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Mientras tantoCulto al nombre

Culto al nombre


 

Cuando yo era universitario, el librero de la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense solo vendía ‘El País’. En la librería de un edificio donde a diario acudían cientos de aspirantes a periodistas no se despachaba ni ‘El Mundo’ ni ‘ABC’; solo un periódico porque no se los compraban.

 

Lo cierto es que tampoco hacía falta gastarse el euro y pico de rigor. Regalaban todo el año el diario ‘Público’. Y durante unos meses daban ‘El País’ en un estand. Lo mismo que ‘ABC’ en los meses restantes. Recuerdo que hubo una época en la que los más madrugadores podían conseguir ‘La Vanguardia’, que la dejaban en una de las puertas de la facultad.

 


Raúl Urbina – Flickr

 

Por eso me sorprendía mucho que, al entrar en una clase, los periódicos que ocupaban las mesas fueran los gratuitos. ’20 minutos’, ‘Qué!’, ‘ADN’… Tenía un profesor que no se explicaba cómo leíamos esos periódicos. No quería verlos en sus clases. Un día, al salir del metro, cogí el ‘Qué!’. Uno de los primeros retos del día era lograr encarar la Avenida Complutense sin que te pusieran un diario en la mano. Rara vez los cogía, pero ese día lo hice. Lo ojeé de camino a clase y me detuve en una entrevista a Pedro Piqueras. Cuando la estaba terminando, a pocos metros de entrar en la facultad, escuché la voz de mi profesor.

 

—¡Te pillé!.

—Solo leía la entrevista a Piqueras… —respondí avergonzado.

 

Él se reía. Y entonces me preguntó por los periodistas. Que si conocíamos el nombre de todos los que salían en televisión. Le dije que sí, al menos de los más representativos.

 

—¿Y de los periodistas que escriben en prensa?

—Yo creo que menos —respondí.

—Nosotros en la universidad conocíamos a todos.

 

Cuando yo era universitario —ahora lo soy a distancia— no había Twitter, donde los plumillas se hacen notar, y mucho. Las tertulias no eran tan populares ni tan gritonas. Ahora sospecho que los futuros periodistas aspiran a escribir en ‘Jot Down’ o a ser Manuel Jabois y David Gistau. Hace unos años la meta era ser columnista en ‘El País’. Entre aquellos periodistas televisivos que sí conocíamos y los adorados en la era Twitter queda el culto al nombre.

 

Vuelvo al profesor que me sorprendió con Piqueras. Todas las semanas nos mandaba leer y analizar algún periódico. A mí me tocó exponer la semana del ‘Economist’. Una de las cosas que subrayé es que ningún artículo va firmado. ¿Por qué? Supongo que es una forma de dejar claro que quien informa es el ‘Economist’, con su línea editorial, y no tanto el periodista. Más o menos, esa fue mi respuesta.

 


Número uno de ‘The Economist’ (02-09-1843)

 

He contado todo esto porque esta semana es el propio ‘The Economist’ quien responde a esta pregunta. El semanario cumple 170 años y en el blog ‘The Economist explains‘ han decidido aclarar algunas de las dudas más comunes entre sus lectores. ¿Por qué se consideran un periódico? ¿Son de izquierdas o de derechas? ¿Cómo se eligen las portadas? ¿De dónde vienen los extraños nombres de los columnistas? Y la que respondí yo. ¿Por qué los artículos nunca van firmados? El ‘Economist’ se explica:

 

«El anonimato permite a muchos escritores hablar con una voz colectiva. Cada semana se discuten y debaten los editoriales en reuniones abiertas a todos los miembros de la redacción. Los periodistas a menudo trabajan juntos en los artículos. Y algunos están muy editados. En consecuencia, las informaciones son a menudo el trabajo del conjunto del ‘Economist’, más que de un único autor. La principal razón para el anonimato, sin embargo, es la creencia de que lo que se escribe es más importante que quién lo escribe».

 

Es más importante lo que se escribe que quién lo escribe. Deberían tenerlo en cuenta aquellos que deciden si un texto es bueno o no por la firma del columnista.

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