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Mientras tantoDe la Copa Mitropa, precursora de la Champions, parte II

De la Copa Mitropa, precursora de la Champions, parte II


 

La semana pasada hablábamos de la Copa Mitropa, sus comienzos de la mano de Hugo Meisl, la gran rivalidad entre equipos húngaros, checos y austriacos, y la entrada a la competición de los combinados italianos, que sustituyeron a los yugoslavos tras la crisis constitucional que se vivió en el reino pan-eslavo tras el asesinato de Stjepan Radic en 1929. Con la nueva década, la de los 30, llegó también, casi de golpe, un vendaval futbolístico como pocas veces antes se había visto: el del Wunderteam austriaco.

 

Siempre bajo la tutela de Hugo Meisl y con la influencia de Jimmy Hogan, Austria se convirtió en una potencia futbolística, alzándose con la Copa Internacional de 1931-32, perdiendo en el Mundial de Italia de 1934 contra los anfitriones en circunstancias controvertidas, y perdiendo, de nuevo, aunque esta vez con un equipo de amateurs, en los Juegos Olímpicos de 1936 contra el mismo rival. También en la Mitropa los clubes austriacos llegarían a dominar durante la primera mitad de los años 30, hasta que el Anschluss puso un trágico final a esto, como a muchas otras cosas mucho más importantes que el fútbol.

 

Meazza, 1930Ya en 1930, el Rapid, finalista en dos ediciones previas, conseguiría, finalmente, alzarse con el título, tras derrotar en la final y la semifinal al Sparta y al Ferencvaros, con los que había perdido en las finales de 1927 y ’28 respectivamente. Aquella edición de la Mitropa, sin embargo, resaltaría por la actuación de un jovencísimo Giuseppe Meazza con el Ambrosiana (hoy en día el Inter de Milán), equipo que logró eliminar tras dos encuentros de desempate al campeón vigente, el Ujpest de Budapest, antes de caer derrotado por el Sparta en la semifinal. El campeón checo, por su parte, se había hecho de los servicios del delantero belga, Raymond Braine y había descubierto en su cantera el talento del jovencísimo Oldrich Nejedly, mientras que el refuerzo más destacado del Rapid con respecto a años anteriores era la incorporación a su zaga de Karl Rappan, inventor, años más tarde, del famoso verrou.

 

Por primera vez en 1931 el campeón vigente no pudo optar por retener el título, pues el Rapid quedó tercero en el campeonato austriaco y fue eliminado en la Copa. Sin embargo, los representantes vieneses, el First y el Viena AC, desempeñaron un gran papel, enfrentándose entre sí en la final del torneo. La victoria, en definitiva, fue para el First de Viena, que contaba con una defensa férrea coordinada por Karl Reiner y Josef “Pepi” Blum, y un medio campo orquestado por el altamente creativo Fritz Gschweidl, tres partes fundamentales del Wunderteam austriaco. También el Viena AC, equipo desaparecido desde los años 70, contaba con figuras importantes, como el portero Rudi Hiden y el robusto central Karl Sesta, un antiguo luchador que por años formaría parte del combinado nacional de fútbol, además de dos goleadores importantes en las figuras de Heini Hiltl y el alemán Josef Heinke.

 

Pero en definitiva la experiencia del First se impuso en una final cuyo primer enfrentamiento, curiosamente, se jugó en Zurich, antes de que los del barrio de Döbling deleitaran a su público en el Hohe Warte vienés. Ese mismo First, con Rainer, Blum y Gschweidl terminaría segundo en el campeonato austriaco en 1932 y se enfrentaría al Bolonia en la final de la Mitropa, gracias a un insólito detalle burocrático: tras eliminar al Ujpest en primera ronda, el First se encontró con el subcampeón italiano, el Bolonia de Angelo Schiavio y los uruguayos Fedullo y Sansone, en la semifinal, el cual pudo proteger una ventaja de 2-0 conseguida en el partido de ida en Italia para clasificarse a la final.

 

Los favoritos del torneo, el campeón italiano, Juventus, y el campeón checoslovaco, Slavia, se enfrentaban en la otra semifinal. Pero la atmósfera en los dos encuentros entre estos equipos fue de agresión extrema y ya en el enfrentamiento de ida, el interior del Slavia, Vlastimil Kopecky, anotaría dos goles antes de cambiar disciplinas y enfrentarse en duelo directo a su marcador, Mario Varglien. También el entrenador del Slavia se involucró en las broncas y arremetió en contra del propio Varglien. En el minuto 81 el jugador argentino, Renato Cesarini, un mediocampista exquisito, mostró también habilidad en el boxeo, noqueando de un golpe a Antonin Puc. Cesarini fue expulsado y recibió una multa de 2000 liras, al Slavia le fue otorgado un penalti, y el encuentro terminó 4-0 a favor de los locales.

 

Pero aún quedaba el partido de vuelta, a disputarse cuatro días más tarde en el Comunale de Turin. La prensa nacionalista de ambas partes creó tal revuelo que el enfrentamiento se convirtió en un asunto de honor nacional. Los camisas negras italianos se vieron obligados a proteger a los jugadores del Slavia, en peligro de linchamiento. Durante el encuentro volaban proyectiles de todo tipo sobre el Comunale, específicamente en el área en la que se encontraban los checoslovacos. La Juve, con jugadores de altísima categoría, como el guardameta de la nacional, Gianpiero Combi, el propio Cesarini, los argentinos Raimundo Orsi y Luis Monti o el brasilero Pedro Sernagiotto, logró recortar el déficit con dos goles en la primera parte, pero tan pronto comenzó la segunda mitad Frantisek Planicka recibió una piedra en la cabeza que lo dejó colapsado por un cuarto de hora. El Slavia se rehusó a continuar el partido y obligó el abandono del mismo, lo cual, bajo los estatutos de la época, estaba penalizado con una derrota por tres goles en contra. Bajo este precepto, el Slavia ha debido clasificarse a la final con un agregado de 4-3. Pero el comité de la Mitropa resistió esta posibilidad, a pesar de que organizar un encuentro de desempate en un terreno neutral resultó imposible, con lo cual la decisión consistió en coronar campeón al ganador de la otra semifinal. Fue así como el Bologna se convirtió en el primer equipo italiano en ganar la Mitropa, y el First, técnicamente, en el quinto finalista austriaco en seis años. 

 

En los años siguientes surgiría el mito del “hombre de papel”, el formato de la competencia cambiaría, y los italianos de Mussolini desempeñarían un rol fundamental. Eso es lo que contaremos la próxima semana. 

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