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Cuentos que circulan por los mercados orientales

098 La partida hacia Shanghái

 Pasado el tiempo oportuno para que el Noble Ting Chang se iniciase en el camino del recto gobierno, partió para Shangai sin volver la mirada atrás. Tampoco permanecieron en la puerta del monasterio ni el Maestro, ni el Venerable Tenno ni Sergei… puesto que éste ya estaba sentado junto al conductor del coche que había de llevar al doctor amigo a la nueva etapa de su destino. Sí lo hicieron el Abad y los Priores que no cesaban de agradecer las prodigalidades del patriarca Chang que se había retirado a Pekín para no influir con su presencia en la administración del imperio financiero de Oriente, que había confiado a su hijo Ting, ya que el primogénito, Shao, dirigía el de Occidente radicado en Nueva York.

A quien sí agradeció Ting Chang la sonrisa y su mirada cómplice fue al Barrendero de esmeraldas que parecía sostenido por la escoba de brezo con la que peinaba el césped para liberarlo de las hojas caídas durante la noche. Al igual que Sistino, el inolvidable jardinero de Taroudant y que Ahmed, que practicaba ese camino en Asilah, el Venerable Barrendero nunca volvía atrás para recoger las hojas que se posaban sobre el sendero ya barrido. Puesto que no apreciaba más las esmeraldas que los demás guijarros del camino, aprovechó cuando el coche pasó por su lado y alargó su mano con la esmeralda que le había confiado el viejo prior. Ambos sonrieron y se inclinaron con un leve gesto de cabeza que expresaba el Namosté de la antigua India.
Sergei permanecía con los ojos como platos atentos a cuanto pasaba pues era consciente de la responsabilidad que el Maestro había echado sobre sus hombros, a petición del Noble médico.
Nuestro Maestro y Tenno se sentaron junto al río para disfrutar de las carpas doradas que lo remontaban para cumplir su cometido. Esta noche ninguno de los cuatro había dormido para velar las armas junto al nuevo guerrero. Sergei tampoco. Porque no cabía en sí de gozo al intuir lo que se abría ante la pobre Liebre de las estepas que había llegado hacía unos años desde Mongolia y se había quedado con el Maestro. Ahora se sentía investido de una misión tan importante que ni se había acordado de ir a despedirse de la viuda de Nanking. «El mundo está lleno de viudas y de sus hijas, sobre todo en Shangai», se decía el muy necio… cuando, antes del amanecer, el Maestro ya estaba en la puerta de su choza animándolo a acompañarlos en la serena meditación de la mañana.
Así fue como comenzó el camino del Noble Ting Chang para asumir sus responsabilidades de gobierno, a pesar de que lo alejaban de su sueño de atender a los más necesitados enfermos en el hospital que había construido su padre. Ya no se lamentaba, no valía la pena. Los caminos del Cielo existen para adaptarnos a ellos y tratar de ser consecuentes.
Para Sergei se iniciaba una etapa que ni en sus más fantásticos sueños hubiera podido nunca imaginar. Se acordó de sus padres y de sus hermanos, allá en la gurka mogola y dejó que una lágrima resbalase por su mejilla mientras preparaba el último té especiado que el Noble Ting Chang y él tomarían junto al Maestro.
Éste, antes de saborear el té servido por el Maestro Tenno, le contó a Sergei una historia para el camino.

 

José Carlos Gª Fajardo. Emérito de U.C.M. Fundador de Solidarios

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