Vaya por delante que no pretendo herir sensibilidades ni quiero con este post frivolizar sobre un tema muy serio como son las enfermedades de transmisión sexual. Solo pretendo una reflexión sobre los ríos de tinta que están corriendo sobre lo que llamaré el cunnilingus a lo Douglas. Dos amigas periodistas me dijeron ayer que el tema de conversación/preocupación/pánico en sus redacciones fue la noticia de que el actor americano había desarrollado el cáncer de garganta, del que se ha recuperado, por el virus del Papiloma Humano, VPH. En dichas redacciones mis amigas me decían que la gente andaba, hablando mal y pronto, cagada de miedo porque a ver quién es el guapo/a que no ha practicado sexo oral en su vida… ¿verdad? Y a ver quién es el guapo/a que sólo ha tenido una o dos parejas en su vida… ¿verdad otra vez, no?
Y no es para no preocuparse, sobre todo si consideramos que el 80% de las mujeres en la treintena tienen este virus, según me comentó en su día mi ginecóloga. Y una gran mayoría de ellas ni lo sabe, porque aún no se ha manifestado en las revisiones habituales o porque simplemente, no van al ginecólogo. Cuando preguntas a tu alrededor sobre el virus sorprende la cantidad de gente que lo tiene, mucha más de lo que se pueda pensar. Hay que decir que existen distintas cepas de este virus y que no todas generan cáncer, en el caso de la mujer, de útero. También hay que decir que el hecho de tener el virus, aunque sea sus cepas agresivas, no significa que se vaya a desarrollar cáncer.
Mi intención no es hablaros de cómo se contagia o no este virus (aunque debiérais saber que el preservativo masculino sólo protege en un 70% de los casos). A mi lo de Douglas y el pánico que se está generando me ha hecho recordar lo que se vivió en los años ochenta con el Sida. A finales de los ochenta yo era voluntaria con enfermos terminales de Sida y es cierto que no existían ni retrovirales ni absolutamente nada, con lo que los enfermos me duraban, lo más, tres meses. Había pánico, lo que pasa que más reducido, porque el Sida se asociaba en sus inicios a unos determinados grupos de población…
Esto del papiloma me recuerda mucho la teoría de un amigo mío, que dice que con los niños y los padres existe lo que él llama la industria del miedo: se inculca miedo a los padres para que hagan según qué cosas para proteger a los niños. Pues esto es válido también para el sexo y resulta paradójico porque al mismo tiempo, vivimos en una sociedad sexualizada en la que todo te remite a esta cuestión.
A ver, hay que tener cabeza e intentar protegerse al máximo en las relaciones sexuales, pero lo que no se puede es dejar de vivir ni dejar de practicar el sexo oral. Me parece a mí, vaya. Porque si nos ponemos así, dejamos de fumar (los que fumen), de beber (los que beban), de comer según qué cosas (cada vez más), de respirar en las ciudades, de utilizar cosas de plástico, de coger el coche, de subir en aviones…
Porque de seguir aterrorizados con antiguos virus (y el papiloma lo es por mucho que ahora esté de actualidad) o con nuevos que puedan llegar y llegarán, de plástico serán nuestras vidas y de plástico será también el sexo. Ya lo es, de silicona o de látex, según preferencias, pero, ¿os imagináis tener que someter a un control exhaustivo al que llega a tu cama (o vida)? Tipo informe médico: táchese donde proceda Sida, gonorrea, sífilis, herpes genital, hepatitis A, hepatitis B, papiloma….
Más que echar un polvo parecerá la consulta del médico y fijo que cuando termines de rellenar el formulario se te habrán quitado las ganas. Chicos/ chicas: Seguid disfrutando del sexo, del genital, el oral o el que queráis. Con cabeza, por supuesto, pero no os dejéis arrastrar por la industria del miedo.