En octubre de 1991 comenzaron a establecerse las primeras tiendas provisionales del campo de refugiados de Dabaab, situado en la región nororiental de Kenya, a unos cien kilómetros de la frontera con Somalia. El flujo de refugiados no dejaría de crecer en los meses siguientes. La guerra civil en Somalia había provocado la caída del gobierno central encabezado por Siad Barre en enero de ese año. Las milicias de Mohamed Ali Farrah Adid consiguieron hacerse con el control de Mogadiscio, dando inicio a una serie de campañas en las que la capital cambiaría una y otra vez de manos.
La ACNUR -la agencia de la ONU que se encarga de los refugiados- planificó en aquellos meses convulsos la instalación de tres campos independientes en Dadaab con una capacidad para 90.000 personas. A la hora de establecer un campo de refugiados resulta primordial dividir los asentamientos para facilitar la gestión operativa de la vida diaria en un campo. Además, con esta división se trata de evitar que, en caso de epidemia, el contagio se extienda incontrolado afectando a toda la población del campo simultáneamente. Las obras de construcción de aquellos primeros asentamientos terminaron en junio de 1992.
En 2012 se cumplen por tanto 20 años de aquel primer asentamiento para los refugiados somalíes que huían de una guerra civil que dura desde entonces y que a día de hoy no parece tener un final próximo. Muchos somalíes han nacido y crecido en Dabaab, sin conocer otra vida que la precaria condición de refugiado.
El sistema de campos de Dadaab ha ido creciendo hasta convertirse en el mayor complejo de campos de refugiados del mundo. Se estima que cuenta ya con una población de más de 460 mil habitantes.
En los últimos meses, el flujo de refugiados somalíes no ha dejado de crecer. La sequía en el cuerno de África ha provocado la muerte de miles de personas y el desplazamientos de muchos miles más. Con una mayoría de población procedente de Somalia, en Dadaab viven también desplazados internos kenyanos y algunos procedentes de otros países africanos como Etiopía o la República Democrática del Congo. Según la ACNUR durante los peores meses de la sequía del pasado 2011, la cifra de refugiados que llegaban a Dabaab superó las 1000 personas diarias: en torno a 30 mil nuevos refugiados en junio, 40 mil en julio y 38 mil en agosto. Las dificultades afrontadas por la agencia de la ONU y las ONGs internacionales con presencia en Dadaab para atender las necesidades de esa afluencia masiva de refugiados han sido grandes. Además, en noviembre de 2011 se detectó un brote de cólera que obligó a redoblar los esfuerzos sanitarios para evitar que el contagio se multiplicase convirtiéndose en una epidemia. La crisis humanitaria es constante.
Las dimensiones de los campos de Dadaab y su emplazamiento cercano a la frontera con Somalia propician que la seguridad de los refugiados y de los cooperantes extranjeros que trabajan allí no sea todo lo adecuada que debería. Grupos de bandidos armados operan con una cierta impunidad a pesar de la labor del ejército kenyano, que trata de evitar que el caos medieval en el que está sumida Somalia infecte la región oriental del país. En octubre del pasado año dos cooperantes españolas que realizaban labores logísticas para la filial española de Médicos Sin Fronteras fueron secuestradas por un grupo armado. Se desconocen los detalles del secuestro. Las últimas informaciones publicadas afirman que la catalana Monserrat Serra y la madrileña Blanca Thiebaut seguramente se encuentran retenidas en algún lugar de Somalia. Se desconoce si el grupo que mantiene secuestradas a las dos cooperantes está negociando con las autoridades españolas y con Médicos Sin Fronteras el pago de un rescate a cambio de su liberación. Tanto MSF como las autoridades españolas aseguran que prefieren llevar el asunto con discreción por el bien de las cooperantes.
La población de refugiados somalíes en Dadaab, cerca del medio millón de personas, representa tan sólo una parte -en torno a la mitad- de la población somalí que ha salido del país en los últimos años. Se calcula que a día de hoy cerca de un millón de somalíes viven como refugiados en varios países africanos: en Kenya (algo más de 500 mil), en Yemen (unos 200 mil) y en Etiopía (180 mil). Un tercio de estos refugiados huyeron del país a lo largo de 2011, cuando la hambruna a la que nos referíamos antes vino a hacer insoportable una vida ya difícil debido a la situación de inestabilidad política y militar que vive el país. Se calcula que en torno a 1 millón 300 mil somalíes viven como desplazados internos en Somalia. En total más de 2 millones de somalíes -de una población total de unos 9 millones- se han visto, por tanto, obligados a abandonar el país. El número de desplazados internos también es elevado. Según ACNUR, casi medio millón de somalíes se concentran en los alrededores de Mogadiscio, con la esperanza de beneficiarse de la relativa protección que ofrece el gobierno provisional ayudado por las fuerzas militares internacionales. Los desplazados internos podrían ascender a más de un millón, concentrados sobre todo en el centro y el sur del país.
La Unión Africana mantiene desde 2007 una misión de paz en Somalia -la AMISON, compuesta sobre todo por tropas de Uganda, Burundi y Kenya- que no ha conseguido estabilizar el país, aunque ha evitado al menos que caiga el débil gobierno de Mogadiscio, acosado como está desde hace meses por las diversas milicias que se oponen a él. Etiopía, un actor clave en el conflicto, mantiene en estos momentos tropas en Somalia, con el objetivo primordial de evitar que las milicias, como Al-Shabad, logren hacerse con el poder.