Sí, hace unos siglos que de Liverpool salían barcos y se llevaban a los negros a Las Indias para probar la dureza de los látigos de los hacenderos y finqueros de credos cristianos varios. Corrió el tiempo y los negros trabajaron hasta la extenuación, incluso la Historia tuvo la oportunidad de ver cómo el mundo echaba una tupida cortina sobre el levantamiento de los negros de Haití, sí, esta misma Haití comida por los mismos dueños de la cortina y que hoy yace herida de muerte. (Ya estudiaremos luego si Haití es chica u hombre negro, para una mejor alusión).
Pasaron los tiempos y el temblor independentista sacudió África, que era una forma de que se hiciera patente el hecho de que los más fuertes supieron imponer a los suyos en las sillas africanas. Y empezamos a verlos pasar: Sekou Turé, Eyadema, Bongó, Bokassa y el último de ellos con más ínfulas, un socialista que fue hallado en un agujero de un zona desértica del Mediterráneo. Era la época del desmadre testicular, pues los salvajes que regían los destinos de los africanos, besados por las potencias de siempre, tenían que demostrar que eran hombres y más y, que gimieran las mujeres que hubieran; por ejemplo, Idi Amín legó al destino oscuro de su pantagruélica existencia 13 hijos. Eyadema tuvo menos, al menos en los registros oficiales, pero consiguió lo que deseaban todos, perpetuarse en el poder a través de la descendencia. Precisamente a eso iba el emperador Bokassa hasta que sufrió un vuelco y dejó que se conociera que en su palacio anduvo un tal Valery Giscard D’Estaing, quien compartía dos tesoros con el emperador: una de sus esposas y el metálico dinero que tenía guardado. O sea, fue la manera en que abrieron los grandes almacenes de África al mundo de los poderosos de todo el mundo, un hecho que continúa hasta hoy.
Pasaron otros días, se mantuvieron las puertas abiertas y de la boca de los que estaban en la silla empezaron a salir sapos y culebras contra el colonialismo y contra los países que comían a los africanos e impedían el progreso de África. Masie Nguema Biyogo Ñegue Ndong, por ejemplo, soltó imperiales burradas hasta que fue mortalmente apartado por las huestes de Obiang Nguema. Dijeron y siguieron diciendo tantas sandeces que sonaban como verdades de salón que ahora mismo no entendemos lo que dicen cuando están acurrucados en un rincón de la capital de los Estados Unidos de América esperando que se les ponga en la mano la sopa de malanga para aguantar el hambre y el jet lag mientras se les pone el video de sus mentiras. No sabríamos decir lo que contarían de si mismos para ser tan sumisos, siendo, además, tan poco atentos a las necesidades de su continente. Ah, tampoco sabríamos adivinar lo que les diría el “negro” de Pilar Manjón, pues nos estamos convenciendo de que será un hombre que se quedará sin palabras dentro de nada.
En fin, si alguna vez tuvimos dudas de que estábamos vendidos, ahora sí se confirma que sobre nuestras cabezas ya se ha puesto precio. Quedamos a la espera del mejor postor.
Barcelona, 5 de agosto de 2014