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Mientras tantoDe la Danish Dynamite y el milagro de la Euro 92

De la Danish Dynamite y el milagro de la Euro 92


 

De principio a fin, febrero fue un mes de despedidas y recuerdos, de nostalgias y tributos que nos han remitido a algunos de los momentos más emotivos del fútbol en los últimos 20 años. La partida de Richard Moller Nielsen el día 13 de febrero nos ha servido como excusa para revisitar uno de los combinados más explosivos de todos los tiempos: la Dinamarca de los años ’80.

 

Moller Nielsen, zaguero del Odense danés entre 1955 y 1962, inició su carrera como entrenador inmediatamente después de su retiro como jugador, pasando, entre otros, por las filas del poderoso Ejsberg y del propio Odense, con el que conquistaría los primeros dos títulos de liga del club en 1977 y 1982, además de conseguir una Copa de Dinamarca en 1983. Era aquel el comienzo de la era de oro del fútbol danés, de la Dinamita Danesa, uno de los combinados más exquisitos en la historia del fútbol europeo, que, como suele suceder, no llegó a ganar nada.

 

Espontánea y repentinamente, como las anófeles alrededor de un plátano maduro, surgió en Dinamarca entre finales de los ’70 y comienzos de los ’80 una generación de jugadores tan extraordinaria que a los daneses no les quedó más alternativa que tomar el fútbol en serio. Liderada por el espeluznante ritmo del pequeñísimo Allan Simonsen, Balón de Oro de 1977 con el Borusia Mönchengladbach antes de unirse a las filas del Barcelona en 1979, aquella Dinamarca contaba con los servicios de Morten Olsen, el líbero por excelencia y actual técnico de la selección, del exquisito Frank Arnesen, ganador de la Copa de Europa con el PSV en 1988, del tenaz Soren Lerby, el constante Jan Molby, el letal Preben Elkjaer y, por supuesto, del inigualable Michael Laudrup, con quien Elkjaer formaba una línea de ataque tremenda. Todo un derroche de habilidad técnica que, sin embargo, se dio de frente con la ausencia de tradición futbolística en un país que generalmente se toma en serio muy poco, aparte de su odio por los alemanes.

 

Lo cual es irónico, porque al mando de este borbotón de talento se encontró, a partir de 1979, el alemán Sepp Piontek, uno de esos teutones que lo que carecen en simpatía lo intentan resarcir con franqueza, sequedad y eficacia. Piontek, conocido como “el alemán recio”, estuvo al mando de la selección danesa por más de diez largos y a menudo turbulentos años, en los que consiguió tallar un nicho en el lore del fútbol mundial con una selección que nunca antes había figurado. Dinamarca clasificó a la Eurocopa de 1984 tras dictar una cátedra a la Inglaterra de Robson en Wembley que quedó disfrazada de digna con un 0-1, y sólo pudo ser eliminada en la semifinal de aquel torneo en la última tanda de penaltis que habría de favorecer a España antes de que quedara decretada aquella maldita maldición de los cuartos.

 

Sería la mejor participación de Dinamarca en competición alguna, hasta el milagro de la Eurocopa de 1992, y, visto con la fría mirada de un critico alemán, por ejemplo, en realidad los años de gloria del fútbol danés fueron menos de los que su preciosa habilidad ameritaban. El sueño de toda una nación quedó hecho trizas en México en 1986 a manos, principalmente, del Buitre Butragueño cuyos cuatro goles sirvieron de bala de plata para sepultar a los rojiblancos en la segunda ronda del Mundial. Dinamarca clasificaría a la Euro 88, pero el equipo ya no era el mismo y un grupo despiadado en el que se enfrentaron a Alemania, Italia y España los vio eliminados sin conseguir siquiera un punto. El cuento de hadas parecía haber terminado

 

Y todo esto, ¿qué tiene que ver con Richard Moller Nielsen? Pues todo, porque contra cualquier tipo de pronóstico el hada madrina resultó ser el propio Nielsen.

 

Después de diez años en el Odense, Nielsen se incorporó al seleccionado nacional, tras haber actuado en paralelo como entrenador de la sub-21 desde 1980, perfilándose como el asistente de Piontek a partir de 1987. La desilusión de no poder clasificar al mundial de Italia 90 desembocó en una controversia, no del todo deportiva, que finalmente culminó con la destitución de Piontek, quien partió a Turquía, donde las condiciones fiscales eran tremendamente más favorables que en Dinamarca. La buena experiencia de los daneses con el técnico alemán, sin embargo, hizo que la federación buscara reemplazar al recio con otro técnico extranjero. El destino no lo quiso, y terminó siendo Nielsen el que se hiciera cargo de la nacional para el período de clasificación de la Eurocopa de Suecia 92.

 

El grupo de Dinamarca apuntaba desde el primer momento a un enfrentamiento cara a cara entre los vikingos y la selección yugoslava, pero un empate ante Irlanda del Norte en el segundo partido de la fase clasificatoria seguido por una derrota en casa ante Yugoslavia causó una riña entre Nielsen y los hermanos Laudrup. A finales de 1990 ellos anunciaron su retiro de la nacional, lo cual llevó a una intensa discusión acerca de la táctica conservadora del director técnico, quien como consecuencia dejaría de convocar a otras figuras prominentes dentro del equipo, como el propio Jan Molby. A pesar de conseguir la victoria en Belgrado ante Yugoslavia en 1991, Dinamarca quedaría a un punto del conjunto balcánico. Fue entonces cuando la historia salió al rescate de Nielsen, pues la UEFA sancionó a Yugoslavia en vista de su guerra civil, reemplazando al combinado manera automática con el segundo de su grupo clasificatorio: Dinamarca. Repentinamente, y apenas diez días antes del comienzo del torneo, Nielsen y sus chicos se vieron en una competición a la que no habían ameritado clasificar.

 

Pero en los torneos cortos no todo es mérito, y en todo caso, con la figura de Brian Laudrup de vuelta en la nacional, el once danés consiguió vencer a Francia en la fase de grupos para enfrentarse a la naranja mecánica en semifinales. Holanda no era solo el campeón vigente, era también un verdadero trabuco. En el papel el enfrentamiento era prácticamente injusto, pero en el terreno de juego Dinamarca logró frustrar a Holanda durante los 90 minutos. Sin embargo, un gol de Rijkaard en los últimos momentos del segundo tiempo selló un empate a 2 y parecía sentenciar la despedida de Dinamarca del torneo. Independientemente del final, Dinamarca ya podía ufanarse de haber hecho un papel digno en un torneo en el que se temía terriblemente fueran a resultar un fiasco. Y no fue solo eso, sino que Holanda fue incapaz de marcar otro gol en la prórroga. Luego le tocó el turno a la suerte, a aquella otra maldición, la de Holanda con los penaltis, y por supuesto a Marco Van Basten, el mejor goleador de 1992, fallando desde los 9 metros 15.

 

De hecho, a Dinamarca no le volverían a marcar un gol en todo el torneo, pues en una final que parecía tan injusta como el enfrentamiento ante Holanda, Alemania se vería absolutamente neutralizada ante la férrea defensa danesa. Beckenbauer y los suyos cayeron en la trampa de Nielsen como si no hubieran visto el resto del torneo, y contra cualquier tipo de pronóstico Dinamarca se coronó campeón de Europa con un contundente 2-0 que puso un colofón inaudito a una historia plena de contradicciones. A Dinamarca, cuando fabricaba aquel fútbol sublime, extensión del modelo holandés, le faltó la firmeza, el temple, para poder imponerse, mientras que cuando se vio extraviada en la estela de su extinta gloria encontró en la circunstancia, la adversidad y el sino el ingrediente más importante para conseguir el éxito deportivo: la convicción.

 

Richard Moller Nielsen se mantuvo al mando de Dinamarca hasta 1996, antes de tomar las riendas de Finlandia y luego de Israel. Su momento de máxima gloria, sin embargo, quedaría para siempre representado en la medalla que obtuvo en Gotemburgo aquel milagroso 26 de junio de 1992.

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