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De la barbarie y otras barbaridades guineanas

 

No sabemos si barbarie y barbaridad tienen nexos semánticos tan fuertes para creer que son de la misma raíz. Pero lo que sabemos es que en Guinea hay barbarie y lo que ocurre es una barbaridad. Qué barbaridad, por Dios. Y esto ocurre cuando los cientos de guineanos que lograron formarse después de la ascensión del que fue el primer presidente de la Guinea independiente, el finalmente fusilado Francisco Masié, están mirando como si el tema les cogiera de lejos.

 

Este hombre, que si descansa no lo hace en paz, y gracias a Dios que somos muchos los que creemos que de la muerte no queda nada más que en la memoria de los vivos, heredó un país que vivía del cacao. No era una persona de muchas luces, incluso se cree que perdió la cordura una vez instalado en la silla que abandonaron los gobernadores militares que lograron abrir caminos a base de látigos. Estamos hablando de Macías. Pues ocurrió que al bicho ese, y que descanse en paz si los muertos descansan, se le ocurrió echar de su nueva república a los nigerianos que trabajaban el cacao. Y era un plan macabro, porque no quería que los extranjeros atestiguaran la barbarie que iba a instalar en el país. Los echó con cajas destempladas y difundió la noticia de que era muy fuerte y que estaba protegido por la brujería de sus ancestros. Y le creíamos la mentira. Pero pese al poder de la brujería aquella, no había apenas nada que comer, en contra de que las tierras guineanas seguían siendo fértiles. Y el país casi cierra sus puertas, con el infame presidente entregado a la contemplación de sus tonterías étnicas.

 

Fue a partir de aquella fecha en que se sembró la inútil idea de que con la ciencia negra de los africanos se podía llevar un país. Seguimos con esta tontería hasta que subió a la silla un teniente coronel que había pasado por la academia militar de Zaragoza. Hoy lleva ceñido el fajín de general y está asentado en la triste y ridícula idea de que su brujería es poderosa para ayudarle a mantener el poder. Estamos hablando de Obiang Nguema. Este hombre es el típico acomplejado que permite que los nativos de Estados Unidos puedan entrar en Guinea sin visado y en 10 años ha gastado en este país una cantidad superior a lo que destina en el suyo a la educación, a la sanidad y al medio ambiente. Regala este dinero con el oscuro objetivo de que hablen bien de él, pensamiento concurrente con el hecho de que para que los guineanos pongan un pie en cualquier aeropuerto de los Estados Unidos tienen que rellenar un largo cuestionario y desembolsar una cantidad equivalente a un cuarto de lo que cobran los maestros en concepto de visado. Este hecho se enumera para que se entienda claramente que difícilmente pueden ir los guineanos a hablar bien de su presidente, pues no es tan fácil. ¿Se entiende? Tienen que ser forzosamente otros.

 

Es esta la actualidad guineana, aderezada por el hecho de que el submar guineano está repleto de petróleo, y el mismo se ha conseguido convertir en dólares y en euros gracias al esfuerzo económico y tecnológico de empresas de Estados Unidos. El oro negro se aspira con la ciencia contemporánea y se vende al mejor postor, o al único, The State, y los dueños del dinero y de la maquinaria le dan a Obiang lo que le dan la gana y, además, le exigen el desembolso antes mencionado. Con lo que le sobra, una millonada, y con lo que consigue ganar porque los países ricos le dejan moverse para hacer negocios prohibidos, y esto porque está amparado por los pasaportes rojos que mandó imprimir, este hombre se ha asentado en el cuello de todos los guineanos y comete y consiente tropelías miles.

 

Y lo peor, lo que parece gracioso, es que ha difundido la idea de que está donde está por la fuerza ancestral de la brujería fang que heredó de… Si Macías fue fusilado como un perro. Es decir, para los guineanos que no saben leer ni escribir, entre ellos un hermano suyo llamado Armengol, con fajín de general, Obiang Nguema está donde está porque su brujería es fuerte. Y nos quiere hacernos creer a los que siempre quisimos aprender a leer y a escribir que es gracias a la fuerza de esta brujería que obtiene los dineros y delinque a la vista de todos los guineanos que le ríen las desgracias. Para los crédulos guineanos, el dinero del petróleo no es nada, lo de que su mujer tenga el negocio exclusivo de confeccionar todos los uniformes escolares del país, tampoco, que puedan cobrar un impuesto a todos los trabajadores para esta cosa que llama partido democrático tampoco es nada, lo importante es un semiser que tienen guardado en ellos saben dónde y esto ¡les permite delinquir! Es decir, para creer en mi propia mentira mato o mando matar a un hombre y hago conjuro con su sangre, pero vivo de la extorsión pura. ¿Nadie pregunta cómo una brujería tan poderosa sólo permite a sus devotos delinquir?

 

Queridos guineanos que habéis hecho más de cinco años en una universidad, y que todavía habláis de Guinea Ecuatorial y de su triste destino en vuestros tiempos libres. No vamos a citar nombres, esperemos que Samuel Mba Mombé,  Celestino Okenve, Fernando Abaga, Wenceslao Mansogo, José Luis Nvumba os cite a todos: Os tenemos que recordar una cosa: París, la sede de la UNESCO, está a cinco horas de la capital de la Guinea Ecuatorial. O sea, a sólo cinco horas de avión de la ciencia demostrable. Si no pensamos en Guinea en términos racionales, dentro de unos años, cuando la tontería montada por Obiang y consentida por varios de nosotros se venga abajo, no encontraremos nada, absolutamente nada en Guinea Ecuatorial. Pero no estamos hablando en términos estrictamente materiales, económicos, o dinerarios, sino en humanidad. Basta ya de leer los asuntos guineanos en términos electorales, como si todavía quisiéramos ayudar a los delincuentes a creer sus fechorías. Es urgente en Guinea poner los cimientos para empezar a sembrar en términos estrictamente humanos.

 

Regodearnos en la contemplación de las veleidades políticas de unos cuantos arribistas es dar el estoque final a la destrucción del mínimo rastro de humanidad africana que todavía queda entre nosotros. Creemos que todos los que saben leer también tienen oídos para oír.

 

Barcelona, 2 de octubre de 2012

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