– Maestro – le dijo un día Sergei mientras preparaban la polenta que solían cenar-, ¿Por qué en todos los monasterios hay grandes y cuidadas bibliotecas y en estas chozas en donde vivimos no hay más que tres o cuatro libros?
– Porque la sabiduría hay que imprimirla en el corazón de los discípulos y no en las páginas de un libro. El Maestro Zen Mun-nan, llegada la hora, ya sabía quién había de ser sucesor. Por eso, llamó a su discípulo Shoju y le mostró un libro bellamente encuadernado diciéndole: «Aquí tienes el libro que ha pasado de Maestro en Maestro durante siete generaciones. Cada uno hemos ido añadiendo algunas observaciones que te pueden ser de utilidad. Además de recibir el cuenco, el manto y el bastón, conserva este libro como señal de que has recibido la auténtica transmisión».
A lo que Shoju respondió, «Maestro tú me transmitiste el Zen «de corazón a corazón» I shin den shin, de acuerdo con la tradición, ¿para qué necesitaría yo un libro por mucha sabiduría que encierre?»
«Ya lo sé», le respondió Mu-nan, pero este libro ha servido a siete generaciones y tú, cuando llegue el momento, has de transmitirlo a tu sucesor. Por lo tanto, cógelo y consérvalo».
Los dos estaban charlando junto al fuego, entonces, Shoju agarró el libro y lo arrojó a las llamas que lo devoraron por completo volviendo su color rojo tan vivo que parecía blanco.
El anciano Mu-nan le dijo «¿Qué tontería estás haciendo Shoju?» «¿Qué tontería estás diciendo, Mu-nan?» Y ambos se echaron a reír cuando comprobaron que las llamas mostraban unas hojas en blanco ardiendo.
José Carlos Gª Fajardo. Emérito U.C.M. Fundador de Solidario