Weiß/Colonia, 6.2., primeras horas del día
Acabo de ver una peli que no conocía, The Millonairess [en España La millonaria, en Argentina Ella y sus millones], de Anthony Asquith, con Sofia Loren, Peter Sellers, Vittorio de Sica… Está basada en la obra de teatro de Bernard Shaw. Y ocurre que ayer, para tener lectura en el bus + el tranvía al ir al centro, me llevé su Androcles y el león, cuyo prólogo sobre el cristianismo es una golosina. Luego, al descubrir por la tarde, en el programa de la tele, que iban a pasar este film, me preparé releyendo el prólogo de la obra, que trata del caudillismo y está fechado nada menos que en 1936, cuando el inferiocre de nombre contradictorio con su carácter fue aupado a la categoría de “Caudillo de España por la gracia de Dios” (o porque Dios fue un “gracioso”, como decia mi abuela Remedios, que era una sabia). Este prólogo no tiene presa mala, es toda una lección de sabiduría. Tan inteligente Shaw que hasta se permite hablar mal de los judíos sin caer en el antisemitismo, ¡y eso en 1936! De siempre me ha gustado leer teatro, de hecho es el género literario que más me “dice”. En la narrativa, los diálogos suceden dentro de la página, son literatura; los del teatro en cambio se desarrollan sobre «las tablas que significan el mundo» (preñada locución alemana extraida del drama alegórico de Calderón El gran teatro del mundo). En cualquier caso, la peli, aun siendo de Asquith, no le hace honor a la obra de Shaw, y mucho menos a su prólogo, donde encontré más de una frase subrayada, de las veces que lo he leído antes de anoche. Por ejemplo: «Platón tenía mucha razón al considerar la resistencia a gobernar como un síntoma destacado de suprema aptitud para ello». Actualísimo, sobre todo si se piensa en la gran cantidad de ineptos, hoy, cuyo único deseo compulsivo es el de gobernar.
Weiß/Colonia, 6.2. (1)
Este diario se parece un poco a comer cerezas. Las unas arrastran a las otras. Acabo de escribir la anotación anterior cuando me llega un mail desde Brasil, corrigiéndome un error, ya que «el nombre correcto del pez de agua dulce más grande del mundo es pirarucú. Que, en lenguaje de indígenas quiere decir «pez (pira) rojo (urucú)»». Y lo de las cerezas lo digo porque mi atento lector, un buen amigo brasileño, se llama como Shaw: George Bernard, Sperber por más señas. [Haciendo honor a la prosapia de su doble nombre, este GBS brasileño aseguraba en el 75 que la larga agonía de Franco era debida a que ni Dios ni el Diablo querían hacerse cargo de él].
Weiß/Colonia, 6.2. (2)
Los Bada Scholz se han invitado a almorzar hoy en casa de los Bada Hansen, así es que hemos tenido a Vincent un par de horas con nosotros, y él se ha invitado por su cuenta para pasar acá uno de los próximos fines de semanas y jugar conmigo al ajedrez. Luego de que se fueron, una larga siesta, y tras un par de despachos de correspondencia me preparo unas tostadas con paté ahumado y me siento en la sala para ver y oír la transmisión desde la Folle Journée, en Nantes, que incluye el doble concierto en la menor, para violín y violonchelo, de Brahms, una de “mis” piezas bienamadas. Mediado el tercer movimiento le digo a Diny que una de las cosas que más estimo en Brahms es cuando me doy cuenta de lo que hubiera compuesto Beethoven, de haber seguido viviendo. Esta versión de Nantes es buena, pero la vivo irritado porque el público se ha puesto a aplaudir al final de cada movimiento, como si estuviera en un concurso de la tele y no en un concierto de música clásica. Y bueno, Nantes, provincia, Francia… Joderse y aguantarse.
Weiß/Colonia, 7.2. (1)
Hubo un tiempo en que sólo festejaba mi onomástica, el 7 de febrero, san Ricardo, rey (¿quién habrá sido?, supongo que no será el Corazón de León, cruzado y amigo de Robin Hood, porque santos homosexuales no creo que se le cuelen así como así al Vaticano, con la posible excepción de san Sebastián, y en fin, con uno ya está cubierto el expediente, ¡flor de hoja de parra!, diría un compadrito argentino). Luego, desde que llegué a Alemania, empecé a festejar tan sólo mi aniversario. Hoy en día, la verdad es que casi preferiría este 7 de febrero a un 10 de junio que me vuelve a recordar que se me acabaron per in saecula saeculorum la juventud, la madurez, las ilusiones y todo lo demás, que no es poco. Pero a quién se lo explico que me entienda… Si la única que se acuerda de mi onomástica es Diny… y por lo general una semana más tarde.
Weiß/Colonia, 7.2. (2)
Diana Damrau a las 9.50 p.m. en el canal Arte: 55’ de una crónica de su vida hecha en base a un seguimiento de su carrera durante nueve meses, ya embarazada. Hoy por hoy, y desde hace años, Diana es, sin duda alguna, la mejor soprano de coloratura del mundo. Pero lo que más me ha gustado de todo el programa fue verla bailar sevillanas en una academia de baile flamenco, en Nueva York, preparándose para interpretar la Rosina del Barbero de Sevilla en la Met, y hacerlo con un salero que ya quisieran muchas sosas y malajes nativas, que también las hay.
Weiß/Colonia, 8.2.
La semana me parece repartirse entre la escritura del texto de la conferencia de Estocolmo (anoche avancé 7.000 espacios de una sola tacada), despachar un mail tras otro (muchisísima correspondencia virtual estos días), releer a Bernard Shaw y a Peter Paul Zahl (en capilla las dos novelas que debo reseñar para Revista de Libros) y ver tele en cantidades masivas, pero es que la programación resulta espléndida. Ayer y hoy, a las 19.30, en Arte, un reportaje fabuloso acerca de Turquía, una Turquía de la que no sabemos nada acá en Occidente. No es extraño. Empezamos por no saber que Turquía es el doble de grande que Alemania; que su provincia mayor, Anatolia oriental, es cuatro veces más grande que los Países Bajos; y que en su lago Van cabe siete veces el de Constanza. Eso, sólo, para empezar. Todavía queda el resto. En fin, esta noche pasan una obra maestra del cine político, Under Fire, pero será a las 2.05 a.m., un poco demasiado tarde. Aunque quizás la llegue a ver antes de acostarme ± a las 2.00. Si me atranco en la redacción del texto de la conferencia, lo dejaré hasta mañana, me serviré un whiskacho y pondré el DVD de la peli. ¡Qué güena idea, che! ¡Inspirasión, olvidáte de mí por hoy, plís!
Weiß/Colonia, 9.2.
Hoy hago una nueva pausa. Me dedico a poner en orden varios archivos de materiales para los blogs y las columnas. Almuerzo una sopa con Maultaschen. Larga siesta. Después, más trabajos de limpieza en los archivos. Cena vegetariana de Diny conmigo de conejillo de Indias para la comida que ofrecerá el lunes a sus compañeras del grupo de amnistía internacional. Y tras la cena, en la tele, Alemania contra la cuadra burra, en Dortmund: 1:1. Mierda. En la cuadra burra debutó un brasileño nacionalizado, que desde el primer momento demostró por qué encaja bien en ese establo. Con todo, no han empatado gracias a la diosa Suerte. Merecieron ese gol. Todo debe ser dicho, aunque me sigan revolviendo el hígado su juego sucio y su histrionismo. Pero al menos pelearon por el empate y no arrojaron la toalla en ningún momento. Y eso ya es mucho para los súbditos de Berlusconi. Y por cierto que el diario le dedica hoy a este peligroso payaso un comentario de fondo que comienza con la cita de una sentencia veneciana del siglo XVIII: «La mattina una messetta; dopo pranzo, una bassetta; dopo cena, una donetta [De mañana una misita, tras el almuerzo una partidita, tras la cena una señorita]». Es un ser tan deplorable que uno se pregunta a qué abismos de degradación puede descender un pueblo como el italiano. ¿Será verdad que todos los pueblos tienen el respectivo gobierno que se merecen? Pero ¿hasta cuándo? Un día alguien se despierta y empiezan a rodar cabezas. ¡Italia, amore mio, despierta!
Weiß/Colonia, 10.2. (1)
Sigue la rutina. Es notable que en alemán haya dos palabras para ello, la Routine, que es lo que sucede casi por sí solo, porque ya tiene hecho el rodaje (lo cual supone una connotación doble, positiva y negativa), y el Schlendrian, que es lo que se hace sólo porque hay que hacerlo, pero se lo hace de mala gana, y por lo general mal, y eso aunque los diccionarios lo traduzcan como “seguir el camino trillado, volver a las andadas, no salirse del carrril”: ¡pura paja! E incluso aceptando tales acepciones, habría que remarcar que si se sigue el camino trillado, se vuelve a las andadas y no se sale del carril, todo ello queda refractado por un prisma negativo. Yo ando una miajita a caballo de ambas, en algo asi como una Routschelendrine.
Weiß/Colonia, 10.2. (2)
Un reportaje hoy en el diario sobre el curioso caso del amnésico de Colonia, un hombre maduro que el 21 de enero se presentó en una comisaría de la policía alegando no saber quién es y que no recordaba nada de su vida anterior. E iba además indocumentado. Cuando el funcionario del registro le preguntó si sabía su nombre, contestó que no y quiso saber qué día de la semana era, le dijeron que viernes, y él dijo entonces, como si fuese un personaje de Melville: «Llámenme Viernes», con lo que además se convirtió en un personaje de Defoe. No sé, los sicólogos ya descartaron la posibilidad de que esté haciendo teatro, pero es todo tan teatral en este asunto, que si al final resultara que se trata de otro disfraz de Günter Wallraff, no me sorprendería.
Weiß/Colonia, 10.2. (3)
Por una vez estoy en desacuerdo con mi crítico de cine favorito, Milan Paulović, acerca de una peli que dan esta noche en la tele, ya pasada la medianoche: Betrayed [Brumas de traición en su estreno español]. Habla Paulović de la carrera de Clark Gable, de su Oscar por la lindísima Sucedió una noche, de su Rhet Butler en Lo que el viento se llevó, y termina argumentando que cómo creerle, en Betrayed, que él sea el jefe de contraespionaje de la resistencia neerlandesa en la segunda guerra mundial. Con ese criterio, nadie creería tampoco nunca jamás que Ed Harris (¡nada menos que Ed Harris!) sea el cínico mercenario somocista que aparece en Under Fire. Eso para no poner el ejemplo más brutal: ¡Gregory Peck (¡Atticus Finch!) como doctor Mengele en The Boys from Brasil! Es algo así como si Bela Lugosi interpretara al Dr. Schweitzer. O bien Cantinflas a Demóstenes.
Weiß/Colonia, 11.2. (1)
Recibo un mail de BN donde me adjunta uno de esos anexos pps que rezuman moralina y/o un romanticismo trasnochado, todo ello siempre envuelto en una historia más o menos ejemplar. En este caso es la del niño que pregunta en la escuela: “Maestra, ¿qué es el amor?”, y la maestra les pide a todos sus alumnos que al volver del recreo cada uno traiga algo con lo que identifique al amor. El primero trae una flor, el segundo una mariposa, el tercero un pichoncito que se cayó del nido… pero al final la maestra nota que hay una niña que no trajo nada y que está calladita, y le pregunta que por qué, y la niña contesta que vio la flor y la dejó que siguiera exhalando su perfume, también vio la mariposa y la dejó gozar su libertad, y desde luego vio al pichoncito y le dio pena y lo devolvió a su nido. Tras ello vienen los consabidos lugares comunes sobre qué es el verdadero amor. Le contesto a BN que en una historia, para ser convincente, deben encajar todos los detalles. En esta, por ejemplo, le pregunto, ¿cómo se explica que el tercer niño trajera el pichoncito que encontró caído en el suelo, si luego la dulce niña protagonista arguye que lo devolvió al nido y sintió la mirada agradecida de la madre? Me figuro lo que dirá BN al leer mi mail: «Y pensar que éste fue mi primer amor… De la que me libré, madre mía…»
Weiß/Colonia, 11.2. (2)
Salgo con la bici para ir a la farmacia y al correo (debo certificar, hoy es el último día del plazo, el envío de la declaración al Fisco de mis ingresos del 2009). [En un mes, o dos, con suerte, me llegará la ominosa liquidación pidiéndome que ingrese en las arcas del Estado un suplemento de 1.562.00 €, mi asesor fiscal no marra ni un céntimo. Y bueno, los 1.562 euros casi contaba con que tendría que apoquinarlos, pero lo que me jode son los 19.17 € del impuesto de solidaridad con los “hermanos” de la ex RDA, ¡coño!, ¿hasta cuándo tenemos que seguir financiándolos?] Y del correo al supermercado, a hacer compras para Diny. Regreso empapado en sudor y me desnudo para ducharme. Mientras me seco de la ducha llama Oskar, para decirme sus notas de la escuela. Muchos 3+ y un 2–, menos mal que en esta familia nunca nos han importado demasiado las calificaciones escolares. Total, para lo que sirven. Lo felicito a Oskar y le pregunto que cuándo viene de nuevo a pasar un fin de semana con nosotros. No lo sabe, tiene muchos compromisos con su equipo de fútbol. Hélas!
Weiß/Colonia, 12.2. (1)
Aparece en el diario, hoy, una esquela cerrada por una claqueta manual (entretanto también las hay ya electrónicas) de las que se usan durante el rodaje de las pelis, al pie de 25 nombres que despiden a un amigo. Y al frente de la esquela, estas palabras: «I’m looking to the river, but I’m thinking of the sea». Describe exacta, nítidamente, el sentimiento que me embarga cuando llego al final de mi calle, apoyo la bici en un árbol y me siento a contemplar el Rhin. Amén de la esquela, he descubierto en el suplemento dominical (pero el de la semana pasada, olvidado en el maremágnum de papeles de mi despacho) que existe en Zagreb un Museo de las Relaciones Rotas, el Museum of Broken Relationships. Cuestión de escribirles y preguntar si admitirían para su exposición un corazón hecho pedazos, en un frasco alcanforado. Porque no veo ninguno en el catálogo. A ver qué responden.
Weiß/Colonia, 12.2. (2)
Estuve en la ciudad a la caza y captura del DVD de The Boys from Brasil, a ver si tenía suerte y me encontraba un ejemplar en alguna de las tiendas de segunda mano. Fracaso en toda la línea. Me quedé a almorzar la sopa de pescado con pincho de gambas en el Nordsee. Ahora tienen una africana joven, de rasgos muy finos y modales muy agradables, para limpiar las mesas. Primer prejuicio: ¿Por qué africana y no del Ecuador o la Martinica? Segundo prejuicio: cuando miro la credencial que lleva prendida en el pico del escote, esperando ver Ndongo o cualquier otro nombre parecido, leo el inapelable teutón Teilenbach. Regreso a casa en el tranvía releyendo a Shaw: «[Jesús] no propuso el celibato como norma de vida, según hizo después San Pablo en su nombre, pues no era un necio. (…) Lutero no resolvió el problema casándose con una monja: no hizo nada más que atestiguar de la manera más conveniente y práctica el hecho de que el celibato es un fracaso peor que el matrimonio». Y mientras transcribo estas líneas, me llega de la cocina el aroma embriagador del relleno para los champiñones que está cocinando Diny.
Weiß/Colonia, 12.2. (3)
Ana María Mesa, en Manizales, ha subido a su blog un nuevo post donde habla de «gente que lo pone a uno [sic] de buen humor». Cuenta el caso de un caballero totalmente desconocido que la vio en el mercado con apuros de peculio contante y sonante, y le regaló 1.000 pesos para que se comprase un aguacate. Es una historia muy divertida. A mí, la persona que me pone del mejor humor, aparte de mis nietos, es mi viejo amigo Osvaldo Bayer. Me encanta yyyamarlo al telefón que contesta para oírlo saludar a mis casi 72 años desde la altura de sus 84: «¿Qué decís, pibe?» A veces lo yyyamo sólo para oírselo decir. Oyyyéndolo, me siento caniyyyita.
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