Rodenkirchen, 2.4., Domingo de Ramos
Me quedé anoche en vela hasta la medianoche, para subir puntualmente a Fronterad la 13.ª semana de mi Diario. Y a renglón seguido me fui a dormir. No sin haber tenido un par de horas antes dos luchas épicas contra la tozudez de Diny, quien de repente salió de su habitación sin pantalones del pijama, con el pañal al aire, y el sostén encima de la camisa del pijama. Ignoraba las razones que la movieron a disfrazarse así. Me costó Dios y ayuda volverla a vestir y acostarla en la cama, creo que extenuada por la situación que no entiende, hasta tal punto que la he sorprendido abriendo la puerta de nuestro apartamento, y al preguntarle que adónde iba me contestó que a su habitación. Una respuesta preñada de sentido: en su habitación no se siente en casa.
He trabajado un par de horas por la tarde, agendando mis compromisos y tareas hasta fines de junio, me ha hecho bien entretenerme con un trabajo complicado, casi un problema de ajedrez con un alto coeficiente de dificultad… agravado por mi apatía.
Nos visita Chico. Dos horas dedicadas a hablar de la gente joven de la familia (Paul, Oskar, Vincent) a raíz de enterarnos por Chico de que Vincent se ahurrió de las Ciencias Políticas que se dan en la Uni de Kasssel, y que Kassel no le gustó nada, sobre todo por estar tan lejos de sus amigos: así es que tiró la toalla, la esponja y hasta el taburete y ha regresado a Colonia. Y a partir de mañana va a tener trabajo en la editorial donde se desempeña Angie. También charlamos de las posibilidades de renunciar nosotros a almorzar en el comedor del Maternus, pero las perspectivas son impracticables debido a las dificultades motóricas tanto las de Diny como las mías.
Me llama B, bien entrada la noche. No le ha ido nada bien en los dos últimos meses, recién acaba de salir de una horrible depresión que lo ha tenido echado en la cama sin hacer nada, teniendo tanto que hacer. Y sin ver a sus hijos desde hace meses y meses, porque su ex le niega el contacto con ellos. Me cuenta cosas que demuestran que me tiene mucha confianza, aunque mejor hubiera sido que no me las contase. De manera inevitable recuerdo la décima que Rosaura le recita a Segismundo en el 1er acto de La vida es sueño: «Cuentan de un sabio que un día…*» etc. La aprendí de memoria en el bachillerato, se me quedó pirograbada en el disco duro, al que entonces llamábamos caletre.
Rodenkirchen, 3.4., Lunes Santo
Rebeca y Montse acá. Entre otras cosas tratan de convencerme de que Diny y yo cambiemos nuestras habitaciones. Me opongo con argumentos. Si Diny cierra la puerta de su recámara es porque quiere, yo tan sólo quiero cerrada esa puerta si está viendo TV, porque el ruido me molesta justo cuando me encuentro trabajando. A cambio respondo de manera positiva a la otra propuesta, la de que sea la asistencia del Maternus la que se encargue a partir de ahora de los medicamentos que debe recibir Diny diariamente, y que son en verdad una pesada carga para mí porque tengo que estar pendiente del reloj, a las 8 am, a las 10 am, a las 6 pm, a la 8 pm. Bienvenido el cambio.
Me resulta imposible contestar uno por uno los emails de solidaridad que me llegan de todas partes. Así es que les mando uno circular, pero nominal: «Queridas Arcebelle, Bärbel, Carmen, Elena, Gra, Karen, Violeta, queridos José María, Julio, Luis, Ovidio, Rodrigo Tomás: he recibido y leído, conmovido hasta el fondo de mi alma, los emails que me habéis/han enviado y los agradezco de todo corazón. Esta mañana acometí la hombrada de levantarme a las 7:15 a fin de poder estar a las 8:15 en el consultorio de mi médico de confianza, para una extracción de sangre. Después de su visita de la semana pasada, aquí, en el Maternus, es ahora la médica Ariane Luna–Wolff quien se ocupará de mi salud. Después de la extracción de sangre tuve una larga charla con ella, y me sé en buenas manos. Eso es lo esencial, porque con su socio Schröder, del mismo consultorio, no conseguí el nivel de confianza que tuve en su día con el Dr. Heller y luego con el Dr. Ruppert. Como leéis/leen mi diario, por él seguiréis/seguirán sabiendo cómo se desarrollan las cosas. Mientras tanto vaya aquí de nuevo, a riesgo de repetirme, mi poco menos que inexpresable agradecimiento. Besos para vosotras, badabrazos para vosotros».
Rodenkirchen, 4.4., Martes Santo
Diny anda con estreñimiento desde ayer, uno que le causa dolores. No quiso que le encargase la comida para que se la trajeran del comedor del Maternus. Le dejé una lista con cuatro teléfonos para lanzar SOS en caso necesario. Me fui con Ulli y Carlitos a La Modicana. Lo necesitaba. Relajarme fuera de estas cuatro paredes. Ulli pidió, comme d’habitude, una de sus ensaladas king size, Carlitos y yo raviolis con trufa. La salsa estaba tan rica que como quedaba pan en el cestillo me dediqué con afán a la noble tarea de fare la scarpetta y rebañé el plato hasta dejarlo como salido del lavavajillas.
Estaba tan bueno el diálogo que Ulli y yo encargamos una nueva ronda de vino blanco para alargar la sobremesa. Minú nos preguntó si es que estábamos celebrando algo. Le dijimos sonriendo que no, pero luego nos miramos y sabíamos que la respuesta correcta hubiera sido que sí. Que celebrábamos una amistad sin tacha.
Tras el almuerzo, y mientras Ulli tomaba su expresso, les conté la tragedia de B y le recité a Ulli la décima famosa de Rosaura en La vida es sueño. Le encantó. Al regresar acá busqué la congenial traducción alemana del drama de Calderón por Johann Diderich Gries, y es perfecta, no resisto la tentación de transcribir su versión de la décima: «Man erzählt von einem Weisen, / Der so elend leben mußte, / Daß er nur mit Kräutern wußte, / Die er auslas, sich zu speisen. / “Kann die Erde,“ sprach er, “weisen / Etwas Aermers, als mein Leben?“ / Antwort ward ihm, da er eben / Um sich sah: ein andrer Weiser / War bemüht, die kahlen Reiser, / Die er wegwarf, aufzuheben». Lo dicho: congenial² (sí, a la segunda potencia).
10:18 pm: Acabo de ver un western de 1958, con una admirable Olivia de Havilland y un tan y tan inexpresivo como siempre Alan Ladd, The Proud Rebel [El rebelde orgulloso], de Michael Curtiz, el de Casablanca, y una puntuación de 6,9 en www.imdb. Lo mejor de la peli es la actuación del niño David Ladd, en el papel del hijo de protagonista: le roba el show a su padre y hasta a doña Olivia, y eso en el rol de un niño mudo que sólo se expresa en el idioma gestual de los sordomudos. Pero la peli en sí, aunque melodramática y previsible, no es nada mala, y es, ya, tan temprano como 1958, una mirada distinta al Far West, o mejor dicho, al género western.
Rodenkirchen, 5.4., Miércoles Santo
Hoy he pasado en la cama prácticamente hasta las 3 pm. Hundido. Abúlico. Sin apetito. Y Diny cada vez más “pesada” en su conducta. Hoy, además, ha perdido sucesivamente tres objetos: uno de sus anillos, uno de sus audífonos y sus gafas. Menos mal que los encontró todos: las gafas estaban tan a la vista –encima de la mesilla de noche– que parecían reírse de la búsqueda, pues puso el apartamento patas arriba en cada caso y yo ya no me enfrento a ella porque es inútil, no atiende a razones. Si no fuese porque sé que es producto de su enfermedad, podría pensar que hay muchas cosas que hace las hace sólo para enojarme. Por desgracia no es así. Pero ya tengo por evidente que la prosecución de estas circunstancias se ensañará con mi salud física y la mental, y me acortará la vida en una cantidad no pequeña de mis años. Que sea lo que quieran los dioses.
Me levanté de la cama a las 3 pm, me hice un café bien cargado y me puse a trabajar. Lo primero una nueva edición de The Twitter’s Digest para Nexos, adelantando tarea una semana, y a continuación un artículo para Vasos Comunicantes, sobre las dos versiones a nuestro idioma de la Sabrina buena, la de Sydney Pollack. Creo que me quedó bastante aseadito. Recogí para el final una anotación que hice en este Diario el 23 del mes pasado, modificándola levemente: «Mis dos líneas preferidas de los diálogos de este cuento de hadas que nos legó Sydney Pollack, son cuando Sabrina va a salir al final del despacho de Linus, golpeada por el hecho de que todo ha sido una mentira, pero al menos lleva consigo el ticket del vuelo para París al día siguiente, y al llegar a la puerta Linus le dice desde su escritorio: “Te llevaré a casa” (es decir, a Long Island). A lo cual Sabrina responde dando media vuelta y mostrando en alto el ticket de Air France antes de abrir la puerta e irse: “Lo haré volando”».
También he introducido una nota aclaratoria que creo muy linda: «”Le he querido toda mi vida”, le dice Sabrina a Linus, refiriéndose a David en la versión española, mientras que en la mexicana el verbo que usa no es “querer” sino “amar”. Y en esa misma escena, cuando Linus la enlaza por el talle para sacarla a bailar, el diálogo se oye así en la versión española: “Todo queda en la familia”.
“No creía que supieras bailar”.
”Me vuelve loco. Me llaman Fred Astaire en la oficina”…
…mientras que suena así en la versión mexicana: “Todo queda en familia”.
“Pensé que no sabías bailar”.
“Me encamta. En la oficina me llaman Gene Kelly”.
Nota bene: En el original, Linus dice que en la oficina le llaman Bojangles; es un delicado homenaje del guion al famoso bailarín negro, gringo, que hizo las delicias de toda una generación en escenas inolvidables con la niña prodigio Shirley Temple, quien andando el tiempo llegaría a embajadora de los EE.UU. con Ronald Reagan en la Casa Blanca».
Rodenkirchen, 6.4., Jueves Santo
Un Jueves Santo de horror. No lo quiero poner por escrito. Sería masoquismo. Pero ando pendiente de las reacciones de mi ánimo, veo venir la hora en que no podré soportar más este estrés continuo que me lleva a seguir a Diny cada vez que sale de su cuarto y viene a este, a la cocina o al baño. Siempre deja su huella. Un pañal en el frigo, por ejemplo, esta tarde… y menos mal que era un pañal limpio. Y no estoy haciendo un chiste de mal gusto.
Cuando mi médica de cabecera me llamó el martes para darme a conocer los resultados del análisis de la extracción de sangre del día anterior, me llemó la atención que me hablase de la presencia nula en ella del Folsäure, un ácido del que no tenía ni idea de su existencia. Ni siquiera entendí su nombre, a la velocidad a la que habla la Sra. Luna–Wolff. Ahora tengo en mis manos el prospecto que acompaña la medicina que me recetó, descubro que el nombre español es “ácido fólico”, y le pregunto por él a Miss Hortensia Google. Me responde: «El ácido fólico, folacina o ácido pteroilmonoglutámico, conocido también como vitamina B9 o vitamina M, es una vitamina esencial hidrosoluble del complejo de vitamina B, necesaria para la maduración de proteínas estructurales y hemoglobina; su insuficiencia en los seres humanos es muy rara». La Sra. Luna–Wolff cree que mi abulia de los últimos días se debe a la ausencia de folacina corriendo por mis venas. Veremos cómo actúa el medicamento.
Les mandé a mi deuda estherna y a José Luis mi nuevo artículo para Vasos Comunicantes, sobre las dos versiones en nuestro idioma de la Sabrina buena, la de Sydney Pollack: una es española, la otra es mexicana. Esther me comenta: «Las traducciones de las pelis pueden ser bien macarrónicas, recuerdo cómo nos reíamos de los absurdos traducidos del castellano –argentino, español o mexicano– al alemán para las pelis de la Berlinale». Le respondo: «El mejor subtítulo que recuerdo, además fue con vos, es en una peli canadiense, de Québec, que acudió a una de nuestras muchas Berlinales juntos. No sé si la recordás. Son dos jóvenes, y él quiere a toda costa encamarse con ella. Ella lo quiere mucho como amigo pero no para encamarse con él. Hay un momento en el cual la situación escala y a ella no se le ocurre otra excusa sino decirle que está menstruando: «J’ai ma règle!» ¿Y el subtítulo en alemán?: «Ich habe meine Normen! [=¡Tengo mis normas!]» La carcajada del público fue unánime».
11:15 pm : Más sobre Sabrina 2: La escena en el restaurante marroquí de Manhattan (1 h 20’05” a 1 h 24’08”) es un cuento audiovisual de Las milyuna noches insertado en uno de hadas occidental.
Rodenkirchen, 7.4., Viernes Santo
Llamó Montse para avisarme de que no vendría hoy, como me dijo ayer, porque Henri volvió enfermo del campamento de baloncestistas donde ha pasado el resto de la semana, tiene una fiebre altísima y no quiere Montse separarse de él en esas condiciones. Pero me consuela diciéndome que cree que podrá venir mañana alrededor de las 4 de la tarde. Oremus. Sobre todo por Henri.
Esta tarde he vivido una de mis peores pesadillas despierto. Le he cambiado los pañales a mis hijos, a tres de mis nietos (Henri es el único al que no) y a la pequeña Alex, cuando su madre y Diny viajaron a Baviera en 1977 ó 78, para remozarse unos diez días en una Beauty Farm. Jamás pensé que un día tendría que asear a Diny y cambiarle el pañal, ¡dos veces entre las 2:45 y las 17:30!, no quise llamar a la asistencia después de que ayer tuvieron que cambiar la ropa de su cama; pero esta noche, cuando pasen a ponerle el pijama pienso contárselo con pelos y señales a la asistenta que venga, ya que todo esto está excediendo mis fuerzas y puede terminar por volverme loco.
Rodenkirchen, 8.4., Sábado de Gloria
Anoche volví a ver Los intocables. No sé si ya lo anoté alguna vez pasada, pero en alemán se titula Los insobornables, lo que me parece una solemne estupidez: cuando matan a Wallace, el asesino escribe con su sangre, en la pared del ascensor, la palabra “Touchable [=Tocado]”, en referencia al título original de la peli. Y en cuanto a esta, qué lujo de reparto el del cuarteto protagonista, y qué fidedigno el Al Capone de Robert de Niro, que extraordinaria la partitura de Morricone, qué acierto la dirección de Brian de Palma. Es un clásico y gana a cada vez que se lo ve en la pantalla. Incluso en la pequeña de la compu. Es una peli con gancho, te agarra desde el mero–mero principio, hasta el breve diálogo final entre el periodista y Eliot Ness: «Se dice que van a derogar la Ley Seca. ¿Qué hará entonces?» «Creo que me tomaré una copa».
Diny lo hizo de nuevo, pero esta vez llamé a la asistencia. Lo hice por teléfono. La asistenta que vino me instruyó de que no es necesario que llame, basta con oprimir el botón de emergencias que cuelga del cuello de Diny. Ipso fuckto se enteran en la asistencia y viene alguien derecho a nuestro apartamento. La lucecita roja en el teléfono me dirá mudamente que el SOS llegó a su destino.
A las 6 pm pasó Montse por acá y dejó en orden la cocina, el ropero de Diny, en fin, todo. Le mostré mis mocasines, que llegaron ayer y en realidad son un pelín más grande que mis pies, pero Montse dice que eso se arregla con unas plantillas que me va a comprar en ReWe y me las traerá mañana. Es digna nieta de mi padre.
La noche del domingo, un poco a causa de las cuitas de B, olvidé anotar algo que nos contó Chico durante su visita; mientras la anotaba fue que B telefoneó. Y es que en casa de Pia y Chico tuvo lugar, hace un par de noches, uno de esos conciertos íntimos que la asociación federal de autistas alemanes organiza para recaudar fondos con que mantener su presencia e independencia. Esta vez, en lo de Pia y Chico fueron una cantante y dos músicos californianos, actuando para 35 asistentes, lo que supone una recaudación de alrededor de los 700 €. Pia y Chico viven en un piso de 180 m², de manera que el público y los músicos se sintieron a sus anchas. El trío, además, se quedó a dormir en ese piso, donde hay sitio de sobra para recibir invitados. Chico nos contó que ya hubo una experiencia similar en su antiguo piso, donde siguen viviendo Angie y Vincent, pero como las proporciones son más pequeñas fueron sólo 25 los asistentes, apiñados en la sala. En cualquier caso, qué buena iniciativa.
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* Analfabetamente, en todas las grabaciones que detecto donde Miss Hortensia Google la recitan voces masculinas, hasta el punto de cambiarle el género a un adjetivo ¡nada menos que a Calderón! Mare mía de mi arma, qué avanzada está la incultura general.
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