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De mi Diario : Semana 1 / 2012

 

Weiß/Colonia, 1°.1., primeros 10’ del nuevo año

Rebecota fue la primera llamada telefónica del año, y Montse la segunda. No sé por qué pero cuando sonó el teléfono después de llamar Rebeca, y era Montse, me acordé de una frase en una obra de Alejandro Casona, creo que La barca sin pescador, donde una vieja asturiana habla de su difunto esposo y dice (cito de memoria) que era persona de pocas palabras, «pero en los tres años que estuvimos casados me hizo tres hijos, cada quien tiene su forma de expresarse».

 

Weiß/Colonia, 1°.1.2012 (1)

Vamos a lo de Chico, que ayer cumplió 43. A Angie le salieron dos bizcochos de relamerse los dedos, sobre todo el jaspeado. Y Montse llega luego con Frank y con Henri, y trae una golosina della madonna, un bollo de almendra glaseado que está diciendo comedme y que hornearon al alimón Frank y Oskar. Con nosotros Beate y Wolfgang [los suegros de Chico], que acaban de llegar de Franconia para pasar unos días en familia con su único nieto, Vincent, pero lo cierto es que Wolfgang se pasa todo el tiempo jugando con Henri, cuyo magnetismo es irresistible.  Los “adultos” divagamos acerca del programa de la TV noruega donde ilustraron una noticia sobre la miopía de los ancianos con un póster de los que usan los oftalmólogos para chequear la vista de sus pacientes. Lo que pasa es que las combinaciones de letras que usaron en él iban de mayor a menor conformando las siguientes siglas: OMG, WTF, STFU, LMAOROTFy los tuiteros noruegos exultaron con ellas, son las que se usan en el twittósfera para ganar espacios al decir O My God, What The Fuck, Shut The Fuck Up, Laughing My Ass Off Rolling On The Floor. Los redactores noruegos aseguran que fue pura casualidad. Seguro. También es pura casualidad que el Polo Norte sea el antípoda del Polo Sur, según demostró Amundsen, un noruego.

 

Weiß/Colonia, 1°.1. (2)

Rolando me manda un email para recordarme que hoy es el cumple de The Times: 1°.1.l788. «Londres, of course!», añade, como si el 1° de enero de 1788 hubiese habido gente que supiese leer en los Estados Unidos. Bueno, síiiii, Jefferson, Hamilton y Franklin, pero no muchos más: en suma, hubieran sido demasiados pocos lectores para un periódico que recién se fundaba, y el capitalismo funciona sobre otras bases que la filantropía: es casi su negativo.

 

Weiß/Colonia, 2.1., primera hora del día

Pasan en la tele, tarde, Happy Go Lucky [Un cuento sobre la felicidad, una estúpida traducción mercadotécnica del título, con lo lindo que sería haberla titulado, tan irónica y ambiguamente, Vivalavirgen]. Hasta Diny trasnocha para volverla a ver. Y busco en este diario lo que escribí cuando la estrenaron en Colonia, el 2.8.2008: «Viendo la película : Me fijo en el letrero de la calle donde está la casa en que viven Poppy y su amiga Zoe: Finsbury Park Road. Al llegar a casa consulto mi mapa de Londres y encuentro una gran oferta de Finsburys: Street, Square, Pavement, Circus y Market, todos en las cercanías de la estación ferroviaria de Liverpool Street, pero ningún Finsbury Park Road. Realismo mágico se llama esa figura. Por lo demás, la película es muy buena, y Sally Hawkins está espléndida, en uno de sus mejores papeles, justificadísimo que ganara con él su Oso de Plata en el último festival de cine de Berlín». Nos reímos mucho, es un Mike Leigh increíble, la sonrisa pura que se permite un genio cuando descansa. Pero esta vez es la primera que la veo después de que he conocido a BN, y mi empatía con la peli es 100%: sí, la Poppy de la peli es la BN que conozco a través de sus mails, de sus blogs, de su cuenta T: una mujer adorable por algo tan sencillo como el hecho de no mentirse ni negarse  jamás a sí misma.

 

Weiß/Colonia, 2.1.

Me llamó Rodrigo Tomás, para contarme que estuvo en Berlín en la residencia donde tienen internado a Dieter Masuhr, un excelente pintor y además buenísimo traductor del español al alemán, que fue quien se atrevió antes que nadie a poner en este idioma la poesía de Gonzalo Rojas. Lo cierto y doloroso es que a Dieter lo derribó hace ya más de diez años una enfermedad neurológica degenerativa de resultas de la cual, aunque no se encuentra en estado vegetativo, sí está confinado en una silla de ruedas y no puede pintar ni su cerebro se halla en condiciones de crear ni casi de asimilar nada. Yo lo estuve llamando por teléfono durante meses, al comienzo de su internamiento, allá por el 2002, hasta que él mismo, que se daba cuenta del esfuerzo que le costaba seguirme, me pidió que no lo hiciera más. Respeté su decisión, aunque nos dolió, también a Diny, que quiere mucho a Dieter. (Un cuadro suyo, de tema erótico, magnífico, se encuentra sobre la cabecera de nuestra cama, desde hace más de 25 años). Y bueno, Rodrigo Tomás acudió a visitarlo, y estuvieron charlando un rato. Dice Rodrigo Tomás que su memoria para el pasado aún funciona, porque al mencionarle que había estado en nuestra casa el día 25, Dieter le dijo «Ah, sí, Ricardo, el español»; pero que la memoria de lo inmediato, lo de ayer mismo, no le funciona. Penoso en alguien de tantas prendas intelectuales y morales (Dieter combatió en el Frente Sur sandinista, contra Somoza, o sea, que no era alguien de solidaridades de palabra, pasaba a los hechos). Ahora bien, platicando con  Rodrigo Tomás, de repente me habla de un libro de Gonzalo en alemán, con traducciones de Dieter, y le digo que ese libro no lo conozco; y él me comenta que qué raro, puesto que lo editó la  Büchergilde Gutenberg (la editorial de los sindicatos) y él sabe que yo soy socio de ella. Me asegura además que la edición está agotada y los ejemplares ya son de colección, están a precios muy altos. Le digo que me pongo enseguida en campaña para conseguir uno, si su precio está al alcance de mi economía. Me contesta que si no lo consigo, a él le quedan tres, cuatro ejemplares, y con gusto me regalaría uno. Se lo agradezco y le digo que lo tomo en cuenta para el caso de no poderlo comprar. Y nos despedimos. Media hora más tarde me llama Rodrigo Tomás otra vez y me pregunta: «¿Estás de pie o sentado?» Le digo que sentado y me contesta que qué bien, porque si no me caería sentado [un español diría “de culo”] al escuchar lo que me va a decir. Y es que después de hablar conmigo se puso a hojear los cuatro ejemplares que le quedan de ese libro y descubre que uno de ellos contiene una dedicatoria muy cariñosa, de Gonzalo para mí, e incluye una hojita donde Gonzalo le pide a él, a Rodrigo Tomás, que me lo haga llegar a la dirección que figura en una etiqueta adhesiva en las páginas de guarda y documenta que el libro es propiedad mía: «Y me puse a pensar» me sigue diciendo Rodrigo Tomás, «y reconstruí lo que había pasado, y fue que tú compraste el libro y me lo diste en mano para que yo se lo llevara a mi padre cuando me encontrase de nuevo con él, y que él te lo firmase,  mi padre luego me lo mandó y yo me olvidé de devolvértelo. Y ahí está este libro, con esa dedicatoria suya para ti, que tanto te apreciaba, ahí está desde 1993». Grande Gonzalo, tú, como el Cid, sigues ganando todas la batallas, hasta después de muerto.

 

Weiß/Colonia, 3.1., primera hora del día

Maria Wern, de la policía criminal de la isla de Gotland, es la mejor serie hecha en Suecia en los últimos tiempos. Vi la primera temporada, en agosto del año pasado, y esta segunda la supera en muchos aspectos. Es, además, quizás, la más realista de todas. Prácticamente podemos seguirla casi como acompañantes, o comparsas de la filmación, más que como espectadores. Una joya.

 

Weiß/Colonia, 3.1.

Hoy ha sido un día de prueba para mí. Como no lograba dormir, de los puros nervios para no marrar la recogida de Nosferatucita en la estación, ya a las 5.30 am estaba como el padre de Mafalda enmedio de la noche (un cuadro en negro y dos ojos en blanco); me levanté poco después de las 6, me afeité, duché, desayuné, y me fui con un autobús anterior al que me habría ido en un caso normal, y como siempre sucede en tales casos el bus fue puntual y el transbordo al tranvía súper puntual, así es que llegué a la estación ½ hora antes y sin saber qué hacer para matar el tiempo. Menos mal que llevaba conmigo el libro de cuentos de Fabián Vique, que me lo voy a jalar a base de viajes en tranvías y buses. Y a las 9.18 en punto Nosferatucita bajó el vagón y se encontró frente a un señor gordo y feo que la apuntaba con el dedo. Ella me había escrito, refiriéndose a la gorra de visera que le dije que llevaría, para poderme identificar: «Buscaré el letrero de LA OPINIÓN en tu frente, busca el de «Estoy perdida» en la mía. Voy de gabán de cuero negro y botas negras. Me voy a poner los ojos del mismo color para no desentonar». ¡Y qué ojos! Mi querida Anacrís es la segunda amistad hecha por e-mail a la que conozco de córpore insepulto. ¡Y qué córpore! Todo el mundo con el que nos cruzábamos por la calle nos miraba y sé lo que pensaban: “La bella y la bestia”. La llevé primero a la catedral, que ya contempló con asombro desde que salimos de la estación, cuando me confesó que este era su primer viaje a la Europa continental, porque hasta ahora tan sólo conocía la Gran Bretaña. En la catedral la dejé caminar a solas, descubriéndola, hasta que nos reunimos enfrente del vitral de Gerhard Richter, regalado por el pintor a la catedral completamente en contra del criterio del cardenal–arzobispo tridentino que el payaso polaco le impuso a la diócesis coloniense: menos mal que la catedral no es propiedad del arzobispado, y el poder del retrógado que lo detenta se limita en ella al derecho de oficiar misas de pontifical. Luego, tras desafiar el viento huracanado que es una seña de identidad delante de la catedral, la llevé a conocer desde fuera el mosaico de Dionisos y la tumba de Polibio en el Museo Romano–Germánico, y después el ayuntamiento, las excavaciones del barrio judío y la primera fábrica de agua de Colonia, que no es precisamente la 4711, como ella creía, sino la Maria Farina, donde la obsequiaron con un frasquito de muestra. En la cafetería del Museo Ludwig, finalmente, en un rincón donde grabar sin problemas, me entrevistó para un programa que tiene en una radio FM en Medellín, conversando rico, que con ella como que resulta muy natural. Y después la llevé a conocer el Padre Rhin, desde la plaza Heinrich Böll, y a las 12.37 estábamos en la estación para que a las 12.42 tomase su tren de vuelta a Krefeld. Todo como programado a fin de demostrar la superioridad de la civilización alemana sobre cualquier otra forma de vida cívica. La despedida fue hasta junio, cuando ella regrese a Alemania, y creo que ambos nos quedamos con muchas, muchas ganas de vernos de nuevo. Y apenas partió el tren llamé a Carlitos y ahí vino a buscarme con su carro, fuimos a comer a La Modicana, y al dejarme en casa ya se despertaba Henri de su siesta, pero yo estaba requetemolido, me fui a dormir la mía, y luego estuve jugando con él, y recién pasadas las 6 pm empecé a poner al día mi estafeta, pero con interrupción constante porque están transmitiendo desde Montecarlo el festival mundial del circo, y esa sí que es una gozada y no el cine porno.

 

Weiß/Colonia, 4.1.

2° cumpleaños de Henri. Toda la familia en casa de Montse, menos Chico, el único que trabaja este día. Henri muy atento a que sus amiguitas mellizas Katharina y Karolina («una morena y una rubia», aunque no «hijas del pueblo de Madrid»), que lo han venido a felicitar y son de su misma edad, no tomen posesión de sus juguetes. El sentido exclusivista de la propiedad en los niños es un rotundo mentís a la inocencia de sus espíritus: el ser humano nace lastrado ya con ciertos instintos y prejuicios que si acaso, a base de mucho esfuerzo consciente, a lo largo de su vida, logrará borrar de su disco duro. Por lo demás, Frank y Oskar desaparecen pronto para llevar a Meggie al veterinario, llegó de la calle hace un rato maullando lastimera y cojeando de la pata izquierda delantera. Cuando la traen de vuelta Frank informa que el diagnóstico del galeno ha sido que se trata de un mordisco («Joder, se habrá peleado con el perro Pluto» comento yo) y tiene prohibición absoluta de salir de la casa durante cinco días: arresto domiciliario. Y Oskar se viene con nosotros para quedarse acá quizás hasta incluso el fin de semana, qué gran alegría.

 

Weiß/Colonia, 5.1.

Siempre que se mencionan a los Reyes Magos, y hoy es su día, me acuerdo del gran Baltasar, que en la esquina sudoeste del cruce de Miguel Redondo con Berdigón, en la vieja Huelva donde me crié y viví hasta los 23 años, tenía un bazar donde podía encontrarse de todo, casi se diría el modelo del cambalache de Discépolo. Ese bazar era algo así como el paraíso para la chiquillería de la ciudad. Y se contaba como chiste lo que había sido una anécdota real, la de una niña chica que llegó allí para comprar una trampa para ratones y le preguntó al gran hombre de detrás del historiado mostrador de madera: «Baltasar, ¿tiene usté trampas de a peseta?», a lo que el gran hombre le contestó suspirando: «¡Ojalá, hija, ojalá!» Y lo que yo me pregunto ahora es si en España se seguirá llamando “trampas” a las deudas. Ojalá (Baltasar dixit!)

 

Weiß/Colonia, 6.1.

Dylan Walsh en Nobodys Fool es el doble exacto de TH. Pienso, al verlo y darme cuenta del asombroso parecido, en las personas con las que he sido confundido a lo largo de mi vida: con Carlos Saura, con Michel Piccoli, con Arthur Miller, con Mauricio Kagel, y hasta creo que hay  algún otro que ahora se me escapa. ¡Qué inmensa satisfacción sería para mi ego si a alguno de  ellos, alguna vez, lo hubiesen confundido conmigo! Pero alimento la inextirpable sospecha de que eso no ha sucedido jamás. Y en dos de los casos, ¡ay!, ni siquiera existe ya la posibilité.

 

Weiß/Colonia, 7.1.

Hoy, y no antier ni ayer (porque antier y ayer hacía un tiempo de perros en Weiß, no en el barrio donde vive Vincent, que ayer sí pudo ser Rey por un día), pasaron por nuestra casa los niños que hacen de Reyes Magos. Tres niños vestidos con lindos disfraces de Melchor, Gaspar [en alemán se escribe Caspar] y Baltasar, recorren los hogares de este país, llamando al timbre de cada puerta, y cantan un villancico de Reyes, rogando al terminarlo el óbolo de los habitantes de la casa. Es siempre para una buena obra destinada a otros niños: enfermos del sida, abandonados, o en comarcas como el Darfur del Sudán. En el dintel de la puerta dejan luego, escrito con tiza, un mensaje cifrado: 20*C+M+B+12. Eso significa: Por acá pasaron los tres Reyes Magos y fueron bien atendidos. Literalmente incluye las dos primeras cifras del año en curso, una estrella (aludiendo a la que condujo a los Magos hasta Belén), las iniciales de los tres monarcas, y las dos últimas cifras del año. Y las iniciales van en ese orden porque remiten al agradecido deseo “Christus Mansionem Benedicat” (Cristo bendiga esta casa). Este año, dos de los Reyes eran niñas. De todos modos, su visita me hizo recordar la de 2008, que también dejé reflejada en este Diario, y cómo UM, entonces amiga mía, una chilena que vive en el exilio desde el golpe de Pinochet, y que –sin que yo lo supiera ni imaginase– seguía anclada en el sectarismo más duro y puro, me escribió lo que transcribo en sus propias palabras y tipografía:

«ME PUDREN LOS EUROPEOS CON SUS CARIDADES HACIA EL MISMO HORROR QUE ELLOS CREARON. AQUÍ ESTAMOS COMIENDO MIERDA, BADA. LAS SOFISTICACIONES CULTURALISTAS DEL PRIMER MUNDO SON UN INSULTO».

Le contesté lo siguiente:

«No soy yo precisamente un modelo de “inocencia” primermundista, y me atrevería a suscribir lo de que te pudren los europeos con su caridad hacia el mismo horror creado por ellos, y a que las sofisticaciones culturalistas del primer mundo son un insulto. Va mi firma debajo. Sólo que debo excluir ex profeso a esos niños primermundistas y sí inocentes, que patean las calles de todas las ciudades y pueblos de este país pidiendo para sus congéneres menos favorecidos: ¿o a poco no, los metés también en la misma bolsa con los Austrias españoles masacrando América, los tolerantes holandeses traficando con esclavos, el honorable Mr. Disraeli ahogando en sangre las insurrecciones indias, el rey Leopoldo de Bélgica depredando el Congo, y un largo etcétera?»

Respuesta de ella:

«Claro que todos los niños son inocentes. ¡Faltaba más! La culpa de los niños del primer mundo la tienen los que meten imperialismos en sus cunas. ¡Qué papelòn, el mío! Quise entrar en complicidad tercermundista con el  niño que nació sobre los escombros de una guerra civil, ante la puerta de una guerra mundial, en la región más pobre de Europa, y ¿qué me salió? ¡un Habsburgo! Te abraza con el cariño de siempre, *****» 

Respuesta mía:

«¡Epa, no es tan así, *****! Decís que la culpa de los niños del primer mundo la tienen los que meten imperialismos en sus cunas, con lo que supongo que querés decir que la culpa de que los niños del primer mundo, cuando lleguen a mayores, piensen como Herrenvolk, la tienen quienes les inoculan imperialismo en sus cunas, pero eso es negar el libre albedrío: Marx y Lenin salieron de la clase media. Y además ello no invalida el hecho de que mientras ejercen su solidaridad de niños con otros niños, la ideología debe quedar en suspenso. Diría yo, ese que también te abraza con el cariño de siempre. Ese que se llama Ricardo Corazón de Tontón».

El 22.2., un mes después, en vista de que no me contestaba, le puse este email: «Toc, toc, toc ¿Hay alguien en la casa?» Y el 19.3. hice un nuevo intento: 

«Amiga *****, ¿cómo estás?  Tu última señal de humo me llegó el 21 de enero, y aunque en ella casi me acusabas de ser un momio, como te despedías de mí con el mismo cariño de siempre no pensé que me habías cancelado la que vos misma llamabas tu “complicidad tercermundista” con el niño que fui, nacido entre el fin de la enésima guerra civil y el principio de la segunda mundial. Tal parece, sin embargo, en vista de tu silencio, que algo se haya roto en nuestra relación, ¿o me estoy equivocando y haciendo pichí fuera de la bacinica?  Sea como fuere, echo de menos tus mails y tus comentarios siempre tan agudos. Y te quiero enviar en el anexo un texto que escribí el fin de semana pasado. Un abrazo, y hasta cuando quieras de nuevo. Tu siempre amigo Ricardo».

Pero jamás me ha vuelto a escribir. Para mí fue una durísima lección chocar de esta manera con tanta intransigencia y tanta cerrazón mental en alguien por lo demás sumamente querible como persona, pero así es la cosa, Mafalda. Y no hay más cera que la que arde.

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