Weiß/Colonia, 28.3., Domingo de Ramos
1:30 am : Me distraje y me perdí el comienzo de Die Wasserfälle von Slunj [Las cataratas de Slunj], pero lo que vi no me pareció estar a la altura de la novela de Heimito von Doderer, uno de mis autores predilectos, así es que también me perdí el final porque cambié de canal a tiempo para ver entero el primer episodio de la primera temporada de Wallander con Linda, es decir, con Johanna Sällström, que es la mejor temporada de toda la saga. Lo volví a disfrutar como si fuera la primera vez que lo viese. «Esa Johanna es otra cosa», como diría Rolando, su mayor elogio.
Vino Montse para asesorarnos a rellenar los formularios que debemos entregar en el Centro de Vacunación, mañana recibiremos la primera dosis de la vacuna. En realidad yo pudiera haberle dicho que no hacía falta que viniese, que somos adultos, sabemos alemán y no es la primera vez que rellenamos formularios, pero ella tenía la voluntad de ayudarnos y no la quise frustrar, amén de que me encanta verla en casa. Y si además, como ahora, nos trae croissants de Pistono, la mejor panadería en muchas millas a la redonda, alabado sea el santísimo sacramento del altar.
Cuando me levanto de la siesta y regreso ante la compu, de repente caigo por primera vez en la cuenta de que hoy es Domingo de Ramos y en este momento la hermandad de La Borriquita debe estar por regresar al templo, creo recordar que por entre las palmeras del Paseo de Santafé. Y me viene a la memoria el viejo chiste del cura que va vigilando el desfile desde dentro mismo de la procesión y se encoleriza al ver que los niños (¡pobrecitos!) ya no llevan en alto las palmas que les dan en vez de cirios, como todas las demás cofradías; el largo recorrido les ha cansado y llevan las palmas arrastrándolas, a lo cual el cura reacciona poniéndome en jarras en medio de la calle y gritando: «¡Levanten las palmas!» Con el resultado de que el público le responde gritando unísono: «¡Equis!» Pero me digo que este chiste sólo los españoles podemos entenderlo.
Weiß/Colonia, 29.3.
Nuestro televisor ha decidido hacer la guerra por su cuenta y tan sólo muestra el canal comercial RTL, no reacciona ni a la graduación del volumen de sonido, ni al cambio de canal, ni siquiera al apagado, debo recurrir a desenchufarlo. Lo vuelvo a enchufar y pruebo todo lo que se me ocurre probar, pero el hijueputa no responde. Lo hace tan sólo cuando le encajo un DVD, que sí puedo ver, pero no controlar su sonido. Me senté acá y rastreé con la compu el canal ZDF porque no quería perderme el último episodio de la séptima temporada de Crìmenes en Sandhamm, que no me defraudó, al contrario, me abrió las ganas para la octava temporada. Lo que me perdí, ya que los derechos de autor impiden que pueda verla en el monitor de la compu, es un nuevo episodio de la saga del joven Morse, y me apena porque la crítica de la revista TV Movie hacía un gran elogio de este episodio, llegando a decir que recuerda bastante The great Gatsby, la novela, no sus tres adaptaciones al cine, que las tres dejan bastante que desear.
El Reglamento oficial de normas para combatir la pandemia, en Renania del Norte–Westfalia, el Land donde sobrevivimos, es un compendio de alemán burocrático en el que mordemos granito, según la gráfica expresión alemana. Y todo para saber si encargamos comida en el Bistro Verde para mañana, porque no queda claro si puede visitarnos más de una persona. Leyendo el § ad hoc del Reglamento yo diría que sí, pero Montse me dice al teléfono que ese parágrafo sólo aplica para los días 1 a 5, de la Semana Santa. Le replico que he rastreado con la máquina de búsqueda de mi compu las 54 densas páginas del Reglamento y no se menciona la palabra Ostern [Pascua Florida] ni una sola vez. Al final concertamos con Ulli ir sobre seguro y postergar el almuerzo para el 1, Jueves Santo (en alemán es el Jueves Verde), 100% seguros de hacerlo dentro de la legalidad.
Escribo de un tirón mi columna para EE correspondiente al Viernes Santo. Les ofrecí posponerla para el viernes siguiente pero me aseguraron que aunque ese día no saldrá la edición en soporte papel, en la página web será un día normal. Veremos, como decía Homero, plagiando a Borges.
Aunque estábamos citados para las 7:36 pm, Frank pasó a buscarnos a las 6:45 y como el tráfico brilla por su ausencia llegamos a la nave 4 del edificio de la Feria de Colonia, donde se encuentra el Centro de Vacunación, poco después de la 7, pero nos hacen pasar sin problemas. La amplitud de las naves de la Feria permite una planifición óptima de la recepción y la vacunación misma, en total no llega a la ½ hora. La primera observación que hago es que la prestación, que requiere una infraestructura rigurosa, es óptima. La segunda, que en esa nave se ve más gente que en las calles de Colonia que acabamos de atravesar desde el mero mero sur hasta el mero mero centro. Poco después, en el cubículo 2B me administran la primera dosis de la vacuna. Según puedo leer en su escarapela, la enfermera que me inyecta se apellida Klein, y se ríe cuando le cuento que en la Deutsche Welle nuestro redactor–jefe se apellidaba Groß [=grande] y medía si acaso 1,65 m, mientras que uno de los jefes de la división administrativa tenía el mismo apellido que ella, es decir, Klein [=pèqueño] y medía casi 2 m. Siempre era un festival de sonrisas en los ascensores cuando coincidían en él y se saludaban según es norma de cortesía en Alemania: «Guten Tag, Herr Klein!», mirando hacia arriba, y “Guten Tag, Herr Groß!», mirando hacia abajo. Tras de la inyección hay que esperar 15” por si hay reacciones, sobre todo alérgicas. No las hay, así es que Frank nos trae de vuelta a casa, un yerno como él no se encuentra tan fácil.
Weiß/Colonia, 30.3.
2:00 am : Otro episodio de la serie del DCI Banks, pero estoy tan cansado (el lunes ha sido un día agotador, en materia de nervios) que casi no le presto atención. Más se la presto al whisky y sus posibles efectos en mi organismo recién vacunado, nadie me advirtió que no bebiera alcohol en tales circunstancias. En fin, me voy a dormir, extenuado pero sin ningún síntoma de rechazo.
Reflexión matutina: ¿Y si el alcohol es incompatible con la vacuna? Pero nadie me advirtió al respecto así es que si fuesen incompatibles y mi primera reacción lo revelase, no sería mi culpa o, en todo caso, compartida. Pero ya muerto me cago en la tapa del órgano tocando “La Pasión según san Mateo”, inspirada por un texto que quién sabe quién lo escribió ni qué tiene que ver con la vida del hijo putativo de un carpintero de Nazareth, pero oyendo esa música tampoco le importa a uno si Jesús existió o no, la musica de Bach, ¡al carajo con la matemática euclidiana!, es anterior de Dios, e incluso lo crea. O lo da como hipótesis irremediable en una constelación que mucho más tarde, en el realismo mágico, sería tan creíble como Remedios la bella arrebatada hasta el cielo después de la colada en el patio de la casa de los Buendía en Aracataca.
Después de leer en mi diario lo que cuento acerca del extenso léxico en torno a las propinas, me escribe José María desde la orilla del Cauca, en la Antioquia profunda: «Súmale a los otros dos nombres de la ñapa, el de «encima» de por aquí; la «encima» porque el señor tendero te la ponía arriba del resto del pedido y por lo general era algún obsequio sencillo, pero halagador para el mandadero: «Cliente (comprador) satisfecho, vuelve y trae a otros»». Le respondo ipso fuckto: «Al final va a haber tantos nombres de la propina que casi le voy a tener que dedicar una columna. Fíjate que en España. además de «propina» también puede llamársela «bote», porque en los bares y cafés, junto a la caja registradora había un bote (de hojalata o de cerámica) donde los clientes podían dejar la propina, y si daban una cantidad superior a la de la consumición y le decían al camarero que el resto era para el bote, el camarero gritaba «¡20 pesetas pa’l bote!» y todos los demás camareros coreaban «¡Gracias!» Bueno, de repente es una costumbre que ya se ha perdido, me fui de España en 1963, como quien dice ayer».
El único rastro que me dejó la vacuna es que me duele el lugar del pinchazo, pero sólo si lo toco. Diny, por su parte, hasta sospecha que no la inyectaron, no logra ubicar la picadura del pinchazo.
Weiß/Colonia, 31.3.
1:45 am : He leído por la tarde, en Vasos Comunicantes, un artículo dedicado a enumerar de una manera poco menos que exhaustiva las pelis en que intervienen traductores e intérpretes, y me propuse ver esta noche Como Era Gostoso o Meu Francês [Qué sabroso era mi francés], una de las varias obras maestras de Nelson Pereira dos Santos. No la menciona la lista de VV.CC. a pesar de que en ella se habla en portugués, francés, neerlandés y tupinambá, la lengua de la tribu caníbal en cuyo poder cae un artillero francés: es una de las muy pocas pelis que refleja de una manera directa y sin ambages lo que supuso el choque de dos mentalidades y dos culturas tan distintas: la europea y la indoamericana. Creo que ya tengo a buen recaudo en mi cazamariposas el tema de mi próximo artículo para VV.CC.
Me llega de Montevideo la noticia del suicidio de ED, quien fue miembro de los Tupamaros y pasó varios años en la cárcel mientras su familia sobrevivía acá en Colonia y pulsaba todas las teclas para obtener su liberación, lo que por fin se consiguió. Estuve entre quienes acudieron al aeropuerto la noche que llegó, pero casi no tuve trato con él, y la única vez que recuerdo es por lo negativo de la escena. Los invitamos a cenar a él y a su mujer, a los R’s y a los K’s, y él, sin decir agua va, empezó a decir pestes de los alemanes, ignorando (o no) que había conseguido la libertad gracias a la obstinación tenaz de las familias alemanas de los condiscípulos de sus hijos (apiadadas de que esos tres chiquillos crecieran sin padre), y además olvidando también (o no) que estaba presente una alemana, la esposa de F., quien no levantaba los ojos del plato. Miré a J. y le hice señas visuales hacia ella, y fue J. quien le paró el carro al despotricador, librándome del papelón de tener que mandarle callar a un invitado en mi propia casa. Que la tierra le sea leve.
Weiß/Colonia, 1.4., Jueves Santo
1:00 am : Esta noche hubiese desfilado en Huelva mi Virgen de la Esperanza, mi bella hebrea. Aún recuerdo con orgullo cuando la piropeé gritándole «¡Guapa!» desde un palco en la Gran Vía.
Las manos de Rebeca. Se encontró esta mañana a las 9 con Diny, para hacer las compras con que cubrir hasta el martes de la semana próxima (el lunes pascual en festivo en Alemania), y luego, desde que llegó no ha parado. Arregló la recepción del televisor, lo que yo no logré en tres días arduos y desesperados; puso en hora todos los relojes que seguían con horario de invierno: logró descerrajar sin daño la puerta del armario verde del salón, que guarda mis libros de mayor valor; le lavó el pelo a Diny; encoló el taburete del cuarto de baño; y se desempeñó como aguadora trayendo 6 botellas de agua mineral del garaje. Para colmo me regaló una ristra de bombones Mozart. Las manos de Rebeca. Manos de hada de esta hija mía que no me merezco.
Del Bistro Verde nos llegaron las viandas, puntuales y calentitas, como siempre. Para Ulli un ragú de espárragos con arvejas y jamón; sopa de espárragos para Diny; lasaña de legumbres y yerbas aromáticas para Carlitos; espárragos con jamón de Parma para quien dijo que viva el lujo y quien lo trujo. Conversación muy animada sobre los viejos tiempos de la solidaridad con los presos de las dictaduras del Cono Sur (cuando les cuento lo del suicidio de ED). Derivamos de ella, no sé cómo, al tema de las visitas virtuales de los museos de Colonia, donde en el Ludwig se expone desde estos días una retrospectiva de Andy Warhol. Le pido a Ulli que me diga lo que sinceramente piensa de AW, responde rápido que no le gusta todo lo suyo. Para dejar en claro lo que pienso yo le digo que toda la obra de AW y del expresionismo abstracto me parecen mierda, una sin remisíón, y le resumo Barbazul, la novela de Kurt Vonnegut que deberían leer todos los amantes de la pintura y que no saben qué decir delante de toda la porquería que los gringos nos han querido hacer pasar por Arte, sin que nos atrevamos a decir que eso tiene de Arte lo que mi abuela Remedios tenía de la Papisa Juana.
Weiß/Colonia, 2.4., Viernes Santo
2:10 am : Estuve viendo antes el primer episodio de la segunda temporada de la serie sueca que protagoniza la fiscal Rebecka Martinsson. Sigue siendo buenísima, pero pienso sonriendo en las feministas escandinavas cuyos apellidos terminan en –sen o en –son, que significa que son hijos y no hijas de sus respectivos papás. Los islandeses son la excepción: un hijo de Halldór Laxness, su único Premio Nobel, se apellidaría Haldorsson mientras que una hija sería Haldorsdottir. Con razón los admiraba Borges. Y después estuve viendo el DVD de The Nacked Jungle [Cuando ruge la marabunta], cuyo título español quedó en el habla popular hasta el punto de que incluso se abrió paso en EL diccionario, pero sin determinación de su origen etimológico. Es una peli que me gusta mucho, es una de las mejores de Eleanor Parker, excelentísima actriz.
Como todos los Viernes Santos, sin perdonar ninguno, oigo el Miserere de Eslava, con la coral de Valverde del Camino y mi inolvidable amigo Diego Romero, contratenor. Amo la música con toda mi alma, incluso la religiosa aun sin ser religioso, adoro los cantos gregorianos de la abadía de Solesmes, me fascina Bach, pero al Miserere de Eslava le guardo un rinconcito muy especial en mi corazón, y el “Amplius” cantado por Diego lo podría oír, lo juro, de rodillas.
Me escribe Carlos Mario desde Bogotá deseándome una feliz Semana Santa, y me cuenta como encima: «A propósito, lo peor de la pandemia es que no se pueden hacer las representaciones en vivo de los hechos evangélicos. En Colombia hubo una compañía teatral que presentaba la Pasión de Cristo, con su director de apellido Montoya en el papel estelar de Jesucristo. Y que cuando terminaban las siete palabras y Cristo moría, Montoya alzaba su sangrante cabeza por última vez y decía, mientras el público salía: “Recuerden, hermanos, que mañana tendremos funciones de matiné, vespertina y noche”». Le contesto que es una anécdota a clasificar ex aequo con la frase de un compatriota suyo, reportero deportivo, quien constató en una transmisión en vivo de un combate de boxeo, y hablando de uno de los boxeadores, que su talón de Aquiles era su ceja izquierda. O la derecha, no recuerdo bien. Una frase genial y para grabarla en mármol o bronce.
Weiß/Colonia, 3.4., Sábado de Gloria
2:00 am : Me equivoqué de canal y en vez de La muchacha danesa fui a dar en uno donde en ese momento anunciaban All Is Lost [Cuanto todo está perdido, en vez de sencillamente Todo está perdido, ¡ay!] y decidí no perdérmela esta vez. Fui recompensado porque la actuación de Robert Redford es fabulosa, no entiendo cómo es que ni siquiera lo nominaron para el Oscar. Creo que es, además, la primera peli que veo en la que sólo interviene un personaje; en The Lost Weekend [Días sin huella], El viejo y el mar y Gravity, amén de Ray Milland, Spencer Tracy y Sandra Bullock, respectivamente, aparecen otros actores en papeles brevísimos, pero aquí RR está sólo con él y sus circunstancias, como probablenente dirían Ortega y Gasset si hubiesen sido críticos de cine doblados de filósofos.
El final de mi columna de ayer, en El Espectador, dice así: «Y de aquí vuelan mis pensamientos a las calles de mi Andalucía natal, un año más sin procesiones de Semana Santa, sin el aire saturado del olor de los jazmines, de la cera quemada de los cirios y de las nubes de incienso. Y también de unas voces humanas entonando saetas, el “cantar del pueblo andaluz /que todas las primaveras /anda pidiendo escaleras /para subir a la Cruz”, como dijo don Antonio Machado». Una lectora me deja en el foro de la columna el siguiente comentario: «Don Ricardo, magnífica columna, gran interpretación de la pluma del respetado Brecht, rematando con el portentoso Miguel Hernández. Así que se repitan los viernes santos con las saetas al Cristo de los Gitanos». Lo leo y me digo que menos mal, menos mal que no le atribuyó el poema a Serrat.
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