preparado, que supera cualquiera de mis fantasías”. Supongo que crecer es comprender, al fin, que ser infieles al yo de antes es muchas veces necesario. Nada cambia si nada cambia.

 

*Blindsided, de Bon Iver. Porque esta canción pertenece a un álbum llamado For Emma, forever ago. Y porque si yo hubiera sido la tal Emma hubiera vuelvo con Justin Vernon después de ver el título del álbum. Porque irte a una cabaña de Winsconsin a ver qué haces con tu vida, después de quedarte sin banda y sin pareja, es un suicidio o una oportunidad maravillosa. En ese caso fue lo segundo. Y porque la canción se llama blindsided y no hay cosa peor que ser ciego, pero de corazón.

 

Desde este rincón os quería proponer este ejercicio: escoged cuatro canciones, pensad por qué si y por qué no y os estaréis contando un poquito la historia de vuestras vidas. Las canciones cuentan nuestra historia o nosotros nos contamos a través de ellas, quién sabe. Y si os gusta alguna canción de Mariah Carey, ponedla. Yo estuve a punto.

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