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Mientras tantoDe las historias de otros milenios: feliz año nuevo

De las historias de otros milenios: feliz año nuevo


 

 

Siendo Quirino el sirio gobernador, lanza Augusto su imperial edicto de que se censen todos los galileos y judíos que ahí andaban adorando a dioses varios. Había que ir pueblo por pueblo a contar cada cabeza crecida de hombre o mujer en edad de trabajar para contar mejor los impuestos que podrían ser recogidos. No sobraba dinero. Fue así que bajó la princesa Miriam con un marido que podría no serlo y se censó. Con que estaba en grávido estado la princesita y alumbró un niño al lado de vecinos poco hospitalarios. Fue ahí donde empezó todo, porque aquel niño podría no contarlo, pues arreciaba el frío. (Fue donde nació la Navidad). Pero el ambiente social estaba más caldeado, no sólo por las ansias recaudatorias del Augusto emperador, sino porque el pueblo, un 15-M de hace milenios dirigido por Judas de Gamala, salió a todas las plazas y plantó cara al Roman Empire, que hasta aquella fecha había sobrevivido pagando a traidores hasta que se topó con los emisarios de Viriato y se lo pensó.

 

Sin dolores aparentes de parto, la Biblia no dice nada al respecto, el niño-Dios de un dios de barbas blancas puso su pie en el mundo y el mundo de los negocios tembló: fue la primera vez que aparecía una estrella de Oriente, las miles de estrellas fabricadas en China para alumbrar los belenes de todo Occidente. Y los Magos, aquella sinrazón de arrimarse a un poderoso que más tarde se echaría al monte tras salvarse de ser linchado por multitudes enardecidas. Pero antes de esto, ya se salvó de puro milagro de la poderosa espada de Herodes el Antipático, la gloria esculpida de unos reyes lacayos que, como los africanos,  sobrevivían a la sombra de otros más poderosos. Si la misma Biblia habla de incienso, oro y mirra aromática es para dar cuenta del inmenso negocio que se teje bajo los faldones dorados de los miles de fariseos que lanzan anatemas en nombre de un Dios al que siempre han aborrecido con sus actos más íntimos y públicos.

 

Todos se apoderaron del oro de los templos, o acusaron de querer robarlo a delincuentes comunes y a Cristo lo hicieron de falso ajusticiador, con un vulgar látigo de cuero de dromedario.  Luego todos revivieron las maldades del malvado Pilatos, cobarde con jofaina empotrada, que dictó sentencia un viernes para llevar a los sediciosos de Gamala al Gólgota, donde padecieron tormento hasta que tronó el cielo de tanta maldad. Fueron unos harapientos, y cobardes, los que salieron de su cueva y predicaron la buena nueva en unos sitios en que nunca habían vivido. No quisieron compartir su nueva doctrina con sus vecinos de barrio, no vaya a cundir la noticia de las multiplicaciones de dioses que podría dar lugar a la pérdida del Dios central, un dios que habla desde las nubes al corazón, sin intermediarios más o menos analfabetos y corrompidos.

 

Leyendo, pues, la historia de nuestros días, absolutamente nada ha cambiado, el ser humano, que a veces se comporta como res, tiene el pie metido en la misma boñiga desde el tiempo en que a las fechas se ponía detrás un A.C. Siria sigue anexa al dolor, los emperadores nuevos tienen los mismos huevos, sumados a la pesadez mortal de sus espadas, y todos están detrás del ruido de un simple denario. No Dracma, sino denario de curso legal, un poderoso reclamo de un imperio más poderoso que el romano, y que dejó, sin saberlo, de hablar el latín.

 

Al inicio del milenio tercero de la era cristiano-evangélica, y aparcando los años decrecientes de la era de Babel, deseamos a todos Feliz Navidad y mejor ánimo para luchar por sus metas durante el bisiesto MMXII.

 

Barcelona, 30 de diciembre de 2011

 

Yo, escritor.

 

 

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