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De mi Diario : Semana 12 / 2023

Rodenkirchen, 19.3.

Paso tantas horas en la cama, tantas horas insomne Y los pensamientos se hilan unos con otros y muchos dellos son reiterativos, como lo demostró la semana pasada mi insistencia en comparar unos y otros aspectos de las dos Sabrinas, la de Billy Wilder y la de Sydney Pollack. Anoche me sorprendí pensando que ni siquiera había mencionado una diferencia esencial, y es la que tiene que ver con el traje de noche lucido por Audrey Hepburn en  la Sabrina 1, un modelo de Edith Head (ganadora del Oscar) que es un homenaje a las pasarelas de París, pero en los garden parties de Long Island estaba 100%  fuera de cacho por lo aparatoso y lo estrafalario. Basta compararlo con el sencillo y seductor diseñado por Ann Roth y Gary Jones para la Sabrina 2, y se entenderá lo que digo. Hay algo más. La Sabrina 1 se rige por el principio de la inercia, sigue fielmente el guion y más nada, de ahí no sale nada nuevo, como si salía en El apartamento o La tentación vive arriba. Mientras que la Sabrina 2, se rige por la sinergia, tanta y tan poderosa entre todos los componentes del equipo, que el resultado es ese algo primoroso que uno espera de lo construido con tales mimbres.

Calco de los días precedentes, tampoco voy a almorzar. Cama y más cama. Me alimento con yogures, leche, té, bizochos secos. Me pregunto cuánto va a durar esta cuestabajo. No puedo quedarme día tras día en la cama sin hacer otra cosa que dar vueltas y vueltas y tratar de dormir, siendo así que el sueño me esquiva en los últimos siete días. Hijueputa,

Rebeca me promete al teléfono que irá mañana al médico, que es lo que le vengo recomendando, por más que yo no predique con el ejemplo. ¿Cuándo ha sido la última vez que visité a mi nuevo médico de cabecera, y por qué voy posponiendo esa ineludible visita, sobre todo ahora, que tanto necesitaría un consejo suyo? “Quien no te conozca, que te compre”, me decía mi abuela Remedios en estos casos. Y a propósito: en una de estas largas duermevelas de los últimos días, de pronto me acordé de que a la bragueta mi abuela le llamaba “la portañuela”.

José Luis me escribe después de leer mi diario; «​Salud y que se joda el Corona. Estás hecho un toro». Le contesto: «​Vos lo has dicho, estoy hecho un toro, después de tres pares de banderillas, no sé cuántos pinchazos y un intento fallido de descabello. El público pide en pie que me den la vuelta al ruedo antes de devolverme con los mansos a los corrales convertido en un acerico». José Luis replica que «​aunque sea cabrón decirlo: me arrancaste una sonrisota. No por las cuitas, sino por la forma de contarlas. Y porque siempre se puede reír a toro pasado».

Rodenkirchen, 20.3.

Estuve escuchando música anoche. De todo un poco. Hasta amodorrarme con los whiskies e irme a la cama con el profundo deseo de no tener que despertarme más. Pero a las 4;30 ya estaba despierto. Y nada de poder volver conciliar el sueño, se perdió en el silencio noturno. La requetecontrarremilputa que requetecontrarremilparió al insomnio.

Rccordé anoche que hace cuarenta años o más, la revista Squire sacó su primer número en alemán, y en su portada aparecía una reproducción facsímil, 1:1 , del puño derecho cerrado de Cassius Clay, o de Muhammad Alí o como quiera que se llamase. Cerré mi puño derecho y lo puse sobre la portada de la revista, Mi puño cabía dos veces en el suyo. Hay trabajos que no son para uno.

Todo el día en la cama hasta las 6 pm. Diny tampoco fue hoy a almorzar. Por cierto que esta mañana, para desayunar, me sirvió dos yogures distintos y tres tés. Le pregunté que para quién eran el segundo yogur y los otros dos tés y no supo qué responderme pero se apropió de uno de ellos. Me comí uno de los dos yogures y al primer sorbo de té tuve que dejarlo, estaba frío. Y el otro también, Claro, me los hizo antes de yo levantarme, luego vino la asistenta para ducharla, y cuando finalmente me sirvió el desayuno estaba segura de que los tés habían mantenido su temperatura todo ese tiempo. Poco a poco, su demencia va minando mi salud mental y mi tejido nervioso está en hilachas,.

Rebeca fue al médico y tiene los pulmones limpios pero los bronquios con mucha mucosa, la ha dado de baja por una semana, además de que su test dio positivo. Pero se le nota en la voz que está mejor que en los días pasados. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.

Rodenkirchen, 21.3., primer día oficial de la primavera

Para el desayuno Diny me trae un yogur y una taza con tres sobrecitos del té de menta marroquí. Le pregunto que por qué y me dice que porque se nos acabó el té frisón, que es bastante más fuerte. Es decir, en la demencia también existe una lógica propia.

Primer día de la llegada, según el calendario, de la parienta rusa. A nuestra sobrina Chantal, la que vive en Itatlia con su marido Natale y su hija Tosca, la felicité hace un par días por su cumpleaños y me contestó: «Qui è iniziata la primavera e ho trascorso il mio compleanno ieri con amici in terrazza sotto uno splendido sole primaverile: quale modo migliore per iniziare un nuovo anno di vita?» Sí, de a deveras, ¿qué mejor modo de iniciar un nuevo año de vida que hacerlo en la azotea de una casita de Viano, en la Emilia, entre la Lombardía y la Toscana, bajo un sol primaveral? ¡Adoro Italia! Cuando llegaba allí por tren, al levantar por la mañana las cortinas de nuestra cabina en el coche–cama, solía decirle a Diny mostrándole el paisaje: «Mira esta obra de Arte: es Italia».

Después de leer el parte médico de la familia Bada Hansen, Arcebelle me manda desde Toronto un par de recetas suyas para combatir nuestros males: «Pobrecita tu hija, que se mejore pronto. Agua de jengibre natural, por litros, es lo mejor. Cuídense mucho. El jengibre tiene muchas cualidades. Dile que le compren en el mercado los bulbos frescos. Lava bien un pedazo, lo pica en trocitos pequeños y lo pone en agua a hervir, que hierva bastante y que lo deje reposar un ratito, se toma el té. Puede hacer más cantidad y lo deja en la nevera en una jarra y toma a cada rato. Es una maravilla. // Le mando mi receta para la tos, está patentada en mi familia y todos lo toman, jarabe milagroso. Miel de abeja, jugo de limón, clavos de olor, canela en astilla, pedacitos de jengibre y si lo consigue áloe vera. En un frasquito pequeño coloca todo a su gusto, depende si le gusta mucho el limón, si no le gustan los clavos. Bate bien todo y lo deja reposar un ratito. Que tome una cucharada cada vez que le dé la tos. No es necesario refrigerar. Que vaya colocando más material conforme se gasta. Decile que es de parte de la Doctora Chimbín. Abrazos y que se mejore. Reposo y líquido por montón».

Logré conciliar el sueño poco antes de que Gerda viniera a buscar a Diny para sacarla a pasear, y no me despertó. Pero luego, al regresar me interrumpió el sueño porque me interpeló personalmente con esa voz penetrante que posee, con un subtono de “Despierte, que le estoy hablando”. Es la penúltima vez que me lo hace. A la siguiente le pondré un ultimátum, y aunque sé que no está bien visto –y ni siquiera es de cálculo– indisponerse con el personal, no estoy dispuesto a sacrificar mis pocas horas de sueño en insustanciales comentarios burocráticos. Como hoy, que sencillamente me despertó para comunicarme triunfal que me había traído el correo acumulado en mi apartado postal del Maternus.

Rodenkirchen, 22.3.

Desde las 8:40 am hasta ahora mismo, 9:38, Diny ha venido tres veces a despedirse porque quiere ir a almorzar y me pregunta además las tres veces por el camino. Finalmente he tenido que prohibirle que lo vuelva a hacer porque luego de llamar a mi médico de cabecera y tratar de que me visite acá, lo que más deseo es tenderme a descansar. Pero siguió insistiendo hasta las 11:22 am. Luego, de repente, nada, así es que a las 12:10 fui a su habitación, la encontré sentada en la cama mirando por la ventana y sin ver la TV prendida y le pregunté si es que ahora, que ya era hora, no pensaba ir a almorzar. Me contestó que no tenía hambre y le recordé que hasta menos de una hora antes tuve que detenerla nada menos que 16 veces en su decidido camino al comedor. Consigo convencerla de que vaya al comedor, lo que tiene es cabreo y nada más, por la de veces que le llevo la contra.

Recibo la visita médica del consultorio donde me inscribí como paciente cuando mi querido Ruppert se jubiló. Entonces busqué con sumo cuidado entre los consultorios de medicina general más cerca de nuestra casa y encontré este, que me lo recomendó la signora de La Modicana; estaba a cinco paradas de nuestro piso de entonces: ahora son 12 paradas, 11’ de camino. Antes el consultorio se componía de dos médicos (sin título de doctor) y una Dr.ª cuyo interminable apellido polaco era un desparramo tal del alfabeto, a partir de la W inicial, que el apellido mismamente parecía un caldo de cultivo de las consonantes. Ahora ha sido sustituida por otra Dra.ª de apellido monosilàbico y alemán, y una médica de apllido doble y cuya primera mitad es española, “Luna”, le pregunté y me dice que está casada con un argentino. Me ausculta cuidadosamente, comprueba que no tengo hinchadas las piernas y me dice: «Señor Bada, lo que usted tiene es la edad que tiene, y la mala pata de que el Corona lo haya atacado recién casi cuatro meses después del incendio que le ha cambiado el chip a su vida. El cansancio que siente es perfectamente natural y puede que le dure una semana más todavía. Por lo demás, el corazón y los pulmones los tiene en orden. Pase por nuestro consultorio el lunes para que podamos extraerle sangre y hacerle un de exámenes más, pero no debe preocuparse por lo que le pasa. Es completamente natural». Es joven esta Ariana Luna–Wolf, debe estar recién egresada de la Facultad, pero me habla con innegable autoridad, la creo a pie juntillas. Me tranquilizo bastante.

Varios de los lectores de este diario me han escrito a propósito de mi larga meditación sobre las dos versiones de Sabrina. Curiosamente, los más jóvenes de mis corresponsales no conocen (o conocían) la versión original, la de Billy Wilder, y me han confesado que la de Sydney Pollack se encuentra entre sus pelis predilectas. Es lo que Linus le contesta a Sabrina en el invernadero de la mansión de los Larrabee cuando ella le pregunta si no le molesta que venga de la cochera ese «suave brisa nueva» que parece haberse adueñado de la casa desde que ella regresó de París: «Son los 90s, Sabrina!»

Rodenkirchen, 23.3.

Sigo elucubrando con Sabrina. Falta el dolor en la Sabrina 1. En la Sabrina 2 hay dolor al ella irse de regreso a París sin Linus, de quien se ha enamorado irremisiblemente, y cuando está a punto de salir  de su despacho y él le dice «Te llevaré a casa [=a Long Island]», se produce una de las mejores líneas del diálogo: ella se da ½ vuelta en la puerta, le muestra el ticket de Air France, le contesta «Iré volando», y se va, sin más. Y también hay dolor en Linus, al dejarla ir para no tener que engañarla. Toda esa gama de sentimientos está por completo ausente en la Sabrina 1, la peli de Billy Wilder es fría y es resbaladiza como una anguila. De la de Sydney Pollack emana calor humano por todos los poros y es una peli bastante porosa, yo sé lo qué me digo.

Otro día calco de los anteriores. Es inútil todo lo que trato de emprender, me faltan las fuerzas y la decisión, y sobre todo me sobra la falta de ganas de hacer cualquier cosa. Si esto sigue así es posible que alcance el nirvana por procedimientos que ni el propio Buda lo podría haber imaginado. Además de que el nirvana budista me intereresa todavía menos que el paraíso de los cristianos o del Corán. En ese último, al menos, te prometen las huríes del Profeta, a las que uno se imagina como el prototipo de María Montez fabricado en serie. ¿Qué niño de mi edad no ha soñado con Maria Montez? Todavía recuerdo nuestra pena al enterarnos de su muerte a los 39 años, ahogada en su bañera. Cuando viajaba a París, todas las vceces que iba al cementerio de Montparnasse, y eso era siempre, por mi perenne cita con la tumba del Gran Cronopio, también buscaba la de ella, que junto con las de Maupassant y el surrealista canario Óscar Domínguez, me fueron de las más esquivas. Pero un día lejano por fin encontré la suya en el sector judío del cementerio. Donde nunca la había buscado.

Esta noche le pedí a Diny que me preparase un carpaccio que compré hace un par de semanas y está pasado de fecha. Pero lo inspeccionamos con lupa y decidimos que aún era comestible, y lo estaba. Eso de la fecha de caducidad de los alimentos es una farsa como tantas otras de las que pululan en la industria alimentaria.

Rodenkirchen, 24.3.

Me llaman Rebeca y Montse. Rebeca está cada vez más animosa y promete visitarnos el domingo. En realidad las noto inquietas, el estado de mi salud no les satisface para nada. Están en buena compañía, tampoco a mí, a pesar de las buenas palabras de la joven médico que me visitó ¿antier? Si no fuera por este Diario viviría en un tiempo sin tiempo, en un tiempo chicle, del extensible con el que pueden hacerse globitos que se deshacen como peditos de monja. Por cierto que, según pude enterarme gracias a los buenos ofcios de mi generosa amiga Miss Hortensia Google, los peditos de monja en principio se llamaron “petto di monaca [=pecho de monja]”, así los bautizó su creador, un panadero italiano en Barcelona, pero los catalanes convirtieron el “petto” en “pet”, y como peditos de monja han pasado a enriquecer la pastelerìa nacida en la piel de toro.

Uno de los índices más deprimentes de mi estado de ánimo es bastante gráfico: la bandeja de salida de mi estafeta virtual durante los últimos días. El lunes 20 sólo un email de felicitación a nuestra prima María, en Beek, el solar de todos los Hansen, por su cumpleaños. En realidad María es prima hermana sólo de Diny, pero nos queremos igual que si fuésemos primos carnales: Maria fue quien nos ayudó a fugarnos de la fiesta de nuestra boda, y la única persona que sabía dónde pasamos esa noche. El martes 21 sólo un repartido a mi directorio ad hoc de un breve poema de Karim con motivo del Día Internacional (o Mundial) de la Poesía: «No voy _ decir / su nombre / no voy _ / deletre_r / nigun_ de sus / seis letr_s». Cero actividad postal el miércoles 22. Y el jueves 23 un solo repartido a otro de mis directorios ad hoc, un concierto especial dirigido por Alondra de la Parra y que me hizo llegar, como tantas otras veces otros tantos tesoros, mi buena Lillian.

Ayer me sorprendí pensando de repente en Oblómov. Me sorprendí bastante sobre todo por el hecho de que debiera haberme sorprendido mucho antes. Estoy viviendo una remake de la vida de Oblómov, sólo que en su caso el elemento determinante de que no se levantase de la cama hasta la página 150 de la novela no fue el ataque de un virus. Leo el artículo que le dedica Wikipedia y me doy cuenta de que no recuerdo nada de la novela, creo que la leí hace sus buenos 65 años, a los 19 de mi edad. Y que el tipo me cayó sumamente simpático, como el inspector de Gogol, o el tío Vania, o la Masha de las tres hermanas Prózorov [si no recuerdo mal, en Blonde Marilyn Monroe la llama Natascha cuando está conversando con el nada convincente Arthur Miller de Adrien Brody], o la Grúshenka de Los hermanos Karamazov. En la situación en que me hallo tal vez debiera releer a mis rusos, que tanto me alborotaban el alma a mis veinte años. Pero es inútil: ya no estoy para nada, Ni siquiera para releer.

Rodenkirchen, 25.3.

Recurro a la ayuda de Paul para que venga y vaya a hacer en ReWe unas compras que necesitamos y que no me siento con fuerzas para ir a buscar y arrrastrar hasta nuestra vivienda, aunque sea en el carro de la compra. Paul llega cuando Diny baja al comedor del Maternus para almorzar. Aprovecho el quedarnos a solas prara desahogar mi pecho con Paul. Siempre fue Oskar mi favorito, cuando niño, pero en las edades en que andan, y por los intereses comunes, evidentemente es Paul el más cercano a los míos y a mi corazón, por mucho que sea lo que quiero a los otros tres. Le hablo que cómo la enfermedad de Diny me està enfermando de un modo físico (robándome las fuerzas y hasta el deseo de vivir) y de cómo es ineluctable lo que nos sucede, porque no hay nadie a quien echar la culpa de lo que nos pasa sino a la enfermedad de Diny; pero es un culpable etéreo, inasible, no lo puedes insultar o mandar al carajo, y es eso lo que me está pudriendo por dentro. Tengo la tremenda inquietud por lo que me espera en los próximos años, no sé si mis fuerzas me darán para muchos, más bien creo que no y, en el fondo, me alegra, sería una liberación. Paul se va a hacer las compras y cuando vuelve ya está también Diny de regreso, hago cuentas con Paul, le doy las gracias y un abrazo por su comprensión y su ayuda, y me tiendo a dormir pidiéndole a Diny que no me despierte para nada al menos durante las tres horas siguientes.

La entrega de ayer en mi blog de EE me ha valido mucho correo, del que solo copio lo que me escribe Vicente desde Mazagón, o desde Troglodia: «¡Bien por la cita y también por el interrogatorio o mejor por las respuestas! Tú en estado puro». E se non è vero, è ben trovato!

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