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Frontera DigitalCuentos del camino. 037 Soy el mismo

Cuentos del camino. 037 Soy el mismo

Después de la lluvia caída durante la noche, el río mostró su poder y arrastró algunos troncos en su crecida. Uno de ellos impedía el paso desde el sendero hasta el pequeño embalse donde cuidaban hermosas carpas dorados. El anciano convocó a sus ayudantes y les preguntó si entre los tres serían capaces de quitar aquellos troncos, o debería pedir ayuda al abad del monasterio para que les enviase a algunos monjes. Sergei saltó ofendido y exclamó:
– “¿Qué van a pensar de nosotros esas cabezas rapadas, Maestro, ¿si les pedimos ayuda? Voy a tener tomaduras de pelo durante varios días cuando vaya a por alimentos al almacén del ecónomo”.
– Mira, Sergei, que hay un tronco que parece pesado y ya no eres la liebre corredora que llegó aquí hace unos años.
– Maestro, no te fíes de mi aspecto, ¡tengo la misma fuerza que hace años!
Ting Chang sonreía porque ya había ido por la tarde con el anciano a intentar mover el tronco sin resultado.
– ¡Allá tú, Sergei! Yo que tú recordaría lo que le sucedió al mulá cuando vivía en Uzbequistán. ¿Quieres saberlo?
– Bueno, Alma Noble. Si insistes…
– El mulá había ido a pretender trabajo como jardinero a la casa de un letrado para conseguir algo de dinero con el que pagar sus deudas. El letrado miró a aquel enturbantado mulá que se apeaba de su asno y le pareció bastante viejo, pero se dejó convencer cuando el mulá le dijo “Aunque mi aspecto te parezca el de un viejo ¡tengo la misma fuerza que hace cuarenta años!” A los pocos días el letrado le pidió que trasladara unos pilares de piedra al otro lado del jardín. El mulá se fue muy decidido a realizar la tarea, pero, por más que lo intentó, no consiguió mover ni una de las columnas. El viejo letrado le dijo, no sin cierta sorna, “Me pareció haberte oído decir que tenías la misma fuerza que hace cuarenta años”. A lo que Nasrudín le contestó sin inmutarse “Así es, la misma fuerza, lo que ocurre es que, entonces, tampoco hubiera sido capaz de mover estas piedras endemoniadas, ¡porque las carga el mismo diablo!”
– Maestro – intervino rápido Sergei -, nada más hermoso que obedecer a las personas mayores cuya experiencia desborda nuestras posibilidades. De paso que voy a ver al ecónomo a por algo de té, le transmitiré tu deseo de que vengan algunos monjes jóvenes y fuertes para que puedan ejercer la compasión del Buda.

José Carlos Gª Fajardo. Emérito U.C.M.

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