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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 16 / 2013

De mi Diario: Semana 16 / 2013


 

Weiß/Colonia, 14.4.

La muerte llega a Pemberley, el libro de P.D. James, me lo trajo el cartero ayer y lo he devorado de dos mordiscos. Me gustó mucho, pero dudo aún más de que lectores comunes y silvestres puedan sacarle el jugo que nosotros, los austenitas. La baronesa de Holland Park se sabe su Jane Austen de memoria y, aunque me esté mal tenerlo que decir, yo también. Entonces, por ejemplo, ese puente sutil que tiende al final, entre Pride & Prejudice y unos personajes secundarios de Emma, a ella tiene que haberle divertido mucho construirlo, tanto como a nosotros descubrirlo en la lectura, pero son «penas de amor perdidas» para el lector común y, no sé cómo decirlo, me parece algo así como demasiado rizar el rizo. No obstante, la novela se lee en un soplo, igual que todo lo que ella escribe, y a un austenita convicto y confeso (como menda lerenda y el tío de las almendras) le sabe a un milhojas con relleno de miel del Ártico, semifundida. Hhmmmmm

 

Weiß/Colonia, 15.4.

Hubo un cambio en el cronograma familiar esta semana, porque Diny viajará el miércoles una vez más a Holanda, y tuvimos hoy a Henri en casa. Hoy era su día rebelde y no hubo nada a lo que no contestase que no. Paciencia. A las 5 pm lo llevé de vuelta a lo de Montse, y a partir del momento en que salimos de esta casa fue el Henri amoroso de siempre, disfrutó el trayecto en el bus y ya en su casa se empeñó en demostrarme el funcionamiento de su carro de los bomberos, con una gigantesca escalera articulada. Regresé acá con el ánimo restablecido.

 

Lo de Venezuela me tiene sobre ascuas. Son muchos mis amigos en el país, y da la casualidad de que el único chavista de todos ellos, DD, es uno que no vive allá desde 1994, y además se crio durante gran parte de su infancia en la Unión Soviética.

 

Weiß/Colonia, 16.4.

0:15 am : Un documental de una hora dedicado a John Cage, a su música, a su ideario artístico. En fin, yo a este diario no le miento. A mí, con todos los respetos, me parece que mucho de lo que los americanos nos han vendido como arte, excluyendo a Hopper y empezando por Jackson Pollock, pasando por Cage y terminando por el insoportable Andy Warhol, es puro invento. En algún momento alguien debe haber decidido al más alto nivel, en la CIA, el FBI y, desde luego, la Casa Blanca, que America (ellos se llaman a sí mismos “America”) no puede ser un apéndice ancilar de Europa en lo que se refiere al arte, y la manera de entrar por la puerta grande en ese espacio sagrado es convencer a los millonarios americanos de que paguen cifras exorbitantes por cualquier lienzo embadurnado por un artista compatriota. Y a partir de ese momento, cuando el arte pasa a regirse por las leyes del mercado, la cosa está clara: Jackson Pollock & Co. son los nuevos Velázquez, Rembrandt, Rafael Y así con el resto. Lo que es por mí, se pueden  meter todo ese arte en el mismísimo culo. Y ojalá les duela.

 

Almuerzo de los martes en La Modicana, se nos une Diny y encarga unos linguinis con setas, Carlitos se apunta también a ellos, y yo reclamo (si los hay) mis espaguettis con mariscolos hay. Y no sólo los hay sino que son los mejores que han salido de las manos de la signora Giuseppina en muchísimas semanas. Sádico que soy, no puedo evitar el decírselo a Carlitos, para que me envidie y se arrepienta de no haber pedido lo mismo que yo, como está mandao.

 

Leo un tuit que pretende ser ingenioso: «La ociosidad es la madre de todos los vicios y la madrastra de muchos hijos de puta». El autor ha querido hacer un juego de palabras y ganar sus 15 nanosegundos de inmortalidad, pero se olvidó de la congruencia interna del mensaje: que por muchos que sean los hijos de puta que tengan madrastra, ella es inocente de la tal hijueputez. Twitter es un vivero de vaciedades como esta, que leídas sin atención parecen hasta brillantes. Me recuerda que hace unos días saqué un tuit diciendo «Si se acabase la cobertura televisiva de la farsa vaticana y no se hablara del Vaticano sino en broma, ¿sobreviviría?», y enseguida hubo un inteligente que contestó: «Muy seguramente sí sobreviviría, pues sólo revise cuantos años tiene el Vaticano y sabrá q cuando llegó la TV llevaba siglos», apoyado de inmediato por otro catecúmeno: «Muy buena respuesta!!!»  Ninguno de los dos parece haberse percatado de que la superstición cristiana acabó en un tiempo récord con la cosmogonía pagana. La cual, tanto más rica visualmente, no disponía en cambio del arma poderosísima que es la liturgia. Basta pensar lo que es una misa de pontifical comparada con las sencillas ceremonias de las vestales. Sin ir más lejos. Y justo a mitad del siglo XX, cuando la iglesia católica iba ya de capa caída, llega la TV y descubre la fotogenia de la liturgia. Fue el balón de oxígeno que necesitaba el Vaticano. Y no sólo él, las monarquías europeas también. Qué mierda.

 

Empiezo a releer Dr. Samuel Johnson, uno de los pocos libros por los que se puede justificar la existencia del ser humano, y de repente descubro que lo estoy no releyendo sino leyendo, y al poco descubro el porqué: porque es la primera vez que lo leo en alemán, hasta ahora tan sólo lo conocía por la versión incompleta de la Colección Austral. En realidad esta no es una relectura sino una lectura 100% nueva, ex ovo, yuuuuuuuuuuupiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

 

Weiß/Colonia, 17.4.

En el diario aparecen hoy dos esquelas por la muerte de Manfred Sarrazin, cuya librería Alibi [=Coartada] estaba especializada en novelas policiales. La esquela familiar lleva un epígrafe del propio MS: «En el camping metafísico haré lo mismo que en Alibi. Sentarme en un sofá cómodo y leer buenos Krimis». En la esquela que le dedican los amigos, el epígrafe es una cita del final de The Long Good–Bye, de Raymond Chandler: «Dijo «Adiós» y se fue. Vi cerrarse la puerta». Es el mejor epitafio que pudieron imaginar para él.

 

Mi columna del viernes pasado en El Espectador terminó en una polémica sobre el uso del pronombre indefinido “uno” por la mujer latinoamericana; y no es la primera vez que me pasa, ya abordé el tema en otra columna, también en El Espectador, el 7.7.2011, y fue tanto de lo mismo. Sólo que esta vez, para mí, es la definitiva. La cerrazón mental es tan grande que tratar de discutir racionalmente acerca del tema no tiene sentido, porque hay gente muy sensata, entre ella amigas muy queridas, que me dan la razón, pero sienten como imposible hablar de ellas mismas diciendo “una”.

Uno de los foristas me arguyó así: «Respetuosamente disiento de su opinión, toda vez que en mi visión del castellano (tal vez por anticuada) ciertos sustantivos (y por tanto ciertos pronombres y declinaciones) no admiten sexo aunque tengan género, bien por su carácter colectivo como el pueblo, la muchedumbre, la infancia, o por su carácter indefinido, y generalmente cuando son palabras de otra naturaleza que funcionan como sustantivos, tales como uno (ese uso específico), alguien, nadie, quién, quienquiera». Le contraargumenté de este modo: «Sólo le pido que recapacite en esto que voy a decirle: soy un español nacido en 1939 y desde niño he escuchado siempre a las mujeres españolas llamarse a sí mismas «una» como lo más natural del mundo. Mi sorpresa al escuchar a mujeres latinoamericanas llamándose «uno» fue, puede creérmelo, mayúscula. Y le podría poner docenas de ejemplos donde el contenido de la frase está en tan franca contradicción con el empleo del «uno», que uno (yo) no lo entiende nunca a primera lectura, hasta que no recuerda el uso femenino latinoamericano. Piense por ejemplo en «Uno ya no está para abrirle las piernas al primer galán que te humedece el calzón». Sin ir más lejos, y perdone lo craso del ejemplo, pero es para que no haya dudas acerca del disparate del uso del «uno»».

Y añadí al rato: «Se me ocurre que en el caso de este pronombre indefinido o indeterminado puede optarse por la doble forma; de igual manera que «él / ella» podría haber (de hecho, en España lo hay) «uno / una». Le ruego, en relación con esta opción, que piense en alguien que llegue a una reunión donde haya exclusivamente mujeres y les pregunte mostrando un bolso: «¿Alguien de ustedes ha perdido este bolso?» ¿Sería usted capaz de imaginar, don Santiago, que después de consultarse con la mirada hubiese una sola mujer de la reunión que contestase «Ninguno de nosotros»? Tengo la absoluta convicción de que en tal caso cada uno de los irreductibles «uno»s individuales le cedería el paso a un naturalísimo «Ninguna de nosotras». Quod erat demonstrandum. Piénselo».

Pero en este momento de la discusión intervino Lillián diciéndome: «Me declaro culpable de llamarme «uno» cada vez que viene el caso. Por otra parte, Ricardo, vos siempre has argumentado que la lengua es de quien la usa, y toda vez que alguien te ha querido corregir, saltas como tigre a la yugular de los osados diciendo que las reglas de la academia te las pasas por el arco del triunfo. Entonces, puesto que la norma vigente en mi contexto es llamarme «uno» (aunque digamos, como en tu ejemplo, «ninguna de nosotras»), y por consiguiente mi subdesarrollado oído latinoamericano está habituado al uno y no a la una, seguiré llamándome así mientras mi libre albedrío no disponga otra cosa. ¿Al oído español le suena raro? Sorry. A nuestro oído suena raro el uso del «vosotros», y no por eso vamos a exigir que dejen de usarlo, antes al contrario, yo en lo personal lo echo de menos, me parece una carencia del castellano de estas latitudes que ocasiona muchos circunloquios y confusiones».

Y ese fue el momento en que abandoné la pelea, escribiéndole a Lillián: «Lo dejo por imposible, Lillián. Es cierto, y tenés toda la razón, que si ustedAs deciden ser «uno» en su habla, y como el que manda es el lenguaje hablado, hay que aceptarlo. Vale. Pero que me siga pareciendo una monstruosidad –y una agresión acústica de primera categoría– oír eso de que «Uno no coge con el primer pelotudo que llegue», «A uno se le moja la pantaleta nomás ver a George Clooney», eso ya es otra cosa. Y no hay equiparación posible con el uso que los peninsulares hacen del «vosotros». Esos son dos zapatos distintos, como se dice en alemán. El «vosotros» enriquece el idioma con un pronombre personal más, el «uno» usado por mujeres lo empobrece con un caso de asimetría flagrante entre sujeto y predicado, todas las veces que el predicado tenga que ver, de manera expresa, con la condición femenina. Pero oime, hablando de tutti fruti, como dicen en el Río de la Plata, qué lindo que está el Sáhara desde la última vez que pasé predicando por acá. En el oasis anterior hasta había una rocola con el tango «Uno». See you later, alligator». Y le doy carpetazo al tema per saecula saeculorum y hasta el ∞ a la tardecita.

 

Weiß/Colonia, 18.4.

Hoy pasamos el ecuador de la serie de ciencia ficción sueca sobre los hubots, los robots humanoides. Siento muy fuerte la tentación de comprar la serie completa en DVD, me gusta demasiado. ¿O será que le dé una idea a mi tribu, para que me la regalen en mi cumpleaños?  Pero primero tendría que ir a Saturn y ver si ya está a la venta y cuánto cuesta. En realidad se trata de un capricho, pero si a los 74 años no se puede uno permitir un capricho, ¿vale la pena realmente haber vivido tanto?  Como fuere, mi interés por la serie estriba en que se mueve todo el tiempo por un terreno minado, y hasta ahora ha satisfecho mis exigencias, que son muchas en esta materia. Quiero ver cómo resuelven el tema de la violación de Anita, porque en ese tema se entreveran muchas líneas de pensamiento que son difíciles de desanudar: ¿hasta qué punto la violación de un robot femenino es simplemente un “daño material”?  Y para mí la respuesta es clara: la violación dice del violador y sus intenciones, no importa quién (o qué) sea la víctima.

 

Weiß/Colonia, 19.4.

Recibo un mensaje multimedia de una tal Andrea Agnini, donde me dice lo siguiente: «Hola espero que te encuentres bien, El día que nos dejamos, fue el más triste de mi vida, pero, ¿sabes que?, ahora que ha pasado el tiempo estoy más decidid@ que nunca a no dejarte ir. llamame te deje mi numero». He conservado la ortografía original, y no me molesto en contestar semejante canto de sirena. Sobre todo porque el día más triste de mi vida seguro que no fue el mismo que para ella, a quien no conozco, suponiendo que exista alguien que se llame así. Pobrecita.

 

El magnolio en flor, esplendoroso. Lo veo al coronar la rampa, con la bici, para ir a la farmacia. Y para mi asombro descubro que llega Diny, al menos cinco horas antes de lo habitual en un viernes. Sí, los padres se llevaron a Henri a unas compras que tenian que hacer, y entonces pudo terminar su tarea cinco horas antes de lo habitual un viernes. ¡Henri, esta es una acusación tan grave que no puede pasar sin recurso a la siguiente instancia! La consecuencia es que desisto de ir a la farmacia, porque además he descubierto que hay viento en contra, por lo menos a la ida, y recuerdo mi ûltima desafortunada salida con la bici hace un par de semanas. Qué tragedia la de ser uno tan viejo y tan pendejo. Esta es la única tragedia seria del ser humano: envejecer hasta el punto de que no te fías de tu propio cuerpo. Las otras serían aquellas que Buero Vallejo llamaba “tragedias felices”.

 

En el canal Arte, impresionantes, unas imágenes de un puma cazando un guanaco, de noche, en la Patagonia. Sólo es posible filmar con cámaras especiales, termosensibles, y el relato filmico es casi una peli de dibujos animados, en blanco y negro. Tanta belleza escondida en las sombras, es la primera vez que se ha documentado.

 

Weiß/Colonia, 20.4.

Día poniendo en orden los archivos, simplificando la nomenclatura de los mismos para poderlos encontrar lo más rápidamente posible vía Google Chrome, que es la máquina de búsqueda más eficiente que conozco. Espero que mi deuda estherna haya seguido mi consejo instalándola en su compu. (Y si lo ha hecho, aumentará su deuda conmigo; ¡no dar nunca puntada sin hilo!)

 

BJ, que está traduciendo un ensayo de Mencken sobre su aprendizaje como bebedor, me escribe diciéndome que «el hombre menciona el Bürgerbrauhaus de Pilsen. ¿Qué es eso?». Le contesto: «Por lo que se sabe, los ciudadanos de Pilsen estaban bien terciado el siglo XIX hasta las meras bolas de la pésima calidad de la cerveza local, y en 1838 asaltaron las fábricas de cerveza (una expresión que le pone la carne de gallina y los pelos de punta a los alemanes, cuando se enteran de que es la traducción española de Bräuhaus, «¡¡¡La cerveza no se fabrica, se cuece!!!», gritan) y vaciaron los barriles en la canalización pública. Los ediles reaccionaron a la protesta acordando construir una nueva «fábrica», esa Bürgerbräuhaus de que habla Mencken, y encargando de la producción a un maestro cervecero de la Baja Baviera (ustedes dicen Bavaria); el cual, en 1842, enriqueció el mundo con esa maravilla que fue la primera cerveza Pils, la Pilsner Urquell, cuya calidad no ha sido mejorada por ninguna desde entonces. Quienes padecemos de la puta gota y debemos privarnos de ella, tenemos ya ganado un lugar en el purgatorio gracias a ese infierno anticipado que se nos hace vivir en este planeta. Ojo: Mencken, como buen anglosajón, se habrá limpiado el culo con la segunda diéresis de la Bürgerbräuhaus; no lo imite, por favor. And last but not least: Maestro, yo por esto suelo cobrar, pero por ser pa sumercé, es gratis».

 

 

***********FIN***********

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