Pablo Iglesias ha ganado a Íñigo Errejón una batalla cruenta que ha destruido relaciones personales y promete cambiar la política española a todos los niveles. Cuatro son las principales consecuencias del resultado de Vistalegre 2:
Podemos abandona el populismo y se inclina hacia la izquierda.
Primero, un poco de historia: el principio inspirador de Podemos fue el de ser un partido atrapalotodo, con un mensaje difuso con el que pudiera identificarse la mayor parte de la población, toda la gente, a la que se aglutinaba contra las élites, también difusas, lejanas. Si no se quiere hablar de populismo, con discursos fáciles e inclusivos, evitando los temas más espinosos, se puede también hablar de maquinaria electoral. Pablo Iglesias, procedente de la izquierda “real”, mutó, y en esa mutación (que nunca fue completa, porque siempre quedó el lenguaje de los gestos y el puño derecho alzado) se encontró ideológicamente con Íñigo Errejón. Puede que no ideológicamente, sólo tácticamente. El programa de las elecciones europeas fue un test y se concluyó que, pese al extraordinario resultado que les dio, era excesivamente ideológico, demasiado de izquierdas, daba aún muchísimo miedo a ciertas capas de la población. Para la siguiente cita electoral más importante, las elecciones generales de diciembre de 2015 se moderaron los discursos y las formas. Se hizo un especial hincapié en distanciarse de Izquierda Unida, a la que incluso se llegó (el propio Iglesias) a insultar de manera gruesa e insistente. La IU de Alberto Garzón, a su vez, se inclinó a la izquierda, protagonizando la campaña electoral más radical que se recuerda en lo que al discurso se refiere, pero también la más moderna en cuanto a las formas.
Podemos logró un magnífico resultado, pero esperaba conseguir uno mejor y por eso forzó la repetición de elecciones. Y fue lo que produjo un primer momento de fricción entre Iglesias y Errejón: Iglesias impuso su criterio contra el de su secretario político y forzó el pacto con IU para crear Unidos Podemos. Con ese acuerdo, se esperaba lograr el impulso definitivo en votos que hiciera posible el sorpasso al PSOE y, de esta manera, lograr, bien el primer puesto en la oposición, bien el liderazgo en el Gobierno. Pero ese viraje a la izquierda, o esa identificación con la izquierda, que supuso el pacto con IU, de acuerdo con diversos estudios, provocó una fuga de votos moderados, al tiempo que no se logró sumar a todos los sufragios de IU. El acercamiento a IU provocó que Pablo Iglesias cada vez más asumiera un discurso más asimilable al tradicional de la izquierda, apelando a la clase y abominando de la transversalidad que igualaría a Podemos con Ciudadanos o con el Partido Socialista. Precisamente, también adoptó una actitud frentista contra el Partido Socialista, recogiendo la herencia del lider de más éxito de IU: Julio Anguita. Ése fue otro punto de fricción con Íñigo Errejón, que sí era partidario de un acuerdo de gobierno con el PSOE.
Con la victoria de Pablo Iglesias gana un Podemos que se parece mucho a la Izquierda Unida de Julio Anguita. También, sorprendentemente, a la de Cayo Lara, mucho menos sumisa al Partido Socialista que la de Gaspar Llamazares.
Izquierda Unida, su gente y sus ideas, sale ganando
El giro a la izquierda de Podemos con la victoria de Pablo Iglesias hace pensar en la desaparición de Izquierda Unida, porque el nuevo Podemos ocupará su espacio, objetivo que se marcó la formación morada con vistas a las elecciones de junio de 2016. El Podemos de Pablo Iglesias va a fagocitar a IU. “Adiós del todo a IU”, teme alguno de sus miembros. Sus siglas, seguramente, desaparecerán, porque es previsible un acuerdo más profundo y más intenso entre Iglesias y Garzón, con vistas, muy posiblemente, a las próximas elecciones, sean éstas las municipales, que son las que antes tocan por calendario, o las nacionales, si es que hay convocatoria adelantada. Pero las ideas de IU y las gentes que en IU apostaron por el acercamiento a Podemos, que han perdonado a los moderados (y al propio Pablo Iglesias) por las ofensas, los desprecios y las humillaciones seguirán presentes. Incluso pueden desempeñar una importante función para tirar de Podemos a la izquierda cuando reaparezcan las tentaciones populistas, cuando la maquinaria electoral tenga que volver a ponerse en marcha.
Si Errejón hubiera ganado, el panoramara político español hubiera recuperado a Izquierda Unida, puesto que ésta abominaba de ese ir de la mano de los comunistas, puesto que restaba eficacia a su discurso transversal. Tal como han ocurrido las cosas, Podemos se convierte en una Izquierda Unida reforzada y con mayor ambición.
Pero la experiencia de IU pone de manifiesto lo difícil que tiene abrirse camino una fuerza de izquierda de su perfil. El nuevo Podemos va a tener que hacer un trabajo ímprobo para convencer al electorado de que su «oferta», mucho más precisa, mucho más clara, más definida, es la mejor. La línea que ha escogido Podemos es mucho más exigente y más difícil. Tendrá que convencer al electorado, porque parece que ha renunciado a adaptarse a él. Abandona, además, el pragmatismo y apunta más alto.
El PSOE respira tranquilo
Precisamente por el viraje de Podemos a la izquierda, precisamente porque Podemos ha optado por la estrategia marcada por Pablo Iglesias, el PSOE puede pensar que recupera su hegemonía en el centro-izquierda, algo que temían le pudiera disputar seriamente un Podemos dirigido por la estrategia errejonista, un Podemos encabezado por Errejón.
Si Errejón pasa a un segundo o a un tercer plano en la formación morada, si Podemos ratifica su giro a la izquierda, el PSOE puede recuperar parte del voto más moderado que se le había ido a Podemos. Máxime por dos razones más: Pablo Iglesias es el líder político peor valorado según el CIS y también es el que más rechazo provoca entre las mujeres. Si era previsible una fuga de votos de mujeres del PSOE a un Podemos liderado por Errejón, dado que su equipo tiene mayor presencia femenina y ha hecho bandera del feminismo, con Pablo Iglesias al frente, ese riesgo se desvanece.
En tercer lugar, el electorado puede volver a considerar el voto al PSOE como uno más útil para lograr desbancar al Partido Popular. El voto de la izquierda puede volver a concentrarse en el socialismo, aunque no con tanta importancia como en el pasado.
El PP, ¿mejor con un Podemos más radicalizado?
A Mariano Rajoy se le ha visto cómodo discutiendo con Pablo Iglesias en la tribuna. Un Podemos izquierdista no le hace mella al PP. Más bien lo contrario: lo refuerza. Sobre todo si se cumple otra condición: que en el Partido Socialista gane este verano o Patxi López o, de presentarse, que lo haga Susana Díaz, puesto que garantizarían una legislatura completa con una oposición discursivamente dura por parte de Podemos, pero sin que merme su poder ni su crédito entre la ciudadanía.
Pero, pensándolo bien, tampoco si gana Pedro Sánchez tiene Rajoy mucho que temer: de convocarse elecciones de forma anticipada, ante la mala relación de Sánchez e Iglesias y la nula disposición de este último a pactar con los socialistas, el PP volvería a ganar los comicios. Y lo que es más importante: a gobernar.
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