El estudio de edición de L queda dentro de casa. Muchas veces, retoma las actividades laborales después de recoger a M del colegio. Una tarde, M le pregunta:
– ¿Por qué trabajas tanto?
L le contesta:
-Además de ganar dinero para comprar todo lo que necesitan para vivir, disfruto tanto como cuando tú vas al cole a aprender de tu profesora y a jugar con tus amigos.
-Yo también quiero trabajar en el ordenador como tú –le contesta la niña.
L la sube a sus piernas. M intenta teclear en el Mac.
-Vamos a buscarte otro ordenador porque este lo necesito para hacer mi trabajo.
L busca un portátil Acer que ya no usan, pero que D ha conservado previendo el momento en que M quiera jugar con un ordenador. Lo enciende y abre una página Word para que M escriba. La niña empieza a teclear imitando a su madre, hace como si estuviera concentrada en su trabajo y de reojo se fija si L la mira. Pronto llena la página de letras, números y signos. Luego pide a su madre que le ponga las letras de otro color.
Rojo.
Amarillo.
Verde.
Después que aumente el punto de letra, y después que escriba su nombre… y así hasta que ya no quiere seguir escribiendo. M se ha aburrido.
L recuerda que existe una web de cuentos infantiles interactivos. Busca en Google: “cuentos interactivos”, y consigue la dirección www.cuentosinteractivos.org. El Acer es una máquina obsoleta, muy lenta. Pero consiguen entrar en la página. La primera pantalla recibe al usuario con música instrumental y un par de animaciones que llaman la atención de M.
L le lee las opciones a M: “Iván y Navi, el poder de la imaginación” y el “Mundo al revés (otras versiones de los cuentos populares)”.
-¿Por cuál quieres empezar?
M dice que por el de cuentos populares, porque la palabra “populares” le resulta muy graciosa. L pincha en “Caperucita sin capucha” y va guiando a M. Le muestra cómo utilizar el ratón. En cada cuento, una voz en off le pide al lector que responda a algunas preguntas relacionadas con la trama, haciendo clic en la pantalla, y un “guía”, un animalito, ayuda a los niños a saber qué hacer. A M le resulta muy interesante, escucha las indicaciones de la narradora y mira a su mamá para que le ayude a responder acertadamente.
Al poco tiempo, M se ríe con algunas escenas del cuento y le comenta que algunas cosas no son iguales al libro de Caperucita Roja que tiene en su biblioteca. Quiere releerlo, una vez. Y dos veces.
-Deberías probar con otra historia, que seguro es igual o más divertida –le dice su madre.
M se anima. Abren “La bella dormilona”. Con un diseño diferente, usa colores pasteles para las ilustraciones, y las transiciones entre una escena y otra son un poco más lentas. A M le entusiasma y quiere leer otro, “1,2,3 Cerditos” y otro más “Garbancito, el grande”. En el quinto cuento, “Blancanieves en multicolor”, M ya no quiere que su madre ponga la mano en el ratón, quiere hacerlo ella sola, aunque cuando alguna se le hace difícil pide ayuda.
Al día siguiente, M le dice a su mamá que quiere volver a ver los cuentos del ordenador. Esta vez quiere leer otro cuento, el de “Iván y Navi”. L se sorprende de la soltura de M con el ratón, ya prácticamente no necesita su ayuda. Va siguiendo las indicaciones del “guía” y responde correctamente a cada pregunta. Cuando termina de leer, vuelve a hacer clic para leerlo. Cuanto D llega del trabajo, M le recluta para que lea con ella.