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Mientras tantoDe mi Diario: Semana 16 / 2014

De mi Diario: Semana 16 / 2014


 

Weiß/Colonia, 13.4.

2:00 am : Una policial aislada de la serie inglesa Five Days, no van a pasar la serie, que lo parió. Es buenísima la pareja protagonista, Hugh Bonneville como DSI Iain Barclay, y a su lado Janet McTeer, que fue Vanessa Bell en Carrington y Mary McCarthy en Hannah Arendt. Cuál será la pinche razón por la que no pasan la serie entera. Menos mal que el 20, según veo en los avances de la programación, comienzan a dar la sexta temporada de Lewis & Hathaway. Por cierto que ha sido un poco escalofriante, en este episodio de Five Days, ver a Clare Holman, la forense Laura Hobson, amiga de Lewis, convertida en una infanticida a sangre fría. Uf. Y ugggg. Es una escena que me recordó bastante a Corinna Harfouch haciendo de Madga Goebbels en Der Untergang, cuando envenena a sus hijos en el búnker de la cancillería de Hitler, antes de hacerse matar por su marido. Es una escena que te pone la carne de gallina. Como la de Five Days.

 

Me llega un email de Óscar, desde Paisápolis, comunicándome que Daniel Samper se corta la coleta como columnista de El Tiempo, y le escribo ipso fuckto a Daniel, en mis madriles: «No sé qué te dirán los demás, pero yo te digo «Bien hecho». Un abrazo, y a gozar de los nietos, que lo demás es paja». Daniel me contesta: «Gran Bada, si me preguntas qué me dio, te lo voy a decir: envidia contigo, que desde que te jubilaste escribes donde, cuando y como quieres, maleducas con enorme esmero a tus nietos, y lees tres veces más que antes. Eso sí: ¡pobres Pilar y Diny!».

 

Weiß/Colonia, 14.4.

0:15 am: Terminó la segunda temporada de El puente, que es la mejor serie escandinava (una coproducción sueco/danesa) desde hace mucho, desde la primera temporada de Wallander con Johanna Sällström como Linda. Pero si la segunda temporada ha terminado así, ¿será posible que haya una tercera? And yet… ¡cómo me gustaría volver a ver a Saga Norén, sin quizás la personalidad más original salida de la imaginación de los guionistas escandinavos! Oremus.

 

Diny cocinó una cena de auténtica antología: hígado de ternera con cebolla confitada, y risi bisi como guarnición. Cualquier palabra está de más. Acá el único comentario comilfó que cabe es un buen trago de licor de hierbas helado. Cheers!

 

En Telecom nos dieron, por la mañana a Diny, por la tarde a mí, repuestos que no funcionan, seguimos sin teléfono de red fija. Llamo a Frank, que es ingeniero y seguro que podrá echarnos una mano, seguro que se trata de una nimiedad, pero de esas que son obstáculos infranqueables para dos seres tan poco versados en la técnica como Diny y, sobre todo, yo. Me asegura Frank que pasará mañana por la mañana, después de dejar a Henri en el Kindergarten. “¿Cómo, en el Kindergarten no hay vacaciones de Pascua?”. “No, sólo en las escuelas”. Esto, seguramente, lo tendría que saber desde cuando vivíamos en el Vringsveedel, en el corazón de la vieja Colonia, y mis propios hijos acudían a su Kindergarten, en la Loreleystrasse. Y luego con Paul, Oskar y Vincent. Pero siempre se me vuelve a olvidar. ¡Encantado de saludarlo, Dr. Alzheimer!

 

Tenía ganas de ver Misery porque me la perdí cuando la estrenaron y nunca me coincidió en el horario con un momento libre para ella. La Kathy Bates, portentosa, su Oscar 100% merecido en una competencia ardua: descubro al consultarlo con mi buena amiga Miss Hortensia Google, que las otras nominadas fueron nada menos que “Pretty Woman” Julia Roberts, Meryl Streep, Joanne Woodward (¡Mr. & Mrs. Bridge!) y Anjelica Huston. Ahí es nadie.

 

Weiß/Colonia, 15.4.

Medianoche: Compruebo en www.iberlibro.com que mi ejemplar de Último round, de Cortázar, vale por lo menos 400 €. Empiezo por recordar que se trata de un regalo de César, sí, pero es un regalo de vuelta, uno que me hizo a petición mía: cuando en algún momento me escribió que pensaba dejar su biblioteca como legado a la de Sanlúcar de Barrameda, le pedí por favor que me regalase las primeras ediciones de ese libro y de La vuelta al día en 80 mundos, que eran las dos –paradójicamente– unos regalos que le hice en su día. Y me las devolvió. César era así.

 

Vino Frank, alrededor de las 9:00 y ha estado trabajando hasta hace unos minutos, son las 11:45 am. Lo mejor de todo no es que nos haya restaurado la línea telefónica (con lo que significa de ahorro, además, porque Telecom cobra alrededor de 100 € la hora de trabajo de sus técnicos); no, lo mejor es que se puso a desenmarañar la ensalada de cables que había debajo de mi mesa de labor, y ha tirado al tacho de la basura una serie de cacharros auxiliares que ya estaban por completo obsoletos sin que yo lo supiera. En total son sólo cuatro los cables que ha dejado, y lo sé porque el enchufe múltiple nada más que tiene cuatro entradas. El otro múltiple, con sus casi veinte entradas, y los correspondientes cables, se fueron al carajo. Y bueno, de algo tiene que servirle a uno tener un yerno ingeniero diplomado, aunque ya no se dedique a eso.

 

En La Modicana, plato recomendado del día, espaguetis à la Mediterráneo, con muchísimo pescado, sí, pero también, ay, bastantes espinas (“raspas”, las llamaba mi abuela Remedios), una de las cuales creo que se evadió a la policía de mi lengua y se me quedó clavada en la garganta. Carlitos me recomienda ir sin falta al otorrino. Me deja con el auto cerca de la consulta y acudo a ella. Por suerte no tengo una espina clavada, sino que al pasar por la garganta raspó (“raspa” tenía que ser, abuela) la carne, ahí tan sensible, y dejó una muesca, que es lo que siento como si fuese la espina misma. El otorrino me tranquiliza y me da un aerosol para que lo use tres o cuatro veces al día, el viernes próximo tengo que volver para que pueda controlar si todo quedó bien. Es una suerte esto de tener un seguro privado de enfermedad, una vaca que siempre da leche.

 

Weiß/Colonia, 16.4.

2:00 am : Changeling. Con el cine pasa como con la épica. Es evidente que además de las dos epopeyas de Homero (y sí, la de Virgilio), ha habido otras, las de Milton, Ariosto, Camões… que sí, son importantes, y todo lo que se quiera, pero sólo a nivel nacional, o lingüístico. [España tuvo suerte en el reparto, su epopeya es una novela, y la mejor de todas]. Con el cine pasa igual: es evidente que se hace cine en todos los países de la tierra –aunque no sé de cierto si también en Lichtenstein y Andorra–, pero “el” cine, mal que nos pese, se hace en Hollywood. Podemos, sí, quejarnos de que por mafias de la distribución, de repente resulta que sólo podemos ver cine gringo. Es quejarse de vicio. O por motivos ideológicos, y atendibles. Pero cine, cine, cine, eso es lo que se hace en Hollywood. Y yo, un amante del cine francés, escandinavo, alemán, chino, japonés, italiano y, sobre todo, inglés, lo digo sin que se me caigan los anillos: sin Hollywood seríamos más pobres –según se dice acá– que el proverbial ratón de una iglesia alemana. Como demostración, Changeling es implacable.

 

Puesto que debe decirse el pecado, pero no el pecador, copio literalmente, sin dar los créditos, el texto de una carta que acompañaba un libro que me remitía el servicio de publicaciones de una universidad española: «Estimado Señor: Por indicación de Doña, adjunto le remito un ejemplares de reciente publicación [aquí el título del libro], por si fuera de su interés. Un cordial saludo». Respetando las normas de concordancia y sintaxis que parecen ser propias de esa Uni, que es nada menos que «Patrimonio de la Humanidad», le contesto: «Estimada Señora: Por la presente le acuso recibo de un ejemplares de reciente publicación [aquí el título del libro], que me remitió por indicación de Doña Le quedo sumamente agradecido, con un cordial saludo». 

 

Tuvimos a Vincent en casa desde ayer por la mañana, y hoy, a las 2 pm se le unió Henri, a quien fue a buscar al Kindergarten, junto con Diny. Los dos primos se llevan de maravilla. Luego llega Angie, a las 3, para recoger a Vincent, y nos quedamos solos con Henri, lo que significa que Diny se acuesta un rato, yo le programo un DVD al crío, me quedo mirándolo embobado, y me acuesto después cuando Diny se levanta. De repente oigo cómo se cierra la puerta, miro el reloj, son las 5 ya pasadas. Por la ventana me despido con la mano de Diny, Henri se niega incluso a levantar la vista para verme, es de lo más cabezota que conozco, cuando dice que no, es que no, y sanseacabó. Pero curiosamente, cuando regresa Diny me cuenta que ya en el bus le ha dicho: «Abuela, a mí me parece que vuestra casa es mucho más linda que la nuestra». Laus Deo!

 

Weiß/Colonia, 17.4.

Conversé con FB. Sin yo saberlo, ni mucho menos quererlo, resulta que hace días la ofendí y la enojé mucho con una broma mía. Lo descubrí además por casualidad, porque la noté distante en su charla conmigo, y se lo dije. Y es recién entonces que me explicó, dejándome auténticamente anonadado. Recuerdo que armar la broma me costó casi ½ hora de trabajo, y que todo el tiempo estuve pensando cómo FB se iba a reír mucho con ella; eso además de que, broma y todo, era al mismo tiempo un homenaje. Y no. Resulta que me comporté como un elefante en una tienda de porcelana. Después de la charla, todavía siento el chasquido de los añicos debajo de mis patas. No sé qué hacer, pedir perdón y decir que lo siento, que no fué mi intención, no basta. Merde!

 

Vuelven a pasar la serie policial sueca con el comisario Winter, en Gotemburgo, y al regresar acá me encuentro un email lacónico de Ángeles: «Murió Gabo». No fui amigo suyo ni le tuve jamás esa devoción iconolátrica que le profesan sus lectores. Me duele su muerte como la de un ser humano que le proporcionó muchas horas de placer lector a su público, pero por quien nunca pude sentir una admiración rendida. Admiración sí. Rendida no. Y además limitada casi sólo a tres libros. Por desgracia para mí, tal vez, me tocó conocer el revés de la trama de sus obras, y ya se sabe que no hay hombre grande para su mayordomo. No que yo fuese su mayordomo, pero sí quien vigilaba la correcta relación de la traducción al alemán con su texto original, y entonces, algún día, de una manera fatal e inevitable, terminas viéndole los pies de barro al ídolo. Todavía siento esa circunstancia, personalmente, como una pérdida de calidad de la lectura, pero soy un mercenario y lo hice por la paga, así es que no me quejo. No me verán en el coro de plañideras.

 

Weiß/Colonia, 18.4.

2:00 am: Barbara. Me sigue gustando bastante más que La vida de los otros. Esta se beneficia mucho del glamour que le proporciona el ambiente berlinés en que se mueven tanto la pareja protagonista como sus amigos y los perros de presa que los acosan. Barbara transcurre lejos, en la provincia, en un hospital adonde destierran a la protagonista, médico de la renombrada Charité, de Berlín, por haber presentado una solicitud para emigrar a Occidente. En Barbara (sensacional Nina Hoss en este papel) se puede respirar, con una autenticidad que falta en La vida de los otros, el socialismo casposo de la RDA en la más fea y repelente de sus versiones.

 

2:40 am: A punto de irme a dormir echo una mirada a la estafeta y descubro un email de Constanza, desde Bogotá: «Toy triste, Badita. Cuéntame algo. Beso en esta noche de betún». Le contesto: «Entiendo que estés triste y te acompaño en tu sentimiento. A ustedes se les ha muerto lo más grande que probablemente ha dado el país en toda su historia. A mí no. Mis muertos son otros. Además nunca fui gabólatra. Sorry, sé que no es lo que quizás esperabas, pero sabes de sobra que con mi sinceridad a prueba de bala has tenido que contar siempre».

 

Viernes Santo. Como todos, después del desayuno, la audición enmimismada del Miserere de Eslava. Grandiosa, gana con el tiempo. Y por la noche, desde Baden Baden, La Pasión según San Juan, conducida por Simon Rattle. También grandiosa, aun cuando me resultó insólito, al principio, ver que los cantantes actuaban, no ha sido una versión concertante pura; pero al final terminé aceptándolo y me encantó.

 

La muerte de GGM tiene enlutado al mundo hispanoamericano. En la cuenta Twitter de mi hermanota venezolana leo su testimonio: «QEPD Gabo. Me siento huérfana. Todos los que alguna vez lo leímos nos sentimos así». Le escribo: «Hola, hermanota, y a decir verdad no creo que «todos» los que alguna vez lo leímos nos sintamos huérfanos. Yo, al menos, no. Quien sí me dejó huérfano fue Heinrich Böll». Y sí, definitivamente mis muertos son otros. Una gente que no pactó nunca con el poder. Ni qué decir con uno dictatorial.

 

Weiß/Colonia, 19.4.

00:55 am: Esta era la peli que necesitaba, The Way. No tenía ni la más remota idea de ella, pero me ganó el corazón. Y mira si no seré yo un escéptico total en torno a la superchería del sepulcro del tal Santiago en la tal Compostela, una de las mentiras más evidentes en la historia –tan rica en mendacidad y en “píos” inventos– de la iglesia católica, apostólica y siciliana. Pero la peli, en el fondo, no tiene que ver nada con toda esa mierda olorosa al incienso del botafumeiro. ¿O no será al revés: un aroma que huele a podredumbre?

 

En el diario dos esquelas inusuales. Una, la de Karlheinz Deschner, que murió la semana pasada y lo registré en este diario, y a quien hoy le dedica esta esquela, probablemente, tal vez algún amigo, algún admirador, que tenía en Colonia. Y la otra, la de August Sander, que murió el 20 de abril de 1964 (mañana se cumplirá ese cincuentenario), y la esquela viene firmada por su familia. Adoro las fotografías de Sander, y creo que le contagié mi entusiasmo a Enrique, quien prácticamente sólo quiere fotos de él en las portadas de sus libros: la de Bartleby y compañía, por ejemplo, es una de las más memorables que hizo a lo largo de su prodigiosa carrera de retratista. Paso una hora, después del desayuno, dedicado a rever mis libros de Sander y a releer el ensayo que le dedicó Alfred Döblin. Estas fotos son más que fotos, estos retratos son volver a tratar (=re–tratar) el tema del alma humana a partir de la mera corporalidad. Siempre que me agarra cerca y dispongo de un buen rato libre, visito de nuevo la exposición permanente de sus obras, de las que tenemos en Colonia, loados sean los dioses, la mayor colección del mundo.

 

Termino de leer España levanta el puño, el libro de crónicas y entrevistas que hizo Pablo Suero desde las elecciones del 36 hasta las vísperas de la rebelión militar acaudillada por el inferiocre. Era muy buen periodista Suero, lo evidencia en frases como esta: «En el café de Madrid hay la sala de tertulias, la sala de juegos donde atruena el chischás de las fichas del dominó, [] donde abruma el silencio laborioso de los jugadores de ajedrez, sin olvidar el lento morse de las bolas del billar». Ese “lento morse de las bolas del billar” es un hallazgo que podría firmar Huidobro. Y era Suero, también, un agudo observador: «La Puerta del Sol, punto neurálgico de España, donde se oye el grito siempre que a España le duele algo». Chapeau, don Pablo!

 

***********FIN***********

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