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Mientras tantoDe la mujer trata. San Sebastián III

De la mujer trata. San Sebastián III

Cinesporas en el blogo aerostático   el blog de Federico Volpini

 

No he querido leer, pero he leído. Eduardo Mendoza, sobre Javier Marías, tras su muerte: “Javier Marías es el que mejor escribía en España y el que mejor trataba a las mujeres”. La frase viene fuera de contexto: Mendoza alude al frecuente consenso sobre la misoginia de Marías y le opone sus libros, cómo aparece la mujer en la escritura de Marías. Lo que importa, más allá de Marías y Mendoza: el hombre está de acuerdo con el hombre. A la mujer hay que tratarla. Primero la trata de mujeres, en la familia y en la calle, día a día. Después, a esa loca, tratarla en el psiquiatra. Trata y trata.

San Sebastián 2022. La playa de La Concha, donde el mar entra para inundar las salas.

Mujeres en la orilla de las cosas

“¿Has visto esa inscripción sobre la arena?” Espectador y quien escribe vuelven del cine, de ver A Woman, de Wang Chao. Sin que tenga relación con el asunto: “¿de verdad para librarse del abuso, para acceder a la justicia social, a la distribución de la riqueza, a la educación, a la salud, hay que pasar por una dictadura?”. Allende, en Chile. Lo intentó. Y no le salió bien. No se lo permitieron. Y, en Europa, el estado del bienestar, que va no estando. “Igual, directamente, no; pero que la haya enfrente parece que era útil”. Igual la historia de la humanidad es la de la de la construcción del privilegio, al que no se renuncia por las buenas. Cayó el Telón de Acero y desapareció el mundo que tenía delante.

A WomanKong Xiu en el título original, cuenta su historia, la de Kong Xiu, en los días de la Revolución Cultural china. Que esa es otra: el hombre mete la pata en todas partes.

A Woman. Wang Chao

Kong Xiu, esposa que una temprana suegra detesta y mujer permanentemente embarazada a quien el gerente, por su bien, le ha prohibido seguir en esa línea, decide reescribirse. Su actual admirador, los cuadros del Partido, el gerente, hombres, la aplauden. Vértigo de la altura, aquí y en China, escalas y está el hombre. La mujer y los libros tienen una presencia destacada en esta septuagésima edición del Festival de Cine de San Sebastián.

A los libros y a las mujeres canto. María Elorza

El Caballo de Troya. Fahrenheit 451 (en uno y otro espacio, el fuego; y, luego, el fuego que preserva). ¿Pueden los libros matar, o nos ayudan los libros a vivir? Ayer, la librería se desploma. Nos desprendemos del papel, de los libros, para desprendernos del pasado. ¿Por qué nos habla en italiano? Porque el idioma madre, madre no hay más que una, transmisora, es el de su cultura.

Amigas en un camino de campo. Santiago Loza

Los meteoritos caen para que puedan dos amigas a punto de separarse pasear por el campo y hablar de poesía mientras suena la música. Que a quien escribe no lo acaben de convencer ni una ni otra, que no le guste esa música ni le guste esa poesía, afecta poco al postulado inicial: los meteoritos caen y en el suelo caminan los poemas y se despiden las amigas.

Tengo sueños eléctricos. Valentina Maurel

En Tengo sueños eléctricos, golpes autoinfligidos, quien pone la poesía es el padre. Un pobre hombre, el hombre, cuando escribe. Al hombre, cuando escribe, lo salvan las mujeres en sus hijas, en su hija. De quien éste reclama independencia a través de la casa a la que va a mudarse. La violencia se da por ambas partes. Pero es la misma parte, siempre, la que agarra a la otra por el cuello.

Dos de estas tres películas están dirigidas por mujeres. Entrar en un espacio y descubrir que ahí hay mujeres supone una sorpresa constante para el hombre. No que estén, que se da por descontado. Que sean. Y que hagan. “¿A ti no te parece que en el cine sale últimamente mucho negro?” “Estamos en Namibia” “Ya, pero aun así”. Con la mujer, igual. Un 49,5% de la población en todo el mundo son mujeres. No en Namibia: vayas a donde vayas, ahí están. En los Estados Unidos, atendiendo a la CIA y otras fuentes, la población afroamericana supone un 16% del total. Luego, por cada diez protagonistas de piel blanca, en el cine norteamericano debiera haber un afroamericano entero y seis partes de afroamericano. Hispanos. Orientales. Los vamos a contar. En 2020, según la CNN, el porcentaje de personas de raza negra en Estados Unidos era sólo del 11,9% (va creciendo), el de hispanos, ya, un 19,5% (va creciendo), el de asiáticos un 5,9% y, entre las otras razas, indios nativos, hawaianos, etc., se llega al 5,4%. Los blancos eran, en 2010, un 63,0% y, en 2020, un 57,3%. La conclusión, evidente, que rara vez se extrae, es que no tienes que preocuparte, si eres blanco: a ti no te va a tocar. A ti, en persona. La segunda conclusión es que, si eso te preocupa, no estaría mal que te tocase: que salieras un día de la cama siendo blanco en un 57,3%, latino en un 19,5%, negro en un 11,9%, asiático en 5,9% y de otras razas en un 5,4%. En qué parte del cuerpo te toque cada identidad racial, se ignora; pero para elegir la ropa tendrías un problema, independientemente de cuál sea tu orientación sexual, que es otro dato. Para el cine, una película norteamericana del 2020 tendría que haber tenido, por cada cincuenta y siete coma tres protagonistas blancos, diecinueve coma cinco protagonistas latinos, once coma nueve protagonistas negros, cinco coma nueve asiáticos y cinco coma cuatro apaches, por ejemplo. En 2022, las cifras van en ese sentido.

Triangle of Sadness. Ruben Östlund

El triángulo de la tristeza, este año, en la septuagésima edición del Festival de Cine de San Sebastián. Se salva (el clip es soberbio) el casting de modelos al principio y el papel de la que limpia los aseos. Por señalar, en los papeles principales: una oriental, un sueco-iraní y dieciséis personas de piel blanca. Por sexos: ocho mujeres y diez hombres. Claro que esta no es norteamericana. No se impone la corrección política. Allí, bromas, las menos.

En 2022, también, quienes se ofenden.

EL MAL SUPUESTO

La gente biempensante es gente malpensada.

Sparta. Ulrich Seidl. 2022

Que la persona biempensante es implacable se sabe desde antiguo.
El protagonista de Sparta, de Ulrich Seidl, interpretado por Georg Friedrich, viaja a Rumania, donde abre una escuela de artes marciales para niños a quienes sus padres, por costumbre, maltratan. No se entra en la moralidad del personaje, no se le justifica: se cuenta lo que pasa. Recuerda, la película, a la historia edificante de aquel niño espartano que había robado un zorro y lo llevaba oculto debajo de la túnica. Retenido, el niño deja que el animal, uñas y dientes, le desgarre las entrañas hasta la muerte, antes de delatarse. Para qué quisiera niño alguno robar un zorro es algo que se preguntaba ya uno en el colegio. Pues igual era el zorro el único que le daba cariño. Sin que esto tampoco justifique nada.

Antes de que Sparta, de Ulrich Seidl, llegara al Festival de San Sebastián ya se le había exigido al director, José Luis Rebordinos, que la sacara del certamen. Y, de paso, también Pornomelancolía, de Manuel Abramovich. Las dos, por idéntico motivo: el escándalo. Sobre la sola base de un artículo de Der Spiegel: los niños y los padres no sabían de qué iba el argumento, Sparta fue vetada en el Festival de Toronto. Por la denuncia no verificada de su actor, que no se había quejado en cuatro años de rodaje, Pornomelancolía es rechazada donde quiera que vaya.

Pornomelancolía. Manuel Abramovich. 2022

En San Sebastián se vieron una y otra.

EL MAL IDIOTA

“Transcribo”, anuncia quien escribe, “una de las notas más miserables que he leído en mi vida”.

“Nunca me importó que fueras gay hasta que empezaste a refregármelo en la cara y en la de mis hijos. Nunca me importó de qué color era tu piel hasta que empezaste a culpar a mi raza por tus problemas. Nunca me importó tu preferencia política, hasta que empezaste a condenarme por la mía. Nunca me importó tu origen hasta que empezaste a suprimir mi historia y denigrar a mis ancestros. Nunca me importó que fueras rico o pobre, hasta que empezaste a discriminarme por mi progreso. Nunca me importó que tus creencias fueran diferentes de las mías, hasta que exigiste que las mías fueran consideradas malignas. Nunca me importó”.

¡Claro que no te importa mientras sea el que manda quien mande y los demás callen discretamente! Mientras se queden en su sitio. Mientras, homosexuales, transexuales, mujeres, rojos, negros, los gitanos, los moros, los sudacas, los pobres, no se muevan. Mientras no se hagan ver. Mientras que no reclamen. Es como lo de romper el consenso social: te toca abajo. U ofender los sentimientos religiosos que, los otros, los ofende quien quiera donde quiera y religiosamente. “¿No has nacido en España? ¡Punto en boca!”
A la gente se la quiere sumisa. Quieta. Y engañada.

EL IMPERIO DE LA MENTIRA

Hitler m’a dit. Hermann Raushning

Para 1939, el libro llevaba en Francia setenta ediciones. En Francia. Colaborador temprano de Adolf Hitler, Hermann Rauschning afirma transcribir, de sus conversaciones con el führer: “Garantizaré pactos, haré promesas, las romperé y, cuando las rompa, vendrán a suplicarme y firmaré otros pactos y haré nuevas promesas, que volveré a romper”. Hitler se ufanaba de su don para “simplificarlo todo”. Niegan algunos investigadores que lo que cuenta Raushning sea cierto. Hay evidencia gráfica de que esas reuniones se produjeron. Pero la transcripción, afirman, se nutre de invenciones. Hitler no dijo eso: más que acudir a la memoria, Rauschning dio rienda suelta a la imaginación. Sin embargo, lo que de Hitler se sabe que sí hizo concuerda a la perfección con sus supuestas palabras. Mentir a sabiendas. Y, cuando es imprescindible, reconocer que no fue como se dijo, para seguir mintiendo. No sé de qué me suena.

La (très) grande évasion. Yannick Kergoat

La evasión del dinero. Los paraísos fiscales. El delito continuado, sin control, sin castigo. Escamoteo. Prestidigitación. Fraude desnudo. Igualdad, en esto, para hombres y mujeres. No, en todo lo demás.

De nuevo Espectador recuerda la primera vez que visitó San Sebastián. Franco aún vivía. Lo que más le llamó la atención, lo hemos contado, fue ver mujeres solas en las cafeterías, en los bares. Sin que las molestase nadie. Sin que ningún patoso les entrara. Te apetezca o no te apetezca. En cualquier momento. En cualquier sitio. No puedes tomarte una cerveza, un café, leer un libro, abrir una revista. “¡Pues a mí me gustaría que me entrasen las tías!” “¿Esa?” “Esa no” “¿Sus amigas?” “Tampoco”. Esa y sus amigas eres tú. Y ha llegado el momento de contradecirse respecto de la corrección política. De los cupos. Del trato de favor. Lo que no se corrige, nunca cambia.

De la mujer, trata

Otras películas.

Argentina 1985. Santiago Mitre

La memoria es tan útil, que no saben ya cómo quitártela.

Girasoles silvestres. Luis Rosales

Sucesivamente sola en casa. ¡Qué magníficamente usada está la música!

La quietud en la tormenta. Alberto Gastesi

La ocasión en los pisos vacíos. La memoria, que cambia de sujeto y al sujeto lo cambia. Las vidas paralelas, que el infinito cruza. San Sebastián, como protagonista.

San Sebastián en 1953, el año de su inauguración.

La señorita Julie. Alf Sjöberg. 1951

Strindberg. Las pasiones primitivas. Pero en suecas. El desarrollismo penibético. No pudo proyectarse, en 1953, Arroz amargo, que es lo que va a tocar comernos hoy, si las señales no confunden. Escribe Eduardo Mendoza, sobre Javier Marías, tras su muerte: “Javier Marías es el que mejor escribía en España y el que mejor trataba a las mujeres”. La frase viene fuera de contexto. Hasta que forme parte del contexto. Con la complicidad de las mujeres, muchas de ellas. Con la complicidad de quienes menos tienen que ganar, caso por caso.

“¿Puedes constatar que los dos amamos a Marías?”
Los dos amamos a Marías. Y a Santa Teresa de Jesús, revisitada.
“Se veía venir”.
“Tú escribe y calla”.

Bernadette. The Four Tops. 1967

Hacía falta.

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