Los orígenes del fútbol organizado continental, fuera de las islas británicas, se remonta a finales de los años ’20 cuando la cuenca del Danubio, los vínculos forjados por un imperio tricentenario que apenas tenía una década extinto, y la determinación de un hombre singular, Hugo Meisl, hicieron posible el primer impulso de profesionalización, no solo a nivel nacional en la Austria natal de Meisl, pero también a nivel internacional con la creación de la Copa del Dr. Gerö (de selecciones) y la Copa Mitropa (de clubes), ambas fundadas en 1927.
Las únicas federaciones que para aquel entonces habían dado el paso a crear ligas profesionales de fútbol en el centro de Europa eran la de Austria (1924), la de Checoslovaquia (1925), y las de Hungría y Yugoslavia (1927), por lo que la primera Mitropa constó de dos equipos de cada uno de estos países. La superioridad de los combinados austriacos y checos quedó reflejada en la final, disputada entre el Sparta de Praga y el Rapid de Viena. Eran los días previos, hasta ahora, a la edad de oro del fútbol austriaco, aunque en aquel Rapid ya figuraba Roman Schramseis y Pepi Smistik, mítico medio centro del Wunderteam de los ’30 y titular de la selección hasta el mundial de 1934, así como Franz Weselik y el controversial Johann Horvath, figuras periféricas de aquel once nacional, que en el club verdiblanco se combinaban todavía con grandes nombres de la época amateur, como lo eran “Ferdl” Wesely, especialista de tiros libres, Leopold Nitsch, el capitán, y Karl Wondrak.
La copa, sin embargo, se quedaría con el Sparta, entrenado por uno de los pioneros del fútbol escocés, John Dick, tras asegurar un enfático 6-2 en el partido de ida con dos goles de Adi Patek, jugador austriaco, irónicamente, y dos más de Josef Silny, figura fundamental de la selección checoslovaca que en 1934 llegaría la final de la Copa del Mundo. La vuelta en Hohe Warte resultó ser poco más que académica, a pesar del enfado de los fanáticos del equipo local, que apenas consiguió vencer por 2-1 a los checos—un resultado que no alcanzaba ni siquiera para albergar esperanzas.
El Rapid volvería a figurar en la final de la Mitropa un año más tarde, a pesar de perder el título nacional por segundo año consecutivo contra el Admira del jovencísimo delantero Anton Schall, uno de los jugadores más explosivos de la época. En esta ocasión, el rival del Rapid sería el Ferencvaros, máxima potencia histórica del fútbol húngaro, que además venía de demoler al Belgrado OFC por 0-7 y 6-1 en ida y vuelta, y de eliminar al propio Admira con victoria a domicilio 1-2 y en Budapest 1-0.
Aquel Ferencvaros contaba con los servicios del central Márton Bukovi, quien luego se convertiría junto a Gusztáv Sebes y Béla Guttmann en uno de los pioneros del sistema de juego de los magyares mágicos, así como con el delantero József Takács, uno de los jugadores más importantes de Hungría a lo largo de los años 30, máximo goleador de aquella Mitropa con 10 tantos y máximo goleador de la liga húngara en cinco ocasiones (1926, ’28, ’29, ’30 y ’32), Willy “el cañón” Kohut, futura estrella del Olympique de Marsella y miembro de la selección Magyar que disputaría la final de la Copa del Mundo de 1938 contra la Italia de Mussolini, y “Emilio” Berkessy, medio centro que entre 1934 y 1936 jugaría para el Barcelona.
En la final del ’28 al Rapid le sucedió lo que le había acontecido ante el Sparta un año antes, pues el Ferencvaros consiguió una victoria contundente en Budapest, de mano de un triplete de Takács y dos goles del “cañón” Kohut, resultando en un 7-1 que difícilmente podría rescatarse en la vuelta. Por lo tanto, por segundo año consecutivo la Mitropa terminó en el estadio de Hohe Warte, con una derrota para el equipo campeón, pues el 5-3 a favor del Rapid era suficiente para coronar a un Ferencvaros que se establecía como uno de los equipos más fuertes de la época con tres títulos de liga húngara consecutivos, dos Copas de Hungría y una Mitropa en tres temporadas. Los años de gloria del Ferencvaros se extenderían hasta la llegada de la Segunda Guerra Mundial, con títulos de liga en 1932, ’34, ’38, ’40 y ’41, de copa en 1933, ’35, ’42, ’43 y ’44, y otra Mitropa en 1937.
Pero antes de eso llegarían los cambios de 1929, tras uno de esos enfrentamientos que constantemente se anidan en los Balcanes, que en esta ocasión resultó en el daño menor de redireccionar las tarjetas de invitación a la Mitropa hacia latitudes más alpinas, y que, por lo tanto, significó la primera participación de combinados italianos, la Juve y el Genova, en la competencia, los cuales reemplazaron a los yugoslavos.
En esta ocasión le tocaría el turno de brillar al Ujpest húngaro, de la mano de Stefan Auer, uno de esos curiosos casos de jugadores de nacionalidades múltiples (en su caso rumano y húngaro) que pudieron jugar con varias selecciones durante su vida. Los 10 goles de Auer en la Mitropa del ’29 le valieron para ser máximo goleador del torneo y para ayudar a su club a superar al sempiterno Rapid en el partido de desempate de la semifinal, que terminó 3-1 tras la prórroga. La final, por lo tanto, enfrentaría al Ujpest de Auer y de los famosos hermanos Fogl, dos fornidos defensas que formaban la llamada “Puerta de los Fogl”, ante un Slavia de Praga que se convertiría en el equipo dominante del fútbol checoslovaco hasta que fuerzas mayores, las de Hitler, concretamente, pudieran hacer algo al respecto. Aquel Slavia monumental contaba ya entre los tres palos con “la Pantera de Praga”, Frantisek Plánicka, quien, junto con la tripleta de atacantes, Frantisek Junek, Frantisek Svoboda y Antonin Puc formarían el núcleo de un equipo que ganaría la liga checoslovaca en 1929, ’30, ’31, ’33, ’34, ’35 y ’37, y que, en definitiva, constituiría la piedra angular de la selección finalista de la Copa del Mundo de 1934.
Toda esa historia por venir, sin embargo, no le bastó al Slavia en 1929, bajo el mando desde 1905 del entrenador escocés John Madden, para vencer a su homólogo húngaro, que aprovechó el partido de ida en Budapest para conseguir una ventaja de 5-1 que luego, en Praga, fue insalvable.
Los elementos que dominarían el fútbol europeo por la próxima década estaban ya en su lugar: la Mitropa vendría a ser dominada por equipos vieneses en los próximos años, mientra en Hungría el Ujpest y el Ferencvaros desarrollaban una rivalidad comparable solo con la del Sparta y la del Slavia en Praga. Italia, por su parte conseguiría hacerse con los máximos honores mientras todo el mundo se ocupaba de alguien más, sobre todo porque en aquella época Alemania no figuraba, así que el fútbol seguía siendo un juego de once contra once en el que el desenlace era una incógnita. Pero eso pertenece a lo que relataremos la semana que viene. Hasta entonces.