Rodenkirchen, 26.3.
Con los altibajos de mi salud en la semana pasada, o que hoy termina, se me fueron acumulando 24 emails para contestar personalmente. Pensaba hacerlo hoy, mediante una jornada postal intensiva. No podrá ser. A eso de las 10:00 am, después de hacerme el desayuno, Diny se despidió para retirarse a su cuarto a reposar un poco. Alrededor de las 11:15 me llamó Rebeca para decirme que se ponía en camino acá, que llegaría sobre las 12:30. Que no me olvidase de recordarle a Diny que a las 12:00 debía ir al comedor para almorzar. Yo estaba tumbado en la mecedora porque ya la cama me repatea el hígado. A las 11:50 entré en el cuarto de Diny para despertarla y que se alistase para ir al comedor, y para mi enorme susto la veo desplomada en el suelo al lado de la cama, de la cual es seguro que no se ha caído. Tiene que haberle dado un patatús y se ha ido de bruces al suelo. Se queja débilmente. Es la única señal de vida que emite su cuerpo. No la puedo mover ni un mm y desisto de hacerlo porque no sé qué es lo que se hace en estos casos. Ni siquiera sé cuánto tiempo lleva así y como me quedé algo traspuesto en la mecedora puede ser bastante tiempo ya, porque no he oído la caída, y tiene que haber hecho ruido. Llamo a la asistencia y acuden dos celadoras, de inmediato. Pero ellas tampoco consiguen nada. Viene una tercera, que se ve que es autoridad, y sin más dilaciones encarga una ambulancia. Los del servicio de emergencias llegan al rato, corto. Como no logran moverla, embuten su espalda en una especie de angarillas y le pueden dar vuelta y sacarla así al pasillo donde ya espera la camilla de la ambulancia. Se la llevan, menos mal que a la clínica universitaria. Llega Rebeca, y al rato Chico y Montse, estamos desolados. Rebeca y Chico se van para la clínica, Montse vuelve a su casa, tan justamente hoy cumple años Frank. Sobre las 5:30 pm me llama para decirme que van a dejar pasar a Rebeca y Chico adonde Diny se encuentra, sedada e intubada (como si no estuviera lo bastante intubada por mi apellido), y que le han hecho el test y es positivo, o sea, que tiene Corona. Y como éramos pocos y la abuelita salió de noche tenemos una invasión de efímeras, el insecto que más jode en el mundo y que anida en cifras millonarias a las orillas del inerme Rhin. 6:50 pm: Llama Rebeca para contarme que pudo entrar a ver a Diny, y que se encuentra en muy buenas manos, que me tranquilice al menos a ese respecto. Ahora enviaré este adelanto a los 24 corresponsales que aguardan mi respuesta a sus emails. Luego me haré una cena improvisada, con un vaso de leche, y después me dedicaré a oír música o ver alguna peli, hasta que el sol de Escocia embotellado me lleve a la cama. Y que sea lo que los dioses quieran.
Rodenkirchen, 27.3.
Anoche Oskar tuvo un “de repente”, me llamó para preguntrame si me podría visitra hoy o mañana, y tuvo tan buena puntería que me llamó a medianoche y cuando estaba a punto de desplomarme en el sueño. No pegué ojo en toda la noche. Me levanté muy temprano para no seguir en la cama, prendí la compu y estuve luchando horas para acceder a mis archivos, Al final lo logré a media mañana, con la ayuda de Herr Nicol, el jefe de este piso. Desayuné y me tendí a descansar. Luego, a las 1:15 pm. de pronto el timbre de la puerta, abro y es la ergoterapeuta, a quien Rebeca, Montse y yo olvidamos de avisarle que no viniera hoy. Se mostró sinceramente preocupada, quedé en llamarla apenas conociera nuevos datos acerca de la salud de Diny. Es Rebeca quien mantiene el contacto con la clínica y me dice que ya desentubaron a Diny pero la continúan teniendo bajo observación. Han descubierto que no se rompió ningùn hueso pero que su centro verbal ha quedado ligeramente dañado, habla sin que se le entienda lo que dice y mezclando los idiomas. Por mi parte no he ido a la extracción de sangre donde mi médico de cabecera, lo haré esta semana en algún momento que me sienta mejor, incluso puede que mañana saque fuerzas de flaqueza y me vaya a La Modicana con Ulli y Carlitos, son ya 16 días seguidos los que llevo encerrado entre estas cuatro paredes, que se me vienen encima, y entre las que no sé qué hacer. Bueno, sí, después del descanso del mediodía me puse a pergeñar mi columna de esta semana para EE y creo haberme sacado del magín un paquete informativo de una información por cada línea del texto. Lo repaso y las cuento: 42 informaciones en 38 líneas. ¿Cómo decía mi gran maestro austríaco?: «Hay escritores que son capaces de expresar en veinte páginas aquello para lo cual a veces necesito hasta dos líneas». ¡Grande, Herr Kraus!
El sábado, cuando Paul vino a hacer las compras y le entregué la lista frunció el ceño al llegar a los yogures. Yo los quería de una determinada marca y Paul me dice que es la que compran los neonazis, Ya me puso en guardia un par de meses atrás, con el mismo argumento, acerca de una determinada marca de leche. Le digo que no lo entiendo. Y es que no lo entiendo. Porque beba la misma marca de leche y coma la misma marca de yogur que ellos no voy a convertirme en neonazi. Pongo en guardia a Paul acerca de las metástasis de la corrección política.
Inesperado email de Leonardo: «Querido Ricardo, estoy desolado. No me vienen las palabras, pero los recuerdos si me acompañan. La recuerdo a Diny en sus mejores momentos, a tu lado, al lado de sus hijos. No puedo detener las lágrimas, porque los recuerdos que tengo de Diny son recuerdos de una familia feliz y llena de posibilidades para todos ustedes. Estoy impresionado y las lágrimas me salen solas. El amor y el cariño van en este mensaje. Para ti y tus hijos mi cariño de gran amigo. Estoy a tu lado y al lado de tus hijos». Lo llamo por teléfono para darle las gracias y al final casi que tengo que ser yo quien le consuele.
Me publican en Vasos Comunicantes el más extravagante de mis textos dedicados a la traducción. Pero creo que es muy divertido.
Rodenkirchen, 28.3.
Al cabo de 16 días de encierro, a las 12:30 me pasan a buscar Ulli & Carlitos y vamos a almorzar a La Modicana. Gran recibimiento de la pareja asimétrica y de Minú, entristecido de inmediato por lo que les cuento acerca de la caída de Diny y su estado de salud. La signora creo qne no llegó a enterarse porque anda muy metida en una charla con un compatriota, y Minú no debe haberle contado nada ya que no ha venido a interesarse. Ulli encarga una de sus ensaladas monumentales, y Calitos y yo dos distintas pastas pero ambas con langosta. Las dos mitades de la langosta aparecen una en cada plato y son un poema, pero Carlitos, como suele suceder en estos casos, se olvidó hoy de la cámara. Durante la charla les cuento la cantidad de mis amistades que ya han pasado por el trance que estoy pasando en estos momentos y Ulli arguye que el aumento de las enfermedades mentales es muy grande en los últimos tiempos.
Me fui a La Modicana saliendo de mi apartamento a las 12:12, regreso a las 3:12 pm después de ir a la farmacia con cuatro recetas de las que dos de sus medicamentos los necesito ya. Y me tiendo para dormir una siesta de dos horas. Poco antes de las 5 me despierta una llamada de Montse, quien acaba de salir de la clínica universitaria, fue a visitar a Diny. No me tiene buenas noticias: «Sé que no te va a gustar lo que te digo –me dice–, pero creo que debes descartar la idea de que cuando mamá vuelva al Maternus va a ser la misma persona que se fue. Creo que no reconoce a nadie, y habla sin parar, mezclando los idiomas, y mencionando mucho a Dios». Montse y yo charlamos conteniendo las lágrimas, esto es mucho peor de lo que pensábamos. Decido ordenar las medicinas compradas, tomarme un café bien cargado y volver a la cama, a tratar de rumiar mentalmente lo que se nos viene encima.
Me tendí en la cama tapándome con la colcha hasta por encima de las orejas. Ni la menor gana de que las efímeras le añadieran tortura física a lo que estoy sintiendo al pensar en mi pobre Diny, tendida en una cama de una clínica, sin saber cómo llegó ni por qué llegó allí, sin saber ya, quizás, ni siquiera quién es ella, y ella monologando sin orden ni concierto, mezclando las lenguas, hablando mucho de Dios… Uno que debe estar contento con su obra, si no no me lo explico. Hijueputa. Me he levantado para hacerme un par de tostadas con jamón serrano y servirme un vaso de leche. Mi cena de hoy. Luego una peli, o dos, otro par de whiskies, tratar de dormir. Y esperar que esta noche no me llame Oskar a medianoche y cuando esté a punto de dormirme.
Rodenkirchen, 29.3.
Por una observación al margen, en una llamada telefónica con Montse, me entero de que en la noche del sábado al domingo hemos pasado al horario de verano. Como todos nuestros relojos son a control remoto, menos el del recibidor, no me había dado cuenta del cambio horario, aunque sí me había extrañado que ése del recibidor fuese una hora retrasado respecto a los demás.
Vino Luciano y fuimos por primera vez juntos a La Modicana, donde él encargó la pasta con langosta que comimos ayer Carlitos y yo, amén de que terminó con más de ½ plato de mi pasta à la marinera, que estaba buenísima, pero mi estómago se negaba a seguir comiendo so pena de empacho. Le cuento mis últimas cuitas, y encuentro unos oídos comprensivos y solidarios. La amistad con Luciano es algo impagable que me ha regalado la vida desde el día del incendio, del que ayer se cumplieron ya cuatro meses. Cuatro meses de pesadilla y continuo estrés.
Pasó Rebeca para traerme ropa limpia y cambiar la de mi cama por otra no tan pesada. Hubo lágrimas al hablar de Diny, pero también claridad mental. Ni ella ni yo queremos que le prolonguen la vida a Diny artificialmente, llegado el caso, y eso consta además en el poder firmado por Diny y por mí ante notario, o mejor dicho, en los poderes, ya que la medida también me afectaría si fuese el caso. Resulta tranquilizador saber que este tema lo tenemos en claro, Rebeca y yo, los dos que estamos autorizados legalmente para decidir si las cosas empeorasen.
Montse estuvo en la clínica y me llama para informarme. El informe es bastante más positivo que el de ayer: posiblemente pasen mañana a Diny de la estación intensiva a una normal, y ella misma, motu proprio, le pidió a Montse que me dijese que no la vaya a visitar, porque tiene Corona, pero también que me dijera que me quiere mucho. Me deja muy conmovido.
Rodenkirchen, 30.3.
A mediodía hubo dos truenos bien fuertes pero alejados minutos entre sí. Una tormenta de paso que al atravesar Colonia quiso saludar a la ciudad, como los transatlánticos haciendo mugir dos o tres veces sus sirenas al abandonar un puerto. El fenómeno se repite a pleno sol sobre las 5 pm, mientras espero la llegada de Diny, que Montse me la anunció hace un par de horas. Me levanté enseguida, me aseé, y luego he estado despachando correspondencia, los minutos se me hacen horas. ¡Cuánto tarda en llegar esa maldita ambulancia!
Llegó primero Montse. Al poco la ambulancia, es decir, Diny en una camilla de la misma. Viene muy desarreglada y basante débil. Tiene, además, cosa de la que no me di cuenta cuando se la llevaron el sábado por la tarde, un hematoma bajo el ojo izquierdo, seguramente fue con esa zona con la que tocó el suelo al caer su cuerpo. Se van los camilleros y llega Rebeca. Entre las dos hijas le arreglan el pelo y la ropa, abren la meleta que Rebeca le llevó a la clínica con ropa interior, pañales, camisón (que no sé para qué, porque en las clínicas todos van uniformados de enfermos). En apariencia Diny regresa curada y los médicos no la querían seguir teniendo en la clínica porque no había necesidad alguna… y porque su test de Corona sigue siendo positivo. Del extenso informe de baja de la clínica, para el Dr. Esser, médico de cabecera de Diny, deduzco que los doctores de la clínica llegaron a la conclusión de que lo que sufrió Diny fue un ataque epiléptico, y le han cambiado la medicamentación ad hoc, de manera que el paquete de Piracetan que le compré antier y está todavía intacto, puedo devolverlo a la farmacia, donde lógicamente no me lo reembolsarán pero por intentarlo que no quede.
Ceno una loncha de queso neerlandés con comino (el preferido de Diny), un vaso grande de gazpacho y otro ídem de leche, y uno de los dulces que nos trajo Montse y me he repartido con Rebeca: elegí el que llaman Bienenstich [=picadura de abeja], que es una bomba de calorías. Nadie menos que Alfred Döblin los menciona con notorio conocimiento de causa («saben realmente muy bien»), en la página 524 de Berlín Alexanderplatz, Grass también los nombra no recuerdo dónde, aunque me parece haberlos visto aparecer en las páginas de Im Krebsgang [A paso de cangrejo], su penúltima novela. Antes de todo esto, Diny ya se fue a dormir muy cansada, pero creo que se siente contenta de haber vuelto a tener sus reales entre nuestras cuatro paredes.
Rodenkirchen, 31.3.
Estuve oyendo música, mis bienamados Celibidache, Carlos Kleiber, Jansons… El consuelo de oír esa música, pienso sin embargo, es una cobardía, una huìda pánica del día a día, un querer escaparne de tanto desasosiego, de tanta desesperanza, de tanta herida interna abierta y sin cicatrizar. Por todos los dioses, qué tanto mal he cometido para ser tratado así. Ay.
Un día gris y sin más aliciente que tratar de que alguien me explique en la clinica universitaria, por qué Diny debe tomar su nuevo medicamento dos veces al día, a las 8 am y a las 8 pm… ¡¡en ayunas!! A las 8 de la mañana no digo que no, ¿pero a las de la noche? Por fin consigo una respuesta gracias a Rebeca, a quien le pasé un SOS urgente. La solución consiste en que Diny debe tomar esa segunda pastilla dos horas después de su merienda/cena de las 6 de la tarde, y nada entremedias. La verdad es que no lo entiendo, pero ¿quién ha entendido alguna vez a un médico? Ellos viven en otro mundo, la realidad nuestra de cada día la desconocen, como tantas otras cosas.
Estuve en la farmacia a comprar el nuevo medicamento para Diny (conseguí la receta gracias a Paul, en una acción relámpago de su solidaridad con nosotros), y les expliqué la innecesaria compra del Piracetan, a ver qué me contestaban, Me contestaron con mucha comprensión pero pidiéndome que volviera mañana porque ellos no podían decidir en este asunto; la dueña, mañana, sí.
Rodenkirchen, 1.4.
Me levanté de tal modo con los ánimos por los suelos que a renglón seguido de hacer mi desayuno me volví a tender en la cama. Tan sólo pensar en las tareas que me aguardan en las dos primeras semanas de abril (cinco textos de entrega obligatoria) me hace temblar de impotencia. Y más si tomo en cuenta las muchas horas que pierdo discutiendo cosas absurdas con Diny, y que me llevan al borde mismo de la desesperación, por su tozudez impenetrable a cualquier tipo de argumentación posible. El dios de la Biblia no sometió a Job al tormento de una mujer demente, sorda y terca como una mula. Tan mala leche no tenía el tal Jehová.
Vino al rato Montse y le pedí que acudiese a la farmacia, y que si no se producía el reembolso, le preguntase a la dueña sì puedo donar ese paquete de Piracetan a alguna acción solidaria de envío de medicamentos a Ucrania, por ejemplo. Pero la dueña, una turca muy amable, no sólo reembolsó el importe sino que, además, como Montse le explicó el estado en que me encontraba, le vendió un paquete de píldoras que cada una contiene todas las vitaminas, y de las que debo tomar una diaria, y en dos o tres días ya empezaré a sentirme mejor. Esa turca debe ser tal vez pariente de Maqroll. Su comportamiento es puro Levante.
Más tarde llegó Rebeca, tras terminar su turno en su Residencia de Ancianos a la 1 pm. Se quedó con nosotros cuando se fue Montse y le estuvo dando palique a Diny hasta las 4, volverá el lunes. También Montse vendrá el lunes de nuevo. Me digo, con mala conciencia pero con orgullo de padre, que nuestras hijas no tienen un solo día libre: cuando lo tienen, lo invierten en nosotros, en especial en su madre. Me levanto finalmente a las 5 para escribir acá las últimas anotaciones de la semana. Que no se me olvide: Montse y Rebeca nos hicieron el test del Corona, respectivamente a Diny y a mí, y las dos veces resultó negativo. Alabado sea el santísimo sacramento del altar.
A propósito de mi columna de ayer en EE, este email de José Luis: «Aunque ya conocía tu juicio sobre esa película, es un gustazo leértelo de nuevo, adornado con nuevas observaciones y comienzo y final sabrosísimos». Le contesto: «El posible valor de esta columna consiste en haber sabido embutir en 2.662 espacios (unas 48 líneas de EE) nada menos que 42 datos, todos verificables. Bullen dentro de la columna como abejas en una colmena… ¿y por qué no?, si echamos bien las cuentas, casi todos ellos tienen que ver con el entorno y la familia de los Larrabee». Siempre me pareció curioso este apellido, que conjuga el de una de mis mayores devociones literarias y el nombre de las abejas en el idioma de Faulkner.
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