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Mientras tantoDe mi Diario : Semana 15 / 2011

De mi Diario : Semana 15 / 2011


Weiß/Colonia, 10.4., primera hora del día

Leo en la cuenta Twitter de Andrés esta cita de Cioran: «Toda desesperación es un ultimátum a Dios». Me resulta tan ridícula. Es algo desesperada, casi suicidamente francés: un ateo rumano que colaboró con los nazis y que, con tal de hacer una frase, hasta acepta creer en Dios de una manera harto más que implícita. Y después de eso,  ♫♫ Allons, enfants de la Patrie♫♫

 

Weiß/Colonia, 10.4. (1)

Esta muerte, la de Sidney Lumet, es algo más que la de un director excepcional. Es la muerte de un compañero y un cómplice. Qué pocos nos van quedando en su país.

 

Weiß/Colonia, 10.4. (2)

Me lo cuenta Diny. Ayer por la tarde estuvo cuidando de los niños hasta medianoche, Montse & Frank fueron a una fiesta. Suena el teléfono en el living, abajo, Diny descuelga, se identifica («Hansen, donde la familia Ritter») y una voz masculina con acento “turco” le dice: «Me llamo Abdullah Biçaküğlu, soy miembro del consejo rector de la nueva mezquita de Colonia, y en el marco de un programa de difusión y entendimiento multicultural desearía invitarla a una visita guiada de las obras, para que las conozca».     A Diny le pareció algo raro pero le dio las gracias, lamentó no estar interesada, y colgó. ¡Qué cabrón!  Quien la llamaba era Oskar, desde el otro teléfono, en el segundo piso de la casa. Lo malo es que Diny asegura que eso de las bromas telefónicas es algo ya engastado en los genes familiares por culpa del abuelo. ¿Si será verdad? Me hace recordar los hermosos versos de José Manuel de Lara: «Y si el tiempo borrase hasta mi nombre, / ese día sabrás, hijo, que el hombre, / cuando deja su sangre, no se ha ido».

 

Weiß/Colonia, 10.4. (3)

Vinieron María Cecilia y Fernando, acompañados de la querida Béa, en cuya casa se alojan estas tres semanas que van a pasar en Europa. Béa y Diny los conocen desde 1987, en Nicaragua, es decir, en Granada, donde colaboraron con ellos en el establecimiento de la Fundación Casa de los Tres Mundos. Dos de los primeros grabados que salieron del taller artístico de la Casa están colgados en nuestro cuarto de huéspedes. El encuentro es súper cordial y muy divertido porque ambos, María Cecilia y Fernando, son gente de un humor contagiante y eso es algo que lo capta enseguida mi propio sentido del humor. Además, la cena de Diny estuvo a la altura: sopa de raíz de apio, papa y manzana (una papa y una manzana, puntualiza la cocinera) con tropezones de salmón ahumado (pero no de piscicultura); pastel de verduras al horno; y yogur de vainilla con bayas del bosque (grosellas y moras). Vino ecológico blanco Diny, tinto Fernando y yo, agua María Cecilia y Béa. Cuando les mostramos el apartamento, Fernando se queda un momento absorto en mi despacho, como soñando que es el suyo. Y les encantan los cinco Amighettis que hay colgados en nuestras paredes. Qué pena que se tuvieran que ir algo pronto, porque mañana tienen que madrugar, pero nos dejaron el corazón alegre.

 

Weiß/Colonia, 11.4. (1)

Hoy, hace 50 años, comenzó en Jerusalén el proceso contra Adolf Eichmann. Todavía no ha terminado. Aún quedan un par de Eichmanns vivos.

 

Weiß/Colonia, 11.4. (2)

El peso sicológico de tener que terminar el texto de la conferencia sobre Cantinflas y releer la obra completa de Sabato para la siguiente conferencia, empieza a hacer mella en mí. Tengo que organizar mi tiempo con suma disciplina y limitarme a una peli al día. Hoy lo tendría bien fácil porque esta noche la elección sería entre Away from Here (con una Julie Christie y un Gordon Pinset impresionantes) y The Brave One (=La extraña que hay en ti), donde Jodie Foster, que a sus 14 años fue Iris, la puta adolescente de Taxi Driver, hace en esta un papel que viene a ser un duplicado del de Robert de Niro en aquella. O sea, que goodbye, brave one! Pero es que antes, a las 8.15 p.m., en el canal Arte, en un ciclo dedicado a Bertrand Tavernier,  pasan una suya que no conozco, Holy Lola, y que trata de un problema que de siempre me ha  apasionado mucho, la adopción de niños, y ahora más, porque mi pequeña Safo me confesó que ella es adoptada. Por lo tanto me decantaré por esta Pequeña Lola. Además, un Tavernier que no conozco es siempre “a must”, como decimos los castizos. Joder.

 

Weiß/Colonia, 12.4., primeras horas del día

Estoy seco. No he logrado avanzar una sola línea en el texto sobre Cantinflas y cada vez que miro la pila de los libros de Sabato me da un escalofrío de espanto pensando que los tendría que releer. ¿Y si renuncio a dar esa conferencia?  Pero carajo, son dos desafíos. De un lado quitarle el polvo al monumento de don Mario Moreno, a ver qué había debajo (y atreverme, quizás, con el gran tabú que dizque hay en torno a su persona), y del otro desmantelar de una maldita vez el mito del Sabato paladín de la democracia. ¿Cómo puede ser paladín de la democracia alguien que se entendió bien con todos los regímenes que ha habido en su país, sin excluir ni uno solo?  Aunque, a final de cuentas, a lo mejor es esa su manera de entender lo que es la democracia, una manera harto sui géneris, ça va sans dire.

 

Weiß/Colonia, 12.4. (1)

Hoy, hace 50 años, Yuri Gagarin inauguró la que pomposamente se llamó entonces “la era del espacio”. Y ayer, hace 50 años, comenzó el juicio contra Eichmann. ¿Qué se inauguró con él? ¿La era del retórico “Nunca más”?  Después de ese juicio tuvieron lugar los genocidios de Camboya, Ruanda, Bosnia, y los exterminios sistemáticos en Brasil (este, siempre olvidado), Guatemala, El Salvador, Chile, Uruguay, ArgentinaEl homo sapiens es el depredador más nauseabundo que concibió la mente enferma del dizque Supremo Creador. Sí, de chapuzas.

 

Weiß/Colonia, 12.4. (2)

Me escribe Ángeles que es lástima que no vivamos cerca aunque, quién sabe, quizás entonces hasta nos veríamos menos. Es curioso porque hoy estamos invitados a almorzar, Carlitos y yo, en lo de Jorge, ese negrazo portentoso que habla alemán mejor que los alemanes y piensa más profundo que piense ningún alemán que yo conozca. Y vive en Colonia pero ahora hace ya al menos dos años que no nos vemos, aunque nos escribamos y telefoneemos con regularidad. Y al final de esta calle donde vivo, en la última casa, ya a la orilla del Rhin, ahí vive Petra, excelente traductora, muy amiga nuestra, a quien tampoco vemos desde hace al menos un año, cuando me la encontré de casualidad en la calle, yo en la bici yendo a la oficina postal, ella en el auto y en camino a Colonia. Es así. Igual que los madrileños que nunca han ido al Prado porque, como de todas maneras no se va a mover de ahí, ya irán algún día. Y sin salir de Madrid, tenemos amigos que viven allí y que sólo se ven cuando Diny y yo viajamos allá, y nos reunimos con ellos. Qué tema, ¿no?, este del desencuentro entre los próximos prójimos. Lo cierto que es almorzamos en casa de Jorge, y al regreso a la mía le pido a Carlitos que me deje en un supermercado que está cerca y delante del cual hay una parada de bus, que a esas horas pasa cada diez minutos, y yo tenía que comprar whisky, licor de yerbas, miel, fiambre, en fin, un montón de cosas. Y cuando Carlitos me dejó en el lugar, a la primera persona que veo es a Achim, el marido de Petra, así es que nos pusimos a hacer juntos las compras y además me trajo a casa en su carro. Y ya acá tuve  que reírme al leer el mail de respuesta de Ángeles y enterarme por él de que fue Petra –¡quién si no, tras la muerte de Monika!– quien tradujo Mal de amores, con lo que se cierra el círculo de que le hablé por la mañana, del desencuentro –hoy reencuentro– de los prójimos próximos. Todo ello en menos de doce horas. Este mundo es un kleenex. Y ojalá que lo sea de papel reciclable.

 

Weiß/Colonia, 12.4. (3)

Cuando el viento sopla como lo hace hoy, uno de los mejores anemómetros que conozco es la “solapa” de nuestro buzón en la puerta del edificio. No sé qué conjunción de ángulos hace que los vientos, sea cual sea su dirección, se arremolinen delante de nuestra puerta y jueguen a su antojo con los cierres metálicos de los buzones. El viento dándoselas de Bela Bartok.

 

Weiß/Colonia, 12.4. (4)

Tuvimos una visita fugaz de Vincent, que estaba en casa de un amiguito suyo portugués, de su mismo equipo de fútbol y que vive en nuestro pueblo. Diny fue a buscarlo allá y más tarde vino Angie a buscarlo. En ese tiempo que pasó acá le reveló a la abuela que cuando sea mayor quiere ser maestro, e incluso le dijo de qué asignaturas: Arte y Alemán. Está visto que los Bada nunca saldremos de pobres.

 

Weiß/Colonia, 13.4. (1)

Leo en una cuenta Twitter (y es que surfear en las cuentas Twitter se está convirtiendo en la más gratificante de mis diversiones gratuitas) que «la mejor escuela de periodismo sigue siendo para mí, leer el lunes los diarios del domingo». Por la salud mental del autor espero que sus células grises no sufriesen una hernia al formular semejante hallazgo sin gritar ¡Eureka!, ya que el © del grito es ® y devenga royalties. Pero de a deveras, hay que imaginarse la muy pésima escuela de periodismo que sería leer un domingo los diarios del lunes. Por cierto ¿cuál de ellos, el anterior o el siguiente?  Y otro hallazgo en Twitter: «Gonzalo Rojas se está muriendo, aunque resiste. Esa es la triste verdad». ¿Cuál es la triste verdad: que se está muriendo, o que resiste?

 

Weiß/Colonia, 13.4. (2)

Henri & Oskar en casa. Los quince meses de Henri son comestibles a besos. Ya había perdido la costumbre de tener críos tan chicos en casa [Vincent pronto cumplirá los ocho años], una de las experiencias más deliciosas y divertidas que la vida nos puede regalar. Y Oskar (a) Abdullah Biçaküğlu, el ilustre miembro del consejo director de la nueva mezquita de Colonia, es Oskar: irrepetible. Le guiño el ojo y le hablo en “turco”. Se ríe el muy cabrón.

 

Weiß/Colonia, 14.4., primera hora de la noche

Jerichow es, por mi cuenta, la séptima vez que el cine adapta The Postman Always Rings Twice, la novela de James M. Cain: por orden cronológico se adaptó en Francia, Italia (nada menos que con Luchino Visconti), Estados Unidos (1946 y 1981), Hungría y Malasia, y ahora Alemania, la séptima versión. Esta es una de las mejores, para mi gusto, y ello tiene mucho que ver con haber elegido a Nina Hoss como protagonista y haber bautizado al personaje como Laura, nombre tan inusual en alemán que se nota claramente en él una especie de homenaje secreto a la grandiosa Laura de Otto Preminger, uno de los clásicos del Film Noir. En esta peli, Jerichow, Nina Hoss logra armar un patchwork de alguna manera tan sólo perceptible para nosotros –los enfermos de filmitis– entre los iconos de la Barbara Stanwyck de Double Indemnity (cuyo plot es tan similar al de The Postman…, la perdición del hombre íntegro por la mujer fatal) y la Jessica Lange de la segunda versión gringa del clásico (en la primera, Lana Turner no es que sobreactúe, es que casi se autointerpreta, y eso es fatal para mantener la distancia actoral con el personaje). Sería bueno dedicar una jornada, alguna vez, en algún festival de cine, al tema del adulterio, e inagurar la retrospectiva con las siete pelis inspiradas por la novela de Cain. Me apunto a ese bombardeo.

 

Weiß/Colonia, 14.4.

Hace 80 años se proclamó la IIª República en España y se echó a los Borbones. Fatalmente recuerdo siempre, cuando llega este día, uno del mes de julio 1969, estando yo de vacaciones en Huelva. Releía Madame Bovary junto a un balcón de la casa de mis padres, con vistas a la calle de los Tumbados. En la acera de enfrente, dos niñas de corta edad se pusieron a jugar al «Ay mi amor, cuando te veré yo». En la sala, mi padre no perdía ripio de una transmisión de Televisión Española. Contagiado por lo profundo de su interés, presté un momento de atención al sonido que provenía del altavoz: reconocí la aflautada voz del inferiocre, anunciando en ese instante a las Cortes su deseo de que se proclamase a Juan Carlos de Borbón sucesor suyo a titulo de Rey. Fue justo en ese mismo instante que las voces de las niñas se oyeron bien nítidas en la calle, cantando «un pasito atrás / y hacer la reverencia». Nunca lo cuento con intención demagógica, ni tan siquiera con ironía. La demagogia y la ironía brotaron naturales de los simples hechos.

 

Weiß/Colonia, 15.4., primera hora del día

Acaban de pasar en la tele una de las muy pocas pelis memorables de la RDA, El caso Gleiwitz, una reconstrucción que llega a ser casi la demostración de un teorema; la reconstrucción de la operación secreta de la Gestapo para fabricar un incidente que justificara ante la opinión pública la invasión de Polonia en 1939. La camarografía, la luminotecnia, el montaje, las actuaciones de un elenco anónimo para el espectador occidental (y por ello más “verídico”, casi subrayando el  documentalismo del guión), el conjunto –en fin– está perfectamente ensamblado. Lo irónico del caso es que se diría que sus realizadores aprendieron todos en la escuela de Leni Riefenstahl. Tan luego en la RDA, el dizque “primer Estado de obreros y campesinos en Alemania”.

 

Weiß/Colonia, 15.4. (1)

La clínica de cirugía dental. Tranquilizadora la enfermera (cuyos pantalones de pana marfil le modelan un culo palabra-de-honor), y tranquilizador el cirujano. Anestesia. La sensación de que me han implantado en el hemisferio delantero de la cabeza un robot insensible (¿pleonasmo?) Con un lienzo verde billar me cubren el rostro hasta la punta de la nariz, la enfermera me explica que es para que no me deslumbren los focos potentísimos que se emplean durante la operación. Los dedos armados del cirujano, la cánula extractora con su silbido aspirante. El cirujano me va explicando lo que hace, tal vez para crear el contraste de lo horrible que está haciendo con la total ausencia de dolor que supone. Sólo percibo los ruidos, mismamente propios de una cámara de  tortura. Pero no siento nada, nada más que la presión de los dedos del cirujano en las encías y después el leve peso en los labios del hilo con que cose las heridas. De pronto me coloca dos almohadillas de gasa bajo los huecos cosidos y me dice que apriete fuerte con los dientes y no los separe en una hora. «Ya está», añade, y la enfermera retira el lienzo verde. Me entregan una compresa helada para que la mantenga sobre el carrillo y la cambie de carrillo cada diez minutos. Carlitos está en la sala de espera, le pedí que viniese a llevarme a casa, por si acaso la anestesia me dejaba sin norte. En el auto miro el reloj del salpicadero.Marca las 12.40; la anestesia fue a las 11.35. La operación ha durado una hora, en lo que a mí me ha parecido sólo un cuarto.

 

Weiß/Colonia, 15.4. (2)

Paso todo el día trabajando bajo la impresión de haberme librado de una hecatombe, ya me había heho a la idea de unos dolores infernales, la cara hinchada, las encías sangrando, obligado a comer yogures y beber jugo de tomate y nada de eso sucede. En cuanto a la comida, mi cena ha sido una sopa deliciosa de espárragos verdes con un huevo cocido y desmigajado en el caldo (me comí dos platos, no sólo por el hambre de no haber comido en todo el día, sino por lo rico que estaba), y en vez del odiado jugo de tomate bebo vaso tras vaso de agua mineral con sabor a manzana. Mañana volveré a mis viejos amigos escoceses. Por ahora cierro el quiosco para ver una policial sueca y después leer un rato de “El hacedor (de Borges) Remake”, uno de los libros que me mandaron de RdL y le prometí a Amalia que el lunes tendría la reseña. Su título me inspira desconfianza, pero no pienso leerlo prejuiciado. Prejuiciado sólo leería a Borges: creo, ciegamente, que es bueno.

 

Weiß/Colonia, 16.4. (1)

En el suplemento finisemanal del diario leo un reportaje sobre las más de mil estatuas y obras de arte integrados en el callejero de Colonia. Entre ellas las hay de Ewald Mataré, Tom Otterness, Ansgar Nierhoff, Masayuki Nagare, Rick Wouters Las dos cuyas imágenes se me aparecen siempre cuando pienso en Colonia son “Diana con el antílope saltando” de Fritz Behn y “Los padres dolientes” de Käthe Kollwitz (aunque sí existe“huérfano”, no tenemos una palabra en castellano, que yo sepa, para llamar a los padres que han perdido a un hijo). Esta doble estatua de los padres arrodillados pensando en el hijo muerto es una copia, el original lo vimos Diny y yo en un cementerio militar belga, donde está enterrado el hijo de KK, caído en la primera guerra mundial: en esta copia de Colonia, en el interior de la ruina de la iglesia de San Albano, visible desde la calle a través de una reja, la figura del padre la esculpió Joseph Beuys siendo alumno de Mataré. “Mi” otra escultura, la Diana de Behn, está en el Salierring y la he visto a diario, durante cinco años, cuando vivía en el Karolingerring y por las mañanas iba a pie a mi redacción en la Deutsche Welle. Ahora la veo cuando voy al centro con el tranvía de la línea 16, que suele pasar despacito delante de ella, no por respeto a la diosa sino porque generalmente está cerrado el semáforo diez metros más allá. A veces incluso nos detenemos exactamente delante de Diana, y me dejan embobado, como siempre, su gracia y su dinámica, y el hecho de que casi parece íngrávida, está apoyada en el suelo tan sólo en las puntas de su pie izquierdo, se diría que acompañando el salto del antílope como una gacela hecha mujer. Y qué mujer.

 

Weiß/Colonia, 16.4. (2)

Danny el Rojo anuncia su retirada de la política activa para el 2014, cuando cumpla 69 años. Argumenta de modo incontrovertible: «Bob Dylan era extraordinario. Pero hoy está de gira por Vietnam y China, donde le prohiben cantar “Blowin’ in the Wind”. En tales circunstancias no merece la pena seguir siendo Bob Dylan». Enter.

 

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