El asalto, secuestro y asesinato en México de la ciudadana y profesionista española María Villar Galaz. hechos que acontecieron en el transcurso de la última semana, han venido a engrosar la pésima reputación internacional del país. Mediante un modus operandi ya común, un grupo de criminales sorprendió a la víctima en un cajero automático del barrio de negocios Santa Fe, colindante con el Estado de México, y la condujo hacia éste donde sería hallado el cuerpo en la ciudad de Toluca. En algún momento, los secuestradores llamaron a la familia para pedir un rescate que les fue pagado al menos en parte, sin que se conozca la cifra. A pesar de eso, Villar Galaz fue asesinada tenía 39 años y trabajaba para IBM.
Lo sorprendente es la prisa de las autoridades mexicanas para evitar que el crimen trascendiera en España, ya que fue denunciado en la Prouraduría General de la República, que recomendó discreción con el pretexto de no entorpecer las investigaciones. Por su parte, el gobierno del Estado de México se apresuró a su vez a decir que el delito se cometió en la Ciudad de México, por lo que la responsabilidad de indagarlo era sobre todo de esta autoridad.
Así, se podría escribir un guión reiterado para cada uno de los delitos que se cometen en México, cuya impunidad es absoluta (99 por ciento en términos estadísticos). México: el imperio del crimen; México, un Estado a-legal (fuera y contra la ley mientras simula defenderla). Ahora, la embajada mexicana en España hará hasta lo imposible con tal de minimizar el asesinato de Villar Galaz.
En la víspera, el presidente Enrique Peña Nieto ha recibido un premio en Nueva York por su labor como estadista, un estadista de ficción. La pregunta es: ¿por qué el gobierno y los medios de comunicación españoles son tan acríticos y hasta obsequiosos respecto del gobierno mexicano? ¿Por qué sólo atienden casos extremos? Alguien diría que, como contrastaba Miguel de Unamuno, al optar entre una verdad trágica y una felicidad ilusoria, eligen lo segundo. Pero quizás en tal actitud se esconda algo más sencillo y, a la vez, desconcertante: negligencia pura.