Weiß/Colonia, 8.3.
1:00 am : El piano, revisitada. Una obra maestra que me vuelve a poner en claro el hecho de que la Gesamtkunstwerk, esa obra de arte completa, integral, a la que aspiraba Wagner, estaba esperando agazapada el momento del nacimiento del cine para salir al escenario y decir sin que se le cayeran los anillos: «Et voilá! La Gesamtkunstwerke [sic] c’est moi!» ¡Qué maravilla de peli! La adoré desde que la vi cuando la estrenaron acá, en 1993, y la habré visto una ½ docena de veces, con esta. Y nunca me canso de hacerlo. Por cierto, Anna Paquin, la chiquilla de 11 años que incorporó a la hija de Holly Hunter y ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto, sería ya de quinceañera la reina Isabel II de España, en Amistad, uno de los mejores títulos de Spielberg.
Mientras me estaba cepillando los dientes, de pronto me acordé de mi tío Laureano. De mocito, mi tío era muy pinturero, cosa que fue perdiendo con el tiempo hasta extremos inconcebibles, una evolución que también yo hice, y si no se me conoce por mi «torpe aliño indumentario» es porque a Diny se le caería la cara de vergüenza de verme andar en harapos. A mí me daría igual. Pero lo que me ha hecho recordar a mi tío cepillándome los dientes no han sido sus corbatas estampadas sino que en toda la casa era el único que usaba una pasta dentrífica distinta de todos los demás, una que se llamaba El Torero y era roja, y él aseguraba de buena fe que la pasta volvía más rojas las encías, de manera que los dientes se veían más blancos. Bienaventurados sean los crédulos, porque de ellos es el reino de los odontólogos.
Almorzamos con Ulli & Carlitos en la Fährhaus, a la orilla del Rhin, y al encargar ayer la mesa pedí una en primera fila, directamente junto a los ventanales tras los que discurre el río padre de los alemanes. Ulli & Carlitos cumplirán mañana 13 años de casados y este es el festejo de las nupcias, las cuatro personas que estuvimos presentes en la breve ceremonia en el ayuntamiento. La comida, buenísima. Carlitos hasta se permitió el lujo de tomar sopa de pescado y luego unas coquilles St.–Jacques en lecho de lentejas beluga. Yo, frugal como siempre, me limité a la sopa de pescado, anunciada “con gambas” aunque sólo incluía una, pero ande usted a explicarle los misterios del plural castellano al cocinero griego. En cuanto a las mujeres, carnívoras innatas, despacharon sus grandes raciones de proteínas: la de Diny, en el menú, se llamaba “Sofrito”, y me queda la duda de si no será la palabra griega para decir “estofado”. Los vinos blancos a la altura de la cocina. Un almuerzo para repetir. El año que viene, por el mismo motivo.
Desde Puta Umbría [sic], Pepe Baena me manda el enlace a una entrevista en ABC con Héctor, quien a una pregunta de la periodista, acerca de por qué tantas informaciones negativas acerca de su persona en el volumen de sus diarios que acaba de publicar, le responde que ello se debe a su “formación católica”. Se me ocurre que mi colega perdió la impagable ocasión de interrumpirle y preguntarle: «Perdón, ¿“formación” o “deformación”?». Yo no la hubiera dejado pasar.
Weiß/Colonia, 9.3.
2:00 am : En la tele (ZDF) pasaron el cuarto y penúltimo capítulo de la serie finlandesa titulada Artic Circle y en la que se trata de un virus que amenaza con volverse pandémico en Laponia. Esta noche, por fin, los investigadores descubrieron que se trata de un virus creado en unos laboratorios serbios, con el que infectaron a los miembros de una unidad especial destinada a violar a las mujeres bosnias, matándolas o volviéndolas estériles. No sé qué tanto de verdad histórica habrá en ello, pero creo mucho en el progreso criminal de la virología, a pesar de la prohibición mundial de las armas químicas y bacteriológicas. Y, que se sepa, el gobierno serbio no ha protestado en contra de esta serie coproducida con Alemania. Es muy ilustrativo verla con el telón de fondo de la actual histeria. Artic Circle: una serie para no olvidarla.
Me quedé pensando en lo que escribí aquí la semana pasada acerca del puente de Remagen. Su muñón izquierdo lo tuve a la vista durante mi primer año en Alemania, en la aldea Bad Kripp, sí, lo tuve a la vista cuando bajaba –casi todos los días– a la orilla del Rhin, mi río tutelar, el primer amor alemán que tuve y al que le sigo siendo fiel. Ha sido una presencia constante en todos los cuentos que he escrito desde que me vine a vivir en este país. Uno de esos cuentos, “El hombre que coleccionaba nombres de gabarras”, transcurre íntegro a su orilla. Mi Rhin querido, al que la toponimia castellana lo hachectomizó dejándonoslo en cueros: Rin. ¡Qué ridículo suena y se ve!
Me escribe MM y me a conocer un dato interesantísimo: «Se están publicando muchos artículos sobre las epidemias en la literatura. Me llama la atención que no se mencione Colas Breugnon, de Romain Rolland, libro que es un portento de cabo a rabo y cuyo capítulo sobre la peste es un prodigio. Son incomparables esa bonhomía y gracia de la literatura y el cine franceses para contar los placeres del lecho y de la mesa a la par de los horrores de la muerte. No en balde se desarrolla en la Picardía. Ese es uno de mis libros favoritos». Me toca leerlo, de Rolland no conozco nada más que su Jean–Christophe y sus biografías de Beethoven y Gandhi.
Entre los anuncios eróticos que me siguen llegando, en pequeñas ventanas rectangulares abajo a la derecha de la pantalla, de esas mamás mejores que las putas porque follan gratis y esas jóvenes que desean experiencias sexuales inmediatas, vecinas todas en un radio de 5 km a la redonda, me acaba de llegar (10:05 pm) la de Lia, a sólo 50 m de mí. A juzgar por la foto es una guapísima chica de ± 24 años. Y a nada más 50 m de mi despacho sólo puede vivir en las casas que dan a la calle directamente, del 13 al 21 del Pflasterhofweg. A pesar de mi mala memoria fisionómica trato de fotografiar mentalmente a esta belleza, por si la descubro un día en el bus o en la calle, al mismo tiempo que me pregunto cómo es posible, con esa cara puede tener los hombres que le dé la gana, ¿por qué este recurso al señuelo virtual? Misterio que sólo me podría aclarar ella, pero…
Weiß/Colonia, 10.3.
2:39 am : Después de ver por enésima vez Le samouraï [título impíamente traducido como El silencio de un hombre], vi una nueva entrega de la saga del DCI Banks y el 5.º capítulo de Pride and Prejudice, versión BBC 1995. No quiero irme a la cama sin consignar acá lo mismo que un par de noches atrás, cuando volví a ver El piano. También la peli de Melville es una obra de arte completa, una Gesamtkunstwerk. Y Alain Delon una pieza indispensable en ella.
Tenemos hoy La Modicana sola para nosotros dos, Carlitos y yo. Y para no darle mucho trabajo a la signora, los dos encargamos espaguetis con tiras de ternera frita. Memorables. Nueva sesión de fare la scarpetta. Mi temor en que en estos días del desamor en los tiempos del Coronavirus, en que se evitan los contactos humanos y se está siempre a 2 m del prójimo más cercano, se corra la voz de que La Modicana casi no tiene parroquianos y de repente cualquier día que vengamos nos la encontremos llena. Oremus.
Mi texto de hoy en mi blog de EE, acerca del tesoro de los quimbayas y el hecho de que fuera regalado a la Corona española por el entonces presidente de Colombia, con motivo del IV centenario del “descubrimiento” de América, le lleva a mi querida Manu a dejarme en el foro el siguiente comentario: «Cortesía obliga a no devolver un regalo». Le contesto ipso fuckto: «En efecto, pero acá se trata de un caso especial. El pueblo colombiano, que es el legítimo propietario del tesoro, no fue consultado para nada acerca de si ese tesoro podía ser regalado a terceros, y no ya a unos terceros cualesquiera sino a los representantes de la potencia colonizadora que tuvo sojuzgado el país entre los siglos XVI y XIX. Visto así, no se trataría de devolver un regalo sino de efectuar una restitución». Creo que queda lo suficientemente claro mi punto de vista.
Weiß/Colonia, 11.3.
Pasada la medianoche : He vuelto a ver La Holandesa [Messi & Maud en alemán] porque quería cerciorarme de algo que me saltó a la vista mientras la veía la primera vez, pero no lo anoté, y en la siesta lo recordé. Los protagonistas caminan y viajan del sur al norte de Chile, y por lo tanto el océano lo deberían tener siempre a la izquierda. Pero lo cierto es que, por las razones técnicass que sean, en casi todas las tomas que se ve el océano lo tienen a la derecha. Y la geografía chilena no deja margen a la duda porque el país es apenas un pasillo entre el Pacífico y los Andes.
Pasa el Dr, Ruppert para una nueva extracción de sangre y casi todo el tiempo se lo dedicamos al Coronavirus y la histeria fraguada alrededor. Me dice que en la industria farmacéutica ya se frotan las manos pensando en el gran negocio de los auto–tests que a partir de poco se podrán comprar en las farmacias. Luego, cuando le pregunto por la verdadera razón de esta segunda extracción de sangre al cabo de sólo seis semanas de la anterior, con mucha prudencia me explica que quiere desterrar la sospecha de una leucemia, que en mi caso, se apresura a añadir, se trararía de una benigna. Mi primera reacción es un escalofrío en seco, casi lo siento nada más que en el cerebelo, pero me repongo en micromillonésimas de segundo y le cuento que ese diagnóstico es ya casi aburrido en la familia de Diny, lo cuál es cierto, y todos mis cuñados afectados por el mismo hacen vida normal, suponiendo que vivir sea lo normal.
Le regalé a Manu un tuit de @HorstHutzel, que traduzco del alemán: «Hoy en día no se le pega más a los niños cuando traen malas notas de la escuela. No, se les amenaza con llevarlos en auto haciendo sonar el claxon a las manifestaciones Fridays for Future». Manu me comenta: «Somos únicos inventando castigos». Y yo le contesto: «Al lado del Dante somos niños de teta, En su Divina Comedia se vengó mandando al infierno y a los peores tormentos a todos sus enemigos. Creo que ese poema, tan grandioso por otra parte, nunca se ha estudiado desde el punto de vista de la responsabilidad penal del autor. Para él no contaba la presunción de inocencia: si se trataba de un enemigo, era culpable. Automáticamente».
Teresa me hace llegar hoy el libro de Héctor, el ejemplar que me ha traído desde Medellín, con dedicatoria autógrafa del autor a dos tintas, para Diny y para mí. Curiosamente nos lo entrega el cartero cuando estoy leyendo un email de Héctor anunciándome que acaba de arribar en la boca del lobo. Le contesto que merque una mascarilla, porque la Caperuz me contó que el pobre lobo padece de halitosis. Y después de la cena le hinco el diente a su libro como postre, y del primer bocado devoro los pirmeros cinco años, más de cien páginas.
El anuncio erótico de esta noche explicita claro como el agua: «Ven y elige una mujer. Están calientes, solas y dispuestas a todo». En la imagen, una mujer de unos 40 años, en decúbito supino y con lindas tetas con pezones rosados. Me siento como una isla, rodeado de sexo por todas partes, al menos en 5 km a la redonda.
Weiß/Colonia, 12.3.
2:00 am : Side Effects [Efectos secundarios en España, Terapia de riesgo en México y Perú, y Efectos colaterales en Chile y Argentina]. Una peli inquietante, es la segunda vez que la veo, pienso que debo recomendársela a Lola, si es que no la conoce.
Le escribimos a nuestra sobrina Chantal, a Viano, entre Parma y Bolonia, para felicitarla en su cumpleaños y saber de qué manera les afecta el cordón sanitario italiano. Nos contesta casi a vuelta de correos virtuales: «Por suerte todavía estamos bien y el Coronavirus no nos ha afectado todavía, pero pasamos el tiempo sentados en casa y sólo se nos permite ir de compras (con una autodeclaración en el bolsillo). Todo ha estado cerrado durante semanas: escuelas, bibliotecas, cines, museos, teatros, y ahora también bares, peluquerías y todas las tiendas, con excepción de los supermercados y las farmacias. Pero gracias a la índole de mi trabajo [Chantal es intérprete y traductora diplomada] puedo seguir haciéndolo en casa». Oremus.
Me escribe nuestra queridísima Josefa, desde Cáceres, para comunicarnos una nueva dirección electrónica, y entre otras cosas nos cuenta lo siguiente: «Ayer estuve en el súper y llegué a casa lela después de comprobar que las cinco personas que estaban delante de mí para pagar en Caja, iban cargadas, entre otros suministros de “primera necesidad”, ¡¡¡con un paquetito de papel higiénico de 36 rollos!!! ¡¡¡Todas y cada una de ellas!!!» Le contesto: «Por lo que se refiere a lo que acá en Alemania se llaman “Hamstereinkäufe” [=compras hámster, que ya sabes que es un animalito muy acaparador] Diny ha tenido esta mañana una experiencia muy similar a la tuya en un supermercado al que fue a hacer las últimas compras de la semana. Como somos mayores de 80 años, pertenecemos al grupo de mayor riesgo, de manera que evitamos salir de casa a no ser por motivos ineludibles, entre los cuales, claro está, el de almorzar los martes en La Modicana».
Weiß/Colonia, 13.3.
He llegado a la mitad del libro de los Diarios de Héctor. Y me alegró ver confirmado en la pg. 234 (“Tengo que correr al sanitario con un dolor de tripas”) algo que publiqué hace poco en mi columna de El Espectador a propósito del uso del sustantivo “sanitario”.
Envío un email colectivo a mis amigos italianos y otro a mis amigos españoles, deseándoles que el Coronavirus pase de ellos su cáliz, y dentro de ese mismo lenguaje litúrgico, KN me contesta desde mis madriles: «Por aquí estamos también en estado de semi–confinación. Digo semi, porque han cerrado hasta los bares, pero no las iglesias, principal foco de extensión del virus entre la población de más riesgo: los ancianos. Amigo Sancho, con la Iglesia hemos topado».
«”¡Ningún hombre joven, por favor!” Cítese con mujeres maduras en sus cercanías», propone el aviso erótico de hoy, amenizado con la foto de una cuarentona rubia dotada de un buen balcón y unas columnas de firme modelado encabalgadas à lo Sharon Stone en Instinto básico. ¡Qué pena no tener treinta años menos y ser inocente (o súper sabio) enfrentado a las trampas de la red!
Weiß/Colonia, 14.3.
2:00 am : Programé el DVD de Miller’s Crossing [Muerte entre las flores] y algo debo haber hecho mal porque la peli arranca y me doy cuenta de que el audio es la versión en italiano, así es que debo volver sobre mis pasos, lo cual no es posible sin sacar el DVD de su soporte y volverlo a introducir, y ahí sí salió la versión en castellano, pero algún mecanismo somático me amodorró por completo, pasando factura por la noche casi en blanco que tuve anoche, y acabo de despertar cuando la peli está a punto de terminar. ¡Dormirme yo con una peli de los hermanos Coen! Si se enterase Chico me dejaría de saludar durante un año. Menos mal que ya no sería uno bisiesto.
Veo en el diario una esquela fúnebre encabezada por el siguiente epígrafe: «It’s time for us to say Sayonara». Me pregunto qué pensaría el lector de un diario japonés si encontrase en él alguna esquela encabezada por un «It’s time for us to say Auf Wiedersehen!»
Marcos me manda desde Karakogrado el enlace con un vídeo en el que se ve y se oye cómo los romanos han salido a sus balcones, alguien ha puesto a sonar un CD con el himno nacional y toda la calle lo canta al unísono. Se lo reboto a un grupo de amigos, y Carmen Boullosa, desde Brooklyn, me rebota otro con escenas de varias ciudades italianas donde también sus habitantes han salido al balcón o han abierto las ventanas y cantan, cantan, cantan. Siempre lo he dicho y mis amigos se encargan ahora de recordármelo: «Italia es EL país. Los demás son imitaciones». No puedo (ni quiero) contener las lágrimas. ¡Qué hermoso desafío al virus! Además, como diría mi abuela Remedios, la bella y sabia: «El que canta, su mal espanta».
************THE END************