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Mientras tantoDe mi Diario : 7ª Semana / 2011

De mi Diario : 7ª Semana / 2011


Weiß/Colonia, 13.2., primeras horas del día

Pasaron a las 11.30 p.m. Confidences trop intimes [que en España se estrenó con un título de traducción literal, Confidencias muy íntimas, pero yo prefiero la traducción alemana, harto más sugerente: Íntimos extraños, que no es lo mismo que “extraños íntimos”, traduciéndolo así sería ambiguo]. Sandrine Bonnaire está grandiosa en su papel, para comérsela a besos. Y antes de la peli tuve también una muy buena preparación ambiental, con una policial que –aunque toda la serie se desarrolla en París– curiosamente es alemana, teniendo como protagonista al comisario Maurice LaBréa. Pero pocas veces ha sido también una ciudad tan protagonista de la acción de una serie como en esta. Hasta se diría que la acción fluye al ritmo natural del Sena, tan presente en todos los capítulos. No conozco series policiales francesas (sí muchas pelis de Maigret), pero no creo que puedan superar a esta alemana en materia de color local. Paradojas de la vida.

 

Weiß/Colonia, 13.2. (1)

Mediodía. Suena el teléfono, es Oskar. «Abuelo, estoy saliendo para allá». «¿Vienes para acá?» «Eso es». «Momentico, eso no lo podemos decidir tú y yo solos, tengo que consultarlo con tu abuela, que está hoy muy atareada». «Pásame a la abuela». Le llevo el teléfono a Diny, que anda en la cocina preparando el ágape con que obsequiará mañana tarde a sus compañeras del grupo de amnistía internacional. «Oskar, para ti». Al cabo de un par de minutos llega a mi despacho y me devuelve el teléfono sonriendo: «Viene para acáy con el boletín de notas de la escuela». Qué cabrón. Es como Hacienda. Viene para recaudar. La madre que lo parió. «¿Cuánto?» le pregunto a Diny. «Een tientje». “Een tientje” sería literalmente “un diezcito”, es como le decían en los Países Bajos al billete de 10 florines, sólo que en neerlandés se vuelven diminutivos hasta los gigantes de Swift. 10 euritos, pues, Oskar… ¡¡¡por puros 3+ y un solo 2–, ayyyy, los abuelos somos el colmo del reblandecimiento neuronal y del relajamiento moral!!!

 

Weiß/Colonia, 13.2. (2)

Mi tocayo Ricardo Ostuni, poeta y lunfardólogo de pro, es otra de las víctimas de mi diario, lo suele leer cada domingo, y hoy me escribe para notificarme que hay muchedumbre de Ricardos en el santoral católico, «Google dixit:
San Ricardo, rey, un legendario rey inglés del s. VII –padre de los míticos Santa Walpurga, San Winibaldo y San Wilibaldo– cuya fiesta se conmemora el 7 de febrero.
San Ricardo, un obispo inglés, conmemorado el 3 de abril.
San Ricardo de Andria, un obispo inglés, conmemorado el 9 de junio.
San Ricardo Gwyn, mártir galés, martirizado en 1584. Festividad: 17 de octubre.
San Ricardo Martin
San Ricado Pampuri».

Ahora sólo falta que nos santifiquen a él y a mí. Y a David Ricardo, ya que estamos en ello.

 

Weiß/Colonia, 14.2., de madrugada      

Vale la pena trasnochar cuando pasan In the Mood for Love. Es la única peli del siglo XXI que Paul Schrader incluyó en la categoría Oro de su canon de la historia del cine. No sé si su juicio perdurará, si será consolidado por el tiempo, pero sí sé que la historia conmueve y está contada como pocas. Y tiene además un atractivo grande para nosotros, con las transiciones musicales de Nat King Cole cantando en español. Tuve un compañero de trabajo que se mofaba de esos discos. Tamaña estupidez. Nat King Cole ha hecho más por nuestro idioma que todos esos malditos puristas a quienes en realidad lo que les molestaba era oír cantar en él a un gringo. Qué manera tan imbécil de confundir las churras con las merinas y el culo con las témporas. Puah.

 

Weiß/Colonia, 14.2. (1)

Resulta que a Diny se le entreveraron los piolines (así me gusta bastante más, esta expresión crioyyya, que no la burda “se le cruzaron los cables”) y no es a ella a quien le toca hoy agasajar a sus compañeras de ai, sino a Ingrid. La consecuencia es que se irá a cenar a casa de Ingrid, sí, pero me dejará una olla de sopa de apio con salmón ahumado, para que me ponga las botas comiendo a dos carrillos, como diría mi abuela Remedios, que era una sabia.

 

Weiß/Colonia, 14.2. (2)

San Valentín. Dos páginas del diario dedicadas a mensajes de amor, con florecitas y corazones y toda la parafernalia de estos casos. Repaso los destinatarios y remitentes y encuentro joyas de este porte: «mi tesorito», «tu dulce veneno»,«mi osita pedorra» (¡otra Nora Joyce!), «tu baby», «ángel mío», «tu secreto», «mi mofletitos», «mi pequeña bruja», «¡mi macho! [sic]», «mi ratón»,  «mi conejito patas largas», «tu apestado», «mi culito de ángel», «tu Cenicienta», «mi Princesa Cucharita de Rapunzel», «tu carrillitos de tocino», «mi estrella fugaz» (¡oh  dolor!), «mi dulce  caracol», y esta, «Gorrión mío, eres lo mejor que me ha pasado nunca, te agradezco por los 682 días más bellos de mi vida hasta ahora. Ti amo, mio Principe, non lo dimenticare mai! Bacio, Josie», que me deja atónito, además de por lo bilingüe por lo aritmético, y en fin, hay una más que tampoco resisto la tentación de traducir: «Respeto mucho los límites que me has impuesto. Sin embargo me he enamorado de ti, de una manera infinita e inmortal. Karin, para V.B.». Wow! como sabiamente dijo Julia Roberts en Pretty Woman. Y recuerdo una preñada frase de Giuseppe Antonio Borgese: «La palabra felicidad debe pronunciarse con terror»

 

Weiß/Colonia, 15.2., primera hora del día

Volví a ver Lust, Caution, la de Ang Lee, fenomenal, aunque a Esther Andradi, que la vio por recomendación mía, no le gustó. Lust, Caution a mí me pareció un peliculón de la hostia, y con un final sin concesiones a Hollywood ni a nadie, fenomenal, aunque se te pone un nudo en la garganta al ver a esos jóvenes arrodillados ante el precipicio antes de recibir el tiro en la nuca. Magníficos además los actores, todos. Y las escenas de sexo explícito son de lo mejor que nunca se ha hecho en la materia. Tenían que venir los chinos (y los israelíes, pienso en la peli de Maria Schrader, Liebesleben) a decirnos cómo es que se filman tales momentos. También Arcebelle la vio porque se la elogié tanto, y me escribió en su día: «Algunas escenas fueron muy fuertes para mí: la muerte del pariente que se entera de la traición al Sr. Yee; la violencia de él la primera vez que están juntos, y la del final que es atroz. Compré la película, sobre todo porque las escenas de amor son excelentes. Hay una en especial a la que me gustaría tomarle una foto porque parecen ambos una escultura hermosísima, con los juegos de luz y sombra sobre sus cuerpos desnudos».

  

Weiß/Colonia, 16.2. primera hora del día

Tootsie: ¿cómo es posible que le dieran el Oscar ese año al tostón hagiográfico de Gandhi en vez a dárselo a esta obra maestra? Politic correctness? Ay Como no cantaría Nat King Cole: «♫♫♫Perhaps, perhaps, perhaps!♫♫♫» [El único Oscar de Tootsie lo consiguió la maravillosa Jessica Lange, quien, por cierto, de jovencita estuvo casada con un fotógrafo español y hace muy poco, en Broadway, interpretó la Colometa de La plaza del Diamante, adaptación de la novela de Mercé Rodoreda. Gracias, Miss Google].

 

Weiß/Colonia, 16.2.

En mi blog de El Espectador coloqué hoy un post acerca de la relatividad y hablé de aquella acertada paradoja de Chesterton, en su libro Herejes, cuando dejó escrito que «las conquistas empequeñecen el mundo, tan sólo el microscopio lo agranda», una frase tan paradigmática que parece difícil citarla mal. Y sin embargo yo logré semejante desmilagro. Durante años y años he citado esa maravillosa frase de Chesterton de la siguiente manera: «El telescopio empequeñece el universo, el microscopio es el que lo agranda». Y arguyo al final que esa frase me parecía una de las pruebas irrebatibles de la genialidad de Chesterton sólo que desde que la sé inventada por mí, la verdad es que tengo algunas dudas al respecto. Pero Graciela, desde Río Ceballos, en la  Córdoba argentina, me deja un comentario que es como el bálsamo de Fierabrás: «Lo de TU frase de Chesterton me mató, Bada, y me gusta más que la auténtica». Imagino que las quijadas de Chesterton habrán hecho rechinar sus dientes allá en la sepultura donde el grande hombre reposa in aeternum: esta Gra es una iconoclasta de la gran flauta. [Buscando con la ayuda de Miss Google un buen enlace para un hipervínculo en el nombre de Chesterton, cuando suba el domingo estas anotaciones al blog de Fronterad, descubro la existencia de nada menos que una Sociedad Chestertoniana de España. Todavía no salgo de mi asombro].

 

Weiß/Colonia, 17.2., de madrugada

Esta semana está resultando implacable con los pobres cinéfilos. Desde el domingo, con In the Mood for Love, una obra maestra tras otra, y siempre pasada la medianoche. Esta vez le tocó el turno a Happiness (Felicidad, parece ser el título con que unánimemente se estrenó en el mundo de habla hispana), que es una de las pelis más espeluznantes de la historia del cine, supera en horror a los clásicos de Boris Karloff, Bela Lugosi, Lon Chaney & George A. Romero, todos  juntos. Consiguiéndolo, además, mediante el retrato desinhibido, y casi distanciado, de una pequeña comunidad humana en Nueva Jersey, y a través de sus conexiones con tres hermanas que son algo así como el negativo de las “mujercitas” de Louise M. Alcott. No podría soportarse si no fuera por el humor subyacente, y Todd Solondz, el director, así lo reconoció: «El humor es el caballo de Troya para poder acercarse más al público». Se le olvidó, claro, mencionar el color (negro carbón) de ese humor. ¡Happiness!  Y me acuerdo una vez más de la preñadísima frase de Giuseppe Antonio Borgese: «La palabra felicidad debe pronunciarse con terror»

 

Weiß/Colonia, 17.2. (1)

Las conozco –incluso more bíblico– a las dos, las tengo de manera permanente abiertas de piernas frente a mí, ofreciéndoseme sin tapujos ni tiquismiquis, así es que sé cómo son y lo que dan de sí. Y sé además cuál es la oculta clave que se esconde en sus respectivas iniciales: Miss Google es una geisha, Miss Yahoo es un yiro (=puta cayyyejera).

 

Weiß/Colonia, 17.2. (2)

Inesperadamente, el final de mi conferencia en Esto-es-el-colmo, que presentía como lo más difícil de todo, es lo que me ha salido más sencillo. De repente miré abajo, a la izquierda, en la pantalla, y leí “34.590” espacios. Me falta sólo la media verónica belmontina para abrochar la tanda, haciendo que el morlaco se pegue a mi capa, y pegándome la capa al cuerpo, al mismo tiempo y bajo el mismo respecto, según aseguran los filósofos que es completamente imposible. ¡Va por ustés!, como dicen los toreros flamencos.

 

Weiß/Colonia, 18.2., primeras horas de la noche

La borrachera de inspiración (¿?) + whisky me dejó sin ver la continuación de la serie de buenas pelis que tenía la tele para esta noche­: Omagh, que siempre hay que ver, si se puede, y Cuscús con pescado, que siempre habría que ver, hasta cuando no se pudiera. Pero esta noche pudo más la obligación que la devoción. Hélas!

 

Weiß/Colonia, 18.2.

En Canal Arte, desde el lunes a hoy, las seis entregas de un reportaje sobre la Escandinavia silvestre: empezando por Dinamarca y siguiendo por Noruega, Finlandia y Groenlandia, y hoy, en programa doble, Islandia y Suecia, un recorrido fascinante por territorios casi vírgenes de esas regiones. La impresión más poderosa de las muchas muy fuertes que me quedan de esta serie, es la de los lugares en Islandia donde es visible el roce entre las dos placas continentales, la euroasiática y la norteamericana, en los valles de los ríos Thjórsá y Skjálfandafljót, un cañón que se ensancha 3 cm al año. De pronto me imaginé abandonado por mis padres al borde de ese desfiladero el 10 de junio de 1939 y haberlo visto crecer 2.10 m a lo largo de mis 71 años. Qué dolor, pero también qué vértigo, pensar que desde hace un par de décadas las yemas de mis dedos no alcanzarían ya para tocarse con las de mi semejante al otro lado Pongo punto final a la fantasía y despacharé un par de correos antes de servirme un buen whisky para regresar al mundo que más me importa, el del cine. Y esta noche, para no perder la costumbre, otra obra maestra, la última de las varias de Vittorio de Sica: El jardín de los Finzi-Contini. Cheers!

 

Weiß/Colonia, 19.2., primera hora de la noche

Encontré, rastreando blogs, este texto de Adolfo Zableh, colombiano, según creo:

«Ser

Ser Laura Acuña y ver un par de tetas maravillosas cada vez que me desnude frente al espejo. Ser gobernador para tomarme a escondidas el licor importado que prohíbo entrar al país. Ser Borges para saber que pese a no haber ganado el Nobel soy mejor que todos los que lo obtuvieron. Ser japonés y creer que Colombia es mejor que mi país. Ser Seinfeld para entender de qué está hecha la vida. Ser un enano ecuatoriano, por muy desventajoso que suene, para portar el gen que impide enfermarme de cáncer y diabetes. Ser Messi para ser el mejor futbolista de la historia pero jugar como si no lo supiera. Ser europeo, aunque sea español, para no andar de embajada en embajada mendigando visas. Ser el del 601 para vivir en un apartamento más grande. Ser Pedro Antonio Aguilar y poder organizar un paro camionero a mi antojo. Ser Nick Drake para suicidarme sin remordimiento. Ser Doña Gloria para volverme famoso por temerle a las alturas y decir vulgaridades. Ser Paris Hilton para comportarme estúpido y divertido al mismo tiempo. Ser Chupeta para hacerme todas las cirugías plásticas que se me ocurran, aunque con mejor gusto. Ser dictador en Túnez para salir de afán con sesenta millones de dólares como pensión. Ser niño de nuevo para sentir que un año es toda una vida. Ser Adolfo Zableh con el único fin de darte todos los besos que se me antojen sin que opongas resistencia».

Es un texto que sale del cerebro, es desde luego muy ingenioso (demasiado ingenio,

para mi gusto), pero no es trascendente, se queda en el mero fuego de artificio y en los guiños cómplices con quienes están en la pomada, en suma, no es universal, porque para serlo se necesita hablar al corazón y no a la razón. Pero como es también muy divertido, se lo reboto a varios amigos, y me encuentro con que Arcebelle me pregunta por la lista de cosas que yo quisiera ser y para qué. Ay, tantas

 

Weiß/Colonia, 19.2. (1)

El barón de Gutenberg, ministro de Defensa alemán, se doctoró en 2006 con una tesis donde, según parece, se dio el gusto de plagiar a destajo, y se encuentra en estos momentos, ¡pobre, él, tan marcial cuando visita a “sus” soldados en Afganistán!, con los calzoncillos en los tobillos. Incluso se ha visto obligado a renunciar al uso del título de “Doktor” hasta que la Universidad de Bayreuth, su alma mater, no se expida sobre el caso. Por supuesto, no hay que adelantarse al dictamen académico, ni focalizar al barón con prejuicios de clase. Pero al menos puedo reírme con el ingenio de los internautas alemanes, quienes no sólo han rebautizado al ministro como Dr. Googleberg, sino que además ya lanzaron al mercado, vía Ebay, “el teclado Gutenberg”, uno que sólo incluye, de izquierda a derecha, las teclas Control (=Strg =Steuerung, en alemán), C y V, es decir, las tres que se necesitan para copiar y pegar. Chapeau les copains!

 

Weiß/Colonia, 19.2. (2)

Respiré aliviado, hace años, con el único ripio que he logrado detectarle a Borges. En su soneto dedicado a Texas, y como no podía dejar de nombrar la –para ellos– épica gesta de El  Álamo, Borges usó, en el endecasílabo previo correspondiente, la palabra «cálamo». Ahí me di cuenta de que Borges también era humano y no un dios, como había creído hasta entonces. ¡Aleluya!según dizque gritan durante sus orgasmos la gente del Opus Dei y los testigos de Jehová. Hasta me atreví, de safado que soy (diría una brasileña que yo sé), a sacarle la lengua a ese soneto:

                                                  TEXAS

                              Aquí también. Aquí, como en el otro
                              confín del continente, el infinito
                              campo en que el sol parece un huevo frito;
                              aquí también el indio, el lazo, el potro.
                                   Aquí también quizás (quizá) secrete
                              el ave, en los fragores de la historia,
                              caca sobre una tarde y su memoria;
                              aquí también el místico alcahuete
                                   de los astros, trayéndome hasta el tálamo
                              la hembra que el incesante laberinto
                              de mis días arrastra: Elbita Pinto,
                                   un yiro de San Telmo acá en El Álamo.
                              Aquí también esa desconocida
                              y aleve y mortal cosa que es el sida.

 

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