Foto propia, Plaza Santa Ana, Madrid
Nunca pensé invitar a Federico García Lorca de cena, pero esta noche, esta misma noche, fueron desempolvados algunos versos gitanos, de duende y Granada, fueron desenterrados de una enorme biblioteca, que de duende y granada despiertan al genio que muere cuando amanece, que yace al desperezarse el alba. Y sí, mi querido Lorca, de cena con una familia extremeña. Se sustituye una Biblia por poesía cuando a un padre le da por declamar versos a todo pulmón: ¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. Y de un exabrupto, se abre paso en una cocina una luna gigantesca, que elegante y de romance, camina, ay luna, lunera, con tu polisón de nardos.
Esta luna no se emborracha con burbujas de cava, esta luna se come a besos una tortilla de patatas, porque a esta luna se le cae la baba con otra luna más pequeña y digerible. No ha sido seducida por la lujuria Freixenet, sino por otra redonda, amarilla y crateresca Selene que le ha dicho ‘cómeme, estoy hecha para ti’. La semejanza une, luna lunera, y los besos salados se resuelven mejor entre sueños de huevo y ‘papas’. Mientras que a la ensalada una voz de ángel canta: ‘verde que te quiero verde. Verde viento. Verde ramas‘. ¿Quién ha sido? Esta vez no era la luna quien hablaba…
Le hemos puesto, sin quererlo, una pajarita blanca al poeta de las cinco de la tarde, al poeta que canta jondo, poeta de palomas, poeta de lunas, de bodas de sangre, de juventud eterna, de Amor alado que un día paseaba por New York. Querido Lorca, leerte es tocar el cielo entre los dedos. Soñador infinito, creador de impresiones y de paisajes, de dibujos, de canciones, de la más ambiciosa locura. Querido amante de lunas y estrellas, leerte es volar hacia el cielo, it is to touch the sky. Tu obra, esta noche, está entre un regazo de rizos color fuego y cuelgan de las manos de una guerrera llamada Mérida. Poder abrazarte es palpar tus palabras. Porque contigo regreso, corro y vuelo. ¡Sueño de Navidad! Y sigo leyéndote un poco más…
El regreso
Yo vuelvo
por mis alas.
¡Dejadme volver!
¡Quiero morirme siendo amanecer!
¡Quiero morirme siendo ayer!
Yo vuelvo por mis alas.
¡Dejadme retornar!
Quiero morirme siendo manantial.
Quiero morirme fuera de la mar.
Corriente
El que camina se enturbia.
El agua corriente no ve las estrellas.
El que camina se olvida.
Y el que se para sueña.
Hacia…
Vuelve,
¡corazón!;
vuelve.
Por las selvas del amor no verás gentes.
Tendrás claros manantiales.
En lo verde hallarás la rosa inmensa del siempre.
Y dirás ¡amor, amor!,
sin que tu herida se cierre.
Vuelve,
¡corazón mío!
Vuelve.