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Mientras tantoDe Jimmy Hogan: Un pionero del fútbol

De Jimmy Hogan: Un pionero del fútbol


En pocos ámbitos se puede trazar una línea tan clara de un antes y un después como en el del fútbol con respecto a la influencia que ha ejercido en el juego y su percepción el invento tecnológico de la televisión. En la era de las repeticiones ultra lentas, de 14 ángulos por jugada y de horarios matutinos demenciales es difícil concebirlo, pero por allá por los años en los que los balones estaban hechos de cuero puro y la mayoría de los jugadores eran amateurs, el fútbol, lejos de ser una mega industria, era un experimento deportivo sin raíz alguna fuera de las islas británicas. Eran los primeros años del siglo XX, época en la cual un puñado de pioneros salieron al mundo, cual discípulos evangelizadores, a esparcir la cultura del deporte más hermoso del mundo.

 

Jimmy HoganUno de aquellos aventureros fue Jimmy Hogan, un atacante cuya trayectoria por el fútbol inglés lo hizo pasar sin pena ni gloria por equipos como el Burnley, el Fulham y el Bolton durante la infancia del siglo XX. Eso fue antes de que partiera hacia Europa Central a principio de los años ’10, donde, ahora como entrenador, dejaría su marca y pasaría a la historia. Todo empezó con una gira de verano con el Bolton que llevaría al equipo a Dordrecht en Holanda para destruir al once local. El Dordrecht buscaba a un entrenador inglés y Hogan, al enterarse, se hizo con las riendas del combinado.

 

Fue, sin embargo, la fortuna de contactar con Hugo Meisl poco tiempo más tarde, la que lo llevaría a entrenar al Amateurs de Viena (que luego se convertiría en el Austria), durante la primera edición de la liga austriaca en 1911. Junto a Meisl, Hogan entrenaría al combinado imperial para las Olimpíadas de 1916, hasta que La Gran Guerra estalló y el evento se suspendió. Pero las primeras semillas de lo que vendría a conocerse como el estilo del Danubio habían sido sembradas.

 

La Primera Guerra Mundial sorprendió a Hogan en Viena, y el inglés fue encarcelado inmediatamente. Sin embargo, en 1916 el presidente del MTK Budapest, el célebre Alfred Brüll, consiguió procurar una dispensa para el traslado de Hogan a Budapest, donde este entrenaría al que se convertiría en el equipo dominante de la época en Hungría, sufriendo apenas una derrota en su camino a los campeonatos de 1917 y 1918.

 

Según cuenta la leyenda, Hogan volvió a Inglaterra tras el final de la guerra y se reportó en las oficinas de la Federación de Fútbol, la cual había establecido un programa de ayuda de £200 para sus miembros que se encontraran en dificultades a causa del conflicto. Tachado de traidor, lo único que Hogan recibió de manos de la federación fueron tres pares de medias y el desprecio de Francis Wall, secretario de la FA, quien le aseguró que eran del mismo estilo que las que enviaban a los soldados en el frente durante la guerra, y que ellos siempre se habían mostrado agradecidos.

 

 

Hogan se marcharía a Suiza donde entrenaría al Young Boys de Berna entre 1918 y 1920, consiguiendo el campeonato ese último año. De hecho, la reputación de Hogan fue tal que la federación lo puso a cargo de seleccionar y entrenar a los jugadores del combinado nacional que jugaban en su liga regional para los Juegos Olímpicos de 1924 –aquellos famosos juegos en los que el fútbol se robó la atención mundial, cuando la selección uruguaya, posiblemente la mejor del mundo en aquel momento, venció a la suiza en la final del torneo. Hasta hoy, sigue siendo la única medalla que la selección Suiza ha conseguido en el fútbol mundial, gracias, en parte, al trabajo de Hogan (junto a Teddy Duckworth y Dori Kürschner).

 

Tras las Olimpiadas de París de 1924, Hogan entrenó al Lausanne Sport por una temporada, antes de volver al fútbol austro-húngaro con el MTK, a quien entrenaría entre 1925 y 1927, participando en la primera temporada de la era profesional en aquel país, en la que los equipos de Budapest y los del interior del país finalmente participaban en un campeonato conjunto. Para entonces, Hogan estaba listo para una nueva aventura, y partió hacia tierras teutonas, donde entrenó al Dresden SC por cuatro temporadas. Allí conseguiría tres títulos regionales, aunque nunca llegó a una final nacional. Era 1932, y los vientos que soplaban en Alemania auguraban ciertas borrascas y turbulencias. Hogan, veterano ya de una encerrona, partió de nuevo, esta vez hacia París, donde se puso a cargo del Racing Club de Paris. Al final de la temporada de 1933 Jimmy Hogan conseguiría un nuevo título, el quinto en más de veinte años de trayectoria. Pero su más gran logro aún estaba por llegar.

 

En colaboración, una vez más, con Hugo Meisl, a quien siempre fue allegado, Hogan se puso al mando de la selección amateur de Austria, preparándola para los Juegos Olímpicos de 1936. De vuelta en Inglaterra desde el ’34, Hogan tomo el mando de la selección hermana del Wunderteam austriaco, con la intención de llevarse el oro olímpico que tres oliampíadas atrás le había denegado la proeza uruguaya. También esta vez el rival en la final sería demasiado potente para los muchachos de Hogan, quienes cayeron derrotados en la final frente a la Italia de Vittorio Pozzo.

 

Más allá de su impresionante currículo, Hogan era un individuo apasionado por el deporte con una personalidad obsesiva que lo llevó, no solamente a practicar exitosamente el fútbol, sino a impartir charlas, conferencias, lecciones en cada uno de los países en los que trabajo por la mayor parte de tres décadas. Partícipe de la primera liga amateur en Austria y de la primera profesional en Hungría, su filosofía fue impartida y discutida frecuentemente en fueros en Alemania, en Holanda, en Suiza. Es por ello, más que por cualquier título, que Jimmy Hogan sigue siendo, hoy en día, una de las figuras más trascendentales en la historia del fútbol.

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