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Cuentos 055. Por si acaso.

Al día siguiente, y también mientras cerraban los tarros con los escabeches que habían oreado durante la noche, les contó para entretenerlos ante la partida del amigo:

– El mulá Joha, cuando vivía en Bagdad, pasó por muchas experiencias.
– ¿Todas buenas? – preguntó el joven monje atormentado que venía a recibir instrucción en el tiempo de descanso del monasterio.
– Para él, sí, pues de todas sabía sacar partido. Una vez se casó con una viuda rica y, a los pocos días, ésta dio a luz un rollizo bebé, de color más bien oscuro. Hay que recordar que el mulá era, entonces, árabe de finos rasgos. Cogió su manto y se fue corriendo al mercado.
«¿Qué buscas con tanta prisa, mulá?» – le preguntó su amigo Wali -. «Pues todo lo necesario para matricularlo en la universidad de La casa de la Sabiduría, junto al Tigris» – le respondió impertérrito.»
¿No vas un poco deprisa? – se atrevió a preguntarle Wali -.
-¡Hombre!, si a la primera semana hizo un viaje de nueve meses, imagínate lo que será capaz de hacer ahora que ha nacido».
-«¡Mulá, yo no veo que resida ahí el problema fundamental!» – exclamó su amigo -. «¿Dónde, si no? A la madre ya le di libelo de repudio, pero este rapaz medio negro, medio kurdo, me la puede liar en cualquier momento».
-¿No se llevaba bien con los kurdos? – preguntó Ting Chang -, que, además, no son negros sino caucásicos.
– Él no se llevaba mal con nadie, lo que decía es que «se tropezaban con él mientras seguía su camino.»

José Carlos Gª Fajardo. Emérito U.C.M. Fundador de Solidarios.

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