¿Qué tiene que ver la economía con el derecho al aborto? Mucho. ¿Y el avance del capitalismo, el control de la natalidad y la caza de brujas? También. Ocurre que no nos lo enseñaban en la escuela. Por eso la obra de la escritora feminista Silvia Federici resulta tan útil para entender cómo el sistema capitalista se afianza desde sus orígenes sobre la explotación de las mujeres, a las que se les privó de sus espacios de conocimiento, como las plantas medicinales y la autonomía en la concepción y el parto.
En su obra Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Federici describe ese proceso que tuvo lugar entre los siglos XV y XVII, esto es, en paralelo a la constitución del sistema capitalista. La autora italiana retoma lo que Marx llamó acumulación primitiva -los cercamientos de tierras que privatizaron tierras hasta entonces comunales y el saqueo de los recursos de América-, para añadir un tercer pilar fundamental a ese despojo originario: el sometimiento de las mujeres, su domesticación. Despojadas de sus saberes, las mujeres quedan relegadas al trabajo doméstico, devaluado y caracterizado como no-trabajo en las sociedades capitalistas, en las que sólo se valora socialmente el trabajo recompensado con un salario. Y sin embargo, ese trabajo doméstico, de crianza y cuidado es absolutamente fundamental para el desarrollo capitalista: como subraya Federici, la cadena de montaje empieza en la cocina de una casa cualquiera.
Las mujeres son las productoras de la mercancía más importante y sustancial del sistema capitalista: la fuerza de trabajo. Por eso, afirma la escritoria italiana, era necesario controlar sus cuerpos, eliminar las vías contraceptivas o abortivas por las que las mujeres controlaban la reproducción. El Estado capitalista, con la ayuda inestimable de la Iglesia, toma el control del cuerpo de las mujeres. “Sus úteros se transforman en territorio político controlado por los hombres y el Estado: la procreación fue directamente puesta al servicio de la acumulación capitalista”, escribe Federici en Calibán y la Bruja. “Las mujeres mismas se convirtieron en bienes comunes”.
Las mujeres no iban a permitir pasivamente que se las arrinconase así. En Europa, y después en la América invadida por los europeos, fue necesario un brutal genocidio dirigido contra las mujeres sólo comparable al que se practicó contra los nativos americanos. Hablo de la caza de brujas, que se produjo entre los siglos XV y XVIII, con especial intensidad entre mediados del XVI y del XVI, precisamente los años decisivos para la consolidación del capitalismo en ciernes. Aunque se trata de un capítulo olvidado en la historia que escribieron los vencedores de la sociedad patriarcal, los estudios de que disponemos apuntan a que murieron en la hoguera cientos de miles de mujeres acusadas de brujas; también, varones considerados herejes, aunque la amplia mayoría de las víctimas fueron mujeres. Cientos de miles de mujeres. Tal vez millones, apuntan algunos autores.
Mujeres a las que había que domesticar, para colocarlas en el lugar que la alianza entre patriarcado y capitalismo les tenía reservados. Se acusaba a la bruja de herrejía o de copular con el Demonio, pero su verdadero delito era ser curandera, partera, desobedecer a su marido, escoger vivir sola o rebelarse contra los cercamientos de campos que expulsaban a los campesinos de sus tierras y los empujaban a la miseria de las ciudades.
Mientras tanto, la familia se va transformando hasta configurarse en un espacio privado que es, dice Federici, la institución más importante para la apropiación y el ocultamiento del trabajo de las mujeres. Una invisibilización que pasa por el disciplinamiento del cuerpo femenino, de forma mucho más hostil que sobre el cuerpo de los varones. La mujer enfrenta, aún hoy, restricciones sociales muy opresivas no sólo en lo que tiene que ver con sus derechos reproductivos y con su sexualidad, sino también con la estética. El cuerpo de las mujeres es un campo de batalla: la buena noticia es que cada vez más nos damos cuenta de ello.
Ahora que en España la ultra-represiva ley de Alberto Ruiz-Gallardón ha vuelto a colocar en el debate público en torno al derecho de las mujeres al aborto libre, vale la pena volver sobre Federici para entender el por qué de esa virulencia estatal contra los derechos de las mujeres sobre sus propios cuerpos, no sólo en España, sino en la amplia mayoría de los países del mundo. Lo que el derecho al aborto pone en juego va mucho más allá de una cuestión de moral o fe católica: el Estado capitalista necesita controlar la producción de la mercancía fuerza de trabajo; el sistema patriarcal necesita mantener bajo su yugo el cuerpo de las mujeres. Porque, si nos apropiamos de nuestro propios cuerpos, adiós patriarcado. Tu cuerpo, mujer, es el campo de batalla.
Más sobre la obra de Silvia Federici:
Entrevista con Silvia Federici en Números Rojos
“Crisis doméstica/reproductiva permanente”
“La construcción del patriarcado capitalista”
“La cadena de montaje empieza en la cocina”