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De mi Diario : 8.ª semana del 2024

Rodenkirchen,18.2.

Anoche me desperté a las 3:21 am, con unas intensas náuseas, acudí al cuarto de baño y estuve vomitando hasta la que creí que era la primera leche que mamé. Y no. Seguí vomitando y con diarrea hasta las 7:35. Lo del ir y venir al baño me hizo recordar una anécdota que me contó Ernesto, cuando ejercía como médico en Villanueva de los Castillejos. Llegó a su consultorio una madre muy afligida diciéndole que su hija estaba padeciendo un “divení”, y Ernesto le preguntó qué mal era ese y sus síntomas. «Pos don Ernesto, uno d’i y vení a cada momento al retrete». «Lo que su hija tiene se llama diarrea». «Pos así será si usté lo dice, don Ernesto». Pero asimismo  recordé, durante una de mis arcadas, la muerte de William Holden, quien murió ahogado por su propio vómito, como también el pintor satírico alemán George Grosz y es una forma de morir que no se la deseo a nadie. A partir de las 7:35 terminó la pesadilla.

Llamé a Rebeca, quien ha vivido en la Residencia donde trabaja un breve brote de epidemia de un virus gastrointestinal. Lo hice con la horrible sospecha de que fuera eso lo que me pasaba, le pregunté qué hacer y me dijo que llamar a mi médico mañana y que hoy me limitase a comer Zwieback y tomar una taza de sopa, a ser posible de pollo, pero es domingo y ReWe está cerrado, la sustituyo por una de ajo y resisto la tentación de añadirle un huevo.

Todo el día en la cama, reposando, sin dormir. Y puteando al destino, que parece divertirse ensañándose conmigo.

A las 7:00 pm me levanto para “cenar” y luego escribir para LJS mi nueva Carta desde Alemania, Menos mal que ya la tenía escrita en mi cabeza y me basta con transcribirla de mis pequeñas células grises a la pantalla. De todos modos, a eso de las 11:15 pm me rinde el cansancio y lo dejo cuando llevo transcritos 2.792 espacios. Mañana serán los 1.208 que me faltan y la envío todavía en fecha, es decir, dos semanas antes de su publicación el 3.3. Volví a ver un par de escenas de Sabrina, la buena, la de Sydney Pollack, y al catre con un par de reparadores whiskies intus, como se dice en latín y en alemán.

Rodenkirchen, 19.2.

De nuevo, prácticamente, todo el día en la cama. A eso de las 11 llama Sirio, a quien le escribí ayer contándole mi noche toledana, y me somete a interrogatorio minucioso para concluir que lo más seguro es que padeciese una intoxicación alimentaria por algo que comí el sábado, y en ese momento me acordé de cómo el sábado determiné no pedir más bullabesa en el Bistro Verde, su sabor no me convencía. Sirio añade que si paso el dìa de hoy sin más percance, mantenga la dieta de Zwieback y sopa, sólo en caso contrario debo llamarle. Me dice que la intoxicación alimentaria seguida de vómitos y diarrea es cosa de uno o dos días, y que lo que sí debo hacer, de manera impepìnable, es beber mucha agua, para restablecer el nivel anterior a los vómitos.

Diny me reta porque Chico no llega a buscarla, está ya lista para irse con él al entierro de Ilse desde las 8 am. Le tengo que recordar que el entierro tendrá lugar el miércoles.«¿Y qué día es hoy?» «Lunes». «¿Lunes?» «Diny, ¿qué días de la semana viene una ATS a ducharte?» «Los lunes y los jueves». «¿Vino hoy una ATS?» «O sea, que hoy es lunes» y se queda pensativa, como mirando las musarañas.

Llamo a la Nena como cada quince días y tengo una conversación divertidísima con ella. Me cuenta que ahora la moda es poner a los niños el nombre de Manuel y a las niñas el de Manuela. Y recuerda que cuando su tercer embarazo, y al enterarse de que iba a ser otra niña, Papá le dijo «Ponle Elena, es nombre de novela». «¿Y entonces por qué no me lo pusiste a mí?» «Es que Manuela es un nombre muy bonito». La interrumpo: «Nena, tienes que acordarte de que mamá, su mujer, se llamaba Manuela». Y la Nena: «Sí, Romeo y Julieta». Estas salidas de la Nena me tronchan de la risa.

Terminé de escribir mi nueva Carta desde Alemania para LJS, la dejé reposar un par de horas y todavía la leí tres veces antes de enviársela a Luis en la redacción. Es un homenaje a Walt Disney porque el 1.º de marzo se conmemora el estreno mundial del primer cortometraje de sus estudios. Después le pasé una copia a mi deuda estherna, la primera persona que lee todo cuanto escribo en esta pantalla, y ella me replica al poco diciéndome que sólo necesito cambiar la primera línea del tercer párrafo, donde escribí este garrafal lapsus freudiano: «Como se ve, la imaginación de Diny ya tenía en astillero, en 1923, multitud de temas»

Rodenkirchen, 20.2.

Vino Rebeca y llamó a Frau Wuttke para pedirle una silla de ruedas, quiere llevar a Diny a almorzar, y luego visitar a Montse. Se van 5’ antes de que llame Ulli anunciándome que se ponen en camino para ir juntos a La Modicana, Y en La Modicana decido no comer nada caliente ni que me pueda atacar otra vez el estómago, le pido a Minou salmón ahumado y con aguacate, sin más compañía botánica, y resulta que me llegan acompañados de toda una parafernalia vegetal que desmostrativamente dejo a un lado. Minou se ríe al retirar el plato. Que soy incorregible, me dice su mirada.

Vino Pablo para instalar una nueva bombilla en el interior de la heladera y le regalo un ejemplar de La bufanda de Cambridge después de preguntarle que si lee libros y él decirme que sí. Charlamos unos minutos y, para mi gran sorpresa, me entero de que es un estudioso de las profecías de Nostradamus y las de aquel que llaman “el Nostradamus argentino”, Benjamín Solari Parravicini, de quien no tenía ni idea. Apenas se va Pablo le pregunto a Miss Hortensia Google, y ella me explica de quién se trata. Después de leer su biografía me digo que algo que seguramente Parravicini no profetizó es que a los 25 años de su muerte, justo el 13.12.1999, nacería mi nieto Oskar.

La eficiente y casi omnipresente Frau Wuttke me llama para decirme que mi estafeta está llena a rebosar, que si quiero que me suban el correo. Avergonzado le digo que no y bajo con el andador de Diny, vacío la estafeta y traigo acá el correo acumulado, 19 envíos postales, de los que dos son libros, uno de Helena, en gallego, sobre la traducción literaria, y el otro de mi deuda estherna, del que veo por el índice que conozco la mayoría de los textos que incluye. Me parece que estoy empezando a olvidar la existencia de la institución Correos, y para qué decir de la función fisiológica nombrada en la 2.ª persona plural del imperativo del verbo “correr[se]”-

Me escribe Jair: «Nombraste al escritor y periodista Osvaldo SorianoLeí de él, hace unos lustros, una obra que me gustó mucho: Una sombra ya pronto serás». Le contesto ipso fuckto con la verdad de la milanesa: «In re Osvaldo Soriano: Su obra toda es como el cerdo, no tiene presa mala».

En mi nuevo safari en la selva de Twitter, buscando trinos para mi columna semanal en Nexos, encuentro dos de @TeresaRey, a quien no conozco, y que dicen lo siguiente: «Maravilloso artículo de Ricardo Bada» y «Otra maravilla de Ricardo Bada. ¡Cuánto se aprende leyendo a este hombre!» Me deja pasmado, averiguo su dirección virtual y le mando un email de agradecimiento diciéndole que «me hace gracia porque lo único que sé enseñar es la lengua cuando mi médico de cabecera me pide que se la muestre, amén de lo que me ilustró Günter Grass sobre sacar la lengua, como sano ejercicio contra la estupidez ambiente».

Rodenkirchen, 21.2.

No acudiré al entierro de Ilse, pobre amiga. Diny y Chico acaban de marcharse. Me he levantado de la cama para ir al cuarto de baño y escribir estas letras: no me siento bien, tengo una flojera inenarrable, y la escena de esta mañana me dio la puntilla. Cuando a las 7 am vino la ATS que debía asear a Diny, oigo cómo le dice al entrar en su habitación: «Pero Frau Hansen, usted ya está vestida como para salir a la calle». «Sí, vamos a ir a un entierro». Desde la cama y sin abrir los ojos le digo de manera que no me deje de oír: «El entierro será a las 12, dentro de cinco horas y ahora te toca el aseo diario». Su reacción es fulminante porque sabe por mi tono que no voy a dar mi brazo a torcer: «¡Ah, estos hombres que siempre lo saben todo mejor que los demás!» Y salió despotricando de su habitación para dirigirse al cuarto de baño con la ATS pisándole los talones. Cuando la terminó de asear y se marchó, me levanté y le dije sabiendo de antemano que lo que iba a decirle le entraría por un oído y le saldría por el otro: «Dijiste exactamente lo contrario de aquello que debía haber dicho yo: “¡Ah, estas mujeres que siempre lo saben todo mejor que los demás!”, eso es lo que debía haber dicho yo. Te has empeñado en que todo el mundo tiene que bailar al son que tú tocas, y eso es imposible, es por completo imposible, ojalá lo registres y dejes descansar la batuta». Y me fui a la cama de nuevo, desolado. Mi vida es un infierno.

Entre los comentarios que dejaron en el foro de mi columna en EE, acerca de Mafalda y la radio, hay uno que se pregunta «cómo serian esos chistes aplicados a la TV» y creo que no. Años ha, MSH me mandó desde Buenos Aires 2 DVD con una animación de varias tiras, y el resultado era pésimo, sobre todo por el sonido, porque le pusieron a Mafalda una voz imposible. Y ese es el quid de la cuestión. La voz que hable la parte de Mafalda tiene que convencerte de que es ella a quien estás oyendo. En esos dos DVD de que hago mención, su voz era como la de una muñeca parlante descompuesta. Naturalmente nada que ver con los congeniales trabajos de animación fraguados entre Quino y el cubano Juan Padrón, todo un maestro, esa gozada que es Quinoscopio y que pude admirar en el pabellón del ICAIC durante la Berlinale de 1986, junto al inolvidable Óscar Zambrano. Creo que fue la última vez que nos vimos. Luego regresó a Bolivia,  con su también inolvidable Gringa y sus dos hijos adoptivos, y murió demasiado joven y agotado por el tratamiento de Gringa, que un día, de modo inesperado, dejó el mundo humano y de la noche a la mañana se convirtió en un vegetal. Fueron años amargos, y apenas murió la Gringa, él la siguió un par de meses más tarde. Había seguido viviendo sólo para asistirla a ella en todo y por todo. Óscar es una de las personas más admirables que conocí en mi vida. Cuando en 1994 di una conferencia sobre Böll en Santa Cruz de la Sierra, su discípulo en la radio y la TV, Carlos Lazcano, me llevó a visitar la doble tumba.

Rodenkirchen, 22.2.

Anoche estuve viendo La muerte de un viajante en la versión de la RTVE con Berta Riaza y José María Rodero en los papeles de la pareja Loman, y un reparto que no se destiñe en la confrontación con esos dos monstruos sagrados. JMR borda la variante sicótica de Willy Loman, que no es la única, ni quizás tampoco la mejor variante en la interpretación de ese papel, pero sí una posible y él aprovecha al máximo los goles cantados que le da el texto de Miller. Mañana quiero ver (ya la he localizado) la versión TV de 1966 con Mildred Dunnock y Lee J. Cobb, la pareja original de Broadway.

Diny pasó anoche la misma noche que yo del sábado al domingo, y no me enteré de nada porque desde el domingo duermo como lirón casi ocho horas seguidas todas las noches. Sirio llamó porque nos habíamos citado para almorzar hoy, pero le expliqué la situación y lo dejamos para el jueves próximo. Eso sí, me recomendó la compra de Vomix (contra las náuseas, la primera vez dos píldoras) y contra la diarrea Lopedurol, un máximo de seis al día. Pero no hay necesidad de acudir a la farmacia, Diny se repone como yo el domingo, a base de reposar hasta las 4:00 pm, cuando le pregunto si se siente con fuerzas para ir conmigo al Steep’s y comer aunque sólo sea la sopa del día. Me dice que sí, me aseo y a las 4:30 nos ponemos en marcha.

En el Steep’s tenemos hoy el camarero al que llamo Yul Brinner y Diny encarga su sopa, de papas y zanahorias. Yo ando con pies de plomo en los terrenos de la Dietética porque esta mañana, al teléfono, le conté a Rebeca que en los cuatro días pasados tan sólo he comido tres Zwieback, tres tazas de sopa de ajo, algo de queso azul de Baviera, y el martes en La Modicana algo de salmón ahumado y un aguacate. Rebeca de inmediato me dijo que el salmón y el aguacate eran pura grasa y que olvidase por un tiempo el pescado y todos los derivados de la leche. ¡A la gran flauta!, dirían en el Río de la Plata, casi me condena al ayuno. Así es que esta tarde, en el Steep’s, encargo ½ Röggelchen con salchicha fresca y otro ½ con paté de Colonia. ¡Ha sido un descubrimiento! Adoro los Röggelcchen, los panecillos con harina de centeno, pero es que estos, además, no son redondos sino alargados, y muy crocantes, y tanto la salchicha fresca como el paté de Colonia son de la mejor calidad. Pasa la camarera metida en carnes y le explico mi satisfacción, y ella a su vez que son una fabricación especial para Steep’s de una de las mejores panaderías de la zona (¿Pistono?, me pregunto), y que los suministran ya listos para el horno. Felicito a Steep’s por este enriquecimiento de mi dieta y ella se va muy contenta con el contento del cliente.

Rodenkirchen, 23.2.

Estuve viendo anoche La muerte de un viajante, versión TV 1966, con la pareja que la estrenó en Broadway, Mildred Dunnock y Lee J. Cobb. Es abrumadora, tiene lo ineluctable de una tragedia griega, Y desde luego, Lee J. Cobb es para mí, de lejos, el mejor intérprete de Willy Loman de los cinco que ya conozco, es el papel de su vida. Chapeau!

Soy una persona cuya memoria es admirada por tirios y troyanos, pero ayer, después de telefonear con Sirio y que me diera las dos recomendaciones de unas medicinas para Diny, me dije que envidio la memoria de los médicos. Ellos son capaces de retener cientos de nombres farragosos de otros tantos remedios, pero no sólo eso, ¡también la dosificación en cada caso! Comparada con la de ellos, mi memoria es buena, pero no les llega a los talones.

Almuerzo en el chino, sin renunciar yo al pescaíto frito, mal que le pese a mi Rebecota querida. A nuestro lado, en una mesa para dos personas, se sientan los que me parecen ser padre e hijo, y juro sobre mi ejemplar de Toda Mafalda que el padre estuvo hablando todo el tiempo, un monólogo monocorde y monótono que parecía no terminar nunca. Cuando se fueron nos quedamos sin conocer la voz de su hijo.

Walter me envía desde Viena el enlace con un texto de Luis Sepúlveda que le publicaron en el CVC, en el rubro “Los lectores de Borges”. Es arquetípico de su mitomanía y su narcisismo. Ya en su día se inventó un encuentro, creo que en Barcelona, con Bruce Chatwin, antes de que el inglés viajase a Patagonia. Sólo le faltó decir que le dio la idea de hacer ese viaje. Y este encuentro con Borges me parece del mismo linaje. Pero con independencia de eso, Borges jamás fue entrevistado por la Deutsche Welle (la que LS llama «radio exterior alemana») en Colonia; la única entrevista con él para nuestra emisora se la hice yo en octubre 1982 en el hotel donde lo alojaron en Stuttgart. Y por si eso fuera poco, en el edificio de la DW jamás hubo un Pater Noster [ascensor de rosario], LS oyó campanas pero sin saber dónde: el Pater Noster más famoso de la literatura alemana se halla en la WDR (Radio Colonia), junto a la catedral, Bóll lo inmortalizó en el primer párrafo de uno de sus mejores cuentos, “La colección de silencios del Dr. Murke”. Amén dello, hacia el final, hay una frase que no tiene pierde: «Al despedirme, Borges alza la cabeza y me veo retratado en sus ojos más aptos para ver los portentos de la imaginación que los frutos de la vanalidad [sic]». Ah, sí,  la vanalidad es la versión cinemascópica de la vanidad.

Rodenkirchen, 24.2.

Almorzamos con Paul en el Bistro Verde, que estaba de bote en bote. Petra y Liviu no daban abasto, y eso que tienen un largo pedrigí. Al llegar, Liviu me saludó diciéndome: «Herr Bada, hoy no tenemos Chardonnay frío, ¿le traigo un Grauburgunder?» Le dije que sí. Luego, Diny pidió la sopa renana de papa con salchicha fresca, Paul una gran ensalada y un filete de ternera empanado (que resultaron ser dos), y yo mis Rösti con su sabroso salmón en salmuera. Ellos, además, postre: Diny las bayas del bosque con helado de vainilla y Paul su Kaiserschmarren. Le estuve hablando a Paul de La muerte de un viajante y se entusiasmó tanto que enseguida buscó en su tableta y encontró una versión en alemán del telefilm con Dustin Hoffman, que quería ver al llegar a su casa. Le hablé también de que Arthur Miller y Elia Kazan llevaron a Lee J. Cobb a un concierto, el día del estreno del drama, y le pidieron que tanqueara toda la energía de la 7.ª sinfonía de Beethoven, para trasladársela a Willy Loman al levantarse el telón. Me dijo Paul que el amigo con quien comparte su piso irá esta noche a Bonn a un concierto para oír esa sinfonía. Le prometí enviarle el enlace con la mejor grabación en vivo que existe de la misma, la dirigida por Carlos Kleiber en el Concertgebouw de Ámsterdam con la orquesta titular. Y el resto del día, antes y después, lo he pasado en la cama, reposando o durmiendo. Lenta, pero irreversiblemente, me estoy convirtiendo en una marmota.

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