Weiß/Colonia, 3.3., Domingo de Carnaval
En el diario una larga etrevista con Francis Fukuyama, a quien hizo famoso su veredicto «la muerte de la Historia». El periodista le pregunta su opinión acerca de the fake president (cuyo nombre jamás mancillará una página escrita por mí). Fukuyama le contesta: «Me dejó atónito que un mentiroso como él pudiera llegar a ser nuestro presidente. Es algo deprimente de un modo extremo. Las consecuencias me preocupan aunque creo que el sistema americano de chequeos y balances sigue funcionando e impide la concentración del poder en las manos de una sola persona. Por el momento soy de la opinión que no será reelegido en el 2020». ¡Ese Ser Superior que nosotros adoramos (© by Bur–Malottke) le oiga, profe Fukuyama!
Desde Roma, me envía Carla su traducción al latín del español “Mucho ruido y pocas nueces”: «”Tragoedias in nugis agere” (con el verbo en infinitivo y el acento tónico en la a; si lo quieres en tercera persona, sería “agit”)». La necesitaba para redondear mi columna de la nueva semana en El Espectador, que espero escribir mañana.
Todo el día muy triste, muy triste. La primera frase que aprendí en francés, todavía en Huelva, en el bachillerato, fue «C’est inutile, la tristesse durera toute la vie». Ese Van Gogh me sigue sin desmayo desde entonces. Sé que no lo parece, pero en el fondo soy una persona muy triste. En lo único que puedo pensar de una manera positiva es en la muerte, cuanto antes mejor.
Weiß/Colonia, 4.3., Lunes de las Rosas
Estuve cuatro horas viendo en la tele el gran corso del Carnaval, que desfilaba este año bajo el lema “El idioma es nuestro hogar”, pero en kölsch, el idioma de Colonia, no en Hochdeutsch [=alemán alto, es decir, culto]. Y sí, el kölsch es como una casita con tejado de tejas rojas a dos aguas y una chimenea de la que siempre sale humo, donde vive el amigo desaliñado del elegante dueño de la villa con jardín (y perro que muerde) que se levanta al lado.
He recogido del diario un par de estadísticas curiosas acerca del corso del Carnaval hoy, aquí en Colonia. Se arrojaron al público, a) 770.000 tabletas de chocolate, que una encima de otra darían una altura de 3.850 m [siendo la cumbre orográfica de los alemanes la Zugspitze, de “sólo” 2.962 m]; b) 300.000 ramilletes de flores, entre los cuales 900.000 tulipanes para los que se necesita un sembrado de 180.000 m² [= dos campos y medio de fútbol]; y c) 330 t de caramelos y bombones, mientras que una ballena azul apenas pesa 190 t. Hay una estadística que no funcionará este año porque ante la amenaza del huracán Bennet, el corso tuvo lugar sin la vistosa y briosa presencia de los caballos, 318 caballos que hubieran producido 10 t de excrementos con las que se podrían generar 1.300 m³ de biogás que a su vez equivaldrían a los 760 l de diesel con que se podría viajar desde Colonia hasta Hong Kong. Una estadística nada semejante a las que acabo de reseñar tiene que ver con lo que en alemán se llama Seitensprung [literalmente “salto de costado”, el eufemismo para designar el hecho de irse a la cama con una pareja distinta de la propia]; pues bien, el 75% de los colonienses lo considera una ruptura de la relación de confianza, y al 25% restante le parece OK. Lo que no quiere decir, en modo alguno, que muchos de los votantes del 75% no aprovechen el relajo propio de las costumbres en estos días carnestoléndicos y echen su respectiva cana al aire, como cualquier hijo de vecino. Una cosa es la teoría y otra la práctica, el viejo Kant escribió un par de libros al respecto.
Weiß/Colonia, 5.3.
2:40 : Acaban de pasar la peli sobre los pioneros de la aviación, Those Magnificent Men in Their Flyng Machines or How I Flew from London to Paris in 24 hours 11 minutes [Aquellos chalados en sus locos cacharros es el bien estúpido título en español, que no aclara que se trata de cacharros voladores]. De repente descubrí que la pasaban y supe que ella sería uno de los pocos sanalotodos contra mi invencible tristeza. Y bien saben los dioses que me he reído, y mucho, Me retrotrajo además a los días del otoño de 1965, cuando la vi al estrenarse aquí en Colonia, en algún cine del Ring, entre Rudolfplatz y Friesenplatz, si la memoria no me falla.
A las 12 donde la pedicura, Saskia, que huyendo del Carnaval se fue el fin de semana largo a Berlín, regresó recién anoche. Le llevé como préstamo Bueno contra el viento del Norte (que en la traducción al español recortaron innecesariamente a Contra el viento del Norte, quitándole el sentido al original), la novela de Daniel Glattauer sobre la que conversamos el mes pasado; y a Victoria, su colega, también le llevé como préstamo Victoria, de Knut Hamsun, encareciéndola como una de las más bellas historias de amor escritas en todos los tiempos. Como lo que es.
En La Modicana, hoy con Ulli, Diny y Claudia, recién regresada de su periplo de tres meses por Berlín, Nueva York, Bogotá, Morelia, Guanajuato, Ciudad de México y otra vez Bogotá. Charla muy animada, en contraste con mi estado de ánimo que me llevó a tomar tan sólo el caldo de la sopa de pescado. Cada vez se me hace más cuesta arriba esto de comer, no tengo apetito alguno y si como es porque si no me desmayaría desmadejado cada dos por tres.
Publica Félix una nueva entrada en su blog de Fronterad, acerca de dos minutos de gloria en la historia reciente de su Burkina Faso de su alma, y le dejo un comentario al pie: «Félix querido, el que un tipo tan impresentable como Alfonso Guerra diga de España que es como Burkina Faso, sugiriendo con ello que no podía caer más bajo, lo que quiere decir en buen cristiano es que Alfonso Guerra no podìa caer más bajo (y mira que es dificilísimo en su caso) ni podía demostrar de otro modo mejor que, en el fondo, es un racista. Siento tu dolor porque sé de lo que hablas, también yo siento dolor cuando veo el revanchismo con que se trata a Alemania en la propia Europa, que tanto le debe. Y que le seguirá debiendo. Siempre».
Weiß/Colonia, 6.3., Miércoles de Ceniza
El día le hace honor a su nomenclatura en el calendario cristiano. Es un día ceniciento, como del hastío de Dios, parafraseando al cholo inmortal.
Transcribo acá parte de mi diálogo epistolar de hoy con David, que ya está en Roma, con Carla.
DAVID : El ambiente aquí es fantástico para la lectura, porque está uno rodeado de libros y cómodos sillones.
YO : Todo el tiempo invertido en la lectura vale su peso en oro. Incluso cuando leés paja, porque así no olvidás que también se escribe mucha y todavía sabés detectarla. Un buen ejercicio.
DAVID : No logro estar una hora concentrado, a no ser que sea un trabajo mecánico, pero en el trabajo creativo de la escritura soy como un niño en un espectáculo de juegos pirotécnicos, siempre alerta por la nueva explosión.
YO : Eso es sencillamente falta de ejercicio, mi querido David. Cuando estás acostumbrado a escribir a diario, la inspiración (o lo que así suelen llamar) llega sola. Lo digo por experiencia. A mí me ayuda mucho, por cierto, la escritura de mi diario, que además también me sirve como un acta notarial que certifica que no miento ni exagero, siempre siento como un freno necesario la lectura de quienes aparecen citados en el diario, ya sea por escritos suyos y respuestas mías, ya sea por el relato de una actividad desarrollada juntos.
DAVID : En cuanto a la entrevista de Shoshana Zuboff en la BBC Mundo, quedé fascinado.
YO : Yo quedé acojonado, esa es la diferencia de edad entre vos y yo.
DAVID : Y ya que estás frisando esas laderas, te recomiendo la lectura de Byung Chul-Han,
un coreano que hizo su tesis sobre Heidegger y escribió una serie de ensayos sobre nuestra sociedad que se convirtieron un fenómeno editorial, pero tiene ensayos muy buenos, como «El enjambre» o «La sociedad de la transparencia» (los títulos te los digo en español, casi como los recuerdo). Ya que lees en alemán, puede que sea un placer mejor, pues considero que su prosa es buena, sencilla, como recomendaba d. José Ortega y Gasset.
YO : Tomo buena nota de tu recomendación, aunque si miro a mi izquierda la montaña de libros por leer, se me quitan las ganas de pensar en adquirir algunos más. Y no sabía yo que los filósofos españoles Ortega y Gasset hubiesen recomendado una prosa sencilla. Sí recuerdo que Borges, al hablar del filósofo William James (hermano de Henry) lo elogió diciendo que tuvo «la cortesía de la claridad».
DAVID : De las fotos que enviaste la que más me gusta es aquella en que estás con Benedetti; declarando, ¡claro está!, que la de Diny con Gabo cuenta como fuera de concurso.
YO : Esa foto es un fragmento de prosa en el que la mirada de Diny se inserta como un poema:
En el canal 3sat : Formidable documental alemán, estupendo y dramatúrgicamente muy bien construido, sobre la revolución de las mujeres en Argentina, el machismo y el patriarcalismo de la sociedad en cuyo seno viven (sobreviven), la lucha por sus derechos. Más de la mitad de los casos referidos acá demuestran de una manera incontestable que el dizque homo sapiens sigue siendo un cavernícola incorregible. Ay.
Weiß/Colonia, 7.3.
Espléndida la columna de Joaquín Mattos Omar en El Heraldo, de Caimanópolis, como llamo a Barranquilla, y por cierto que el bueno de Julio Olaciregui adoptó mi topónimo en su última novela. Joaquín me envió el enlace con un abrazo «desde la orilla occidental del Magdalena», y le escribo lo siguiente: «La orilla occidental del Magdalena es la izquierda, o sea, la buena, como la mía aquí en el Rhin: el viejo Adenauer, cuando fue alcalde de Colonia en los años 20 del siglo pasado, decía que al otro lado del río comienza Siberia. Y para ser sinceros, nosotros, los habitantes de la orilla izquierda, casi sólo pasamos a la otra si la necesidad nos obliga (el aeropuerto queda al otro lado del río). Amén de que el adjetivo más despectivo que puede proferir un coloniense es «rechtsrheinisch» [o sea, propio de la orilla derecha del Rhin]. Un cordial saludo «linksrheinisch» respondiendo al tuyo «leftmagdalenian»».
[Horas más tarde le mando una fe de erratas a Joaquín: «Donde dice “leftmagdalenian” debe decir “zurdomagdaleno”»].
El viento suena todo el día, a rachas no tan huracanadas que uno sienta temor, pero sí lo que más se le acerque en la escala de los sinsabores existenciales. Querría dedicarle una viñeta como aquellas tan rechulas que Baroja intercalaba a veces en sus novelas. Pero no soy Baroja ni la inspiración acude en mi ayuda. ¡Inspiración, inspiración, tenés nombre de mina!
Weiß/Colonia, 8.3.
0:40 am : Acaban de pasar The Theory of Everything [La teoría del todo en español, en alemán El descubrimiento de la infinitud, uno de los raros casos en que la traducción del título original es mejor que el original, ¿o es que alguien podría explicarme alguna vez qué coño le significan a un espectador común y silvestre The Theory of Everything o La teoría del todo? Imbéciles]. No la conocía y me ha gustado dejándome un rastro de ánimo en alza. ¿Qué son los achaques de un viejo pelotudo y comodón, como yo, comparados con el sufrimiento de un Stephen Hawking, malbaratado su cuerpo por una enfermedad pensada por un Dios enemigo del ser humano?
En el supermercado una cajera simpática. Como todo lo que compro es alcohol (whisky Single Malt, licor de yerbas, dos botellas de Sekt Príncipe de Metternich– una de Riesling, la otra de Chardonnay– para el aperitivo con la visita de mañana), la cajera me mira y me pregunta en voz baja: «¿Tiene su DNI?» «No, pero le doy mi palabra de honor de que ya cumplí los 18 años», le respondo también en voz baja. Reímos los dos y la gente de la cola se miran entre sí, perplejos.
Esperando el bus veo en la acera de enfrente a una mujer con el moño encima de la cabeza, como si fuese una i a la que acabaran el ponerle el punto. Jamás he podido entender la estética de un peinado así. Por segunda vez esta semana recuerdo a Baroja, aquella frase suya que no se me despinta, al comienzo de El laberinto de las sirenas, cito de memoria porque me da pereza ir a buscar el libro para una cita literal: «Nunca entenderé cómo es que los italianos, con su eterna preocupación por la Estética, pueden comer espaguetis en público». Y eso mismo es lo que pienso de un peinado como el de esa joven madre de la acera de enfrente: nunca entenderé cómo es que las mujeres, con su eterna preocupación por tener un buen aspecto, se atrevan a disfrazarse de una letra del alfabeto.
Decididamente, mi directorio de amigos gatófilos se encuentra en el Index de Gmail.com, es la sexta vez que me rechazan íntegra la remesa de un trino tan inocente como este:
@rainerschund: Ella: ̶ No tienes mucha experiencia con animales domésticos, ¿verdad?
Yo (secándome las manos en el gato): ̶ Claro que sí, ¿por qué?
Salió puntualmente mi columna en El Espectador. Y aproveché el comentario que Samuel dejó en el foro para darle a Carla el crédito que merece su traducción al latìn del “Mucho ruido pero pocas nueces”, no sin asombrarme de que el buen Samuel también parece saber latín, como lo demuestra su comentario. Es lo último que se me ocurriría que pudiera saber un ingeniero civil, pero es que el Caribe es mucho Caribe, no en vano es la patria del realismo mágico.
Weiß/Colonia, 9.3.
0:10 am : Hang ‘Em High [Cometieron dos errores en España, pero mejor La marca de la horca en México] es el primer western de Clint Eastwood después de la trilogía con Sergio Leone, así como el primer film de su productora Malpaso. Y fue un buen paso. Pero lo que me pasa con él es que cada vez que lo veo me pregunto cuánto habrá de plagio o de reverencia en la partitura. A uno le parece estar oyendo a Morricone, y no es de Morricone la partitura. Esta noche agarré la conexión cuando ya había empezado unos 10’ antes y me dije al oír la música: «Morricone», hasta recordar que estaba de nuevo metido en una fatamorgana sonora.
Llegaron Cruz y Pepe, con Guillermo Duclós, a quien no conocíamos. Venían para conversar conmigo acerca del proyecto del Aula del Legado Cultural de Huelva y mi contribución a ella con un legado o depósito de mis manuscritos y mis epistolarios. Despachamos dos botellas del Sekt Príncipe de Metternich (una de Riesling, otra de Chardonnay, y todos coincidimos en que el de Riesling es mejor), antes de regar con un buen Carménère la sopa de legumbres y una de las especialidades de Diny, el enrollado de carne de res, a su vez una de las especialidades de la cocina renana. Postre con bayas del bosque (¿pleonasmo, querida Real Academia?) y el suave terciopelo de un licor de yerbas helado. Pepe, Guillermo y yo nos aislamos luego en mi cuarto de trabajo para que, sobre todo Guillermo, me explicase el proyecto con pelos y señales, donde para mi agradable sorpresa me entero de que él lo concibe como un centro abierto al público, para que todos los onubenses tengan acceso al legado cultural de su provincia y puedan ubicar a los legatarios o depositantes en el nicho que les corresponda. Yo había creído hasta ahora que iba a ser un lugar abierto sólo para los estudiosos y me alegra un montón saber que no va a ser así, o bien así sí, pero además. En cuanto a cómo definirme yo mismo en relación con el Aula, o mejor dicho con el legado cultural de mi ciudad y provincia (un tema que le interesa muchísimo a Guillermo, y no sólo por lo que me atañe, sino a todos y cada uno de los participantes en el proyecto), le digo que me encuadre como a alguien que nunca dejó de ser Huelva por muy lejos que estuviera o esté de ella, y le cité el fandango clásico de Paco Isidro: «Aunque me voy no me voy, / aunque me voy no me ausento, / porque me voy de palabra / pero no de pensamiento». Bella esta jornada choquera en el limes del Imperio. Y una nueva amistad, la de Guillermo, en quien creo rastrear la virtud más acendrada del choquero: la modestia. ¡No debe ser casualidad que no hayamos nacido en Sevilla!
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